miércoles, abril 11, 2018

Cuarenta años con Salinas















Tengo casi cuarenta años en convivencia informativa con Carlos Salinas de Gortari y creo que tranquilamente llegaré a diez o quince más, pues veo que el viejo, quien en su juventud fue notable deportista —jinete para más señas—, goza de cabal salud. La primera vez que lo vi fue, creo, en 1980 u 81, cuando se convirtió en la sombra que acompañaba por todos lados a Miguel de la Madrid en campaña por la presidencia de la República. En aquel lejano ayer, Salinas todavía portaba unas hebras de pelo, bigote negrísimo y unos lentes grandotes, de armazón grueso y cristales de los que oscurecían solos.
Tras arrasar con De la Madrid como arrasaba antes el PRI, esto en 1982, Salinas apuntaló sus apariciones noticiosas. A los 34 años apenas, ya con dos maestrías y un doctorado obtenidos en Harvard, alcanzó una Secretaría, la de Programación y Presupuesto que desde ese momento puso en sus manos las riendas económicas del país. Cinco años después, en 1987, luego de un proceso en el que el PRI simuló una insólita competencia interna, fue destapado para que aspirara a la presidencia.
La llegada de Salinas a Palacio Nacional fue tortuosa, pues para imponerlo se tuvo que echar mano de un último recurso: tumbar el sistema de cómputo y enmierdar las cifras con descaro. Salinas fue quizá el último presidente mexicano que pudo detentar el poder de manera unipersonal y que aspiró a controlarlo todo. Pese a los tumbos, la situación anduvo relativamente bien, para él, hasta 1994, su último año, cuando la sucesión presidencial provocó turbulencias memorables.
Dejó de ser presidente, pero jamás se colocó a más de dos pasos del tablero político. Se sabe, por ejemplo, que parientes, amigos y ahijados suyos han gozado carteras en los sexenios de Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, de manera que también es el único ex presidente capaz de maniobrar en la nómina federal como si no fuera ex.
Los viajes, las prolongadas residencias en Estados Unidos, Europa y el Caribe le han servido para hornear gordísimos libros donde analiza el pasado, el presente y el futuro de su más grande pasión: México. En esos afanosos ensayos escudriña magistralmente un tema que recuerda alguna huelga de hambre ya casi olvidada: la autoexculpación.
Pues bien, este hombre sigue muy activo. El 3 de abril pasado cumplió setenta años y casi toda la crème del sistema político y económico actuales asistió al besamanos. Viene la próxima elección y CSG estará presente una vez más.