sábado, junio 21, 2014

Futbol por correspondencia




















Los mundiales no sólo generan goles, estadísticas y millones de notas en toda la prensa del planeta. Al su lado nacen subproductos que en los meses previos y durante el desarrollo de la justa pueblan el orbe como epidemia bíblica. Álbumes, envases en ediciones especiales, playeras, llaveros, gorras, pulseras, videos, viajes y mucho más cobra un impulso de catarata publicitaria en las etapas mundialistas. Allí también caben, aunque a una escala moderada, los libros. Algunos nacen antes de los mundiales, otros durante y unos pocos después, como ocurrió con Ida y vuelta (Seix Barral, 2012), diálogo epistolar sostenido por Juan Villoro con Martín Caparrós durante la celebración de Sudáfrica 2010.
El intercambio se dio entre junio y julio de 2010, y las cartas fueron acogidas por las revistas Letras Libres, de México, y Soho, de Colombia. El subtítulo del libro, “Una correspondencia sobre futbol”, confirma lo que encontramos en las páginas de Ida y vuelta: a cada misiva, el interlocutor corresponde con otra, y así se va escalonando la “conversación” virtual. El pespunte se torna interesante porque lo mismo se deja ver comentarios sobre la coyuntura (el Mundial sudafricano en sí) que sobre el futbol en general y sobre las idiosincrasias de las dos hinchadas que de alguna manera representan los corresponsales, la mexicana y la argentina.
Villoro, como sabemos, nació en el DF en 1956, y es ya uno de los escritores mexicanos con mayor cartel no sólo en nuestro país, sino en todo el contexto de habla hispana. Apasionado hasta el tuétano por el futbol y autor de libros como Dios es redondo y Balón dividido, además de decenas de entrevistas, conferencias y colaboraciones en una cantidad ya incuantificable de espacios periodísticos, es sin duda el escritor mexicano más identificado por los lectores con la opinión futbolera pensada desde la literatura. Caparrós, quien nació en Buenos Aires un año después, es uno de los intelectuales más polémicos de su país, autor de numerosos libros diversificados entre novelas y ensayos políticos, además de haber ejercido una carrera periodística que le ha permitido recorrer “medio mundo”. Dados estos antecedentes, en el diálogo reina la buena prosa y un torrente de opiniones atendibles.
En total son 42 cartas. Sólo en un par de momentos cada autor envía dos seguidas, así que el libro es, si lo miramos como si fuera la cancha que ilustra su portada, un choque de ida y vuelta, un match con ataques y contrataques. Se puede percibir en este libro un todo amable, por supuesto, pero también el ánimo por competir. Pese a la premura que impone el género epistolar vía mail, los dos escritores colocan la canasta muy alta (o la portería muy lejos, para evitar la metáfora basquetbolera) a su “rival”, así que ambos van engarzando comentarios dignos de cita, como éstos sobre el tema central del libro: “No sé si estarías de acuerdo con mi definición: en mi caso, siempre sospeché que el futbol era el espacio de mi salvajería feliz” (Caparrós). “Ningún otro deporte tiene un sistema de jurisprudencia tan endeble, es decir, tan parecido a la vida” (Villoro). O éstas, que se refieren a la sociedad donde crecieron los interlocutores: “¿Escuchaste hablar alguna vez, mi querido hospitalario, de la viveza criolla, esa virtud que se supone tenemos los rioplatenses y que consiste en sacar la mayor ventaja, siempre al borde de la legalidad, de cualquier situación?” (Caparrós). “En México cada fracaso futbolístico da lugar a un deporte extremo: el linchamiento” (Villoro).
Ida y vuelta, una correspondencia sobre futbol es en suma un libro grato en más de un sentido, no sólo en el futbolístico. Es lo menos que podía esperarse de dos pesos pesados de la literatura latinoamericana.