miércoles, diciembre 18, 2019

Publicar y leer aquí
















Publicar un libro en La Laguna no es difícil si el propio autor decide financiarlo, pues ya contamos con, al menos, dos o tres imprentas que trabajan muy bien y hay varios jóvenes editores que conocen los rudimentos básicos del oficio. El problema de publicar surge si uno aspira a que una institución pública o privada quiera arropar tal o cual libro. Lamentablemente no tenemos ninguna editorial consolidada en La Laguna y las instituciones (gobiernos, universidades, centros culturales…) no tienen una política editorial sostenida. Hay casos aislados de instituciones que impulsan la publicación, pero son tan pocos que no logran cubrir la demanda de propuestas. Muchos escritores e investigadores de la localidad, por ello, deben buscar auspicios fuera de la región o de plano autofinanciar sus proyectos.
Por otro lado, vivimos en una región con magra cantidad de lectores, y en esto no nos diferenciamos mucho de los habitantes del resto del país. Los laguneros leemos poco, tenemos pocas librerías y bibliotecas, y carecemos del hábito de leer como parte de la vida cotidiana. Aunque la dinámica ha cambiado poco a poco, seguimos siendo una comunidad más inclinada a las actividades productivas vinculadas con la industria y el comercio que una comunidad cercana a los bienes del espíritu. Esto ha mejorado en los últimos treinta años con la creación de espacios como el Museo Arocena, el Teatro Nazas, la restauración del Teatro Isauro Martínez, el Museo del Algodón, la llegada de las librerías Gandhi o El Astillero y demás, pero en lo editorial seguimos rezagados con respecto a otras zonas del país. En una palabra, el libro todavía no es un producto habitual en la canasta básica del lagunero.
Creo que podría ayudar mucho que las instituciones (gobiernos municipales, universidades, centros culturales e iniciativa privada) incluyan entre sus proyectos el de publicar a los autores locales. Principalmente las universidades, ya que en teoría deben ser, además de formadoras dentro del aula, difusoras del conocimiento y la creatividad por medio de la palabra escrita. Ahora bien, los caminos para formar lectores son varios y nada excluyentes: que las escuelas dediquen tiempo a la lectura, que los medios difundan el valor del libro, que los padres de familia lean con sus hijos pequeños, que los universitarios debatan a partir de tal o cual autor, que las instancias culturales presenten libros u organicen ferias, etcétera. Todos podemos hacer algo por el hábito de la lectura. La responsabilidad no recae sólo en quienes se dedican a editar o escribir.