miércoles, julio 24, 2019

Artes de la lectura




















Como todos los actos complejos, el acto de leer supone una diversidad amplísima de prácticas y variaciones. Es algo más que leer de pie o leer sentado, como propuso Vasconcelos. Así, nadie lee igual ni lo mismo, e indagar en algunas de sus variaciones fue lo que se propuso Gerardo Segura (Saltillo, 1955) en Invítame a leer. Conversaciones con gente de libros, título publicado en febrero de este año por la Secretaría de Cultura del gobierno de Coahuila.
Editor, narrador, profesor y periodista cultural, Segura es una de las presencias más destacadas de la literatura coahuilense. En Invítame a leer se nota lo que afirmo, pues logró convocar a 29 comensales. A todos los entrevistó para indagar en sus gustos literarios, en las razones por las que leen, en la relación que guardan con los libros y en todo lo que para ellos significa convivir con la palabra escrita. Es, entonces, un libro amplio, de 351 páginas que distribuidas entre los participantes da un promedio de diez por cabeza, así que son diálogos que tratan de no quedarse en la epidermis del asunto, sino profundizar hasta donde es posible en un trabajo periodístico.
No sé si me equivoco, pero creo que ningún libro coahuilense de esta naturaleza había logrado aglutinar tantos rostros conocidos y con renombre en el ámbito literario. La primera virtud de Segura fue, por ello, ser creíble ante sus entrevistados, quienes no escamotearon su tiempo para responder a las preguntas del autor. Entre otros escritores-editores (“gente de libros”, como dice el subtítulo) desfilan por estas páginas Juan Domingo Argüelles, Óscar de la Borbolla, Julieta Fierro, Felipe Garrido, Pepe Gordon, Ethel Krauze, Luis Felipe Lomelí, Alejandro Merlín, Alma Delia Murillo, Eduardo Antonio Parra, Ruy Pérez Tamayo, Benito Taibo, Carlos Manuel Valdés y Roberto Zavala Ruiz (autor del fundamental El libro y sus orillas).
Generosamente, Segura sumó a tres laguneros: Saúl Rosales, Édgar Valencia y, más generosamente todavía, a mí. En su prólogo señala que “La pléyade aquí reunida representa a los diversos gremios de la parábola que trazan los libros desde su salida del escritorio del escritor hasta su destino final. Editores, promotores, bibliotecarios, lectores y críticos están representados en las siguientes páginas”. Conversar con todos ellos es el propósito de Invítame a leer. En resumen, y como decía Quevedo, este libro nos invita a escucharlo con los ojos.