sábado, abril 08, 2017

Piedra, papel o tableta














En 2015 no desaproveché la oportunidad para hacerme una foto con Roger Chartier (Lyon, Francia, 1945), famoso especialista en la historia del libro y la lectura. Lo vi en el recibidor del hotel donde pernocté durante la FIL Guadalajara de aquel año. Cordial, con una sonrisa quizá demasiado grande para su cara, Chartier accedió a posar. Antes y después de ese instante me lo había topado en fotos, artículos y entrevistas que bordean sus temas eje, temas en los que es tenido, harto justificadamente, como autoridad.
Una de esas entrevistas me cayó ayer. La publicó Clarín, diario Argentino de cuyo pasado no quiero acordarme. En la intro se hace una pregunta que me inquietó: “¿Es la apropiación de un texto la misma si este se lee como una entidad textual materializada en un objeto impreso o si está propuesto en una forma digital que multiplica los enlaces y permite la descontextualización de los fragmentos?” Aunque no específicamente a ella, responde el mismo Chartier: “La lectura frente a la pantalla es generalmente una lectura discontinua, que busca a partir de palabras claves o rúbricas temáticas el fragmento textual del cual quiere apoderarse sin que necesariamente sea percibida la totalidad textual de la que proviene ese fragmento”.
El cambio de la materialidad del libro de piedra o de papel —por citar los dos extremos de su historia— al libro digital no supone, creo, un shock en la noción de pertenencia o posesión, pues a final de cuentas una persona requiere objetivar el libro, su libro, de una u otra manera. Lo que sí se alteró de manera sustancial fue la recepción sobre todo por la mezcla de dos factores destacados por Chartier: en un mundo donde gravita la idea de almacenamiento total de la información y su consecuencia ideal, el acceso de todos a todo, los lectores tienden a obtener datos recortados, fragmentos.
Pongamos este ejemplo: no es necesario recorrer la biografía completa de Mozart si de antemano sabemos que siempre es posible encontrar cientos de relatos sobre él, así que googleamos el dato apetecido y lo recortamos para apropiarnos del resultado: un fragmento. No viene al caso, pero quizá sirva de algo decir que vivo, como muchos otros, entre dos aguas, entre el papel y la digitalidad, y ambas me asombran. ¿Qué pasará en el futuro? ¿Desaparecerá el papel? No sé, y creo que ni el amable monsieur Chartier podría anticiparlo.