sábado, noviembre 27, 2010

Carne de altos vuelos



Contra lo que ha dicho un locutor aguafiestas, creo que el sexicalentario con las aeromozas de Mexicana de Aviación será un éxito (¿tendrá que ver algo el éxito con el excito?). Basta ver las microfotos que circulan en la red para augurar la mejor de las ventas a ese documento que tal vez haga escuela en la historia de los pósters para vulka. A ojo de buen chaquetero, se nota que hay calidad en ese producto cocinado un poco al vapor, pero sin duda original no tanto por su flanco mercantil, sino porque reinstala la atención de muchos en el conflicto que libran los trabajadores de la aerolínea, sin duda injusto para ellos.
Con el calentario aprovecharán el vuelo que tomó, como noticia, la paradójica suspensión de vuelos. El antecedente más cercano que puedo encontrar sobre la relación entre conflicto social y mostración de cuerpos está en la lucha del Movimiento de los 400 Pueblos. Como bien sabemos, los indígenas desfilaron muchos años totalmente en pelotas; se presentaban como Huitzilopochtli los trajo al mundo en calles, monumentos y espacios políticos del DF y a punta de streep teases consiguieron pasar a la historia como uno de los grupos más creativos en los anales capitalinos de la movilización popular. Ahora, toda proporción guardada porque las aeromozas, sé que el sexicalentario será bien recibido por la raza sinquihacer de este país. ¿Por qué lo aseguro así, tan categóricamente? Porque creo conocer el imaginario de la perrada mexicana, sobre todo de quienes nacieron en una época, los sesenta-setenta, en la que sólo volaban en avión los muy muy muy platudos, quienes de veras tenían buena cartera. Ahora pasa casi lo mismo: los vuelos en México son caros, pero hay otro factor, acaso más importante que el anterior: gracias a la globalización y al internet se ha desinflado el mito de la aeromoza como sinónimo de mujer superchachonda. Hace tres o cuatro décadas, no lo olvido pues fui adolescente por aquellos años, decir “aeromoza” era casi describir a una mujer bellísima, voluptuosa, aventada, con criterios sexuales cosmopolitas. No sé cuántas películas y revistas de todas las calidades circulaban en el bajo mundo de la hormona hambrienta; las imágenes, unas veces sí y otras también, vinculaban a las modelos (por llamarles de algún modo) con el mundo de las aeronaves. Había de todo; desde las muy light en las que posaban con lencería bien acá, hasta las que mostraban chicas a todo fragor en amalgamas corporales supuestamente realizadas en pleno vuelo. No recuerdo alguna, pero seguramente vi o supe de diez o veinte o treinta películas en las que el mundo de las azafatas era retratado para regocijo de los machos mexicanos babeantes ante la pura insinuación de la palabra “aeromoza”.
Por eso creo que el calentario correrá con buena suerte. De hecho, ya la está teniendo, pues parece que el Playboy región 4 ya explora la posibilidad de contratar los servicios de una o varias de las participantes en el primer experimento. Ante las críticas sobre denigración del oficio, la aeromoza “diciembre” señaló: “Por el contrario, estamos trabajando por una causa que es la de apoyar a nuestros compañeros ante una necesidad luego de habernos quedado sin trabajo desde agosto”. La estrategia no es la más ortodoxa, pero no parece lejana al propósito de recuperar la atención de los mexicanos, pues sabido es que ningún problema sobrevive (menos si es del “aburrido” tema laboral) en el contexto mediático. De hecho, cuando empresas o gobiernos proceden con las patas y saben que detonarán un conflicto que se derramará en el periodismo, confían en que pronto se apague en razón del cansancio público.
Según la información, el calentario ha levantado ampolla y se instaló de golpe en la cima del interés mediático. Tanto así que “Este fin de semana, luego de la presentación oficial (…) tendrán presentaciones por centros de diversión del Distrito Federal, para luego viajar a continuar la promoción y venta en Monterrey, Guadalajara, Acapulco, Querétaro y Pachuca”. Las chicas no son modelos, pero muestran bien su aspecto, digamos, “convencional”. Algunas lucen hasta “llenitas”, pero es innegable que el trabajo general empata bien con otros productos de su tipo. No son fotos de Cartier-Bresson, pero tampoco de la regiomontana a la que le gustaba andar de pelo suelto. O sea, un buen producto para regalar a los cuates en esta navidad. Carne, literalmente hablando, de altos vuelos.