miércoles, febrero 28, 2018

Secreto en la montaña electoral












Es más fácil predecir un meteorito que el resultado de la actual metralla cruzada entre el PRI y el PAN. Como muchos, me declaro incompetente para pronosticar el porvenir cercano de los dos candidatos, pero eso no quiere decir que eluda las delicias de la conjetura. Este escenario de guerra sobrevino luego de que ambos partidos atravesaron un amplio romance que los llevó a pactar no sólo reformas, sino la mismísima presidencia cuando Calderón desahució a Josefina y dejó la vía libre al clan de Atlacomulco, como bien lo documentó El amasiato, libro de Álvaro Delgado.
Mientras sirvió a sus intereses, Anaya jugó cerca del PRI, y esto lo demuestran muchos videos de YouTube que lo exhiben como apapachador de las reformas y, en particular, de Meade, “un mexicano del que nos sentimos profundamente orgullosos”, el único que ocupó tres secretarías de estado “en dos gobiernos emanados de distintos partidos políticos”. Tales logros del abanderado priísta, dijo Anaya, son una consecuencia “de su preparación y de su solidez técnica”, y sobre todo son una “consecuencia natural de su verticalidad y de su extraordinaria calidad humana”. Estas palabras no son ahora nada útiles, pues el equipo del mismo al que elogió, apoyado por el gobierno de Peña Nieto, está tirando a matar para desbancarlo del segundo sitio antes de que arranque formalmente la campaña.
Por su lado, Anaya ha hecho verdaderas acrobacias para quitarse de encima el bombardeo simultáneo de todo el aparato priísta y oficial en pinza. Visiblemente acompañado por Diego Fernández, personaje que en términos de imagen no ayuda mucho si uno quiere deslindarse de acusaciones relacionadas con negocios y dinero manejado en cifras millonarias, el joven queretano ha insistido en los pasivos de Meade como padre del gasolinazo y de varios desvíos en la Sedesol, ya no como el secretario destacado por su “su preparación” y “su solidez técnica”, además de acusar a la PGR de actuar para favorecer al candidato del PRI. El pleito a derivado incluso en el chismorreo tuitero. A una gracejada del panista en la que señala ver por el retrovisor al candidato priísta, Meade respondió: “No soy yo, Anaya, es Barreiro”, en alusión al cuate no reconocido por Anaya.
A estas alturas, pues, el PRI hundirá su cuchillo hasta donde quepa. Apenas hay tiempo ya para ubicarse, así sea mañosamente, en el segundo puesto y operar luego un reto mayor: ponerse un poco por debajo de AMLO antes del 1 de julio. Lo demás se resolvería con taxis y tribunales a la medida.