miércoles, octubre 29, 2014

Unas migajas y listo
















Se requería un trabajo fino y expedito de investigación y procuración de justicia y lo que ha resultado es una tragedia (no comedia) de equivocaciones, dilaciones, invenciones, distracciones y desmarcaciones como pocas veces se ha visto en el gran teatro de la desgracia nacional. Pasó un mes y en lugar de tener resultados ciertos e incontrovertibles sólo hay indicios borrosos, un enroque gubernamental, un Peje expiatorio y una rueda de prensa para anunciar con bombo y flatillo el Plan Nuevo Guerrero. En suma, el mismo libreto, la misma tonada que garantiza el eterno retorno al eterno retorno del drama mexicano.
Antes de saber que Rosario Robles —con toda su secretaría a cuestas— iba a ser destinada a deambular con celeridad por los caminos del sur, pensé que la quebradora del asistencialismo no iba a ser aplicada en este momento, con el ring tan caliente. Erré. Todo fue que se cumpliera un mes para poner en marcha un Plan, el Nuevo Guerrero, que por el flamante adjetivo da la impresión de que gracias a las despensas de Rosario en realidad habrá algo “nuevo”, no sólo un adjetivo pegado con engrudo al nombre de la entidad azotada por todos los azotes imaginables.
Sabía que era probable la aparición de la Sedesol en aquellos rumbos, pero ingenuamente creí que tal presencia sería descarada, de nulo tacto político, incluso ofensiva si pensamos en la vinculación real y simbólica que tiene esa dependencia con el reparto de migajas. Pero erré: la Sedesol aterrizó en Guerrero y lo hizo con un Plan cuyo nombre, insisto, parece un sarcasmo imaginado por un loco: porque ¿cómo puede la presencia coyuntural de una secretaría convertir en “nuevo” un estado con cánceres terminales? Si es así, ¿por qué no lo renovaron hace dos años (o veinte, o treinta o cuarenta) y ahora sí lo hacen? La respuesta cae sola: Ayotzinapa.
Como parte de esa estrategia, la titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) informó que el próximo jueves habrá una reunión de organización entre integrantes de todas las áreas y dependencias involucradas en el Plan Nuevo Guerrero. Conforme a la ruta de acción trazada, a partir del próximo lunes habrá juntas de evaluación con el gobernador, los delegados federales y subsecretarios de todas las dependencias”. Por eso digo que es una burla, un empleo momentáneo del extintor que en nada ataca las causas profundas de la combustión que hoy padece la entidad, a saber, la pobreza y la corrupción (en el orden que queramos darles).
Tan pasajera y epidérmica es “la solución” que miren nomás: “También por instrucciones del Ejecutivo federal, el subsecretario de Desarrollo Social y Comunitario de la Sedesol, Javier Guerrero, vivirá permanentemente en Guerrero, al menos hasta diciembre, para poner en marcha esta estrategia, detalló Robles Berlanga”. O sea, “vivirá permanentemente” pero nomás hasta diciembre, pues el gobierno federal tiene confianza en que para esas fechas de amor y paz a los hombres de buena voluntad ya esté templado el perol o, quizá, por qué no soñarlo, Guerrero renovado a punta de despensas y discursos.
Mientras, pues, el mundo admira atónito que no es atendido el clamor para que aparezcan con vida los normalistas desaparecidos y, al contrario, cada día parece alejarse una respuesta sin embrollos ni maquillajes, hoy somos testigos, una vez más, hasta que el país quede por fin erosionado, del migajeo como política de Estado.

sábado, octubre 25, 2014

Porque son la levadura














El miércoles 22 seguí atento las noticias sobre la marcha que desembocó en el zócalo de la Ciudad de México. Carezco de televisión, pero sé bastarme con las fotos y los videos de internet. La cantidad de marchistas en aquella urbe descomunal fue, como correspondía al tamaño de los agravios y la indignación, enorme. Pero más que en el número me centré en la composición de los marchistas. Notablemente, asombrosamente, una cantidad harto significativa de participantes dejaba ver su procedencia de universidades públicas y privadas, lo que de algún modo permite afirmar que la marcha puede ser calificada estudiantil.
De ser cierto, este dato no es menor. Que una cantidad importante de jóvenes salga a la calle para protestar por una infamia cometida contra otros jóvenes me parece un signo alentador, un motivo de esperanza dentro de los oscurísimos tiempos que padece nuestro país. Nada impide que los adultos, todos los que estamos más entrados en años, podamos participar de las protestas, pero sin duda no contamos ya con la vitalidad y el empuje que siempre tendrá la juventud. Por eso fue (es) alentador que miles y miles de estudiantes en todo el país, principalmente en la capital, se hayan declarado públicamente consternados y hayan exigido con su presencia el esclarecimiento de los hechos ocurridos en el estado de Guerrero.
La participación política de los jóvenes, insisto, no es un dato de importancia menor en una sociedad atribulada como la mexicana. De hecho, si me lo preguntan, no veo salida al caos que es nuestro país sin la presencia entusiasta de los jóvenes. No por otra razón, obvio, desde hace décadas hay una cruzada internacional para desactivar su participación en todo esto, por banalizar sus gustos, por alejarlos completamente de toda noción de compromiso y responsabilidad social, para atornillarlos a una visión cool de la realidad o para decepcionarlos de todo, salvo del individualismo exitista.
Entre lo que ha sido machacado poco a poco hasta ser convertido en papilla está, precisamente, la idea de que no tiene ningún sentido organizarse, participar, luchar. No por otra razón se ha construido en el imaginario nacional la poderosa idea de que todos los partidos y todos los políticos son una mierda, un caso perdido, alcantarillas que sólo conducen al drenaje profundo de la corrupción. La idea es, en efecto, cierta o casi cierta: la política mexicana está en manos de gángsters que controlan todo, incluidos los mensajes que difunden la idea desalentadora de que es imposible luchar contra ellos, de que cualquier lucha política derivará forzosamente en la putrefacción.
Los jóvenes estudiantes, pues, deben participar y deben construir y deben organizarse aunque la corriente contraria sea caudalosa. Si no lo hacen, si sólo participan con una consigna, con un grito, con una marcha y luego se alejan de la lucha organizada, terminarán convirtiendo su indignación en un ex abrupto, en una manifestación anecdótica casi irrelevante.
En uno de estos días recientes y agitados supe por ejemplo de una joven que fue cuestionada por protestar, ya que ella pertenece a una escuela privada. Supe que respondió bien al afirmar que en materia de solidaridad no importa la procedencia escolar pública o privada. Yo agregaría que en un país con tantas desigualdades, un estudiante, todo estudiante, es un privilegiado y por ello su responsabilidad social es mayor a la del joven sin acceso a la instrucción.
Y todavía el pasado miércoles, casi a punto de dormir (cada vez caigo en cama más temprano), me llegó un tuit de @aliciagurrola. Amable, Alicia me mandó un enlace youtubero a la canción, famosísima en mis épocas de secundaria y prepa, “Me gustan los estudiantes” (también conocida como “Que vivan los estudiantes"), de la gran Violeta Parra. Me dio gusto recibirla porque de su letra siempre he repetido íntimamente esta estrofa en la que sigo creyendo así suene hoy “panfletaria”: “Me gustan los estudiantes / porque son la levadura / del pan que saldrá del horno / con toda su sabrosura / para la boca del pobre / que come con amargura. / Caramba y zamba la cosa, / viva la literatura”. Sea pues. Ojalá.

miércoles, octubre 22, 2014

Fosas del neoliberalismo















Imponer el modelo neoliberal ha costado sangre, muchísima sangre en México. Esa imposición no sólo introdujo nuevas y drásticas reglas en la economía mexicana, sino una alteración radical de la vida política y social del país. En lo político, por ejemplo, desde Salinas o un poco antes, con De la Madrid, comenzó a maniobrarse para viabilizar una apertura que permitiera a la postre crear las condiciones necesarias para vivir en plena democracia, pues la idea del libre mercado chocaba con la de un partido casi único por hegemónico. La inversión en los procesos electorales (desde que se sientan las bases más remotas hasta que se declara un ganador) acaso es la más alta o una de las más altas en el mundo, y sirvió a finales del siglo XX para crear confianza entre los mexicanos y entre los inversionistas extranjeros sobre nuestro aseo electoral.
Ocurrió, sin embargo, que esa mínima cuota de confianza en la zona donde se afinca la imagen democrática acarreó, entre otras consecuencias, el avance de movimientos sociales que pusieron en crisis la estabilidad política necesaria para favorecer el modelo neoliberal. En las elecciones de 2006 tronó todo, el IFE fue rebasado por quienes controlan el poder económico-mediático y comenzó la marcha atrás, de nuevo, a las cavernas de lo electoral. En lugar de permanecer al margen de los partidos para desempeñar un arbitraje pulcro y desinteresado, la estructura electoral fue copada, prácticamente fisurada en sus huesos para impedir que se repitiera el escenario de 2006. Y funcionó.
Como la electoral, otras áreas han sido gradual y sostenidamente enviadas a la fosa desde hace treinta años. Los movimientos obreros fueron neutralizados por la cooptación de los líderes, como siempre, y por el miedo al desempleo que lejos de ser combatido con organización de los trabajadores ha servido como fantasma paralizador de cualquier lucha. Casos ejemplares abundan, pero el más importante es el magisterial: controlado por una cacica ignorante durante décadas, el sindicato de maestros que gozó de cierto margen de maniobra está ahora, a plenitud, en manos del gobierno federal, lo que entre los maestros ha sembrado el pánico por la pérdida de prerrogativas o, de plano, el desempleo.
Y así uno y otro aspectos de la vida nacional han sido, en diferentes momentos y a diferentes ritmos, articulados en función de intereses que en muy poco ayudan a generar bienestar entre los ciudadanos. El país es una mina y hay que vaciarla, exprimirle toda su riqueza sin pensar demasiado en las consecuencias sociales que esa iniquidad pueda acarrear. En cualquier otro caso, valga este ejemplo, una Cruzada contra el Hambre —por cierto absolutamente inútil, pues se trata de una cruzada contra lo que ellos mismos siguen provocando sin piedad— debería ser vergonzosa, pero aquí es planteada como programa de gobierno. Ya ni la burla perdonan, pues.
Ahora bien, todas estas políticas inhumanas han venido acompañadas por un edurecimiento de los aparatos represivos. Obvio: cuando la parálisis, el miedo o la desorganización son revertidos, el gobierno pone en acción su maquinaria. La presencia ubicua de efectivos de seguridad —policías municipales, estatales, federales y demás— tiene un sentido en principio inhibitorio, pero ante una orden esos elementos pueden actuar y cometer cualquier atrocidad. Si a esto le añadimos el componente de la iniciativa propia o de sus relaciones con los cárteles, las consecuencias pueden ser aterradoras, como pasó, ya se sabe en todo el mundo, con los jóvenes normalistas de Ayotzinapa.

sábado, octubre 18, 2014

Darnton contra cinco mitos














Leí por primera vez, y única, a Robert Darnton (Nueva York, 1939) en 1995, poco después de haber comprado en mi rancho La gran matanza de los gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (FCE, 1987). Quedé maravillado, pero luego pasaron los años y los años y jamás tuve a merced algún otro libro suyo. En aquel tiempo supe que Darnton ya era considerado una autoridad en materia de siglo XVIII francés y especialista —al nivel de Roger Chartier— en el apasionante tema de los libros y la lectura. Entre otros blasoncillos, egresó de Harvard e hizo su doctorado en Oxford, y entre sus reconocimientos destaca que fue nombrado caballero de la Legión de Honor por el gobierno francés.
Pese a que no conseguí otro libro de su cuño, con frecuencia hallaba su nombre en la prensa cultural, siempre asociado al universo dieciochesco franchute o al tema siamés libro/lectura, como en el artículo “Cinco mitos sobre la era de la información” publicado por la revista Nexos con traducción del torreonense Antonio Saborit. Allí Darnton enlista falacias que, esto lo afirmo yo, en cierto grado pueden contener algo o mucho de verdad, no ser tan míticas como parecen, y por tanto podrían merecer, al menos, una mínima objeción. Por provenir de alguien que sabe de lo que habla, quiero comentarlas, dado que también se refieren a algo que me atañe como profesional y como transeúnte: qué tanto se publica hoy y qué tanto se lee.
El primer mito que Darnton desea echar abajo es este: “El libro está muerto”. Con datos duros muestra que eso es falso de toda falsedad, como dice el filósofo Santiago Creel. El experto norteamericano señala que nunca se habían publicado tantos libros como en este tiempo (un millón de nuevos títulos en 2011) y que la tendencia es que la producción aumente año tras año, no que decrezca. Pues sí, el mito de que el libro está muerto es eso, un mito, pero a la hiperproducción demostrada con un criterio cuantitativo se le puede enfrentar el cualitativo. No es necesario ser un entendido para apreciar, con accesos frecuentes a las librerías, que la producción en efecto es incesante, pero también que una muy gorda parte de ese total la ocupan libros cuya importancia es nula en casi todos los términos, menos en el de subrayar su adscripción a uno de los varios nichos ocupados por el libro de ocasión.
Al segundo mito, que “Hemos accedido a la era de la información”, lo despacha con total facilidad; para él, todas las eras son las eras de la información, cada una con los medios asequibles en su momento. El tercero, que “Toda la información está en línea”, lo rebate diciendo que es absolutamente falso, pues nomás de pensar en todos los millones de papeles sin digitalizar contenidos en miles de archivos da para asegurar en que se trata de un mito. El cuarto, que “Las bibliotecas son obsoletas”, lo plantea en estos términos: no lo son en la medida en la que han pasado de ser sólo bibliotecas de papel a bibliotecas digitales o híbridas, o sea, con funciones que van más allá del control y préstamo de libros. Por último, que “El futuro será digital”; él cree que no, que lo digital no desplazará al papel, sino que la digitalidad enriquecerá, sin matarlo, al soporte físico.
Estemos o no de acuerdo, lo cierto es que no es un asunto menor el planteado por Darnton. La lectura, el libro, la información, internet, en todo eso fluye información casi como si allí fluyera la sangre de la humanidad.

miércoles, octubre 15, 2014

Leer a (y según) Sasturain










No sabía que Juan Sasturain andaba en México. Se apersonó, según leo, en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo, donde dialogó con Taibo II sobre, claro, literatura. A Sasturain lo conocí en 2007, en la FIL de Guadalajara, y ya era lo que sigue siendo: uno de los mejores escritores argentinos de este tiempo. Desde entonces he ido sumando lo que he podido de su obra, lo que he hallado a merced, aunque no precisamente en México. Tengo pues parte de lo que ha escrito en tres géneros: cuento, novela y artículo periodístico. Para nosotros lo más fácil es leerlo mediante la prensa, pues es colaborador habitual de, sobre todo, Página/12. Allí, mediante internet, podemos calar su buena prosa, sus siempre ingeniosos enfoques de la realidad, como aquel deslumbrante correlato titulado “Lionel Messi, autor del Quijote” (búsquenlo y verán que no exagero; trata sobre el “plagio” de Messi al más famoso gol de Maradona).
Apenas hace unas semanas, en el puente propiciado por los días llamados “patrios”, leí de un jalón Los sentidos del agua, espléndida novela escrita en clave humorístico-policial. Lo asombroso (esto puedo presumirlo muy poco, dado que mi vista ya anda cascabeleando) fue que me la eché, como digo, de dos sentadas, y eso que no es un libro tan breve. ¿Qué pasó, entonces? Pues que la prosa de Sasturain, ágil y poética a un tiempo, aunada a las bondades de la anécdota que allí cuenta y a la administración del suspenso, facilitan el hechizo.
Este autor estuvo o está, pues, en nuestro país, y ayer, en entrevista para La Jornada, habló sobre la lectura, uno de esos beneficios personales y sociales que lamentablemente está en peligro de extinción. No es, obvio, infrecuente que a los escritores les pregunten sobre la lectura. De hecho, es tan común como la pregunta “¿en qué se inspira usted para escribir?”. Con gusto leo que Sasturain no da recetas, o da una sola, la única importante: que leer es o debe ser una forma del placer, una manifestación más, entre las muchas que hay, de la alegría ingresando a nuestras vidas.
Quienes, por cualquier razón, leemos, sabemos que la dualidad lectura/placer es fundamental, indisociable. De hecho, no podemos concebir ese acto como una obligación o como un castigo; ni siquiera, incluso, como una pose para lucir muy fufurufos así nomás, sino como una experiencia casi sinonímica de la felicidad. El énfasis, entonces, de cualquier recomendación, campaña o propuesta de fomento a la lectura debe estar puesto en el placer, no en las abominables amenazas que a veces son infligidas a los no lectores, ésas que los condenan al infierno de la ignorancia o les prometen un futuro sin progreso. Ciertamente, no leer a veces acarrea consecuencias de esa índole (sobre todo de la primera, la ignorancia), pero es peor, a mi juicio, o casi peor, no informar que leer puede servir acaso, quizá, es posible, para añadirle un poco, aunque sea un poco, de alegría a nuestra apaleada existencia.
“La pregunta es si somos lectores habituales, ¿por qué lo somos? Porque nos gusta y encontramos placer en hacerlo. Primero leí, porque disfruté de ello y quise seguir leyendo porque encontré en el ejercicio de la lectura un modo de placer. Hay muchas formas de placer, y la lectura es básicamente un acto placentero”, apunta Sasturain.
El escritor argentino abunda sobre la lectura y las nuevas tecnologías, e insiste que la naturaleza de esta práctica debe inclinarse en primer término al hedonismo. Todos los otros beneficios, que los hay, vendrán por añadidura. Así entonces, a refrenar en las escuelas y en los hogares y en los medios de comunicación la inquisitorial noción de la lectura obligatoria y destacar el otro enfoque: la lectura placentera que por serlo puede convertirse en simple y cotidiana alegría.

domingo, octubre 12, 2014

Dijo no












A veces
muy a veces
casi nunca pero a veces
aquella mujer vuelve.

La miro igual
linda, evasiva, distante
con un mechón de pelo sobre la frente pequeñita
las manos anudadas
inmensa en la belleza de todo su silencio.

La noche, al lado
es una escenografía propicia
y entonces
luego de meses
me brotan aquellas palabras
las mismas de siempre
y ella dice no
lo lamento pero no
bajito
y me hundo
hasta llegar
sin prisa
luego de otras tantas derrotas
a este recuerdo
a esta cuartilla
nacida en el útero de aquella negación
de aquel deseo aniquilado
con dos letras.

sábado, octubre 11, 2014

Tras la cortina










Un día después de celebradas las marchas en todo el país y varias manifestaciones de repudio en el extranjero, un “duro golpe” al narcotráfico no pudo hacerse esperar en la ya acostumbrada administración por goteo de las detenciones viaipí (la captura se dio, vaya maravilla de la proximidad, en un sitio que recorro todos los días laborables). Esta noticia, por supuesto, alentó el sospechosismo nacional y sirvió para demostrar, por milésima vez, que los performances de seguridad siempre quedan demasiado casualmente cerca de los acontecimientos que ponen en entredicho la eficacia de nuestros gobiernos, sobre todo del federal.
Pero la cortina, o lo que al menos parece una cortina, no tuvo efectos destacables más allá del alboroto en el gallinero informativo. La razón es elemental: no se puede tapar el sol de las masacres y las desapariciones con el dedo de una captura tan aterciopelada que suena a fantasmagoría: un meganarco y su modesto escolta son detenidos sin disparos, con una eficacia quirúrgica. Así nomás. No hay otros compinches cercanos, no hay más datos que lleven a pensar en nada que no sea el golpe mediático en sí, casi al estilo de García Luna Films S.A.
El problema de Guerrero, por otro lado, sigue escalando, y aunque EPN declaró —en un mensaje, es verdad, caracterizado por una notable torpeza retórica— que las investigaciones llegarán hasta el fondo sean quienes sean los culpables de la atrocidad, lo cierto es que a dos semanas de ocurrida la desaparición de los normalistas el caso cada vez se enreda más y muestra los rasgos habituales de las indagatorias mexicanas: opacidad, obstaculización de la investigación, mensajes encontrados y, por todo, falta de resultados concretos y plenamente satisfactorios.
Amnistía Internacional señaló ayer, por esto, que “Las familias de los estudiantes desaparecidos continúan sufriendo las consecuencias de una investigación judicial caótica y hostil”, y añadió que tras el hallazgo de las cuatro fosas “aún no se ha visto que los peritos internacionales reconocidos por los propios familiares de los desaparecidos hayan podido acceder a las fosas para realizar su trabajo”.
Lo anterior se refiere a los forenses argentinos que, dada su experiencia en esta materia, fueron convocados para colaborar en el esclarecimiento de los hechos. El vocero de Amnistía Internacional puntualizó lo obvio: “si el gobierno federal es serio en sus promesas de una investigación ‘a profundidad’, medidas básicas como ésta deberían estar garantizadas desde el primer momento”.
La dilación y el embrollo de los procedimientos forenses y judiciales, los sabemos, sirven para dar tiempo que permita la maniobrabilidad política. Lo lamentable en este caso es llegar al extremo de enturbiar las investigaciones en función del control de daños (políticos) y no obrar en la lógica de lo que se exige a las autoridades: avanzar sin límites en el esclarecimiento de los delitos y satisfacer sin rodeos la exigencia de los resultados demandados tanto por los familiares como por la sociedad.
Estamos pues ante un escenario cuya brutalidad desnuda al poder, y por eso la cortina del jueves ya no rindió buen dividendo. Se necesita mucho más para ocultar lo que pasó y sigue pasando en Iguala.

miércoles, octubre 08, 2014

Paraíso de la impunidad














Sé que México no es el único punto de la Tierra acosado por la corrupción, el crimen y la impunidad, en este orden. Zonas conocemos en las que no falta día sin que emanen de allí cables internacionales que notician sobre muertos, despojos, agresiones y total desbarajuste del estado de derecho. México, pese a que todavía podemos respirar, no es empero un dechado de paz y calidad de vida. Al contrario. Quién sabe en qué punto del calendario podemos colocar la fecha en la que el desmadejamiento de la tranquilidad se ha visto acelerado por masacres que nos instalan como campeones mundiales, o serios competidores, en materia de barbarie recurrente. ¿Dónde, en qué momento comenzó la descomposición hoy galopante? ¿En el 68? ¿En el 88? ¿En el 2006? ¿En 2012? En realidad, el estrago de la vida institucional ha sido acumulativo. Cada hito ha puesto su granito de escoria hasta llegar a lo que admiramos hoy: el espectáculo de la bajeza moral en todo su esplendor, ya sin cortapisas ni atenuantes.
México es un país de matanzas, y en su frecuencia está exhibido, como en marquesina, un mensaje: se dan a cada rato porque todas derivan en la impunidad. Si fueran castigadas, si alguna institución, la que sea, llegara “hasta las últimas consecuencias” como se dice en los discursos, estos despiadados atropellos no se darían o serían más esporádicos, tanto que volverían a asombrarnos.
Pero no. Así como nos informamos sobre el clima o los resultados de la jornada futbolera también llegan, a granel, todos los días, notas frescas sobre fosas clandestinas en las que no se encuentran uno o dos fulanos, sino diez, quince, veinte o más, y siempre con los signos de la brutalidad terminal que los deja irreconocibles, a veces desmembrados o semiquemados, como si matarlos con un balazo fuera poco y siempre se requiriera algún encono elevado al cubo. Con estos hallazgos “macabros”, como los adjetiva la prensa ya poco creativa y también víctima de las repeticiones producidas por nuestro México bárbaro, reanudamos nuestro estupor tuitero y feisbuquero y al día siguiente le damos carpetazo como luego, en escenarios solemnes, las autoridades también lo darán no sin antes avisar que se actuará diligentemente, con todo el peso de la ley y caiga quien caiga.
Esto que digo es lo mismo que veremos repetirse en el caso de la matanza de jóvenes normalistas en Iguala. El hecho, creo, da para luto nacional, para vergüenza de México, para implacables manos a la obra de las autoridades con el fin de esclarecer los hechos y evitar que se repitan no sólo en Guerrero, sino en cualquier otro estado del país. Pero el evasivo discurso de Peña Nieto y todos los que vengan en el camino son cabeceos de boxeador, bending, recorrido de lona mientras se desinfla el espanto, mientras se le ven las implicaciones políticas al tema y se calcula si conviene presionar a los acomodaticios pactistas de Nueva “Izquierda”, soportes del gobernadorzuelo cuyo mejor resultado como ejecutivo guerrerense es el decidido impuso que le ha dado a las casas funerarias.
Aguas Blancas, Acteal, San Fernando, Durango, Iguala… México, país de masacres, paraíso de la impunidad.

sábado, octubre 04, 2014

El Matamoros naciente de 1848




















Cerca de veinte años han pasado desde que trabé un primer contacto con el licenciado Sergio Antonio Corona Páez. Le digo así, licenciado, porque en aquel momento él sólo había terminado su licenciatura en comunicación y ambos nos estábamos conociendo en las aulas donde aspirábamos a conseguir una maestría en historia. Recuerdo al Sergio de aquellos años y asombrosamente es el mismo Sergio con el que sigo conviviendo ahora. No ha cambiado, es un hombre de una sola pieza: trabajador, responsable, educado, justo y sumamente lúcido, tanto que para mí es ya, desde hace varios años, el mejor historiador que nos haya dado la comarca del Nazas.
Para probar esa afirmación no apelo al sentimentalismo que genera la amistad. Sería absurdo que yo dijera eso y para demostrarlo sólo blandiera como argumento que afirmo lo que afirmo porque “así lo creo” o “así lo siento”. No. Sergio es lo que digo porque luego de concluir su maestría y su doctorado en historia, ambos con los máximos honores, ha venido configurando una obra cuyo valor ha sido y está siendo reconocida sobre todo en el exterior. Mientras esa obra se ha topado aquí con una mezquindad pedestre, subterránea, chirinolera y en más de un momento tan perversa como obtusa, en círculos académicos del exterior han sabido aplaudir los avances alcanzados por Corona Páez como historiador de nuestros ámbitos.
Su obra cúspide, su Quijote, lo sabemos, es La vitivinicultura en el pueblo de Santa María de las Parras, texto con el cual alcanzó el grado de doctor. Ese solo libro bastaría para justificarlo como historiador, pues ante los ojos del mundo académico especializado en estos temas reconstruyó la vida económica y social de Parras en torno al cultivo y usufructo de la vid. Investigadores de España, Francia, Argentina, Perú, Italia, Alemania, Estados Unidos y por supuesto México le han hecho llegar no sólo felicitaciones, sino que lo consideran (lo consideran porque lo es) la máxima autoridad mundial en vitivinicultura del sur de Coahuila.
Ahora bien, ¿Corona Páez es sólo La vitivinicultura en el pueblo de Santa María de las Parras? Para responder esta pregunta debo hacer un pequeño rodeo. Entre muchas otras, una de las virtudes que arropan a todo historiador consumado es la erudición, ese conocimiento no sólo diverso, sino profundo, que los investigadores de vocación van acumulando año tras año y
que les permite saber de todo un mucho, de suerte que, para poner nomás de ejemplo a Corona Páez, este lagunero entiende obviamente de historia y también de economía, de estadística, de antropología, de genealogía, de lingüística, de teología, de sociología, de arte, de todo lo que en suma ha ido adquiriendo mientras reconstruye con documentos la vida material e inmaterial de sociedades pretéritas.
Así entonces, junto al inmenso saber vitivinícola parrense que le ha granjeado elogios aquí y allá (más allá que aquí, por desgracia), el doctor Corona Páez viene amasando un cúmulo de información ya harto respetable, y nada anecdótico, sobre el pasado lagunero. Sus estudios sobre las etnias que forjaron La Laguna, sobre la cultura que aquí echó raíces, sobre el surgimiento de la economía creada alrededor del algodón y sobre muchos asuntos más, lo revelan como revelador de nuestro pasado, como el investigador que más y mejor ha explicado la larga duración de La Laguna.
No es poco mérito. Aclarar de dónde venimos, quiénes somos, por qué pensamos así, de dónde proviene nuestra mentalidad, qué y cuánto fruto cosechamos, importa un valioso aporte no sólo a la historia en tanto rama de las ciencia sociales, sino al sentimiento de pertenencia que fortalece nuestra autoestima social.
El libro Padrón y antecedentes étnicos del rancho de Matamoros, Coahuila en 1848 es una obra espesa de virtudes. Nuevamente exhibe la obsesiva disciplina del autor, su competencia no sólo como científico, sino también su amor al pasado de La Laguna y su deseo de establecer las coordenadas documentales que nos ayuden a entender de dónde venimos. Con este libro, basado en el padrón levantado en 1848 por Anacleto Lozano, cura-teniente de Viesca, y complementado con la gran pericia genealógica y estadística del autor, se comprueba la hipótesis sobre el engarzamiento, sin solución de continuidad racial y cultural, de Saltillo, Parras, Viesca, Matamoros y, al final, Torreón.
Como el propio autor lo observa, la sola transcripción del padrón hubiera sido útil, así que más lo es con el complemento sobre la calidad étnica (indio, mestizo, español, mulato, lobo, coyote, etcétera) de quienes poblaron el incipiente Matamoros durante el primer tercio del siglo XIX.
Prologado por el profesor Matías Rodríguez Chihuahua, el auspicio de esta edición lo debemos a la Escuela de Ciencias Sociales de la UAdeC en Saltillo y a la Universidad Iberoamericana Laguna. Decir esto así, institucionalmente, es algo abstracto, por eso me parece oportuno señalar que tales instituciones académicas no hubieran apoyado esta edición sin el generoso impulso de Carlos Manuel Valdés Dávila, por la Universidad Autónoma de Coahuila, y de Héctor Acuña Nogueira, por la Universidad Iberoamericana Torreón. A ellos, y al doctor Corona Páez, por supuesto, debemos este nuevo aporte al conocimiento de nuestro pasado común, el pasado multicentenario de la comarca lagunera.

Padrón y antecedentes étnicos del rancho de Matamoros, Coahuila en 1848, Sergio Antonio Corona Páez, UAdeC-UIA Torreón, Saltillo, 2012. Texto leído en la presentación de este libro celebrada en Matamoros, Coahuila, el 17 de abril de 2012. Participamos el profesor Matías Rodríguez, el autor y yo.

miércoles, octubre 01, 2014

Visiones de nuestro policial




















En los tres años precedentes recibí sendas invitaciones a la Conferencia Internacional de Literatura Detectivesca en Español (CILDE) organizada por la Texas Tech University sita en Lubbock, Texas. Mi visa se venció en 2008 y no he podido/querido renovarla, así que en aquellas ocasiones me quedé con las ganas. Este año, sin embargo, Gerardo García Muñoz, mi enlace con la CILDE, me informó que la cuarta edición se celebraría en coordinación con la UNAM, y ahora sí asistí. Fue una experiencia sumamente grata, pues tuve la oportunidad de escuchar y conversar con colegas interesados en la vertiente narrativa de lo policial, un área de nuestra literatura que en los años recientes ha producido obras de altísimo calibre.
Luego de años y años en los que la narrativa policiaca fue confinada en el gueto de lo comercial debido sobre todo al facilismo de sus tramas y al esquematismo de sus personajes, muchos escritores la usan ahora para expresar la complejidad de nuestras sociedades, y ya no como divertimento asequible a bajo precio en puestos, o kioscos, de revistas. El invento de Poe tuvo que pasar en América Latina por un sinnúmero de prejuicios hasta llegar, pues, a cultores como Leonardo Padura, Élmer Mendoza, Juan Sasturain o el mismo Vargas Llosa, artistas que sin renunciar a los guiños de lo policial han convertido sus relatos (por los personajes, por las estructuras, por los estilos, por el tratamiento de lo político) en obras que no le piden nada a las historias no detectivescas.
El prejuicio contra lo policial no existe entonces en autores y críticos que, al contrario, ven en esta modalidad narrativa una veta casi inagotable de tramas y personajes y, por ello, la consideran uno de los mejores espejos de la realidad en la que nos movemos. Y no puede ser de otra manera: si nuestra realidad es azotada por plagas como la corrupción, la impunidad, la opacidad administrativa, la violencia, la inequidad y sus respectivos etcéteras, todos delincuenciales, el registro de ese universo pesadillesco no tiene mejores moldes que el cuento y la novela policiales.
Por eso el gusto que tuve al conversar con Rodrigo Pereyra y Jorge Zamora, los organizadores de la TTU de Lubbock, y con todos los participantes. Por ejemplo, con la maestra Yolanda Bache, de la UNAM, quien describió la novela El México de Egerton, escrita con tintes policiacos por Mario Moya Palencia. También, el acercamiento al género en Perú con “Violencia política, denuncia social e identidad nacional en la obra de Santiago Roncagliolo, Abril rojo”, por Roberto Fuertes (Midwestern State University), o la brillante exposiciónMasculinidades en competición: la violencia, la consecuencia y los cambios de hegemonía representados en Un asesino solitario y Balas de plata de Élmer Mendoza”, del académico David Hancock (University South Carolina). También, “Una revisión esquizofrénica de cuatro narconovelas mexicanas contemporáneas”, por Gerardo Castillo (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), y José Salvador Ruiz (Imperial Valley College) y Filemón Zamora (Sul Ross State University), respectivamente, con “Baja criminal: una revisión de la literatura negra y policial reciente de Baja California” y No me da miedo morir de Guillermo Muro, ¿un nuevo tipo de novela de la frontera?”. Para cerrar, Gerardo García (Prairie View A&M University) habló sobre “Adolfo Pérez Zelaschi y la doble faz del cuento policial argentino” y Jelena Mihailovic (The City University of New York) de “Pasados presentes y crímenes sugestivos: reconstrucción de la memoria en la novela policial argentina de los últimos años”. Como maestro de la Ibero Torreón, compartí un comentario titulado “Violencia y vulnerabilidad en Teoría del desamparo, novela de Orlando Van Bredam”.
No creo exagerar, y por eso mi interés en lo policial, si digo que la literatura de este corte (y sus derivados) goza de excelente salud en América Latina, de ahí la importancia de no perderle la huella y seguir, hasta donde sea posible, explorándola.