sábado, junio 07, 2014

La "joie de vivre" en la antojable Colección Versus




















Parece que en La Laguna tenemos todo a la mano, pero no. En libros, por ejemplo, nos llega un porcentaje bajo de novedades si lo comparamos con la producción habitual que circula en las grandes urbes del país, como México y Guadalajara. Así pues, quienes en verdad sí acostumbran deambular por nuestras librerías suelen resignarse a esa limitación y por eso aprovechan cualquier viaje para surtirse de lo que aquí no hay. Esta desventaja, sin embargo, no es tan grave como parece, porque no hay poder adquisitivo ni tiempo disponible para despachar todo lo que a diario se publica, así que el goteo editorial que acá se da no es en el fondo del todo ingrato.
La Colección Versus es una de las series recientes cuyo catálogo se me antoja completito, pero lamentablemente sólo he encontrado un par de títulos. Se trata de libros en formato de bolsillo (tamaño cuarto de oficio, más o menos), de bajo número de páginas y portadas fenomenales, muy creativas, como se ve en la imagen que acompaña esta reseña. Tal vez debido a mi gusto por el box y la lucha libre sobrepondero el estridente encanto del diseño en los forros, pues cada título parece cartel antiguo de función barriobajera. El trabajo editorial es de Tumbona, que a mi juicio ha encontrado en esta aparentemente modesta serie una veta harto interesante de trabajo.
Si la fachada, a mi parecer, es bellísima, el contenido no le va a la zaga en calidad. El propósito de la colección es ofrecer en cada título uno o varios ensayos con actitud casi pugilística, de ahí el rijoso diseño de las portadas y el nombre Versus para todo el contingente. Según la segunda solapa que tengo a la mano, llevan doce títulos publicados; entre otros, Contra la originalidad (Jonathan Lethem), Contra la tele-visión (Heriberto Yépez), Contra el amor (Laura Kipnis), Contra los poetas (Witold Gombrowics), Contra las buenas intenciones (Hans Ulrich Gumbrecht / Antonio Ortuño) y Contra los no fumadores (Richard Klein). En La Laguna sólo he encontrado dos: el número 9, Contra la vida activa, de Rafael Lemus, y Contra la alegría de vivir, de Phillip Lopate (Nueva York, 1943), que aquí comento.
Dije que son libros breves, de no más de cincuenta páginas por entrega. En ese puñado de papel, empero, debe caber toda la dinamita que sea posible. Contra la alegría de vivir, el primer título de la tanda, es un alegato contra la idea de que se puede alcanzar un estado de felicidad sostenido, casi puro, de permanente éxtasis. Lopate narra (su ensayo tiene mucho de crónica-memoria) sus experiencias en relación con la búsqueda y la consecución del placer y advierte que en todos los casos hay un inevitable y triste fin: que el individuo feliz, o supuestamente feliz, se tope una y otra vez contra las miserias del presente, contra las necesidades que inexorablemente tocan a la puerta de todo el que está gozando, pues “el presente siempre se las arregla para entrometerse”.
Lopate encuentra desgarrador, por ejemplo, lo que sucede con los viejos tercos en mantenerse atados a la joie de vivre (la anécdota del señor Vartas es espléndida); también, hace una amena diatriba sobre las dulces charlas de sobremesas donde se reúne gente que apenas se conoce y asiste bien dispuesta al elogio gastronómico, o se ríe de sí mismo (Lopate de Lopate, quiero decir) en el apartado donde explora su accidentada vida sexual, ese ingrediente de la vida que constituye la presunta y a veces no tan afortunada fuente principal del goce.
La lectura de Contra la alegría de vivir depara, además del tono socarrón en la crónica-memoria de Lopate, un buen número de frases sentenciosas, casi aforísticas, útiles para sofocar cualquier abuso del optimismo. Por ejemplo, éstas sobre las charlas en las reuniones: “La conversación en los convites es de un calibre mental entumecedor”. “El parloteo en los convites es el equivalente comunicativo a dar un paseo por los centros comerciales”. Al abordar el tema de los defensores a ultranza de la alegría de vivir, Lopate destaca que más bien se trata de depresivos conversos, y les lanza estos dardos: “Todas esas personas sentadas alrededor de una alberca, bebiendo margaritas, no están realmente contentas, están deprimidas”; “me siento atraído hacia las personas deprimidas porque parecen saber algo que yo no sé”; “las personas deprimidas podrían tener una visión del mundo más realista y perspicaz”; “de entre los deprimidos salen los más rabiosos conversos a la joie de vivre”.
¿Hay ideas debatibles en el texto de Lopate? Sí, muchas, pero tal es, creo, el propósito de este ensayo y de todos los que forman la Colección Versus: irritar, remover, despertar, infundir vitamina al lánguido aspecto del pensamiento amaestrado desde los medios. En el caso de la alegría de vivir, el autor aterriza en dos aforismos que no puedo no citar: “Conocer el éxtasis es envenenar la vida entera”, y este otro, una pregunta con fulminante respuesta inmediata: “¿Hay alguna técnica del hedonismo que prolongue al infinito el plazo del éxtasis? No lo creo”.
La traducción (en un agradecible español mexicano que por allí usa, incluso, el verbo “arrejuntar”) es de Julián Etienne y Pablo Duarte, directores, por cierto, de la muy recomendable Colección Versus.

Contra la alegría de vivir, Phillip Lopate, Tumbona Ediciones (Colección Versus No. 1), México, 2009, 47 pp.