martes, abril 23, 2013

El País de La Laguna en PDF




















La Universidad Iberoamericana Laguna nos regala esta obra en el Día Internacional del Libro 2013. Se trata, a mi juicio, del más informado documento sobre La Laguna (o Comarca Lagunera o Región Lagunera) en términos de larga duración. Su autor, el doctor Sergio Antonio Corona Páez, es el cronista oficial de Torreón y autoridad mayor en estas materias. Tuve la suerte de ser el editor de El País de La Laguna y no puedo no afirmar que es un libro que me enorgullece. Lo digo no por su forma, que yo cuidé, sino por su extraordinario contenido, importante para los laguneros y para quienes se interesen en nosotros, en nuestro pasado regional.
El libro puede ser leído y descargado en este enlace: El País de La Laguna.

lunes, abril 22, 2013

En los poemas













En los poemas pasa a veces
que no pasa nada
que sólo son un montoncito de palabras
echadas al vacío de la hoja
nomás por no dejar.

Pasa a veces también
que en los poemas pase algo
un instante
donde la vida cabe espesa
un instante eterno
como dicen los poetas.

Tomemos en consideración
que no todo lo que sale de la cabeza
es humo
que a veces sí hay dolencia
o algo de muerte en el espejo
donde nos vemos
y entonces el poema
si es que hacemos el poema
sabe a otra cosa
quizá a revelación
a odio
a caída
a rodillazo en los huevos
a flecha en el pulmón
a golpe en el meñique de algún pie
a todo eso.

Acá en lo personal
me gusta que el poema traiga algo
que diga esos momentos
en los que parece
o es verdad
que todo se va yendo
hacia el carajo
y resistimos.

domingo, abril 21, 2013

Una década de Corazón de nuez




















Hace diez años, en abril de 2003, mi primera hija cumplió seis años y con ella hice un experimento literario: publicar un libro con sus relatos y sus dibujos. Esa experiencia la narré en el epílogo de aquella publicación, y hoy la recuerdo con renovada alegría. Como lo hice en 2003, hoy reitero que no me vi movido por un instinto de papá cuervo ni trabajé pensando ingenuamente que tenía frente a mí una niña prodigio. Todos los niños, afirmé, son capaces de construir historias divertidas y dibujos fascinantes, dado que su mundo es puramente lúdico y no se ve oprimido por los cinchos de la lógica, que luego, ya en la adolescencia del ser humano, suelen contener los ímpetus creativos.
Corazón de nuez y otros relatos tuvo un tiraje corto. Yo lo edité y lo imprimió mi amigo Antonio López en Impresora Meridiano. En menos de un año, ese primer y único tiraje quedó agotado y a la fecha creo que conservo un ejemplar de archivo.
Una anécdota notable con este trabajo es la que se dio en la Feria del Libro de Torreón que organizaba entonces la UIA Laguna, donde yo trabajaba. En las juntas de planeación, a las que yo asistía como parte del equipo organizador, alguien comentó la necesidad de presentar un libro para niños, el que fuera, pues para entonces ya estaban amarradas las presentaciones de autores como Noé Jitrik, Luis Humberto Crosthwite, Federico Campbell, entre otros. Fue allí cuando se me ocurrió plantear que estaba por salir el libro de mi hija, y luego de explicar la situación, todos aceptaron su presentación en el marco de la Feria del Libro 2003. Hubo campaña de medios, carteles y toda la promoción pertinente. Lo asombroso fue que los autores consagrados tuvieron, como ocurre siempre con la literatura, una cantidad de público buena, la de nuestros estándares laguneros, cincuenta, sesenta personas.
En la presentación de Corazón de nuez estuvimos el pediatra de mi hija, Ricardo Acosta; uno de sus maestros, el doctor en pedagogía Sergio Raúl García, y yo. Ricardo Acosta hijo, que tenía siete años entonces y hoy es ya un gran pianista, tocó una pieza. No exagero si digo que pocas veces he asistido a una presentación de libro más concurrida; entre madres y niños había allí (el auditorio de la Ciudad Deportiva de Torreón) aproximadamente 250 personas, lo que rebasó nuestras expectativas. Previendo que la niña no iba a poder dedicar libros con rapidez, antes le hicimos un sello de goma y con eso salimos del apuro. Fue, por todo, un sábado inolvidable. Hoy mi hija tiene 16 años y muchísimo ha cambiado; al repasar con ella sus cuentos de Corazón de nuez —alguna vez reseñados por Vicente Alfonso— no dejamos de reír: qué libertad lucen, qué linda forma tienen los niños de vincularse, sin prejuicios que hagan dique, con las palabras y la imaginación.
A continuación, el epílogo que apareció en el libro:

Epílogo a Corazón de nuez

Jaime Muñoz Vargas

Si la memoria no me engaña, tengo ya quince años de maestro y hasta el momento mi mayor orgullo en este oficio se ha dado fuera del aula: yo enseñé a leer y a escribir a Renata Iberia, mi primera hija. Lo hice sin plan, sin método, sólo por compartir con ella un buen rato antes de que el sueño la venciera. Fue una cotidiana sorpresa ver su evolución; aún no cumplía los cuatro años cuando comenzamos con la rutina casi diaria de aprender las primeras letras frente a una pizarra grande, un pintarrón de medio uso. Escribí, y no borré, el alfabeto en la parte más alta. No comencé con las vocales. Lo primero que logré fue que reconociera todas las letras. Durante esas noches, en aproximadamente media hora diaria, la Ranita vio, en desorden, escritas por mí, todas las letras y aprendió a distinguirlas. Luego, también en desorden, conforme se me ocurrían, le escribí sílabas de dos letras, después de tres. Inmediatamente pasamos a formar palabras y, al final, pequeñas oraciones. Puedo asegurar que mi arbitrario método sirvió para que ella pudiera leer, a los cuatro años, frases como “La casa azul está bonita” o “El elefante es muy grande”. De allí a la lectura de breves párrafos ya no hubo tanto problema.
Pocos meses después, dado su gusto por los libros infantiles, por las películas, por las caricaturas y los noticiarios de la tele, su madre y yo la escuchamos narrar pequeñas historias y luego la invitamos a escribirlas; eran relatos que ella armó con imaginación de niña sin prejuicios, libremente, sólo apoyada a veces en las ideas que obtenía luego de preguntar sin fatiga, como cualquier otro niño, el porqué de todo lo que sus sentidos percibían.
Poco a poco ha ido avanzando, como se puede notar en este libro. De sus primeros relatos —que abarcan apenas un milagroso puñadito de renglones— a los más recientes hay un salto de experiencia; eso se debe a que también procuré hacerle evidente la estructura básica de las historias como las que ella goza en las películas y en los libros: toda fantasía empieza, se desarrolla y termina. Así, con esa mínima receta, Renata Iberia pudo iniciar un camino como creadora de ficciones, como narradora, y ella tendrá que decidir si continúa.
Ya con cierto material reunido, debo añadir, vino el trabajo de corrección en el que procuramos retocar sólo la forma de los relatos, nunca su fondo, para evitar toda pérdida de espontaneidad. Renata Iberia ha crecido entre libros, para ella son objetos habituales y ahora, gracias a esta vivencia literaria, conoce además las implicaciones del trabajo editorial, la emoción y la responsabilidad de publicar sus textos.
No hay, pese a lo que llevo dicho, nada extraordinario en el caso de Renata Iberia. Creo que todos los niños —unos más rápido que otros, pero todos— son capaces de armar sus propios cuentos. Lo que en este caso hicimos su madre y yo sólo fue dedicarle algunos minutos, ofrecerle la computadora y enmendar su ortografía. Lo demás ha sido dejarla en libertad, lograr que se manifieste su imaginación, permitir que sea la niña que ella, por fortuna, todavía es.

Comarca Lagunera
10, abril y 2003

jueves, abril 18, 2013

Un juego imborrable



















Hacía tiempo que no coincidíamos mis hermanos (hombres) con mi padre en el beisbol. Lo hicimos el miércoles 17, ayer. Fuimos los cinco, así que mi padre, lo noté, la pasó feliz, en un ambiente ideal, pues la noche mezclaba el beisbol y la cerveza en un clima no tan caluroso gracias al aire libre. Como nos visitaban los Diablos Rojos del México, una especie de América del beisbol, hubo una muy buena entrada, como de seis mil o siete mil aficionados.
Mientras charlábamos con bromas y risotadas de por medio, mis hermanos y mi padre vimos el desarrollo del partido con insatisfacción, pues los pingos de la capital, una poderosa máquina de hacer carreras, nos pusieron desde muy temprano contra la pared. En la mismísima parte alta de la primera entrada los visitantes nos hicieron tres, y a la mitad del choque ya nos tenían 7 a 2. Por más que Laguna lo intentaba, el picheo rojo mantuvo apagada a la batería de casa, lo que terminó por convertirse en un desfile de roscas color naranja durante varios episodios.
Casi al final, antes del último inning, muchos aficionados se retiraron, seguros de la derrota. Mis hermanos y mi padre nos quedamos. Salvo Luis Rogelio, que siempre sale con locuras, ni mi padre ni yo ni mis otros hermanos abrigábamos esperanzas: Laguna iba a perder, sin duda.
Pero ocurrió un milagro en el estadio de la Revolución. Necesitábamos seis carreras para ganar. Las tribunas semivacías, ya resignadas, esperaban los tres outs finales y tan tan. Eso no fue lo que pasó. Con batazos oportunos, errores y algo de suerte, Laguna anotó tres y el marcador se puso 7 a 5. Nos faltaban otras tres. Siguió el juego, nos hicieron dos outs, pero se llenó la casa y hubo un momento en el que la pizarra mostraba la cuenta llena: tres bolas, dos strikes y dos outs. Eso significaba que en el último lanzamiento se jugaba el milagro. Se necesitaba al menos un doble para empujar las tres carreras, pero también corredores rápidos en la primera y segunda bases. Se dio ese cambio, dos gacelas entraron a correr, por si se daba el batazo anhelado. Y lo increíble sucedió: salió el tablazo hacia el jardín derecho y entraron las tres carreras, lo que sumó seis en esa entrada y la voltereta en la pichada final. Los Diablos Rojos mordieron el polvo.
En la tribuna y en el campo, los de franela naranja celebramos como si de un campeonato se tratara. No era para menos, pues no todos los días se le anotaban seis carreras a los Diablos Rojos en la parte baja de la novena entrada, y no todos los días mi padre tenía juntos a sus hijos en algo que le importa desde siempre: el beisbol.
Sentí alegría, y quise escribirla, para que conste que también, aunque sea muy pocas veces, he visto milagros, en este caso un juego imborrable, junto a mi padre y mis hermanos.

Posdata. Las fotos que encabezan este post son de mi hermano Luis Rogelio. Nótese el brinco de los jugadores al diamante y la pizarra definitiva, histórica. Nótese también la alegría que muestro junto a mi padre y mi llegada oronda y barrigona al estadio de la Revolución.

lunes, abril 15, 2013

Desde fuera














Ese que soy
me levanto temprano
y sigue rutinas
desayuna lo que pueda y me baño
tomo café
y sale a trabajar.

Así todos los días
y en todos lados
mientras despacho pendientes
un estremecimiento lleva al lomo
juega con las palabras
me invaden las ideas como termitas
y se asombra de saber
que ese que soy
es únicamente yo
separado por las paredes de su piel
de todo cuando hay
y sólo estará una vez
aquí
por un ratito
y luego seré nada.

domingo, abril 14, 2013

Sabiduría del bolero














Los más grandes pensadores de la antigüedad sabían perfectamente que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras.

sábado, abril 13, 2013

Estepa del Nazas ya en la red



















El jueves 11 de abril de 2013 fue presentada la digitalización completa de la revista literaria Estepa del Nazas, trabajo que encabezó José Fabela Aldaco con el apoyo de la Dirección Municipal de Cultura de Torreón. Como se sabe, esta publicación es auspiciada desde 1994 por el Teatro Isauro Martínez, y la dirige el maestro Saúl Rosales Carrillo. Estepa del Nazas es la única revista literaria de La Laguna y allí han publicado muchos de los escritores de nuestra región y otros tantos de fuera. Cualquier apoyo a su divulgación es, pues, bienvenido y muy agradecible. Me tocó estar atento a la digitalización y escribí una presentación para la página de inicio. Lo comparto aquí y convido a que vayamos a los ejemplares mediante este enlace.

Presentación    
Estepa del Nazas, revista literaria del Teatro Isauro Martínez, de Torreón, Coahuila, México, fue publicada por primera vez en 1994 y desde entonces se mantiene vigente como la única publicación de su tipo en la comarca lagunera. Su mérito no es pobre, pues ha tenido que sortear etapas difíciles, algunos hiatos, momentos tan complicados que han puesto en peligro su salida en formato de papel.
Sin embargo, gracias sobre todo al empeño de Saúl Rosales Carrillo, su director, y al apoyo institucional del TIM, Estepa del Nazas ha seguido adelante hasta convertirse en el principal recipiente de la obra literaria generada por muchos escritores laguneros (y de escritores no laguneros y no principiantes que gustaron aparecer en sus páginas) cuya producción da una idea clara de lo que se ha trabajado aquí, durante poco más de tres lustros, en los géneros de poesía, cuento y ensayo.
Se trata pues de textos literarios que, por ello, tienen un carácter imperecedero, no completamente sujeto a una coyuntura informativa que los torne inviables como documentos propicios para la lectura. Por tal razón, la Dirección Municipal de Cultura de de la administración municipal 2009-2013 ha pensado en la pertinencia de acercarlos al lector en este soporte digital, para que testimonien una buena parte del estado de la literatura lagunera en un lapso determinado y para que estén al alcance permanente y libre de quien guste aproximarse a ellos en cualquier parte del mundo.
Que este espacio sea, por todo, una puerta más de acceso a la literatura lagunera, una de las literaturas más ricas y sólidas del norte mexicano.

viernes, abril 12, 2013

Kafkianada


Escribiré un libro sobre un hombre mentiroso que de repente se siente cucaracha y comienza a decir la verdad. Lo titularé “La netamorfosis”.

jueves, abril 11, 2013

En trance de polémica


















Leí y reseñé Entredichos, libro de Osvaldo Bayer, en septiembre de 2010, y me dejó una lección poderosa: el mejor terreno del debate, acaso el único verdaderamente útil para confrontar posiciones, es el de la escritura. Cierto que hoy decimos polémica debate y casi en automático pensamos en la tele o en la radiodifusión, en encontronazos de candidatos durante periodos electorales o en mesas (o “paneles”) con politólogos y demás, pero es en la escritura donde las ideas se asientan mejor, donde el margen de improvisación es más pequeño y, por ello, pueden desarrollarse ideas con mayor orden y calado. Hoy, al revisar por motivos de trabajo otro comentario mío sobre Bayer, pasé por Entredichos y se me ocurrió esta breve reflexión sobre algunos entresijos de la polémica escrita.
Ante cualquier debate de este tipo, todos los caminos de la respuesta son potencialmente conflictivos dado que el ánimo está puesto en interpretar lo escrito o lo dicho con indeclinable y (con frecuencia torcida) suspicacia. Doy los tres tipos posibles de respuesta cuando estalla la primera trompada de un Cleto Reyes con lápiz. 

1. No respuesta, silencio: lo que interpreta quien propone el debate o quienes lo siguen (en caso de que sea público) es esto:
A) No respondió porque no tiene argumentos.
B) No respondió porque es un cobarde.
C) No respondió porque es un engreído y se cree superior de antemano.
D) No respondió porque está ocultando algo.
E) No respondió porque está calculando los tiempos y no quiere meterse en líos que pongan en predicamento su comodidad.
F) Una mezcla de todo lo anterior.

2. Respuesta breve: lo que interpreta quien propone el debate o quienes lo siguen (en caso de que sea público) es esto:
A) Responde en dos renglones y cínicamente se escurre por el lado de la brevedad.
B) No toma en serio la discusión.
C) Incurre en irresponsables generalizaciones.
D) Responde como si la respuesta fuera un favor y no una obligación.
E) Una mezcla de todo lo anterior.

3. Respuesta larga: lo que interpreta quien propone el debate o quienes lo siguen (en caso de que sea público) es esto:
A) Tira mucho rollo para adornarse/justificarse.
B) Lo que quiere es exhibir fanfarronamente un supuesto dominio del tema.
C) Cree que enredando con una respuesta larga consigue confundir al enemigo.
D) Se extiende porque es un ocioso y no tiene algo mejor que hacer.
E) Una mezcla de todo lo anterior.

¿Qué hacer ante estas posibles interpretaciones? ¿A quién le damos gusto? En mi caso, y con el riesgo de ser malinterpretado, en toda polémica elijo la tercera opción, la respuesta larga, pues además de ser (o creer ser) escritor, creo que una carta de saludo amistoso puede ser escrita con un "hola" y un "adiós", mientras que, al contrario, una carta aclaratoria o de debate debe tratar de avanzar muy detalladamente aunque padezca el riesgo de extenderse y hasta enredarse. Es preferible, por ello, ser luego criticado por exceso y no por falta, que quede mucha evidencia sobre la mesa y no silencio o parquedad, lo que se presta a interpretaciones que no zanjan absolutamente nada y sólo terminan atizando más la suspicacia.

Quince años después











Mañana saldré a la calle y me sentiré raro. La gente dirá: "Mira, ese güey es cementero, qué envidia".

lunes, abril 08, 2013

Picasso: un decaloguista del arte moderno




















Hace como diez años, en el aniversario treinta de la muerte de Picasso, publiqué este textito en Acequias, revista de la Universidad Iberoamericana Torreón. Creo que no lo refritee en otro lado, así que ésta es la segunda vez que lo propalo. Aprovecho, claro, el aniversario cuarenta, hoy, de la muerte de quien considero el papá de los pollitos en el arte del siglo XX. Suena a lugar común, pero no lo es. Se trata simplemente de una opinión generalizada, de un parecer casi unánime en torno al genio malagueño y saleroso.

Picasso: un decaloguista del arte moderno

Jaime Muñoz Vargas

En la historia del siglo xx acaso no hay un artista más emblemático que Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso. Se puede afirmar (sin miedo a incurrir en hipérboles descabelladas) que el pintor malagueño sintetiza mejor que ningún otro los afanes y los logros del arte contemporáneo. Si el arco de su vida —abierto en 1881 y cerrado hace treinta años, en 1973— cubre la mayor parte de la pasada centuria, el arco de su obra representa cabalmente, y con genial esplendidez, la “estrategia lingüística globalizadora”, la nueva gramática global de la que nos habla Subirats.
Proponer a Picasso como el summum del arte moderno es demasiado simplista, ciertamente, pero es por medio de esas síntesis como establece sus primeras coordenadas el estudio de las corrientes estéticas. ¿Hay un autor más paradigmático que Góngora para compendiar el barroco literario español? ¿Hay un realizador más significativo que Buñuel para perfilar al cine surrealista? ¿Alguien puede competir contra Hugo si queremos resaltar a la figura más sobresaliente del romanticismo francés? La vida y la obra de Picasso son, para el caso, suma y espejo de modernidad, ruta indispensable para acceder al conocimiento de la actitud creativa asumida por los artistas del xx.
Si el autor del Guernica es eso, entonces podemos repensar su propuesta como clave. Para comprender a Picasso, y al mismo tiempo las nociones básicas del arte vigesimista, se puede observar la secuencia de sus obras; puesto que se trata de un pintor, hacer eso es lo más indicado. Pero hay otra puerta de acceso, siquiera una rendija, a Pablo Ruiz: la que se nos abre tras la lectura de sus declaraciones. En ellas está condensada la visión de Picasso y es posible convertirlas en un decálogo que abraza —a veces ceñidamente y a veces no tanto— a buena parte de los protagonistas del arte moderno. Tal es el propósito de este acercamiento, espigar las palabras del malagueño y convertirlas casi en tabla mosaica de quienes renovaron y dieron vida a la pintura del siglo recién ido.
En Picasso, poemas y declaraciones (México, Darro y Genil, 1944), nuestro artista vuelca una serie de opiniones que acusan un sentido conglobador, sintético. Habla de su experiencia personal, en efecto, pero dicha experiencia irradia su luz hacia múltiples destinos y parece que está hablando, con o sin permiso, por la tribu entera, por Gris, por Braque, por Mondrian, por Grosz, por tantos otros. He aquí, mirada a vuelatecla, una tentativa de decálogo picasseano:
1. No buscar, sino encontrar. Se opone aquí a la cristalización del arte por medio de pesquisas deliberadas o de investigación. Para Picasso, la búsqueda no es nada en sí misma, pues cualquiera puede tener esa voluntad. El éxito del arte, entonces, radica no en la exploración, sino en el hallazgo de las nuevas rutas de navegación. “Lo que cuenta es lo que se hace y no lo que se tenía la intención de hacer”, dice.
2. El artista miente, pero dice la verdad. Picasso entiende la palabra arte como fingimiento, como mentira o subjetivación de lo real. Éste es uno de los puntos caros a la retórica del artista contemporáneo, pues gravita, llevado a sus consecuencias últimas, en el resultado del arte moderno: la abstracción de la realidad, la demolición del modelo comúnmente llamado figurativo. “Me gustaría saber si alguien ha visto una obra de arte natural”, señala con ironía. Por supuesto que no, nadie la ha visto, dado que la naturaleza es naturaleza y el arte es arte. De allí parte, pues, la noción del producto artístico como mentira, una mentira que en sus pliegues esconde el rostro de la verdad.
3. El arte no evoluciona. Picasso contradice radicalmente la idea de evolución artística. “Para mí no hay en el arte ni pasado ni futuro. Si una obra de arte no puede vivir siempre en el presente no se la debe tomar en consideración”. Contrapone a la idea de evolución la de realización. Dependiendo de cada época, de cada caldo de cultivo, el arte producido queda peor o mejor realizado, y de allí su eternización, su perdurable presentismo. “Si se pudiera expresar gráficamente la historia del arte como en una tabla de las que usan las enfermeras para anotar los cambios de temperatura del enfermo, se vería el mismo perfil montañoso, prueba de que en el arte no hay progreso ascendente, sino alzas y bajas que pueden ocurrir en cualquier momento. Lo mismo sucede con la obra del artista individual”.
4. La pintura es, indefectiblemente, dibujo, composición y color. Moderna o antigua, la pintura es dibujo, composición y color. En el caso del cubismo, como en el de cualquier otra escuela, observa Picasso, se han usado esos elementos pero con diferentes temas, “pues hemos introducido (...) objetos y formas enteramente ignorados. Hemos abierto la mente a lo que nos rodea”.
5. El arte se construye con caprichos. La cristalización de una obra de arte no depende de la preconcepción sino del capricho. Terminar un cuadro, pues, es una sorpresa, una inesperada revelación. “Un cuadro no se proyecta ni se decide de antemano. Al hacerse, va cambiando a la par que nuestras ideas. Y cuando se termina sigue cambiando según el estado de ánimo del que lo mire”.
6. El arte abstracto no existe. La abstracción pura es imposible, dado que el punto de partida siempre será un referente que, trabajado por la mano del artista en un proceso de supresión-adición de elementos que borren la realidad, dejará de todos modos una huella de lo que fue al comienzo. “No existe el arte abstracto. Hay que comenzar siempre con algo y después se pueden quitar todas las huellas de realidad. Entonces ya no hay peligro, porque la idea del objeto habrá dejado una marca indeleble”.
7. La pintura está hecha de figuras. Para Picasso no hay arte “figurativo” ni arte “no figurativo”, pues toda la pintura se crea con figuras. Una persona, un árbol, es una figura tanto como lo pueden ser un círculo y un triángulo. Cuando una figura ha perdido su nexo con el referente lo único que hace es abreviar el camino hacia su impresión en la mente.
8. Todo objeto es materia del arte. No existen objetos de primera ni objetos de segunda. Todo, absolutamente todo entra o debe entrar en arte con el mismo valor: el cielo, la tierra, un pedazo de papel, una telaraña, lo grande y lo pequeño, todo puede ser motivo del arte.
9. No existe entrenamiento académico para la belleza. El arte no se rige por un canon, sino por lo que el instinto y el cerebro son capaces de trazar.
10. El arte no se comprende. El valor del arte no radica en la comprensión, sino en la emoción inexplicable que produce. “Todo el mundo quiere comprender el arte. ¿Por qué no tratan de comprender el canto de un pájaro? ¿Por qué amamos la noche, las flores y todo lo que nos rodea sin tratar de comprenderlo? Pero si se trata de un cuadro, todos tienen que comprender”.
He allí, sucintamente expuesto, un decálogo del arte moderno, con todo lo que tenga de incompleto y perfectible. Con respecto de dicho decálogo se podrán destacar, insistimos, coincidencias o disidencias de un cuadro a otro, de un pintor a otro, y como ejemplo de esa síntesis picasseana podemos tomar un cuadro de Juan Gris (Le taureangeau, por ejemplo) para verificar que le son aplicables todas o casi todas las ideas del pintor andaluz. En lo que sí podemos estar totalmente de acuerdo es en que el genio de Picasso comprendió la esencia del nuevo arte y por ello desató, como bien sabemos, la revolución pictórica más importante de los tiempos modernos.
A treinta años de su muerte (Mougins, Francia, 8 de abril de 1973) el pintor malagueño sigue tan vivo que cuando uno recorre sus obras emana la impresión (releamos el punto tres del hipotético decálogo) de que cada día pinta mejor.