sábado, septiembre 28, 2019

Sabiduría fake













Con sonriente alarma he visto la propagación cada vez más insistente de mensajes atribuidos a escritores famosos. Antes, hace todavía diez o quince años, tales sabandijas llegaban sobre todo por la vía del correo electrónico, y ahora se diseminan mediante un sistema peor de veloz: el whatsapp. Estos mensajes son literarios sólo por la mentirosa firma, ya que en realidad se trata de lánguidas reflexiones en torno a “la vida”, por decirlo de una manera abarcadora y gentil. Su estilo es de libro de autoayuda: alguien, en primera persona y ante cierta circunstancia, comparte su experiencia para ponernos a salvo de la desdicha. Todo jiede a consejo edificante, a superioridad moral embusteramente humilde.
Que yo recuerde, fue García Márquez una de las primeras víctimas de esta modalidad en la era de internet. “Su” desahogo “La marioneta” corrió con una suerte que ni siquiera ha tenido su obra real: “Si por un instante Dios me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen”. De veras me quedo sin aliento ante tamaño ingenio (azucarero).
Un trozo de reciente sabiduría fake me llegó esta semana. Se lo endilgan al pobre de Arreola, quien en teoría perpetró el siguiente andrajo: “Qué excelente es llegar a una edad de adulto mayor pues es señal de: Que has sido sano la mayor parte de tu vida. Qué bueno que eres jubilado pues es signo inequívoco de que trabajaste mucho durante tu edad productiva. Que puedes escribir o leer esta publicación, pues aún con lentes, tu vista te permite seguir siendo independiente…”.
Por último, Borges, autor frecuentemente difamado con textos cuyo valor literario alcanza a duras penas el cero de calificación: “De tanto perder, aprendí a ganar; de tanto llorar, se me dibujó la sonrisa que tengo. Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré. Tuve que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena compañía. Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a esperar que me pidieran ayuda…”. Borges, indefenso, se retuerce en Ginebra.Final del formulario