miércoles, marzo 07, 2018

Exigencia del papel













En diez años, horas más, horas menos, he ido armando algunos libros a los que quiero como padre y al mismo tiempo, sin falsa modestia, considero algo satelitales en mi producción. Lo son porque han sido armados a la vera de mis cuentos —que son lo que más me estimo aunque interesen poco—, muchas veces como resultado de compilaciones previamente publicadas en la prensa. El procedimiento ha sido más o menos el mismo: publico dos, tres, cuatro, diez textos de un determinado tema en el periódico o en revistas y luego, cuando les noto cierta unidad temática, escribo una tanda más para cuajar todo en un libro. Así pasó con Callejero gourmet: un día escribí tres textos sobre comida popular lagunera y los demás, hasta completar veinte, salieron con la clara intención de consumar un libro uniforme.
Pasaron los años, más de diez, y en la computadora acumulé pues muchos libros de ese tipo, de entre 70 a 120 páginas cada uno. Nunca tuve para ellos la intensión de molestar a ningún posible auspiciador, sino editarlos e imprimirlos en tiradas cortas y con mis propios recursos. En 2017 me hice el plan, por ello, de publicar uno al mes hasta completar doce en una colección que maliciosamente denominé Harakiri, pues de antemano sabía que se trataba de un sereno suicidio. En enero salió Callejero gourmet; en febrero, Este desfile atónito, y en marzo se alejó la nube autopresupuestal. Hasta diciembre de 2017 pude tener el tercero, Entre las teclas, y en febrero de 2018 un diccionario que titulé Tolvanera de palabras, breve pizca en el habla de La Laguna.
Como ya señalé, los tirajes han sido pequeños y yo los he pagado. Los dos primeros libros, por ello, se han agotado, lo cual no implica ningún mérito dado lo exiguo del racimo. El tercero y el cuarto acaban de salir, así que no los he movido. Fue simple la pregunta que me hice antes de organizar esto: ¿por qué publicarlos? Y la respuesta a la que llegué me ha aclarado el camino. Mientras los libros permanecen en la computadora, uno no se compromete a terminarlos. Cuando se abre la posibilidad de publicarlos en papel, así vayan a ser cien ejemplares, la situación cambia. El papel exige otra mirada, el papel compromete. Y en ésas me veo por estos meses, terminando proyectos inconclusos.
Hoy, por cierto, presentaré Tolvanera de palabras. Será en el Teatro Centauro de Ciudad Lerdo a las 6:30. La entrada es libre y habrá libros de regalo. Organizan la Dirección de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas Unidad Regional Durango, el ICED y el ayuntamiento de Lerdo.