miércoles, octubre 06, 2010

Hambre del Nobel



Por estos días los académicos de Suecia debaten sobre el próximo ganador del premio Nobel de literatura, el 2010. Siempre lo descubren durante los primeros de octubre y no falta pues que en los días previos se vaya calentando el ambiente y algunos hasta apuesten para convertir el acontecimiento en una lotería. La inminencia del nuevo Nobel literario lleva a pensar en algunas atrocidades perpetradas en Suecia; una de las peores, el premio que nunca le dieron a Reyes y el que todavía no le dan, también injustamente, a Vargas Llosa, por citar dos casos importantes de latinoamericanos que les dan ochenta vueltas a muchos escritores europeos con Nobel en la bolsa.
Ahora bien, se sabe poco que cualquiera puede postularse al Nobel de literatura o ser postulado por familiares o amigos. Yo supe del caso, psiquiátrico, por supuesto, de un escritor lagunero que alguna vez mandó sus papeles a Estocolmo con la esperanza de que lo consideraran por lo menos candidato. Creo que logró su propósito, alcanzó a ser candidato aunque con una posibilidad entre doscientos millones de agenciarse la presea. Eso sí, de Suecia le enviaron un acuse de recibo y con eso nuestro querido personaje se sintió inquilino del Parnaso.
Sobre este tema hay un libro; su título es Hambre de Nobel y su autor es Lukas Salander, un periodista tal vez de origen sueco que en algún momento tuvo acceso a los archivos de la Academia. Lo extraño es que a este curioso sabueso de la información no le importaron los nombres relevantes, sino aquellos escritores de octava o novena o décima o vigésima categoría que, ilusionados, encomendaron a sus familiares o amigos el envío de la postulación. Las cartas son conmovedoras, pues reflejan el deseo legítimo de gloria que alguna vez tuvieron escritores despojados de talento pero no de ambición. Todas las misivas están archivadas en el expediente “Postulaciones al margen”.
Como describe Salander, en toda propuesta hay una carta que pinta de gigante al escritor que anhela el Nobel. Es probable que algunas de esas misivas hayan sido escritas por el propio aspirante a la candidatura, pero es lo de menos. Lo significativo es el tono de las cartas, la manera en la que son presentados los blasones, la enternecedora enumeración de méritos literarios. Salander sabía que su libro valía en función de ese detalle, por eso las largas citas textuales de las cartas. No estorba ahora traer algunos ejemplos:
De la ciudad de Thaba-Tseka, en Lesoto, el poeta Klpmufa Zcucoo es presentado como autor de tres libros: Pradera oeste: las entrañas del león; Viento que arrecia y ¡Booka-Booka!, donde este creador evidencia, según expone la carta, un recio aliento artístico para captar los detalles más sutiles de la belleza geográfica lesotense y de la fiera catadura de su fauna. El poeta, sigue la carta, ha perdido todos sus miembros en su búsqueda de la hermosura, pues se ha internado en la selva sólo provisto de lápiz y papel.
Originario de un lugar ubicado cerca del Monte Suculento de Madagascar, del dramaturgo Ug Aghuaguha se expone que domina ampliamente la composición de obras en un acto cuya principal característica es que cada una dura sólo un minuto. Eso no es lo difícil, acepta el postulante, sino haber escrito ya 7800 obras, con lo cual Aghuaguha es, sin duda, el autor más prolífico del mundo en materia de dramaturgia.
Nativo del condado húngaro de Jáz-Nagykun-Szolnok, la carta sobre el narrador y ensayista magiar Ányos Eötvös asegura que es el escritor menos adaptado del mundo para convivir en sociedad, pues desde hace cincuenta años no ha salido de una mísera buhardilla. Paradójicamente, Eötvös es autor de quince grandes novelas (“deudoras de Balzac”, señala la carta) donde se advierte un profundo conocimiento de la naturaleza humana y su manera de relacionarse en sociedad. Según incomprobables cómputos, son aproximadamente dos mil los diferentes personajes que deambulan en la obra de este torrencial escritor centroeuropeo.
Proveniente de Buenos Aires, el caso de un escritor llamado Jorge Luis Borges es presentado casi con ironía; según el redactor de la carta, este talentoso escritor sudamericano destaca por la agudeza de sus observaciones y por su depurada y renovadora prosa. Obsesivo del tiempo, del infinito y otros problemas filosóficos, la carta señala que el tal Borges no sabe de la postulación, pero que de seguro le encantaría ganar el Nobel, aunque en realidad no se hace muchas ilusiones, “pues uno de los temas que más ha fatigado es precisamente la desesperanza”.