sábado, mayo 09, 2015

Sala David Lagmanovich I

Dedicaré en este blog un espacio fijo a la microficción, forma literaria que le interesó como teórico, crítico y creador a mi amigo y maestro David Lagmanovich (Huinca Renancó, departamento General Roca, Córdoba, Argentina, 1927-San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina, 2010).














Niño genio
Marcial Fernández

Concibió la idea de detener el tiempo. Si reprobaba el ciclo escolar, por ejemplo, se quedaría en el mismo año.

Tomado de Un colibrí es el corazón de un dios que levita, Ficticia, 2014, p. 207.















El Malevo
Gilda Manso

Comía la naranja sin pelarla. La partía al medio con un cuchillazo seco y la masticaba así, con cáscara. Esta costumbre le había hecho ganar el respeto de todo el pueblo. Esto, y su capacidad para desenfundar el revólver a la menor provocación.
Era conocido como El Malevo, y todos los días se sentaba en la mesa más arrinconada del bar, a la espera de algo. Todas las personas, tarde o temprano, lo buscaban para que los ayudase a solucionar problemas. El Malevo, con su revólver fácil, sus palabras escasas y sus desayunos de naranjas al mejor estilo macho que todo lo puede, tenía más poder que cualquiera.
Un mediodía de verano, arrastrando polvo y sudor, El Gigante irrumpió en el bar. Contó que venía de un pueblo remoto, huyendo del marido de alguien. Se sentó, apoyó los pies en el respaldo de la silla de El Malevo y ordenó un whisky. El Malevo lo miró con toda la incredulidad que podía permitirse y puso una mano en su arma. El Gigante no se inquietó: tomó un espléndido ananá de una frutera repleta y le pegó un mordisco feroz. Así, sin pelarlo.
El Malevo volvió a guardar la mano en el bolsillo y pagó una ronda de whiskies, por si acaso.

Tomado de Matrioska, EyC, Colección Íntimos, México, 2012, p. 74.












Manifestación
David Lagmanovich

Una bella periodista morena cubre la manifestación por los hijos asesinados. Desde el estudio, el conductor del programa, con estrepitosa corbata italiana, insinúa preguntas. Los padres se mantienen mudos; las madres sollozan y dan gritos de dolor frente a las cámaras; los televidentes admiran a la rubia locutora que ensaya gestos de comprensión. Cuando la manifestación llega a las puertas de la Catedral, la movilera entrega la nota a la gente del estudio: esa noche tiene una cita con el conductor. Hay agradecimientos y las cámaras se retiran. Un momento después comienza la represión policial.

Tomado de Menos de 100, Editorial Martín, Mar del Plata, 2007, p. 98.