miércoles, diciembre 30, 2015

Noventa bienvenidos pretextos




















Recién, el 24 de diciembre, cayó en mis manos El interés más sincero, noventa pretextos para iniciar una conversación, de Heriberto Ramos Hernández. Tuve la fortuna de escribir para sus páginas unas palabras liminares, y son éstas:
Heriberto Ramos Hernández es mi amigo. No de esos amigos que llegan una vez e intercambian dos o tres chistes, dos o tres confidencias o dos o tres cervezas para luego esfumarse, sino de aquellos que aparecen para permanecer en el afecto, para proseguir en la cercanía de esa serena y generosa conversación que es, o debe ser, la amistad.
Desde mis primeros diálogos con él noté lo obvio y por lo tanto inevitable: provenimos de una misma generación y por ello compartimos la misma educación sentimental, las mismas canciones, el mismo cine, incluso la misma ramplona televisión, pero pertenecemos a dos ámbitos profesionales distantes; no hay entre lo suyo y lo mío, entonces, muchos puntos de contacto. Lo natural hubiera sido, por ello, enmudecer en una mesa de café o en la sobremesa de alguna fiesta, y no fue el caso. Heriberto, hombre de intereses misceláneos, supo colocar su charla en un punto para mí adecuado, el de la literatura y la política, de manera que en lugar del mutismo logramos establecer un ping-pong de ideas enriquecedor, ya que él no es sólo un tipo que-sabe-mucho, sino algo más importante: es un hombre que reflexiona mucho y con innegable profundidad, que bucea sin miedo en su interior y de tal pesquisa siempre obtiene ideas distintas, enfoques novedosos, puntos de vista que aclaran un concepto o van más allá de lo habitual, tanto que echan por tierra lugares comunes tenidos habitual y erróneamente como certezas, como duras y bien galvanizadas opiniones.
El interés más sincero, noventa pretextos para iniciar una conversación es una evidencia de los saberes múltiples que carga Heriberto en el carcaj. Lector tan voraz como cuidadoso del detalle, del renglón, de la palabra y sus ingrávidas sutilezas, este lagunero es un buen ejemplo de que nada estorba a la hora de pensar. Los libros, es cierto, son frecuente catapulta de sus indagaciones, pero no es menos cierto que una canción popular, una película, un programa de televisión, una foto, una nostalgia, la sobremesa con su esposa y con su hijo, el diálogo con un jardinero, cualquier recuerdo y todo lo que rodea esto que llamamos vida detonan en él un parecer gratamente dicho y, mejor, lúcidamente angulado.
Las páginas que vienen a continuación no ocultan su matriz periodística, pero en su momento, cuando las piezas aquí reunidas fueron artículos semanales, no se atuvieron a la relampagueante coyuntura ni se tragaron la gambeta del ruido mediático. Antes bien nacieron con un extraño ánimo de ser útiles más allá del diario, de orientar hacia libros e ideas que en efecto sirvieron ayer y pueden servir hoy a quien las lea. Experto en lo suyo —las finanzas, las inversiones, la economía y sus, para muchos, esotéricos flecos—, Heriberto ha logrado atravesar por su experiencia profesional y sus lecturas para condensar en animados textos lo que para tantos es opacidad, confusión y a veces pleno misterio. No dudo que sus consejos, sus aerodinámicas conclusiones y su galería de buenas fuentes disuelvan dudas al lector poco avisado en estos temas y de paso acerquen, si fuera el caso, la simpatía del conocedor, su homólogo.
Los noventa artículos que pueblan estas páginas fueron en un primer momento preparados para la prensa lagunera. Heriberto los publicó semanalmente en su espacio del diario Milenio Laguna, y algunos aparecieron además en otros medios impresos como la revista Expansión.
Al volver las hojas de El interés más sincero veo en suma al amigo con el que he conversado, al Heriberto que me ha convidado ya tantas veces al amable flujo de su charla. Es difícil explicar lo que consideramos esencial, y una personalidad lo es. La de Heriberto es respetuosa, cordial, solidaria, optimista, luchona, como decimos por acá. Jamás lo he visto airado, jamás he oído de él una palabra de quejumbre y desaliento, jamás le he percibido mala leche contra nadie, ni siquiera contra quienes la merecen, aunque sí rabia ante la injusticia y puntiagudo sarcasmo ante los brutos que la ejercen. Creo que si lo miramos con atención —en el fondo y como quería Montaigne para sus Ensayos—, él, Heriberto, es el tema de este libro.
Accedamos pues al espíritu que guardan estas páginas. Dialoguemos con los noventa pretextos de Heriberto Ramos Hernández e iniciemos con ellos alguna conversación.
Comarca Lagunera, 15, septiembre y 2015

Nota: El interés más sincero. Noventa pretextos para iniciar una conversación (Interamericana, Torreón, 2015, 262 pp.) es asequible en la librería El Astillero (Morelos 567 poniente, Torreón).