miércoles, noviembre 20, 2019

Muñoz Valenzuela desde Chile













Cuento desde hace diez años con la amistad de Diego Muñoz Valenzuela, escritor chileno prolífico y reconocido. Entre muchas otras editoriales, lo ha publicado el FCE, y en estos días me ha enviado por mail varias reflexiones sobre lo que pasa en Chile. Su pedido es que, quienes podamos y queramos, le hagamos eco. Así sea pequeño, aquí está el mío en este palmo de papel:

16 de noviembre, 2019
“Grandes emociones y pensamientos imperfectos”, título de una magnífica novela de Rubem Fonseca, me da la clave para escribir mi crónica de hoy, cuando cuatro semanas después del estallido del 18 de octubre comienza una nueva fase. Las emociones han sido intensas: millones de personas manifestándose en la calle contra abusos de naturaleza muy diversas, carabineros vestidos para la guerra que declaró el irresponsable gobernante, brutal represión reflejada en muertes, torturas, violaciones, apaleos, pérdidas de ojos, militares en las calles. Podría seguir y seguir.
Partió con el reclamo por el alza de treinta pesos en el pasaje de metro pero nos dimos cuenta que la razón real era una abrumadora suma de abusos que partieron en 1973, siguieron con la imposición del experimento neoliberal en dictadura y la destrucción del estado, y la continuidad y profundización del mismo modelo en tiempos de la precaria democracia que logramos.
Este tiempo que parte ahora es el de la construcción de una nueva democracia, y no está siendo fácil, ni lo será. Se abren muchas posibilidades que requieren un tránsito hacia la madurez, donde aprendamos a convivir de otra manera diferente a la que nos han impuesto y enseñado. “El fin de la infancia”, título de la gran novela de Arthur Clarke me otorga la síntesis perfecta. Ya no tenemos derecho a comportarnos como niños. Nos ganamos ese deber en estas cuatro semanas. La lucha sustantiva comienza ahora y debe considerar ciertos pilares fundamentales: el conocimiento, la tolerancia, la inteligencia, la organización, la perseverancia. Sin ellos no podremos avanzar hacia los objetivos que —en clara conciencia, difusa o intuitivamente— queremos lograr.
Sin jerarquía ni orden, pues todos son fundamentales, entre en estos pilares.
El conocimiento. Hemos vivido décadas sometidos a diversos tipos de censura y adormecimiento. Primero fue la quema de libros, la censura expresa, la falta total de libertad de expresión, la represión brutal. Después la televisión, el consumismo irracional, el estrangulamiento económico de los medios de comunicación independientes (¿qué puedes decir ahora, Eugenio Tironi?), la concentración de los medios en consorcios económicos. En estos días hemos advertido el efecto nocivo de estos medios controlados por quienes controlan el poder económico. Por suerte tenemos las redes sociales. Pero necesitamos prepararnos y aprender mucho esta nueva fase, sobre todo si queremos que el pueblo gobierne. Somos el resultado de un modelo que no ha privilegiado la educación  y eso implica que tenemos un déficit. Yo propongo que volvamos a  leer, toda clase de libros, porque necesitamos más palabras y más pensamiento. Mal que mal, tenemos que redactar una nueva constitución y todos debemos contribuir, no solo los delegados constituyentes.
La tolerancia. Requerimos ponernos de acuerdo entre personas que piensan diferente, que tienen historias distintas: formación, aficiones, anhelos, saberes, creencias, habilidades singulares. Y tenemos que construir una gran mayoría. Es una oportunidad fantástica. Si no le vemos así, pienso que es un error. La infancia se caracteriza por la priorización del cumplimiento del deseo personal en forma inmediata. La madurez en la capacidad de comprender que hay millones de otros deseos (la famosa y compleja empatía, de la cual solemos carecer) y que debemos aceptar que no todos se pueden cumplir al mismo tiempo. Y que debemos priorizar los problemas más acuciantes. El gran desafío de la tolerancia: convertirla en un desafío personal, no en una mera carencia de los demás. Comprender al otro, asignarle un valor, no despreciarlo a priori. Cuestionarse a sí mismo. Convivir con el otro, posibilitar el encuentro de un acuerdo y construir mayorías, porque siempre habrá grupos que pretenden imponer lo suyo a troche y moche. Esto es la democracia.
Inteligencia, que es un producto que requiere dos ingredientes básicos: el conocimiento y la tolerancia. Para crear una sociedad nueva en la pizarra -y después para construirla, un desafío mucho mayor- necesitamos ideas antiguas y nuevas. No podemos despreciar ningún aporte, no podemos darnos ese lujo. Podemos desechar algunas en el camino, pero hay que demostrar a todas luces su inconveniente naturaleza maligna, impráctica, ociosa, lo que sea y esto requiere argumentos, conversaciones, capacidad de escucha y convicción. ¿Por qué no podemos convencer a un país si tenemos las mejores ideas? ¿O el único camino es la imposición, la lógica del apaleo o de la manipulación? Hoy vemos cómo se manifiesta la intolerancia: divisiones y subdivisiones en partidos y movimientos por quítame estas pajas. “Nosotros somos los puros, los únicos dueños de la razón”, la consigna de los esclarecidos. Cuidado con la estrechez, con el fanatismo, con las sectas, con la mera demonización del oponente sin argumentos sólidos. Por el país completo se advierten manifestaciones de este fenómeno.
La organización es imperativa: social, barrial, gremial, de género, pueblos originarios. También organización política, no nos equivoquemos en esto. Hemos llegado a detestar con razones a los políticos, porque son responsables del estado de cosas. Pero en la historia ha habido políticos grandes, generosos, trabajadores. Debemos crear nuevas formas de organización política, porque necesitamos sustituir a los políticos actuales, derrotarlos, desplazarlos.
Y perseverancia, claro está. Valientes hemos demostrado ser. Eso está en nuestro favor, pero creer que en cuatro semanas el país va a funcionar de otra manera radicalmente diferente, eso permítanme ciudadanas y ciudadanos eso es ingenuidad pura, puerilidad infantil, falta de madurez. Para deshacer una labor planificada, movida por poderosos intereses, ciertamente maligna, ejecutada a lo largo de muchas décadas, necesitaremos mucho tiempo (conocimiento, inteligencia, tolerancia, organización) para lograr resultados buenos, regulares y hasta magros. Pero lo lograremos, si somos perseverantes y cumplimos con estas cinco condiciones esenciales.
En esto pienso -de seguro imperfectamente- esta bella mañana, azul e inundada de sol, estremecido por las grandes emociones de un pueblo completo que ha vencido en esta primera batalla, donde cada uno de nosotros va ejerciendo su aprendizaje personal para aportar al conjunto de la sociedad la nueva fase que nos conducirá al fin de la infancia.
Mi única invitación en este momento tan especial: aquilatar el valor del truunfo alcanzado y pensar —de verdad, de manera profunda, comprometida— acerca de cómo cada cual aportará en estos cinco campos en los años venideros: organización, conocimiento, inteligencia, tolerancia, perseverancia. Si logramos esto, construiremos un Chile nuevo, solidario, libre y justo.

17 de noviembre, 2019
Mandatario zombi
Pensar que hace solo unos pocos días te imaginabas ovacionado en Naciones Unidas. Ahora tu sueño se ha evaporado entre gases tóxicos, proyectiles letales, nubes de humo y fogatas que te envuelven en llamas, como si ya hubieras ingresado a tu propio infierno. Tus esbirros te mantienen criogenizado, aislado en un cubo de vidrio impermeable, flotando en un líquido que te preserva de cualquier mal. Otros deciden tus palabras, tus momentos, las acciones de tu presunto gobierno. Te has convertido en un pelele, una marioneta inútil, un muñeco de trapo, el espectro de un estadista fracasado hasta los tuétanos. Todavía no percibes bien lo que ha ocurrido, ahora que el tiempo es tan gelatinoso y líquido como la realidad. Lees las palabras de otros, te retiras de vuelta al catafalco transparente para dormir ese miserable sueño donde todavía mantienes la esperanza fútil de ser lo que no eres, mandatario zombi.

18 de noviembre, 2019
“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos” (Antonio Gramsci).
Esta cita goza de plena actualidad, pues advierto la presencia de toda clase de monstruos, de múltiples demostraciones de intolerancia, que es un veneno letal para la democracia, que -pienso, elucubro o deliro (usted dirá)- es la quimera detrás de la cual vamos, si no absolutamente todos, la amplia mayoría.
Habrá algunos pocos que quieren otra cosa: seguidores de Pol Pot, Stalin, Franco, Hitler, Mussolini o Pinochet. A estas alturas debiéramos aprendido algo de la historia, basta informarse sobre el estado de cosas alcanzado mediante esa clase de liderazgos.
Un ejemplo al caso (uno de tantos): la funa a Beatriz Sánchez. ¿Quiénes son los puros y prístinos seres autorizados a denostarla, acusarla de traición, impedirle hablar? Cuidado con esa clase de ciudadanos talibanizados, porque ya veremos que muy pronto sacarán a relucir al acero de las guillotinas jacobinas y las aplicarán a todo aquel que no acate sus ideas con mansedumbre de borregos.
Creo pertinente aclarar que Beatriz Sánchez no me interpreta en lo absoluto: ni su trayectoria política, ni sus estrategias, ni su accionar periodístico, ni su modo de hablar, nada. No pretendo ofender a Beatriz, es un mero ejemplo. Pero no tengo dudas en declarar que ella es una demócrata valiosa, un ser humano digno de nuestro mayor respeto.
Quiero que construyamos un país donde todos puedan expresar sus ideas, sin temor a amenazas, crímenes, agresiones, represión, ni funas, ni descalificaciones. Podría poner muchos otros ejemplos de personas que han sido atacadas por sus posiciones en estos días.
Anoche los nazis criollos salieron a escribir terribles amenazas en contra de los extranjeros, los pueblos originarios, las mujeres. ¡Qué horror que exista esa clase de seres! Lo mismo que los agentes represivos que matan, golpean, torturan, sacan ojos.
En esencia, lo que quiero decir es que, por fortuna, no pensamos igual. No tenemos que pensar igual. Es un horror que pensáramos todos igual, una pesadilla espantosa, irresistible. Si alguien anhela esto, significa que tiene un problema muy severo. Si usted piensa así, parta por leer 1984 de Orwell, El mundo feliz de Huxley. Leer sirve para curarse de la ignorancia, del absolutismo, de la idiotez. Por eso los nazis quemaban libros primero, luego a personas, igual que en la época de la Inquisición, en nombre de la Santa Iglesia.
Yo no quiero un mundo uniforme, gris, uniformado, genuflexo. Quiero un mundo protagonizado por seres libres, cultos, fraternos, propositivos, solidarios, activos. Conocí como demasiados otros compatriotas el horror de una patria sometida a un solo credo, aplastada por la represión inmisericorde, sometida a la censura.
Vamos a ganar, debemos ganar, tenemos el deber de ganar, con las mejores ideas y los principios más altos, con la máxima tolerancia. Y para vencer necesitamos a cada uno de los chilenos que desea y merece un mejor país, no esta pesadilla, ni ninguna otra pesadilla vil de opresión dictatorial. Esta lucha la vamos a ganar a condición de marchar todos juntos, unidos, solidarios, libres, tolerantes.
A un mes del despertar de Chile, les ruego a mis compatriotas, con fervor y con humildad, que erijamos la tolerancia como un baluarte sagrado e imprescindible.