sábado, octubre 31, 2015

Periodismo para rehacer vidas












He comentado ya que con mil burdas maniobras el gobierno mexicano ha tratado de convertir un delito que al menos presuntamente lo implica en un acto dizque perpetrado por la sola delincuencia. Lo ha intentado sin éxito, pues los resultados oficiales dados a conocer rebasan las fronteras de la lógica y sólo han parecido malabarismos retóricos, conclusiones con tufo a carpetazo. Buena parte de la sociedad, por ello, sigue demandando un esclarecimiento pleno de los hechos y castigo a los verdaderos culpables, no a chivos expiatorios. Ese es el jaque del actual gobierno ante la infausta noche de Iguala: que en el mejor de los casos aparece como inepto para investigar, esclarecer y castigar a quienes lo merecen.
El libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, editado por el colectivo Marchando con Letras y Ediciones Proceso, es un documento ahora indispensable para acercarnos no sólo a lo ocurrido el 26 de septiembre de 2014, sino, de paso, a la realidad socioeconómica aledaña a la catástrofe del país en materia de procuración de justicia. Como miles y miles en México, los padres de los jóvenes normalistas de Guerrero siguen sin obtener una respuesta siquiera mínimamente satisfactoria sobre el paradero de sus hijos. Lejos de eso, la autoridad infligió, como sabemos, una “verdad histórica” que desde su pura enunciación se derrumbaba sobre todo en la parte del libreto que reconstruía la eficacísima e inverosímil incineración. Científicos de la UNAM y de la UAM, casi nada, han demostrado que las condiciones para cremar hasta convertir en nada los cuerpos al aire libre no pudieron darse en el basurero de Cocula, y así quedó desenmascarada la principal treta difuminatoria de la Procuraduría. Muy recientemente un documental producido a la medida —le llaman docudrama— quiso machacar, también sin éxito, la ficción esbozada por el procurador Murillo Karam, hoy prófugo de la noticia.
Ante la desaparición física y en muchos casos mediática de los normalistas —y más todavía: ante la criminalización a la que han sido sometidos como si algo hubieran tenido que ver con la delincuencia organizada—, varios periodistas articularon un colectivo que ha actuado de inmediato. Su primer logro, un logro nada despreciable pues habla no sólo de su solidaridad y su capacidad organizativa, sino también de su profesionalismo, es un libro transparente en su intención: reconstruir mediante la palabra los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos, enfatizar su calidad de jóvenes normalistas rurales, no de delincuentes, y hacer ver a la autoridad que las vidas segadas (éstas y las miles más que inundan de dolor el mapa del país) merecen investigaciones serias y resultados convincentes, no patrañas que luego son desestimadas en México y fuera de México incluso por organismos internacionales.
Héctor de Mauleón ha escrito en el prólogo que se trata de “un libro ejemplar en muchos sentidos. Porque devuelve los rostros a esos números que se desgastan de tanto repetirse, porque restituye a muertos y desaparecidos la vida que aquella noche les robaron”. En efecto, La travesía de las tortugas cuenta en 43 trancos la travesía individualizada de los 43 muchachos desaparecidos aquel día de septiembre en Iguala. Para lograrlo, y esto me asombra, 43 periodistas pusieron manos a la obra sin otro interés que el interés que debe alentar todo reporteo digno de este nombre: informar, reconstruir, aclarar, conseguir datos, edificar en suma documentos en los que asome el rostro de la verdad, cualquiera que éste sea.
Los periodistas de Marchando con Letras, tan solidarios como profesionales, avanzaron generosamente por diferentes brechas de Guerrero para dar con la familia, los amigos, las novias, los maestros de los normalistas, y ya frente a ellos entrevistarlos con el fin de configurar un gran fresco, el más amplio y claro hasta el momento, sobre la vida de cada uno de los jóvenes que no sólo tenían nombres propios y no sólo forman juntos un número, el 43. Más que eso —es decir, más que sus nombres propios y el número mencionado—, los estudiantes son en este libro vidas completas hoy desaparecidas, vidas que compartieron anhelos y frustraciones, juegos y tropiezos, esfuerzos y carencias de toda índole con quienes los rodeaban.
No hay un solo estudiante de este libro que haya gozado una situación económica boyante. Su condición, lo sabemos bien, es muy adversa, tanto que en el relato de cada vida asoma, como presencia ineludible, el fantasma de la imposibilidad de estudiar o el de la deserción. En medio de la total contracorriente material que implica vivir para la mayoría en Guerrero, muchos jóvenes se atreven a soñar con lo único que el mundo les ofrece para prepararse, de ahí que elijan estudiar en normales rurales como la de Ayotzinapa. Pues bien, los sueños de 43 están hoy suspendidos y en esos sueños puede advertirse una alegoría de lo que ocurre en México, no sólo en Guerrero: ¿cuántos jóvenes tienen hoy cancelado su futuro y cuántos, en vez de recibir alguna oportunidad, son víctimas de atropellos que lejos de ser esclarecidos son encarpetados en expedientes que los vinculan al mundo criminal?
En suma, debemos emprender, como lectores, esta travesía por dos razones: primera, para entender que los estudiantes eran jóvenes sanos, no delincuentes; y segunda, para pagar con nuestro acceso a este libro el gran esfuerzo de un colectivo de periodistas —en el que por cierto participa la lagunera Karina Nalda— que junto a Ediciones Proceso ha reconstruido periodísticamente 43 vidas cuyo regreso seguimos esperando.

Comentario leído en las presentaciones del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas (la vida de los normalistas antes del 26 de septiembre de 2014), colectivo Marchando con Letras, con prólogo de Héctor de Mauleón y un apéndice fotográfico, Marchando con Letras-Ediciones Proceso, 2015, 327 pp., celebradas en el Sindicato de Telefonistas y en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro Unidad Laguna los días 29 y 30 de octubre, respectivamente, en Torreón. Participamos en ellas, como lo ilustra la foto que encabeza este post, Saúl Rosales, Nadia Sanders, Karina Nalda y yo.

jueves, octubre 29, 2015

Páginas sobre Ayotzinapa en Torreón
















He sido invitado a presentar un libro conmovedor. Su título es La travesía de las tortugas, y fue coeditado este año por el colectivo de periodistas Marchando con Letras y la revista Proceso. La idea que lo atraviesa desde la primera página hasta la 327 es esta: contar la vida de 43 jóvenes estudiantes desde que eran niños hasta el 26 de septiembre de 2014, día en el que desaparecieron. Para lograrlo, igual número de periodistas —también jóvenes— diseñaron un proyecto que es modelo de trabajo solidario: con recursos de cada uno, sin auspicios ajenos, los periodistas fueron a las comunidades de origen de los normalistas desaparecidos y allí conversaron con familiares y amigos de las víctimas. El resultado es un espacio en el que los lectores podemos dialogar con muchachos de carne y hueso que, desde abajo, soñaron con formarse para la educación popular.
Este libro, dice Héctor de Mauleón en el prólogo, “es un libro ejemplar en muchos sentidos. Porque devuelve los rostros a esos números que se desgastan de tanto repetirse, porque restituye a muertos y desaparecidos la vida que aquella noche les robaron”. En efecto, La travesía de las tortugas es un viaje a lo profundo y al mismo tiempo lo sencillo de 43 vidas segadas por un hachazo tan gratuito y destemplado que en México y fuera de México se ha convertido en parteaguas ominoso del actual régimen.
Con mil maniobras el gobierno mexicano ha tratado de convertir un delito que lo implica en un acto perpetrado por la sola delincuencia. Lo ha intentado sin éxito, pues los resultados oficiales dados a conocer rebasan las fronteras de la lógica y sólo han parecido malabarismos retóricos, conclusiones con tufo a carpetazo. Buena parte de la sociedad, por ello, sigue demandando un esclarecimiento pleno de los hechos y castigo a los verdaderos culpables, no a chivos expiatorios. Ese es el jaque del actual gobierno ante la noche negra de Iguala: que en el mejor de los casos aparece como inepto para investigar, esclarecer y castigar a quienes lo merecen.
La travesía de las tortugas será presentado en dos sedes de Torreón: el jueves 29 de octubre a las 19:30 horas en el Sindicato de Telefonistas (Javier Mina 257 sur), y el viernes 30 a las 18:00 horas en el auditorio de la Narro Unidad Laguna. Estas presentaciones contarán con la participación de dos de las jóvenes-periodistas-autoras: la lagunera Karina Nalda y Nadia Sanders Vázquez, quienes son parte de Marchando con Letras. La presentación contará además con los comentarios de Saúl Rosales y quien esto firma. Allí los esperamos.

sábado, octubre 24, 2015

Viajar en Ómnibus














Pocas veces me quejo de los pésimos servicios públicos que recibimos los mexicanos, pues sé que en general obedecen a la precariedad de nuestro país. En otras palabras, ya me hice resistente a la ubicua jodidez de cuanto se supone debe satisfacer alguna de nuestras necesidades. En el caso de los servicios públicos, por lo regular deficientes, pienso en problemas de gestión, en la eterna rapiña de recursos que al final de la cadena alimenticia provoca hospitales, carreteras, escuelas, parques, puentes y demás hechos al aventón, con materiales chafas y, cuando ya fueron levantados, sin buen mantenimiento. Pero la gestión no es sino un quehacer que se subsume en la política general, y mientras no cambiemos arriba será difícil abatir abajo las pobrezas en el servicio público. En teoría, los servidores privados deben responder de otra manera. Es lo que una y otra vez anuncian en su publicidad: que son “los mejores”, “los más rápidos”, “los más lujosos”, “los más algo”. Por supuesto que esto no es así en la realidad. Las empresas de un país con servicios públicos precarios suelen ofrecer servicios privados precarios, como me pasó recién en un Ómnibus de México.
En camino a la Feria del Libro de Monterrey, ascendí a la unidad de Ómnibus en la siempre chamagosa central camionera de Torreón. Allí comenzó el horror: olía a esos aromatizantes ultrapoderosos para matar, al mismo tiempo, bacterias y pasajeros. Desde el principio supe que el viaje sería desafiante, pero tomé valor y me concentré en la posibilidad de dormir, ya que el sueño es el único mecanismo de defensa que uno tiene para encarar esas adversidades.
Instalado en mi asiento, puse un poco de atención a la película que desde ya amenizaba el interior del Ómnibus: una de las tortugas ninja. Calculé que estaba por terminar, y que al final podría dormir, pero la película duró cuatro años e imposibilitó mi escapatoria hacia el sueño. Al fin terminó, y esperé con ansia el silencio. Y llegó, durante unos segundos pude oír el ronroneo arrullador del bus. Casi me alegré. Luego de ese breve lapso, un video informativo de Ómnibus mostraba a una chica presumiendo que viajábamos en una de las unidades más “cómodas” y “seguras” del país, y blablablá. Cuando al fin terminó, pensé de nuevo en el silencio, pero no: comenzó otra película, una de Adam Sandler. También fue eterna. Luego repitieron el anuncio de la chica y después otra película. El bus, mientras tanto, paraba cada media hora no sé a qué, y en todo momento quise dormir. No pude hacerlo. Lo único que se me ocurrió fue —en medio de olores y ruidos nauseabundos— escribir esta croniquita en el Evernote de mi celular.

miércoles, octubre 21, 2015

Internet como tema literario














No sé si abundan, pero ya hay muchos relatos que usan como tema literario al internet y sus herramientas (webs, mails, chats, tuiter y demás). Hay incluso cuentos o novelas en los que, por ejemplo, se habilita la ficción a partir del diálogo inventado en el formato de correo electrónico, como ocurre en la novela Contra el viento del norte de Daniel Glattauer, libro hace poco comentado en estas páginas por mi amiga Laura Elena Parra. Internet anda pues en la literatura, así que ahora es casi imposible que un personaje quede incomunicado en un café debido a una cita incumplida o sienta decimonónica nostalgia por ver a su familia si la persigue a diario en Facebook.
Yo me he aproximado tibiamente al asunto. Apenas hace poco comencé este relato en el que messenger, el ya extinto messenger, detona una aventura. No sé si va bien, pues apenas llevo cuatro cuartillas. Así comienza (disculpen las maldiciones, son parte del asunto para hacer verosímil al personaje):
“Ahora da risa, claro, pero cuando esto comenzó no era así. Muchos, o todos, los que recién usábamos internet veníamos de la edad de piedra en la que enamorarse era asunto de tratamiento en corto, de cortejar a punta de flores, cenas y todo eso. Yo había tenido sólo dos novias y ambas me habían echado de su amor con una patada en el culo. Creo que en parte tenían razón cuando me eliminaron de aquella fea manera: jamás me he considerado bueno para lidiar con las mujeres. Soy tímido y la timidez, como lo saben bien principalmente los tímidos, solemos cagarla desde que comenzamos a intentar nuestras jugadas. Por esa limitación, a los treinta sólo había tenido un par de novias, ambas de buena traza pero sin llegar ni de lejos a bonitas. Más bien eran como del montón, pero a mí me cuadraron porque no se pusieron tan complicadas, y eso para los tímidos es un tesoro. Así fue como después de mi segundo fracaso apareció internet y todo cambio en la vida de los jodidos tímidos. (…) apareció internet y la cosa se puso interesante, ya dije. Les hablo del año 2002, yo tenía treinta y tantos y por fin decidí, porque ya era una moda, comprar una computadora y enchufarla al internet. El técnico que me enseñó los primeros rudimentos de ese mundo me abrió también una cuenta de chat, el famoso messenger ya desaparecido. Me dijo que servía para dialogar con amigos y para descubrir nuevas amistades, y al decir lo último hizo un guiño que por supuesto entendí. El guiño era la clave de un universo que de inmediato me tentó...”.

martes, octubre 20, 2015

Presentación de La travesía de las tortugas





























La travesía de las tortugas, libro periodístico colectivo que describe la vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa hasta su desaparición el 26 de septiembre de 2014, será presentado en dos sedes de Torreón: el jueves 29 de octubre a las 19:30 horas en el Sindicato de Telefonistas (Javier Mina 257 sur), y el viernes 30 a las 18:00 horas en el auditorio de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro Unidad Laguna.
Estas presentaciones contarán con la participación de dos de las autoras: la lagunera Karina Nalda Castro y Nadia Sanders Vázquez, quienes son parte de Marchando con Letras, agrupación de periodistas que promovió el armado de este libro junto con editorial Proceso. La presentación contará además con los comentarios de los escritores laguneros Jaime Muñoz Vargas y Saúl Rosales. Esas presentaciones han sido organizadas por el Centro de Terapias Alternativas y de Orientación a la Salud, La UAAANL, su Sociedad de Alumnos 2015-2016, Moreleando y Garcés.
A partir de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, la sociedad mexicana e internacional se solidarizó con el clamor de los padres de familia en jornadas de movilizaciones que convocaron a cientos de miles de personas a las calles. Desde diversos espacios se han construido iniciativas de acompañamiento: artistas gráficos han hecho retratos, músicos organizan conciertos y agrupaciones de la sociedad civil aportan sus esfuerzos a la demanda de esclarecimiento de los hechos.
Desde el periodismo se abre la posibilidad de contribuir a la búsqueda de los estudiantes a través de su tarea fundamental: contar historias. Convertir una lista de 43 nombres en 43 historias vivas. La masacre y desaparición forzada de Iguala fue el golpe más duro contra los estudiantes de Ayotzinapa, pero no fue el primero. El estado de Guerrero —de donde proviene la mayoría de los estudiantes de Ayotzinapa— ha sido escenario de una violencia sistemática desde hace décadas, tanto por la marginación social y económica como por la represión a sus movimientos sociales. Al contar la historia de cada uno de los estudiantes desaparecidos, y de los cuatro asesinados la noche del 26 de septiembre, el colectivo Marchando con Letras contribuye a la explicación de los hechos y a la memoria histórica.
Los periodistas que colaboraron en este libro no sólo no cobraron un sueldo por escribir en este libro, sino que cada uno financió la parte de la investigación que le tocó. Asimismo, las regalías obtenidas por la venta de La travesía de las tortugas serán destinadas a los padres de los normalistas desaparecidos.

sábado, octubre 17, 2015

Semana de videos














En la semana que acabamos de cruzar, tres videos hicieron las delicias del respetable público. Esta columna no se especializa en crítica de productos audiovisuales —de hecho, no se especializa en nada, pero fue particularmente notorio que en menos de seis días tuviéramos tres piezas que por su miserabilidad son dignas de comento. Quizá, por ello, no es ocioso hincarles el ojo. Veamos.
El “ya chole”. Se trata del espot de gobierno que ha durado menos tiempo al aire en la historia de la humanidad. Lo idearon, lo produjeron, lo editaron, lo pusieron a circular y al advertir que se trataba de una estupidez, lo sacaron de la circulación. Este mensaje presenta en escena a dos carpinteros pedroinfantescos, es decir, de natural alegre y dicharachero; uno de ellos, sin embargo, se queja de lo que hace el gobierno y termina por cansar al otro, que en un rapto de fervoroso peñanietismo le dice: “¡Ya chole con tus quejas!”, para luego dar paso a una pequeña lista de logros tangibles alcanzados por la actual administración federal. El escéptico, converso fast track a la verdadera fe, no deja pasar ni veinte segundos para transformarse en fan de las reformas. Una tontería.
El segundo video fue el tráiler —así les llaman ahora a lo que nosotros, los más rucos, denominábamos “cortos”— de La noche de Iguala, film que sería cómico-mágico-musical si no fuera porque trata un tema delicadísimo. De género ambiguo entre el documental, la dramatización y el quién sabe qué chingados, esta cinta refritea el guión de Jesús Murillo Karam como si hubiera sido una verdad revelada. Actuado con las pezuñas luego de un casting de manga muy ancha, todo comienza con esta frase de un chavo fresa, tan fresa que parece participante del Big Brother: “Cambio de planes, nos vamos a Iguala”. Nomás le faltó decir “o sea, ¿sí me entienden?”. La noche de Iguala tiene una peculiaridad demasiado enfática: todos los elementos relacionados con la autoridad visten de azul, son policías.
Por último, no podía faltar otro video del personaje más importante de México: el Chapo Guzmán, quien de nuevo ilumina las pantallas caseras con su magnífica presencia encarcelada y despuesito fugada. El medio, como dijo un famoso canadiense, es el mensaje, y aquí llama la atención que Televisa haya sido el depositario de esta “filtración” audiovisual. Todo parece un montaje, una representación, pero mientras los expertos empiezan a demostrarlo ya llegará otro video que nos distraiga de la monotonía y, principalmente, de lo importante: insistir en señalar que todo esto, todo, huele mal, muy mal.

sábado, octubre 10, 2015

Segundo ¡Basta!




















Una idea excelente de escritoras chilenas fue retomada  —los elegantes ahora dicen “replicada” — en 2014 por sus homólogas argentinas. Me refiero al libro ¡Basta!, cien mujeres contra la violencia de género (Asterión, Santiago de Chile, 2011, 115 pp.). Tres años luego, cien mujeres argentinas fueron pues convocadas para articular un proyecto afin: escribir cada una un microrrelato y llevar a la imprenta un libro homónimo pero, claro, con otras señas editoriales: Macedonia, Buenos Aires, 2014, 108 pp. Todas las historias comparten un par de características: son breves, cada una de no más de una página, y todas se refieren a alguna expresión de la violencia de género, desde el acoso al feminicidio (llamado “femicidio” en argentina).
Reseñé el primer libro en marzo del año pasado, y lo que dije sobre él vale lo mismo para éste: “El libro me deslumbró por lo que tiene de hecho consumado pero más por lo que tiene de idea. Imaginé a las chilenas en la solicitud del material: era necesario convocar a cien compañeras escritoras para que cada una apoquinara una microficción sobre el tema. Supuse que en otras latitudes no sería fácil concluir tal emprendimiento, pues aquí y allá, en muchas partes, el trabajo colectivo y solidario se ha tornado muy difícil ante las inercias dominantes de la ganancia y el individualismo”.
De las cien compiladas ahora por Amor Hernández, Fabián Vique, Leandro Hidalgo, Miriam Di Gerónimo y Sandra Bianchi, comparto tres piezas brevísimas y me pregunto si ya es hora de proponer el ¡Basta! mexicano.
“El juez decidió absolver al acusado de infligir vejaciones a su mujer.
El reo supo muy bien administrar las dosis de malos tratos, todo a su debido tiempo, sin sobrepasarse” (“Más sería abuso”, de María Elena Lorenzín).
“El sol de mediodía hace arder la piel. El hombre no puede despegar sus ojos —como si fuesen manos— de la cara, del cuerpo de la mujer. Muy cerca se oye el rumor del río. Por el viejo puente de madera avanzan lentamente los bueyes.
El pueblo está quieto. La gente, adormilada.
El hombre comienza a caminar. La mujer está inmóvil. Ni siquiera siente el miedo.El hombre se acerca: paso a paso, paso a paso…”. (“El puente”, Mirta Zago).
“Lo peor no es el dolor del cuerpo, la magulladura del alma, el ojo amoratado.
Lo peor es despertarse cada mañana y descubrir que todavía está allí”. (“Lo peor”, Graciela Falbo.

viernes, octubre 09, 2015

Novedad editorial: Aquí está mi amigo El Bronco




















C. Salinas nos deleita con Aquí está mi amigo El Bronco, último título de su trilogía “Malvados con sombrero tejano” publicada por Reptil Editores. Se trata en este caso de una novela retrospectiva en la que nos adentramos en la juventud de El Bronco, héroe de la saga. El personaje forma su recio carácter en un grupo de malechores dedicado al robo de ganado, trenes, bancos, urnas y todo lo que encuentra a su paso. Cansado de no poder alcanzar el liderazgo de esa banda, El Bronco decide renunciar a ella y seguir solitariamente sus andanzas. Vemos luego cómo entra en contacto con un viejo pistolero llamado Charly, bajo de estatura y calvo, muy rápido para desenfundar el revólver, un maestro que no conoce los nervios ni la piedad. El experto Charly, sabedor de que su imperio dedicado a la delincuencia puede desmoronarse, decide formar al joven pistolero y comienza a darle cierta independencia en territorios del norte. Una historia fascinante, llena de peligro e indetenible acción.

Aquí está mi amigo El Bronco, C. Salinas, Reptil Editores, Perros Bravos, 2015, 278 pp.

“Una historia que nos atrapará de principio a fin, es decir, desde 2014 a 2018”, Billy Moreno, El Sol del Norte.

Aquí nada queda lejos











Uno viaja de varios modos. Como turista, para conocer lugares lindos y hacerse selfis con segundos planos que no dejen duda sobre el lugar visitado; como trabajador, para desahogar chambas en las que no es posible olvidar la recolección de facturas que luego justificarán los viáticos; como vago, de mochilero, para experimentar un sentimiento casi extinto de aventura y tolerancia voluntaria a las incomodidades; como prófugo, para escapar de algún apuro que puede ser judicial o simplemente doméstico, familiar.
Salvo el último, creo haber hecho viajes de todo eso, y ahora añadiría otro: el viaje para vivir en carne propia una realidad que no me pertenece. Explico. En mayo de 2004 hice mi primer viaje a la Argentina; en julio de 2015, el sexto. En todos los recorridos he aprendido, claro, algo nuevo, y a estas alturas creo que puedo moverme por la Capital Federal y por el conurbano bonaerense con algo de confianza, sin miedo ya a perderme o a caer en sitios inconvenientes en horas peligrosas. Con internet, nadie lo ignora, esto es más fácil, pues se tienen a la mano mapas de todo lugar hasta con vistas reales de cada calle, de cada casa o negocio. Pero el contacto en corto es distinto, pone a prueba aptitudes de orientación y determina un conocimiento más detallado de los espacios. Si uno va en un tour colectivo, por ejemplo, ve ciudades en greña, museos, avenidas, parques, edificios, y el cálculo del tiempo está milimétricamente controlado por los guías, no se diluye en búsquedas y preguntas a oficiales de tránsito. En viajes sin guía, buena parte del tiempo se escurre en vagar, en no atinar a la primera cuando buscamos un sitio, en revisar y ver los planos, en orientarse.
Así me fue en el viaje reciente. Decidí parar, por ahorro, no en un hotel, sino con Fabián Vique, amigo radicado en Morón, ciudad ubicada al oeste de la Capital Federal, en el llamado “Gran Buenos Aires” o conurbano. Buena parte de mis actividades, sin embargo, estaba programada para ser despachada en el microcentro, digamos que en el espacio del Obelisco, uno de los más conocidos símbolos porteños. La distancia en coche de Morón al Obelisco demanda, creo, poco más de media hora, como cuarenta minutos a lo mucho, y sin tráfico quizá menos.
Obligado por las circunstancias, debí usar tres tipos distintos de transporte para ponerme en el centro de la Capital desde Morón. Ya en otras ocasiones lo había hecho, conocía la ruta, pero esta vez mis recorridos fueron muchos, casi uno diario durante quince días, y todos de ida y vuelta. Podría decir que fue espantoso, pero no sería justo con la experiencia vivida: andar esos trayectos en bus, tren y metro fue la forma más directa de contactar la realidad para sentir el genuino agobio del trabajador común y corriente de la ciudad, un agobio que en muchos casos los convierte en personajes de Roberto Arlt. Sólo así se aprende —y se aprehende— una ciudad.
El recorrido comenzaba en la moronense avenida Eva Perón, cerca de su conocida Base Aérea; allí tomaba el bus, como veinte minutos, hasta la estación de trenes. Tomaba luego el Sarmiento, una de las líneas de ferrocarril suburbano, y pasaba como diez estaciones hasta Once, lo que sumaba unos cuarenta minutos al recorrido. Después, una media hora más de metro (subte, le dicen allá) hasta el centro, es decir, como media hora más. El total final era como de hora y media, y podía ser mayor si me tocaba hacer abordajes en hora pico.
Mientras hacía esos viajes internos por la ciudad, pensé muchas veces en que tal vivencia era una especie de caja china: dentro de mi viaje a la Argentina había muchos pequeños viajes más, cada uno con destino a lugares y situaciones distintas. También pensé, era inevitable no pensarlo, en mi rutina como trabajador lagunero: de lunes a viernes hago quince minutos de ida y quince de vuelta desde, más o menos, la alameda de Torreón hasta la Universidad Iberoamericana. Antes pensaba que estaba lejos, pero hoy me queda clarísimo que en las ciudades grandes un traslado que demanda ese tiempo (media hora en total) es un privilegio, un lujo.
No fui a Buenos Aires a medir distancias ni a conocer rutas de camiones, trenes y subterráneos, sino a otros asuntos acaso menos inmediatos, pero el recorrido diario de tres horas ida y vuelta me curó de espanto: jamás volveré a pensar que en La Laguna hay algo que quede lejos.

miércoles, octubre 07, 2015

Novedad editorial: ¡Pórtense bien!



















¡Pórtense bien! Manual práctico para evitar desaguisados políticos, obra que debemos a la señalada pluma del doctor Duarte y Ochoa, nos regala con un espléndido ABC del comportamiento periodístico y civil en momentos de ingobernabilidad. Apuntalado por un sinnúmero de referencias eruditas, este libro nos demuestra que lo más importante en el periodismo y en la vida ciudadana es el silencio, la tranquilidad, “portarse bien” y lograr por ello permanecer incólume o “salvar el pellejo”, como se dice vulgarmente. La tesis central de este valioso documento es simple: antes de hacer cualquier otra cosa, antes de manifestarse, antes incluso de salir de casa, hay que oír el llamado de las autoridades, ese grito desesperado y generoso que sale desde el poder para desearnos sólo bienestar: “¡Pórtense bien!”

¡Pórtense bien! Manual práctico para evitar desaguisados políticos, Javier Duarte y Ochoa, Editorial Calavera, Xalapa, 2015, 234 pp.
“Desde que lo leí sólo pienso en portarme bien y en permanecer encerrado en mi hogar; quizá por eso sigo conservando el más grande tesoro: mi vida”. Teolobaldo Tinoco, periodista veracruzano.

Ocho notas para presentar libros










Por la razón que sea —por gusto, obligación, casualidad o lo que se les ocurra— he estado en muchísimas presentaciones de libros, calculo que en más de 300 tanto en el papel de presentador como en el de público. Más allá de su cuestionada utilidad y por ello de su, en general, escaso poder de convocatoria, creo que es legítimo el deseo de los autores por presentar en sociedad a sus hijos de papel, así que no hay razón para abolir las presentaciones como si se tratara de algo abominable. No lo son, y creo que bien organizadas pueden llegar a ser gratas al menos desde el punto de vista de la convivencia social y el encuentro con algunos cuates.
El problema es organizarlas mal o no saber, como presentador o como público, manejarse en este menester. Por ello enumero, desde mi modesta experiencia, algunas condiciones mínimas para despachar airosamente una presentación. No son leyes, sólo elementales pautas de orientación.
1. Los organizadores (y esto incluye muchas veces al autor) deben estar al menos quince minutos antes de la hora programada, pues jamás falta que falte algo (micrófono, sillas, agua, lo que sea).
2. Hay que ser puntuales, y esto significa que la presentación debe comenzar no más de diez minutos después de la hora programada en atención a la siempre puntual impuntualidad mexicana.
3. No eternizar la bienvenida ni la presentación curricular de los presentadores. Evitar “maestros de ceremonias” ampulosos y de voz campanuda o, sin más, evitar maestros de ceremonias a secas, pues en las presentaciones estos sujetos son menos necesarios que un bikini en el Ártico.
4. Además del autor, deben participar uno o dos presentadores, no más. Si son dos presentadores, el autor indefectiblemente debe ocupar el centro de la mesa principal. Evitar cueste lo que cueste que suban funcionarios públicos, regidores, alcaldes, empresarios, auspiciadores y demás muppets cuyo papel, a todas luces lamentable, sólo sería ver de frente al público.
5. Cada presentador, incluido el autor, debe usar diez o quince minutos como máximo para su comentario. Si es posible, debe llevarlo escrito o pautado y cronometrado para evitar riesgosas espontaneidades o alargamientos que desafíen las leyes de la elasticidad de Robert Hooke.
6. Sólo si queda tiempo, a la hora de las preguntas del público es importante que sea el autor quien responda, no los presentadores. Las respuestas deben ser tan breves como sea posible, pues a estas alturas el público ya está pensando en el brindis, no en la sabiduría.
7. Esta es precisamente para el público: debe llegar a tiempo, no estar entrando y saliendo de la sede, no usar el celular (como se estila en los conciertos). Si alguien hace una pregunta, debe tomarse un instante (un minuto, por ejemplo) para plantearla, no ofrecer una conferencia magistral ni hacer una parapresentación. Si por alguna razón quien pregunta se sabe inclinado al cantinflismo, mejor debe anotar su inquietud y leerla directamente; esto evita circunloquios estériles y posibilita acceder al brindis sin demora.
8. Si hay brindis (vino, tequila, canapés...), tratar, como público, de no abalanzarse sobre él porque si no la gente va a pensar que la motivación de la asistencia fue ésa y no la presentación del libro. Si el apetito es irreductible, tratar al menos de ser discreto con el manejo en público del hambre y/o con las malditas ganas de gorrear unos tragos.
Es todo. Feliz presentación.


lunes, octubre 05, 2015

Novedad editorial: Antes de las elecciones




















Editorial Madruguete se honra en presentar su más reciente publicación: Antes de las elecciones, un método clarificador para anticipar, mediante estrategias de corte económico, posibles turbulencias electorales. El doctor Videgaray, connotado especialista en la materia, describe minuciosamente los puntos más delicados del proceso mediante el cual es posible dar certidumbre a la población de un país y hacerle ver que el mejor camino es el de siempre. “Pensé en la preocupación de los ciudadanos, en su vacilación a la hora de votar, y diseñé un método capaz de transformar la rabia en un estado de amnesia que mitigue el miedo al futuro sobre todo en las etapas previas —sumamente previas— al proceso electoral”, observa el autor en las páginas introductorias. Se trata en suma de un libro de palpitante actualidad y urgente lectura.

Antes de las elecciones, Luis Videgaray Caso, Editorial Madruguete, México, 2016, 137 pp. Prólogo de A. Castens C.

“Después de leer este libro nadie podrá ser el mismo a la hora de votar”. A. Castens C., del prólogo.

domingo, octubre 04, 2015

Sequía azul
















La década de los setenta fue celeste para el futbol mexicano. Cruz Azul, equipo de Hidalgo que jugaba ya en el DF, ganó un tri y un bicampeonato, y marcó desde entonces su destino como equipo grande, tan grande que en sólo diez años de éxito colocó su fama popular sólo debajo del Guadalajara y del América. Hoy, sin duda, sigue entre los cinco equipos más populares del país; eso se debe a la etapa de Marín, Quintano, Guzmán, Flores, Pulido, Vera, Bustos, López Salgado, Lugo, Mendizábal, Jara Saguier, Montoya y otros muchos que ayudaron a crear lo que Ángel Fernández denominó “La Máquina Celeste”.
Hoy, sin embargo, la antigua grandeza cementera anda a rastras en el balompié nacional. Luego del bicampeonato que ya no pudo ser otra vez tri, es decir, de 1980 a 1997, logró un título de liga, ya en torneos cortos, y desde ese 97 a la fecha la sequía mantiene a raya los deseos ya desesperados de su afición. Quizá no recordamos con claridad la primera gran sequía, pero la segunda que Cruz Azul está padeciendo se ha tornado intolerable, un bochorno para una de las banderías futbolísticas más importantes del país.
El recuento de los fracasos tiene dos hitos destacados. El primero fue aquella final en la que los cementeros cayeron contra Pachuca, exactamente en diciembre de 1999. Fue lamentable. En casa propia y con gol de Alejandro Glaría, Cruz Azul quedó sembrado en la cancha y de alguna manera allí comenzó la maldición de los subcampeonatos. Con temporadas buenas y regulares —más las primeras que las segundas—, los azules han rasguñado varias veces el título, pero no se han hecho de él. El caso más desgarrador fue sin duda el de la final de mediados de 2013 contra su mayor enemigo: el América, equipo que con diez hombres le birló el campeonato en los últimos cinco minutos debido al gol inverosímil de Moisés Muñoz. Aquella no fue una derrota, fue una catástrofe, un hachazo al orgullo azul.
Desde hace años he venido pensando en la razón de tan largo ayuno. ¿Ha sido culpa de los entrenadores? ¿Ha sido la suerte? ¿Han sido los futbolistas que se achicaron a la hora buena? ¿Ha sido la afición? Adrede omito en estas preguntas retóricas a la directiva, pues al menos para mí es obvio que en los hombres de pantalón largo recae gran parte de la culpa. Cierto que en dos ocasiones se ha estado a punto de obtener el campeonato y que una combinación de actitud y mala suerte dio como resultado dos terribles derrotas, pero también es verdad que todo ha cambiado en el equipo, menos su cabeza principal. ¿Y si se experimenta con un cambio en esa zona? ¿Es posible pensar en la salida de Guillermo Álvarez Cuevas?
La temporada que corre comenzó igual, llena de expectativas y sueños de grandeza. Por desgracia, la llegada de Sergio Bueno a la dirección técnica no auguró para muchos que las mencionadas ilusiones fueran a cristalizar en la obtención del título. No se equivocaron: Bueno fracasó, el equipo aún no juega a nada y a estas alturas ya se ve pequeña la posibilidad de llegar siquiera a la liguilla. En resumen, una temporada más de sequía y, a medio camino, los cambios que supone la llegada de un nuevo entrenador, Tomás Boy.
En fin. Todo cambia en Cruz Azul, menos su cabeza, y tal vez por eso todo sigue igual.

sábado, octubre 03, 2015

Teleprómpter mata carita












Cito tres perlas de esas que, aunque suene raro, valen oro:

“Nuevos populismos de izquierda y de derecha, pero todos riesgosos por igual; el siglo XX ya vivió y padeció las consecuencias de individuos que carentes de entendimiento, responsabilidad y sentido ético optaron por dividir a sus poblaciones”.

“Las sociedades deben estar alertas frente a quienes se aprovechan de sus miedos y preocupaciones, ante los que siembran odio y rencor con el único fin de cumplir agendas políticas y satisfacer ambiciones personales”.

“No permitamos que continúe esta injusticia y se pretenda despojar a las democracias del mundo de su espíritu plural e incluyente”.

Al margen de bromas, estas frases fueron perpetradas por Enrique Peña Nieto en la ONU. Se trata, como podemos entender, de tres señalamientos severos a un fantasma que los regímenes tercos en el neoliberalismo salvaje han usado para asustar al ciudadano y no permitir, así de simple, la entrega del poder y a su vez viabilizar la entrega de recursos al capital local y foráneo. El empleo de la palabra “populista” es por ello siempre oportuno y siempre peyorativo. Ya nomás comienza a correr el olor a elecciones federales y los supuestos salvadores de la democracia y la libertad sueltan a su chupacabras favorito. Digamos pues que es un viejo truco, el pase mágico que se inventó el colonialismo económico cuando la ¡amenaza comunista! pasó a domiciliarse, según ellos, en el cementerio de las ideologías.
Lo atípico es que un sujeto como EPN diga lo que dijo, y en la ONU. En el primer ítem se nota que usa un pasaje de su autobiografía para describir a otros: “individuos que carentes de entendimiento, responsabilidad y sentido ético optaron por dividir a sus poblaciones”. En el segundo, es claro que la suya es una visión de supuesto estadista, no grupal, mafiosa, pese a formar él parte de una secta cuyo centro de operaciones es una ciudad llamada Atlacomulco. Y el tercero, por último, cuando habla de democracia, parece haber olvidado los métodos electorales nada ortodoxos que se usaron en su campaña de “proselitismo”.
Ya vemos pues que EPN y otros sujetos cercanos han comenzado la labor destructiva. Lo raro en este caso es que el dueño de la Casa Blanca (mexicana) haya elegido un foro tan importante, las Naciones Unidas, para dar el banderazo de salida a la campaña por el 2018. Bueno, así tocó ahora. Teleprómpter mata carita.

viernes, octubre 02, 2015

Novedad editorial: A-punta de frijoles




















“Decidí armar este recetario dadas las características del salario mínimo mexicano. Las 200 recetas que presento abren una espléndida oportunidad para que nuestras mujeres puedan cocinar con amplísima diversidad exactamente el mismo ingrediente base”, señala la autora en la presentación de A-punta de frijoles. En efecto, este recetario permite sobrellevar el implacablemente magro ingreso mexicano y diversificar la gastronomía casera en platillos como frijoles con chile, chile con frijoles, frijoles rellenos de chile, chiles rellenos de frijol, etcétera. Una obra imprescindible en los hogares mexicanos.

A-punta de frijoles, Chepina Prida, Blacket Ediciones, México, 2015, 223 pp.

“Llevo tres semanas preparando estas recetas y no me he aburrido, ¡es sorprendente!”. Esperanza Prieto, Cousine Magazine

jueves, octubre 01, 2015

Novedad editorial: Peligros del populismo




















Un riguroso análisis sobre los peligros que se ciernen sobre las sociedades cuando sus gobiernos incurren en el llamado “populismo”. El politólogo Enrique Peña Nieto analiza aquí, con profundo conocimiento del tema, las causas y sobre todo los estragos que puede producir entre la ciudadanía el uso de políticas asistencialistas y dádivas subsidiatorias. El autor denuncia además las prácticas clientelares en época de elecciones y coloca el dedo en la llaga al hablar de casos concretos relacionados principalmente con países azotados por el subdesarrollo y los escándalos de corrupción. Libro sin duda indispensable para conocer a fondo uno de los más graves problemas de nuestro tiempo encarado asimismo por una de las mentes más agudas en el firmamento intelectual de Occidente.

Peligros del populismo, Enrique Peña Nieto, Ancla Editorial, México, 2015, 767 pp.

"Libro fundamental e imperdible, un lúcido ajuste de cuentas contra la perversidad política”. Mike McDuffy, Detroit Herald