miércoles, diciembre 28, 2016

Adiós al libro epistolar




















Amigos de Milenio Laguna: con esta colaboración reanudo el abordaje de asuntos no narrativos en la columna. Durante todo este año, como saben, trabajé en la idea de urdir pequeños relatos, ficciones. Regreso hoy al comentario sobre libros, medios de comunicación y demás yerbas. Gracias por seguir en compañía de este espacio.
Hace dos semanas, la revista Literal-Latin American Voices convocó a varios escritores a proponer sus tres libros favoritos publicados en 2016. Fui invitado a participar y propuse mi tercia. Entre ellos se encuentra Cartas a Luchting (1960-1993) (Universidad Veracruzana, México, 320 pp.). Argumenté que sigo y seguiré creyendo que Julio Ramón Ribeyro (Lima, Perú, 1929-1994) es uno de los mejores cuentistas latinoamericanos pese a que no ha gozado, ni en vida ni póstumamente, la exposición de otros escritores. Es un autor al que vale la pena tener y leer completo así sea silenciosamente, y si bien en 2003 habían aparecido sus torrenciales diarios (La tentación del fracaso, Seix Barral, Barcelona, 680 pp.) y el ensayo —para mí notable— Julio Ramón Ribeyro: cinco claves de su cuentística  de Gerardo García Muñoz (Universidad Iberoamericana Torreón, Torreón, 115 pp.), falta mucho por publicar, republicar y estudiar sobre el narrador peruano. Por eso me dio gusto que la Universidad Veracruzana haya auspiciado la edición de las misivas enviadas por Ribeyro al alemán Wolfang Alexander Luchting, su promotor, traductor y agente. Preparadas por Juan José Barrientos, estas Cartas… no son una mera curiosidad editorial, sino otra puerta de acceso a la apesadumbrada personalidad y buena parte de la vida cotidiana —nuevas claves para entender mejor su obra— del autor de Las botellas y los hombres.
Aprecio los libros con correspondencia de artistas porque son, a su modo, yacimientos de una privacidad reveladora, archivos para explorar querencias y malquerencias. Hace años comenté que el mail iba a dificultar la edición de esos libros en el futuro, pues ya pocos ordenan su correspondencia electrónica. Años después, o sea hoy, es más que evidente el cambio de panorama: los libros de correspondencia desaparecerán: Whatsapp y el chat de Facebook les descerrajaron el balazo de gracia.