miércoles, febrero 14, 2018

La máquina de Campbell
























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Hace más de cuarenta años, en la plenitud de los setenta, publicar en libro era más difícil que ahora. Hoy, si un escritor junta sus cuartillas no sólo tiene más opciones para imprimirlas en libro, sino que suma la posibilidad casi infinita de ayudarse con las nuevas tecnologías. Los blogs, los libros en PDF distribuidos por mail y otros conductos no son lo más exitoso, pero ayudan a despresurizar el ansia editorial, el deseo de conseguir aunque sea pocos lectores. Antes esto no era posible, pues la única ruta de la difusión estaba en la palabra impresa sobre papel. Esta es la razón por la que entre nosotros no dejan de ser beneméritas ciertas colecciones populares como la Sepan cuantos… de Porrúa, la colección Austral de Espasa-Calpe, o la serie Del Volador de Joaquín Mortiz, que tantos y tantos libros hicieron llegar a todos los rincones de la patria.
En los tres últimos casos citados me referí a editoriales de alcance nacional, a empresas. Junto a ellas, más en un plano independiente y a veces hasta personal, hubo siempre intentos por publicar tanto como era posible. Uno de ellos, harto meritorio, fue el que abrazó el maestro Federico Campbell, quien en los setenta puso dinero, tiempo y esfuerzo para alcanzar algo que en este momento parece increíble: publicar por primera vez a muchos escritores jóvenes, todos ellos todavía “sin nombre”.
En efecto, Campbell, ya para entonces un escritor y periodista reconocido aunque todavía no tan famoso, emprendió la locura de apoyar a varios muchachos que se fueron corriendo la voz y que cuartillas en mano luego derivaron en La Máquina de Escribir, nombre que puso el maestro de Tijuana a la aventura editorial que sirvió de primer trampolín para escritores que luego llevarían por nombre David Huerta, Juan Villoro, Carmen Boullosa, Fabio Morábito, Esther Seligson, Coral Bracho, Jorge Aguilar Mora, Álvaro Uribe, Margo Glantz, entre otros.
Basado en aquella experiencia y para aprovechar el cuarto aniversario luctuoso del maestro Campbell, Vicente Alfonso, el escritor lagunero que fue el último gran discípulo en la vida del tijuanense, me invitó a participar, como editor y autor, en una publicación colectiva que evoca los libros de La Máquina de Escribir y que contiene doce textos de y sobre el autor de Pretexta. El tiraje en papel es pequeño, pero Vicente y la maestra Carmen Gaitán, viuda del maestro, han decidido que circule libremente en PDF, lo que facilita sobremanera la llegada de este material a quien lo quiera. Yo mismo, si me lo solicitan a rutanortelaguna@yahoo.com.mx, puedo enviarlo.
Mañana 15 de febrero se cumple un año más, el cuarto, de la muerte física de Federico Campbell. Compartir gratis un libro que lo homenajea es un proyecto que él mismo hubiera celebrado, sin duda.