martes, septiembre 12, 2017

La novela judicial













En busca de otro documento encontré la reseña que escribió el maestro Federico Campbell sobre Leyenda Morgan, el libro policial con el que en 2005 gané el premio Nacional de Cuento de San Luis Potosí convocado por el INBA. Las palabras de Campbell fueron (para mí) elogiosas y ya no pude agradecerlas, pues él murió en febrero de 2014. El comentario del maestro tijuanense apareció el 28 de marzo de 2010 en la columna “La hora del lobo” de la revista Milenio Semanal, y ahora, tras hallarlo, he decidido subirlo al blog y compartirlo. El monito que adereza este post es de mi amigo Rubén Escalante Alonso, quien me ayudó a ilustrar el libro. Un detalle peculiar es que se trata de un libro de cuentos, pero dada su estructura compacta se hibridó sustancialmente con la novela, de ahí el encabezado.

La novela judicial
Federico Campbell

Jaime Muñoz Vargas, que escribe en La Opinión-Milenio de Torreón su columna “Ruta Norte”, ha propuesto a los numerosos y atentos lectores del género policiaco un conjunto de cuentos muy divertidos y originales: Leyenda Morgan, que acaba de publicar Ana María Jaramillo en una editorial de escritores: Ediciones Sin Nombre.
Se ha dicho que en México la novela judicial no es creíble porque en nuestro país los policías son los delincuentes o porque no se sabe dónde termina el policía y empieza el asaltante, el ladrón, el torturador o el sicario. La verosimilitud de la novela judicial depende de la cultura jurídica que se tenga en el país donde sucede la historia o bien de la manera en que el mexicano vive e introyecta la ley. Si detectives de la ficción, como Auguste Dupin y Sherlock Holmes, dieron su fama al género por los brillantes razonamientos que tejían sólo a partir de la composición de lugar que deducían del escenario, hoy en día sabemos que cada vez que hay un crimen lo más probable es que los indicios hayan sido alterados, modificados (como en el caso Colosio), borrados e incluso robados. En este contexto palpita Leyenda Morgan, volumen de cuentos policiacos que combina víscera y neurona.
Jaime Muñoz Vargas ha publicado crónicas, cuentos, poemas, ensayos y novelas. Su primera novela, El principio del terror, tiene como marco la Revolución francesa. Se trata de la vida imaginaria de Nicolas-Jacques Pelletier, el primer guillotinado real, hacia 1792. Es un monólogo descarnado, crudo, narrado con oscura elegancia. Juegos de amor y malquercencia, su segunda novela, obtuvo en 2001 el muy codiciado premio Jorge Ibargüengoitia. Nos revela hechos ocurridos en el norte de México y está construida con un habla mucho más coloquial. Desde el comienzo (y no desde el “inicio”) advierte que “todo es relato y ambas disciplinas, historia y literatura, se prestan y se quitan con descaro”.
Si el mero nombre pudiera ser destino, el protagonista Primitivo Machuca Morales no hubiera tenido otra opción que ser policía. Apodado Morgan por su parecido con Joe Morgan, beisbolista que jugó en el cuadro de los Rojos de Cincinatti, es un agente de la judicial (un representante del Estado) con excelente intuición para investigar y con un buen instinto de conservación. No come lumbre. Sabe dónde no meterse.
El teniente Morgan trabaja solo, fuma uno tras otro como si el humo no afectara la hidráulica del corazón (que es una bomba); bebe cuando está en servicio y escucha a Los Alegres de Terán y a Los Cadetes de Linares. Y lo más importante: es un asiduo lector de revistas policiales de monitos: y por ello fantasea con que él mismo protagoniza una de estas publicaciones. Eso lo convierte en el legendario teniente Morgan, del mismo modo en que Alonso Quijano se volvió don Quijote gracias a una adicción: las novelas de caballerías.
Leyenda Morgan obtuvo el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí en 2005. El jurado (Daniel Sada, Ana Clavel, Hernán Lara Zavala) dictaminó que se trata de “un libro orgánico y notablemente estructurado, escrito con una prosa ágil, paródica y humorística que contribuye a la innovación del género al incorporarse a la estética de la novela negra y del cómic a la tradición cuentística mexicana”.