sábado, septiembre 15, 2018

Macedonia c’est moi




















Conocí a Fabián Vique en 2007. De pelo largo y enmarañado, lentes pequeñitos y una sonrisa algo volteriana, no recuerdo quién me lo presentó en San Miguel de Tucumán, ciudad a donde ambos habíamos asistido para participar en unas jornadas de minificción organizadas por la facultad de literatura de la Universidad Nacional de Tucumán, en el noroeste argentino. En una sobremesa escuché con cierta vaguedad que a aquel sujeto lo vinculaban con Serbia, de ahí que en un principio, antes de conversar con él, le atribuí un origen balcánico. En aquellas jornadas, muy concurridas por académicos y cultores multinacionales del género, nunca pude conversar con Vique. Muy al final, casi en la despedida, se acercó a mí con una actitud amistosa y me regaló un juego de copias: “No me quedaron ejemplares del libro, pero hice esta copia para vos”. Ese gesto me pareció muy generoso, pues me tomaba en cuenta como participante de las jornadas, me individualizaba.
Las copias contenían algunas páginas del libro La vida misma y otras minificciones publicado por el Instituto Cervantes, en Belgrado, hacia el 2007, así que se trataba de una edición recién salida de la imprenta. Por modestas que fueran, esas hojas representaron el paso inicial y necesario para la configuración de una amistad que dura hasta hoy, pues gracias a otros viajes y a la tecnología sé lo que está haciendo en este momento mi querido amigo Vique, vecino de la ciudad de Morón ubicada en lo que allá conocen como “conurbano bonaerense”, es decir, las localidades que rodean a la Capital Federal.
Un año después de ocurrido lo que conté en el primer párrafo, en 2008, Vique fundó solo, con las uñas, una editorial. La llamó Macedonia, y se especializó en un género: la microficción. No desdeñó, claro, la poesía, el ensayo, el cuento y la novela, y poco a poco, con menos plata que ilusión, como dice un tango, el sello editorial fue agrandando su catálogo con títulos de autores que le ofrecieron su confianza y que no se sintieron defraudados. Hoy Macedonia es, como Ficticia en México y Micrópolis en Perú, un referente importante de la microficción latinoamericana, lo que se debe al tesón de ese tipo juguetón, irónico y talentoso que es Fabián Vique.
Macedonia acaba de cumplir una década, y como varios de sus libros me acompañan en La Laguna no quise dejar pasar el onomástico para celebrar que a veces aparecen personajes como Vique. Sin creerse nada, con las herramientas de la imaginación y el trabajo, logran hacer más por la literatura que muchas instituciones juntas. Y quien no crea que Fabián es un Quijote, que lea esta anécdota. Era 2011, estábamos en un encuentro literario en Santiago del Estero, Argentina, organizado por el escritor y también querido amigo Antonio Cruz, y Vique se repartía entre las conferencias, las lecturas y la atención a su mesa de libros a la venta. En eso llegó una señorita de la localidad y preguntó a Vique (fui testigo): “Perdone, tengo un libro y ¿cómo puedo hacer para localizar al representante, editor o gerente de Macedonia en Buenos Aires?”. La respuesta de Fabián no deja de ser verdad: “Macedonia soy yo”.
Felicidades a Vique. En efecto, editorial Macedonia es él.