miércoles, octubre 07, 2015

Ocho notas para presentar libros










Por la razón que sea —por gusto, obligación, casualidad o lo que se les ocurra— he estado en muchísimas presentaciones de libros, calculo que en más de 300 tanto en el papel de presentador como en el de público. Más allá de su cuestionada utilidad y por ello de su, en general, escaso poder de convocatoria, creo que es legítimo el deseo de los autores por presentar en sociedad a sus hijos de papel, así que no hay razón para abolir las presentaciones como si se tratara de algo abominable. No lo son, y creo que bien organizadas pueden llegar a ser gratas al menos desde el punto de vista de la convivencia social y el encuentro con algunos cuates.
El problema es organizarlas mal o no saber, como presentador o como público, manejarse en este menester. Por ello enumero, desde mi modesta experiencia, algunas condiciones mínimas para despachar airosamente una presentación. No son leyes, sólo elementales pautas de orientación.
1. Los organizadores (y esto incluye muchas veces al autor) deben estar al menos quince minutos antes de la hora programada, pues jamás falta que falte algo (micrófono, sillas, agua, lo que sea).
2. Hay que ser puntuales, y esto significa que la presentación debe comenzar no más de diez minutos después de la hora programada en atención a la siempre puntual impuntualidad mexicana.
3. No eternizar la bienvenida ni la presentación curricular de los presentadores. Evitar “maestros de ceremonias” ampulosos y de voz campanuda o, sin más, evitar maestros de ceremonias a secas, pues en las presentaciones estos sujetos son menos necesarios que un bikini en el Ártico.
4. Además del autor, deben participar uno o dos presentadores, no más. Si son dos presentadores, el autor indefectiblemente debe ocupar el centro de la mesa principal. Evitar cueste lo que cueste que suban funcionarios públicos, regidores, alcaldes, empresarios, auspiciadores y demás muppets cuyo papel, a todas luces lamentable, sólo sería ver de frente al público.
5. Cada presentador, incluido el autor, debe usar diez o quince minutos como máximo para su comentario. Si es posible, debe llevarlo escrito o pautado y cronometrado para evitar riesgosas espontaneidades o alargamientos que desafíen las leyes de la elasticidad de Robert Hooke.
6. Sólo si queda tiempo, a la hora de las preguntas del público es importante que sea el autor quien responda, no los presentadores. Las respuestas deben ser tan breves como sea posible, pues a estas alturas el público ya está pensando en el brindis, no en la sabiduría.
7. Esta es precisamente para el público: debe llegar a tiempo, no estar entrando y saliendo de la sede, no usar el celular (como se estila en los conciertos). Si alguien hace una pregunta, debe tomarse un instante (un minuto, por ejemplo) para plantearla, no ofrecer una conferencia magistral ni hacer una parapresentación. Si por alguna razón quien pregunta se sabe inclinado al cantinflismo, mejor debe anotar su inquietud y leerla directamente; esto evita circunloquios estériles y posibilita acceder al brindis sin demora.
8. Si hay brindis (vino, tequila, canapés...), tratar, como público, de no abalanzarse sobre él porque si no la gente va a pensar que la motivación de la asistencia fue ésa y no la presentación del libro. Si el apetito es irreductible, tratar al menos de ser discreto con el manejo en público del hambre y/o con las malditas ganas de gorrear unos tragos.
Es todo. Feliz presentación.