jueves, octubre 18, 2012

Imposibilidad de tirar aceite














Los temas nos encuentran. Estaba en la Plaza Mayor de Torreón en espera de un concierto y unas risas cercanas llamaron mi atención. Era un grupo de adolescentes con uniforme escolar, de  secundaria oficial: siete mujeres y un solo hombre. Lo que pronto me asombró fue que el chico no se amilanaba, que las hiciera reír y que todas parecieran maravilladas ante el joven gavilán pollero. No era un puberto bien parecido, pero se desenvolvía con total seguridad, dueño del corro que le festejaba hasta la manera de pararse. Tras esa escena recordé la envidia tonta que sentimos en aquella edad por los compañeros que no batallan para ganar la simpatía de las muchachas, de las nenas que mirábamos de lejos los inoperantes, los desprovistos de armas, de rollo, de buen humor, de todo lo que servía para desenvolverse y dar el ancho en el ámbito de la galanura. En fin. Muchos pasamos por eso. Luego el tiempo nos asilenció, nos enseñó que hay, tal vez, otras virtudes, o quizá que el apocamiento no es un defecto tan grande. El caso es que sobrevivimos a la juventud, y un día, ya rucos, sonreímos ante aquellos deseos que por insatisfechos nos hicieron sufrir y ahora nos arrancan una sonrisa con la que expresamos nuestra comprensión al pobre pendejín que irremediablemente fuimos.
Me salió pues esta crónica versificada gracias al recuerdo, que suele ser creativo. No la tomen en serio. Es nomás un desahogo sintáctico.

Imposibilidad de tirar aceite

Siempre quise tirar aceite
ser el gandalla de chicas en la escuela
el alma de las fiestas
el mejor en el baile
y el más suelto para tirar madrazos.

Quise caminar chingoncillo por los parques
silbar las de los Doors con el viento en contra
un tabaquito oculto en el cuenco de la mano
y el escupitajo mamón a flor de jeta
es decir
quise ser dueño del mundo
no tener miedo al destino
ni a los perros
que suelen humillar al heroico navegante de las calles.

Pero ya ven
uno llega a la vida y va aceptando
primero a ciegas, sin saber nada de nada
luego un poco más claramente
que no todos somos iguales
que a unos les toca ser esto
a otros aquello
y a mí me tocó la timidez
el perfil bajo
el gusto por la soledad
el diálogo con el silencio
todo lo que no da para tirar aceite
ni dárselas de muy acá
de muy muy
ustedes saben.

Lo mío fue construir alguna amistad a punta de palabras
jugar futbol en el anonimato asfáltico
descubrir el diálogo del libro en el desierto
escribir, hasta la fecha, con absoluta falta de confianza
y sacar con sacacorchos el amor, lo más difícil.

No me alegra, no me entristece ese destino.
Es el mío y no sirvió para tirar aceite
ni para ser, como ya dije
el mero mero gandalla de chicas en la escuela.

Quedo tranquilo de saber
sin embargo, sin embargo
así sea vagamente
más o menos
qué fui
qué sigo siendo
y ya sin duda qué seré.