sábado, mayo 30, 2015

El audio es rey














La intervención de teléfonos —llamada en otra parte “escucha ilegal”— es por supuesto un delito. Que alguien ajeno a los interlocutores de un diálogo telefónico meta su oreja y grabe representa una violación a la privacidad, y más lo es que capte movimientos y voz en video, de ahí que muchas instituciones, como los bancos, adviertan que al entrar en sus espacios ellas tienen el derecho de usar cámaras. Pese a su ilegalidad, ya filtrados tienen un poder letal y es casi imposible detener su onda destructiva y detectar a los autores materiales e intelectuales del espionaje. Su éxito radica —hoy principalmente gracias a las redes sociales— en el morbo que despiertan y también, sin duda, en que se convierten en rendija por donde el ciudadano de a pie accede por única vez al mundo íntimo de los poderosos.
Casi como en cualquier país, México es un dechado de escuchas ilegales. Hay casos legendarios, como el del Góber Precioso, quien se ganó este apodo en aquella llamada telefónica que atentaba contra los derechos de la periodista Lydia Cacho. Inolvidable también es el audio de Fox con Fidel Castro, o el del “chamaqueado” Niño Verde que gracias a una conversación fue catapultado a la corrupta fama de la que hoy goza. Más recientemente, ahí están los audios absolutamente íntimos con los que Pedro Ferriz de Con fue bombardeado por sus enemigos o el del Gran Jefe Lorenzo Córdova.
Ahora, en estos días electorales, dos audios (uno de ellos complementado por video) han hecho las delicias de la morbocracia nacional. En uno, que ya comenté el miércoles pasado, un periodista sin escrúpulos extorsiona, según él con elegancia, a un político también sin escrúpulos. En otro, un funcionario del gobierno del Estado de México y un empleado de la empresa constructora OHL exhiben los modos de hacer obra pública en nuestro país: a punta de malas artes, a punta de arreglos apegados al más oscuro manual de procedimientos ilegales en materia de contratos.
¿Por qué tienen éxito estos productos no nacidos en el periodismo sino en la vendetta entre grupos y particulares? ¿No deberíamos darles la espalda si de antemano sabemos que son ilegales? Lamentablemente, eso es imposible, más en un entorno caracterizado por la lucha de perros que van por la misma chuleta (un abrazo al Chuletita Orozco por sus cuatro goles, añado de paso) y no cejarán en su intento por exhibir al enemigo. En el reino del amafiamiento, de la opacidad y de la venganza como código de conducta, el audio es rey.