miércoles, junio 26, 2019

Noventa de La sombra




















Otro de los libros imprescindibles que cumplen década en 2019 es La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán (Chihuahua, 1887-Ciudad de México, 1976), quizá la mejor novela política mexicana del XX. Fue publicada hacia 1929 en el exilio español de su autor, cumple noventa años, y alguna vez escribí sobre ella que la preocupación de Guzmán estaba enderezada no tanto, como en otras novelas más ortodoxas, hacia la anécdota; las peripecias importan menos que el objetivo final: sentar un testimonio literario, con referentes históricos harto reconocibles, sobre la podredumbre de nuestro hacer político cuando ya presuponíamos no sólo el triunfo, sino el asentamiento y los beneficios sociales de la Revolución; La sombra… es una cruda negación de ese supuesto estatus: México todavía arrulla con balazos su naciente vida institucional, y en 1929 lejos estamos todavía de anular tal atavismo.
Más que novelar, Guzmán reporteó y examinó. De ahí que su imaginación no haya operado como lo hacen otros escritores; el chihuahuense observaba y concluía, y esa capacidad radiográfica es de hecho lo más visible en sus primeros libros. En La querella de México (1915), por ejemplo, apunta que como país “Nacimos prematuramente, y de ello es consecuencia la pobreza espiritual que debilita nuestros mejores esfuerzos, siempre titubeantes y desorientados”. O en una entrevista con Eduardo Blanquel: “Sigo creyendo que uno de los graves males de México, de los peores, es su falta de virtud y, por lo tanto, su inmoralidad. La inmoralidad, no sólo en cuestiones económicas, no sólo en cuestiones pecuniarias, sino en todos los órdenes”.
Los análisis de Guzmán sobre nuestra política lo obligan a pensar con pesimismo, pero, como Axkaná González (personaje que ha sido considerado el alter ego del autor en La sombra…), su idealismo no le permite darse por aniquilado. Maltrecho y todo, defectuoso de origen y lo que sea, el trabajo político debe ser desarrollado y acabar con la empistolada barbarie para que el lugar sea ocupado aunque sea por alguna pálida forma de democracia. Sobre esto no se hace muchas ilusiones y el asunto de su relato deriva en una matanza que es calca de otra real, pero el hecho de que Axkaná termine como termina en la novela da la impresión de que el autor cree en el futuro, en la salvación del ideal redentor que seguirá luchando.
Como Pedro Páramo, es un libro básico. Busque la accesible edición de Porrúa, la intonsa. No lo defraudará.