sábado, mayo 05, 2018

Enrique García Cuéllar, decatlonista en Facebook
























El decatlón, lo sabemos, es una disciplina olímpica que agrupa diez competencias: cuatro carreras, tres lanzamientos y tres saltos. Se trata pues de una justa que cada cuatro años pretende hallar al atleta con mayor número de capacidades combinadas entre la fuerza, la resistencia y la velocidad. Esto significa que el decatlonista no es el más rápido ni el más fuerte, sino un sujeto que gracias a su complexión y su entrenamiento puede equilibrar dignamente los resultados tanto de rapidez en una carrera de velocidad como de fortaleza en una de lanzamiento. Es, digamos, una especie de mecano multidisciplinario, un renacentista de la actividad física.
Debo confesar que siempre he sentido envidia de ese deportista; dicho sea de paso, por ser el de complexión más escultórica, pues no es ni fortachón como el lanzador de martillo ni flacucho como el maratonista. El equilibrio es, digamos, su medida, y manejarse bien en varias pruebas es su meta. Como él, sé que muchos tenemos algún conocido que le tira a todo y todo lo hace holgadamente bien. Esos tipos no abundan, claro, y menos en este época de hiperespecialización, pero todavía los hay. Un caso que tengo a la mano es el de Enrique García Cuéllar (Torreón, Coahuila, 1949), quien como buen decatlonista de las ideas y el arte ha sabido moverse sin miedo y con solvencia entre muchas disciplinas, como lo evidencia no sólo su currículum, sino su diaria y poliédrica actividad.
Periodista, maestro, músico, dibujante, publicista, asesor político, músico (otra vez, pues toca más de un instrumento), pedagogo, poeta, García Cuéllar es una demostración tangible de que la capacidad humana no tiene por qué conformarse con uno o dos apetitos. Si hay curiosidad y entusiasmo, en el continente de un solo cuerpo pueden caber muchos contenidos, tal y como ocurre con el humilde vaso de la infancia en el que tomábamos de todo.
Enrique García Cuéllar egresó de la Primaria Centenario, de la Secundaria Venustiano Carranza y de la Preparatoria Andrés Osuna, esto en Torreón, Coahuila. Luego hizo su licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la Universidad del Valle de Atemajac, donde obtuvo mención honorífica. Hizo estudios de Semiología en el Tec de Monterrey y de Lingüística en la Universidad Autónoma de Chiapas, y durante décadas ha sido articulista en varios periódicos y revistas; ente otros medios, ha trabajado para El Sol de México, donde fue director. Autor de libros como Nuestro modo, Ortografía chaiapaneca y Cuando el imperio de la ley llegó a Chiapas, en Facebuquismos, obra que prologan estos párrafos, nos regala una selección de apuntes misceláneos.
Aguijado por sus lectores, que en algunos casos también son sus amigos, el lagunero se animó a reunir lo que parece insólito: estados o posts publicados originalmente en Facebook. Lo que podría parecer una frivolidad es lo contrario: gracias a esta selección advertimos que en un espacio generalmente usado para el texto apresurado y mal escrito, para la broma fácil o la injuria con aberraciones ortográficas y sintácticas, para el meme o el gif que arrancan una risa e inmediatamente pasan al olvido, pueden aparecer textos bien escritos y bien pensados, propuestas de debate con los pelos bien peinados, críticas aseadas en su forma y nobles en su contenido.
Los estados de García Cuéllar en Facebook, como se puede comprobar en este libro, nadan a contracorriente de lo que solemos encontrar en las redes sociales, y he allí su aporte, su novedad, el lujo que significa ser amigo o contacto de García Cuéllar y despertar a diario con dos, tres, cuatro o cinco microtextos que no pasan inadvertidos, que motivan opiniones y forman/educan en el sentido firmemente didáctico de estas dos palabras.
En las redes sociales nuestro autor despliega su variopinta enciclopedia, su bien amueblada inteligencia, su calidad de decatlonista espiritual, y de vez en vez también su enojo ante la escritura pedestre, ésa que conjuga inmejorablemente la pésima forma con el fondo malintencionado o bravucón, que él tanto detesta.
Fui uno de los que recomendaron a García Cuéllar la recolección y puesta en libro de sus comentarios facebookeros. Me alegra que haya escuchado la sugerencia y tengamos hoy aquí, en papel, el fruto de su incesante reflexión.
Comarca Lagunera, 3, agosto y 2017

Nota. Prólogo a Feisbuquismos, Tuxtla Gutiérrez, 2017.