sábado, enero 24, 2015

Una vieja promesa














Hace diez, quince años, me prometí escribir sobre el periférico que une a Torreón, Gómez y Lerdo, el famoso “libramiento”, cada vez que por alguna razón debía atravesarlo. Creo, pues, que al menos llevo escritos y publicados tres o cuatro textos sobre ese paso de la muerte, una de las “vialidades” —así les dicen ahora— más peligrosas que vieron los pasados años y verán los venideros. Pues bien, ayer tuve la desgracia de volver a recorrerlo y aquí me tienen, cumpliendo mi vieja promesa.
¿Qué decir sobre ese largo trecho lleno de acechanzas para el conductor, el ciclista y el transeúnte? Todo, menos elogios. Desde que lo recuerdo ha sido lo mismo: una especie de monstruosidad pasada de contrabando como “periférico”, uno de los más grandes fraudes viales construidos en la Comarca Lagunera, y conste que tenemos muchísimos.
Desde que comienza, en el punto donde estaba el DVR de triste memoria, hasta la punta de Ciudad Lerdo, uno puede admirar el espectáculo del caos, de la arbitrariedad, de la incuria. Las palabras, por más gruesas que parezcan, se quedan cortas ante el desafío para la vida que representa ese mal asfaltada y mal trazada y siempre mal remozada senda mortal.
Ayer, como ya dije, atravesé uno de sus tramos —digamos que desde Galerías hasta Chilchota— y volví a quedar aterrado (en los dos sentidos del verbo “aterrar”). Mientras conducía, mientras eludía vehículos ligeros y pesados, desviaciones imprevisibles, cuchillas casi salidas de la nada, señalamientos improvisados, pensé una y otra vez a quién mentarle la madre, a quién culpar por esa tortuosa arteria. Mis insultos, todos de tono subido, estaban dirigidos para “los tres niveles de gobierno”, de los cuales, es claro, no se hace uno.
Me impresionó que a la altura de la UANE, casi bajo la Puerta de Torreón, hubiera retenes. Pensé en lo obvio: ¿retenes para cuidarnos de los delincuentes, para atraparlos? ¿No sería mejor, primero, cuidar al ciudadano con lo más elemental, con obra pública bien ejecutada? ¿De qué sirve que capturen a un narcomenudista en un retén si ese retén está en un periférico que todos los días pone en peligro las vidas de miles de ciudadanos? Y no pensé nomás en los conductores, sino en la mayoría: los obreros y las obreras que en bici o camión deben sortear, sin descanso, un punto tan peligroso.
Por supuesto, mientras yo mentaba madres en el interior de mi coche, tomé una ruta conocida, una callecita aledaña a Chilchota. Estaba cerrada. Luego avancé obligado por debajo del puente (un asco) y volví a Gómez. Salí de allí no sé cómo. Poco después respiré y escribí esto.