jueves, enero 29, 2009

Cuernavaca sin piojos



Hace casi diez años publiqué una novela a la que definí, sin eco, como neopicaresca. Ni mi novela ni mi etiqueta importan, pero creo que sí es atendible la noción que esconden: que la picaresca, esa forma de vida que tan bien fue retratada por el Lazarillo y el Buscón, está en la esencia de los países que, como el nuestro, cierran oportunidades y no dejan más destino al hombre que la vida de lazarillos y buscones, de pícaros en el sentido no jocosito de la palabra.
He dicho además, y he aquí una propuesta que puede sonar agresiva o peregrina, que la picaresca no es privativa, en México, de la población más desfavorecida en lo económico, dicho esto con un eufemismo de los que tanto gustan para no hablar demagógicamente de pobres. En efecto, hay pícaros por doquier, y si algo heredamos del coloniaje español, además de la lengua y el credo mayoritario, fue esa esencia de buscones que desde cualquier clase social nos movemos como cucarachas para ver en dónde hay. Es una noción, claro, pero sospecho que no anda muy lejos de la verdad. Si es así, los hombres y mujeres de lazarillesca vida están en todas partes, no nomás abajo. Hay Lazarillos no sólo en Tormes, sino también arriba, y a veces muy arriba. Basta ver lo que hacen los partidos y los grupos empresariales: se mueven con instinto de buscones cada que asoma una elección, para ver qué ruñen. Pensemos, por ejemplo, en cualquiera de los líderes de los partidos en la Cámara: ¿a poco no los imaginamos siempre con una cara (la de las entrevistas) y otra muy distinta en el espacio privado, donde todo el día se las ingenian, como buenos pícaros de Quevedo, para ver cómo se van haciendo del hueso que les depara el porvenir electoral? En el fondo, abundamos los pícaros, por no decir que todos lo somos en este país atiborrado de guzmanes alfaraches.
Tuve que echarme toda la prefación anterior por lo delicado del asunto que describe la nota que leí ayer, esa que trata de cómo los mendigos, los discapacitados y otros pobres de semejante ralea tienen ya oficialmente prohibido ofrecer sus nada elegantes servicios a riesgo de ser arrestados y multados por la autoridad, todo “legalmente” asentado en el Bando de Policía y Buen Gobierno de la ciudad de Cuernavaca gobernada por Jesús Giles Sánchez, de extracción panista.
Con la mano en la cintura, es decir, muy lejos del corazón y más lejos todavía de la mente, los regidores de aquel ayuntamiento decidieron cortar de raíz el problema de la fauna pobretona que hace de las calles y de los trabajitos rústicos un modo de vida. Así, franeleros, chicleros, limpiabrisas, maromeros, similares y conexos serán “invitados” por la autoridad a que abandonen esas prácticas horribles y a veces intimidantes. Si no lo hicieren, la patria no se los demandará, pero sí irán al botellón y deberán pagar una multa, para lo cual tendrán que trabajar en algo digno. En síntesis, el ayuntamiento de Cuernavaca ha dado un paso histórico: acabar con el subsubsubempleo y la mendicidad por medio de un bando. Sin duda son muy inteligentes.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Atrocidades lingüísticas”, va: Los políticos y los administradores son pozos de creatividad. En un noticiero matutino oí que algunos personajes relacionados con el mundo financiero hablaban de “bancarizar”; se referían con ese monstruoso neologismo, creo, a la apertura de más sucursales. Siempre que oigo un verbo de esa calaña (fotocredencializar, implementar…) pienso en su conjugación: yo bancarizo, tú bancarizas… vosotros bancarizáis. Espantoso. Otro caso es el de la palabra “tema”. Los políticos ahora abusan de ella, y dicen disparates: “Hemos puesto mucha atención al tema de la salud y de la seguridad”, y eso significa que no les importa ni la salud ni la educación, sino la discusión en abstracto de esos asuntos, es decir, los “temas”.

miércoles, enero 28, 2009

Una lagunera universal



Sonará raro, casi como frase de Lewis Carroll, pero escribo esto a las cinco de la tarde de ayer. Dentro de tres horas, pues, tendré el gusto de ser uno más de los escritores laguneros que con el auspicio del Icocult Laguna configuramos una especie de polifónico homenaje para Enriqueta Ochoa. Sé que nos irá (a esta hora: nos fue) bien, pues hubo muchas confirmaciones de asistencia y beneplácito. Coordinar esta presentación/lectura ha sido un desafío sobre todo por la brevedad del lapso disponible para invitar, recibir, ordenar, revisar, editar, imprimir y difundir lo que al final es una publicación titulada Coral para Enriqueta Ochoa. Aunque modesta en su formato y en sus materiales, no quedó mal. Su calidad se basa, creo, en la inteligencia de su contenido, en el admirado afecto que varios escritores laguneros comunican en torno a la figura de nuestra máxima escritora (y aquí advierto, como Gerardo Monroy, que digo “escritora” sólo por respeto a la concordancia gramatical, pues doña Enriqueta es el máximo exponente de las letras laguneras, hombre o mujer).
Me complace mucho, pues, haber participado en este homenaje. Admiro y felicito la gentileza de mis colegas Angélica López Gándara, Antonio Álvarez Mesta, Daniel Lomas, Daniel Maldonado, Édgar Salinas, Enrique Sada, Fernando Martínez Sánchez, Frino, Gerardo de Jesús Monroy, Ivonne G. Ledesma, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Julio César Félix, Luis Azpe Pico, Magdalena Madero, Nadia Contreras, Paulo Gaytán, Rosa Gámez Reyes Retana, Saúl Rosales Carrillo y Vicente Alfonso, quienes se sumaron al coro aclamatorio. El libro, cuya distribución fue gratuita, está disponible en el Icocult Laguna, aunque su consecución depende de la terminación del tiraje.
Comparto mi prólogo, que espero pique el interés del lector: “Su mejor homenaje lo organizará el tiempo. Cuando pasen los años, cuando muchas décadas terminen siendo arena, su obra permanecerá incólume, tan viva que parecerá siempre recién escrita. Tal es el destino de los grandes escritores: hallar las palabras justas, aquellas que en el futuro seguirán resonando como cascada sobre el pecho de la piedra. Es poco lo que podemos hacer, entonces, para homenajear a una escritora con brillos de eternidad como Enriqueta Ochoa. Sin embargo, algunos escritores laguneros o avecindados en la comarca que la vio nacer al mundo y a la poesía —que en su caso eran lo mismo—, le obsequian aquí una evocación múltiple, un ramo de palabras rojas y amarillas y púrpuras que quizá en el porvenir se encuentren con las muchas que ella nos dejó, y entonces se entrelacen.
Los textos que reúne Coral para Enriqueta Ochoa tienen, más allá de su evidente calidad literaria, el gesto de la sincera admiración/consternación. Tan pronto como supimos la noticia de su partida, convocamos a tantos escritores laguneros como nos fue posible; la respuesta, por fortuna, fue inmediata y numerosa. No hubo tiempo entonces para regresar demasiado sobre lo ya escrito. Los poemas y los acercamientos en prosa que aquí convergen son, por ello, una expresión emotiva más que una gélida forma de manifestar el cariño que guardamos por la figura de quien es, sin regateo, nuestra Poeta. En menos de un mes emprendimos el acopio de las obras, luego les dimos acomodo y así, todavía con el dolor entero y sin fisuras, mandamos a la estampa estas páginas que son testimonio de luto, sí, pero también de convivencia festiva a la que varios escritores del Nazas acudimos con un regalo hecho de fe en la bondad de la literatura. Sabemos que no hay tributo suficiente para alguien que con la frente y el corazón honestos, como los de Enriqueta Ochoa, trazó una obra de tan elevados registros técnicos y espirituales. Que sea pues nuestra modesta palabra —la palabra de sus coterráneos— un paso más hacia la espléndida presencia de quien ya es, por qué no afirmarlo con el adjetivo que mejor le calza, una lagunera universal”.

lunes, enero 26, 2009

Boletín, martes 27 de enero de 2009



Varios escritores laguneros —por nacimiento o radicación— colaboraron para confeccionar el libro Coral para Enriqueta Ochoa, obra que será presentada el próximo 27 de enero a las 20:00 horas en el Icocult Laguna.
Como se sabe, la poeta torreonense murió a principios de diciembre de 2008 en la ciudad de México. Tenía 80 años y algunos meses antes gozó la fortuna de recibir un merecido homenaje nacional organizado en la capital del país. Asimismo, la editorial mexicana de mayor importancia, el Fondo de Cultura Económica, publicó su obra completa en un libro titulado Poesía reunida, lo que constituye sin duda el hito bibliográfico más importante que un lagunero haya marcado en la historia de las letras mexicanas.
Tras la muerte de la poeta se han sucedido diversos homenajes, y el Icocult Laguna ha querido sumarse a esos aplausos con una actividad que empata con el hacer de Enriqueta Ochoa: publicar un libro. Aunque pequeño en sus dimensiones, Coral para Enriqueta Ochoa contiene textos que evidencian el respeto, la admiración y el afecto que varios escritores de La Laguna tienen por la autora de Retorno de Electra.
La compilación, el prólogo y el cuidado de la edición correspondieron a Jaime Muñoz Vargas, asesor del área literaria en el Icocult Laguna. Los autores que colaboraron, con poemas o textos en prosa, son Angélica López Gándara, Antonio Álvarez Mesta, Daniel Lomas, Daniel Maldonado, Édgar Salinas, Enrique Sada, Fernando Martínez Sánchez, Frino, Gerardo de Jesús Monroy, Ivonne G. Ledesma, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Julio César Félix, Luis Azpe Pico, Magdalena Madero, Nadia Contreras, Paulo Gaytán, Rosa Gámez Reyes Retana, Saúl Rosales Carrillo y Vicente Alfonso. La entrada es libre. Habrá brindis.

domingo, enero 25, 2009

Villaurrutia para Castañón



No olvidaré jamás la conferencia que en noviembre de 2008 dio en Torreón el maestro Adolfo Castañón sobre Manuel José Othón. Para seguir con las rimas en “ón”, no olvido aquella charla por su erudición y, además, por culpa de un avión. Efectivamente, al final de la conferencia recibí una llamada en el celular: un amigo me informaba que el avión en el que viajaba Juan Camilo Mouriño se desplomó en la Ciudad de México. Todos, creo, solemos asociar ese tipo de noticias con el lugar en el que nos encontrábamos, y cuando ocurrió aquel accidente (o lo que haya sido) yo estaba en el Museo Arocena como anfitrión del maestro Castañón, quien dictó cátedra sobre el poeta potosino.
Todavía desconcertado por la noticia, fui a cenar con el visitante, quien con curiosidad me preguntó si era cierto que la gente en La Laguna había aplaudido la llegada del agua al lecho del río Nazas. Le dije que sí, lo que le pareció memorable. Tuve la suerte de conversar un rato con él, de enterarme de sus proyectos, de su trabajo en la Academia Mexicana de la Lengua y de sus entrevistas a científicos para el canal de la UNAM. Con gran generosidad me regaló como cinco de sus libros, y cuando nos despedimos quiso que yo también le diera algunas de mis publicaciones. En general, nunca enjareto ninguna de mis (s)obras a nuestros visitantes, pues la mayoría viven sobreocupados con lecturas y escrituras inagotables y no tendrían demasiado tiempo para consumir lo de uno. Con el tiempo he comprendido que es de mejor gusto no regalarles eso a menos que lo pidan. Como tal fue el caso, le di tres o cuatro títulos y quedamos en escribirnos por mail.
No puedo presumir su amistad, sin embargo; a lo mucho digo que nos conocemos y que logramos cruzar algunas palabras amistosas, como ésas que le envié hace una semana, cuando supe que recién había ganado el premio Xavier Villaurrutia. Me contestó con agradecimiento. Días antes, al enterarse de que hace años entrevisté vía telefónica a Juan Goytisolo, me mandó un ensayo sobre el narrador español. Me gusta el registro siempre culto de sus textos, un estilo que empata con su personalidad: Castañón es un escritor que trabaja sin aspavientos, que lee, escribe y publica al margen de los temas que atraen reflectores. La suya es una labor callada, constante, minuciosa. El Villaurrutia premia, pues, muchos años de esfuerzo, y lo hace en un momento en el que las capacidades del maestro Castañón están en plenitud, en ardua cosecha editorial.
Comparto mi alegría por ese premio y de paso un fragmento del ensayo que me envió (“El éxodo de aquí y allá de Juan Goytisolo”), donde se nota claro lo que afirmo: “No es ésta la primera vez que Juan Goytisolo viene a México ni este acto el único en que ha participado aquí. Vino por primera vez —como ha contado él mismo el pasado martes 18— a principios de 1962, invitado por Miguel Barbachano y ahí conoció a la mayoría de sus amigos mexicanos como Carlos Fuentes. Yo recuerdo el viaje que hizo a nuestra ciudad en 1974, en compañía de Monique Lange, editora de Gallimard y primera traductora al francés de Juan Rulfo, para participar como jurado en el concurso de ‘Primera Novela’ convocado por el FCE. Además sé que su nombre, santo y seña ha estado presente en nuestras letras. Goytisolo fue durante aquellos años por efecto del franquismo ‘editorialmente mexicano’ y ciudadano de nuestras letras a través de la amistad y de las palabras de Octavio Paz y Carlos Fuentes quien incluyó un capítulo sobre él en su libro-manifiesto, La nueva novela hispanoamericana, ‘Juan Goytisolo: la lengua común’. En México se publicó en 1966 la novela Señas de identidad, en 1969 la re-edición de La isla, en 1970 Reivindicación del Conde don Julián y en 1976 la misma editorial Joaquín Mortiz el libro de Linda Gould Levine, La destrucción creadora. Publicó textos y ensayos en Plural y Vuelta de Octavio Paz y en 2002 se le concedió en México el ‘Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo’ que le entregó nuestra amiga Marie José Paz. Goytisolo no sólo era en su origen editorialmente mexicano. Existe entre su obra y la materia y forma de la expresión americana y mexicana una red de vasos comunicantes, en el tono, en la furia, en el deseo de innovación tanto como en la audacia creadora. Volví a encontrar personalmente a Goytisolo en esa ocasión, pero, a diferencia del primer encuentro fugaz y como de reojo de 1974 ya había tenido tiempo de leer algunos de sus libros —gracias a los préstamos de Danubio Torres Fierro— y conocer su mundo y trasmundo. Por eso el paseo que hicimos por el zócalo la mañana del jueves de corpus de aquel 2002 fue el espacio singular en que, a ritmo lento y moroso, y como de casualidad, nació, junto con una viva simpatía, el proyecto de armar una antología de su obra ensayística para lectores mexicanos y americanos, al compás de la caminata que tuvo el efecto de desdoblar la plancha de nuestra plaza mayor y poner virtualmente sobre ella otra, a la par real e imaginaria, a la par profusa y gobernada por un orden secreto, la de la plaza de Marraquesh cuya bóveda inmaterial y vertiginosa describen las páginas de la novela Makbara. Sus palabras me llevaron a pensar y sentir que esos dos espacios son como los polos subterráneos que sostienen el mundo hispánico. Durante aquel paseo noté cómo Juan Goytisolo no camina sino que parece flotar en el espacio como si fuese un efrit de las Mil y una noches, como que anda con los ojos muy abiertos y atentos pero a la vez dando cada paso con una rara conciencia sonámbula de los pasos que lo aventuran al mismo tiempo en otros reinos, en otras ciudades imaginarias. Mezcla de cálculo y distracción, de serenidad y disponibilidad. Goytisolo en resumen parecía conocer el Zócalo mejor que yo, y estar más y mejor en su aire y en su compás. Nos tomamos una foto muy kitsch con sombrero charro, sarape, paisaje apócrifo y junto a un caballito de madera como el ‘Clavileño’ de Don Quijote”.

viernes, enero 23, 2009

Ricardo Montalbán al teléfono



Por esa suerte de chovinismo del que no se libra casi nadie, vi el noticiero de López Dóriga el día en el que murió Ricardo Montalbán. Fue una nota relativamente breve y lamenté que en ningún momento dijeran la palabra “Torreón”. Es una nimiedad, pero ante lo poco que en general podemos presumir no estaba mal que tras la muerte de una estrella de cine y televisión las necrológicas enunciaran en alguno de sus párrafos que el connotado actor vivió en nuestra ciudad durante varios años. Su familia, de hecho, prosiguió su radicación lagunera luego de que Montalbán emigró para estudiar y, a la postre, para trabajar en el mundo de la actuación precisamente en el ombligo cinematográfico del planeta. Lo demás ya se sabe: Montalbán hizo una notabilísima carrera actoral, tanto que fue durante muchos años una especie de símbolo del latinoamericano (no digo “latino”, pues lo latino no es lo latinoamericano) exitoso en los Estados Unidos.
He leído con atención algunos de los comentarios de laguneros publicados recién sobre la figura de Montalbán. Todos aportan una opinión valiosa; Gerardo Moscoso recordó su vivencia infantil en el entorno de su familia y la familia lagunera del actor; Antonio Balquier recorrió su trayectoria fílmica y Karla Lobato hizo énfasis en sus labores filantrópicas. En los tres casos, resaltan las menciones explícitas a La Laguna. Para todos nosotros Montalbán era lagunero, pues aunque no nació en estas tierras (como Novo) aquí pasó años fundamentales: los que van de la niñez a los albores de la vida adulta. Sus estudios en la Comercial Treviño son un dato inconcuso de su biografía, así que regatear ese pasado lagunero de Montalbán es ignorar una de sus etapas formativas más relevantes. Según el Nuevo diccionario biográfico de Coahuila, de cuatro años apenas Montalbán llegó con su familia a radicar en Torreón; aquí vivió hasta los 17, edad en la que viajó a los Estados Unidos para estudiar inglés. Vinieron después visitas intermitentes a La Laguna, dado que sus estudios y luego su trabajo lo alejaron poco a poco. Y así, como en una película, dio el brinco del cine mexicano al estrellato hollywoodense.
Son sencillas las preguntas que tras su muerte muchos nos hicimos: ¿pensaba Montalbán en su pasado lagunero? ¿Tenía interés por que al final de su vida hubiera alguna vinculación entre su nombre y la región semidesértica donde alguna vez vivió? Responderé con la narración de una anécdota. Sé que data del 2004. Era un mediodía cualquiera en el Archivo Histórico de la UIA Laguna. A esa hora, el doctor Sergio Antonio Corona, coordinador del Archivo, y yo conversábamos en paz durante el rato de descanso alimenticio. En eso sonó el teléfono en la oficina del doctor Corona, quien fue a contestar. De lejos oí hebras de conversación, sin inquietud. Seguí comiendo. La llamada duró poco, como cinco o diez minutos. El doctor Corona regresó y en su cara vi una tranquila sorpresa; me dijo: “Llamó Ricardo Montalbán”. Por supuesto, era más que una llamada telefónica, pues no todos los días se comunica a Torreón un símbolo de Hollywood. Otra vez, para escribir estos párrafos, le he preguntado al doctor Corona qué escuchó en aquella ocasión, y me dijo: “Habló a la UIA para confirmar la cesión de materiales hemerográficos, fotográficos y documentales de su propiedad y relativos a su vida y obra. Esto lo hizo como un legado a las generaciones de jóvenes mexicanos, y particularmente a los de Torreón. Existe otro fondo, que es el Lamberta, que posee materiales que complementan el perfil y los datos biográficos de Ricardo Montalbán, así como de la familia Lamberta. La impresión que me causó fue que se trataba de un caballero de corazón. Una voz cálida, acogedora y muy jovial. Su voz no delataba su edad; si no lo conociera, pensaría que tendría treinta años de edad, y hasta menos. Todo un señor, mas no tanto por los oropeles del mundo, sino por su enorme calidad moral”. Creo que eso responde de sobra a las preguntas.
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Nota del editor: la foto que encabeza este post pertenece al Fondo Ricardo Montalbán que está en resguardo del Archivo Histórico Juan Agustín de Espinoza, sj, de la UIA Laguna. Sobre la imagen aparece una dedicatoria manuscrita de Ricardo Montalbán, y dice: "A mis queridos padres, Ricardo. 1-31-41". Tenía pues, en ese momento, 21 años de edad.

jueves, enero 22, 2009

Adiós al sátrapa texano



El hollywoodesco ascenso de Obama ha puesto fin a uno de los gobiernos más ominosos que recuerde la historia de mundo contemporáneo. No era fácil superar a Reagan o a George Bush I, pero parece que el sujeto que acaba de abandonar la Casa Blanca entre abucheos y levantamientos de fálico dedo tiene ya el primer lugar entre los recientes presidentes norteamericanos generadores de repudio. La cadena de tropelías perpetrada por ese pillo con botas (me refiero al pillo con botas de allá, no al de acá) no tiene, si la miramos con cuidado, parangón en los anales de la humanidad, más si entendemos que ahora existe en el planeta un ordenamiento político que impide o señala, se supone, las atrocidades unilaterales. A Bush II nadie le salió, desafortunadamente, al paso, ni siquiera la Asociación Norteamericana de Psiquiatría. El tipo llegó al poder en las elecciones más cuestionadas que se recuerden en EUA y ni eso frenó un poco su instinto de orate. Al contrario, parece que lo exacerbó. A tanto llegó el Mal encarnado por el ex presidente que tras el siniestro de las Torres Gemelas convirtió al mundo en rehén de sus paranoias antiterroristas. Desde ese momento ya nadie estuvo a salvo, pues en nombre de la libertad y la democracia Bush amenazaba a diario con la Gran Macana y tenía a Irak como ejemplo de país ocupado con el objetivo de enderezar su tuerto camino.
Lamentable, fallido siempre al declarar su Sagrada Misión sobre la tierra, Bush y sus secuaces entregaron un país convulsionado, con estragos económicos que a muchos les trae el recuerdo de antiguas depresiones. Además, hereda guerras, atrocidades en cárceles y una imagen del gobierno nortemamericano como juez infalible y entrometido en todos los contextos del planeta, le asista o no la razón. Obama toma, entonces, una estafeta demasiado sucia, la que le deja un sujeto nada entregado a la más mínima altitud de miras, al estadismo, al papel que debe representar un presidente con su poder, quien debe ser en todo momento ejemplo de equilibrio entre firmeza y diplomacia, imagen que sí irradia, por cierto, la figura del nuevo mandamás de la Casa Blanca, quien tiene delante de sí una oportunidad inmejorable: el gobierno de Bush fue tan desastroso que hasta un mal gobierno de Obama podría superarlo, ya no digamos uno bueno. El río ha quedado, sin embargo, muy revuelto tras la era bushista, así que hacer pronósticos a partir de simples evaluaciones de discurso u origen étnico es por demás peligroso en este momento. Lo mejor, entonces, es acogerse a la serenidad y a la paciencia, como postulaba, no sin sabiduría, el tremendo Kalimán, pues de nada sirve pedir resultados inmediatos al nuevo presidente luego de que la casa ha quedado tan tirada por su predecesor.
Ese predecesor, Bush, se larga en suma como pocos se han largado: con un espectacular repudio, sin alcanzar los mínimos estándares de agradecimiento ni de sus cercanos, encima de una ola de problemas internos y externos. A tanto llega la ojeriza contra él que tras el incidente del zapatazo hubo una especie de desahogo mundial: el par de zapatos voladores que arrojó Muntazer Al Zaidi reveló el odio mundial que despertaba la figurilla indigna de Bush, de suerte que fue la puntilla para acabar de hundir la imagen de alienado que ya de por sí tenía el hoy ex mandatario norteamericano.
Lo que sigue es esperar qué cambios drásticos y graduales aplica la nueva administración encabezada por Obama. No muerdo el anzuelo del optimismo destemplado que se ha visto por estos días, pero a las claras se nota que el nuevo presidente opera con una sensibilidad mayor, al menos sin esa altanería habitual en el sátrapa texano.

miércoles, enero 21, 2009

Inmensidad de Poe



La obamanía impidió a los mismísimos norteamericanos que subrayan las efemérides recordar y celebrar, como era menester, el bicentenario del nacimiento del, quizá y sin quizá, más influyente escritor norteamericano de toda la historia: Edgar Allan Poe (19 de enero de 1809). Por encima de Whitman, Twain, Faulkner, Updike y de todos los que queramos añadir, Poe fue artífice de una obra que se convirtió en detonante de un modo distinto de asumir, principalmente, el arte de narrar. Además, lo hizo casi a ciegas, armado sólo con su genio innato y antes de llegar a los cuarenta años, que por cierto fue toda la edad que pudo vivir, pues murió en 1849. Hoy, a doscientos años de su nacimiento en Boston, la sombra de Poe cae sobre un montón de productos artísticos generados por la sociedad occidental.
En efecto, el sello de Poe está presente, para empezar, en gran parte de la literatura de terror escrita desde mediados del siglo XIX a la fecha. Igualmente, su impronta es innegable en toda la literatura policial, en buena parte de la literatura psicologista, en la poesía maldita y, de paso, en mucho del cine que se ha filmado con sello de terror, thriller y detectivesco. El universo de Poe es tan poderoso que hasta un equipo de futbol profesional, los Cuervos de Baltimore, lo homenajea, eso por el ave del famoso poema y la ciudad donde fue compuesto y donde al fin murió su autor.
De esos aportes donde más, creo, podemos destacar a Poe es en el de la literatura policial. El bostoniano no sólo introdujo el tema por primera vez, sino que, de un golpazo de dados, postuló las reglas básicas del género. A los 32 años, sin saber bien a bien qué diabluras hacía su talento, Poe publicó "The Murders in the Rue Morgue" (traducido de muchas formas; una de ellas, “Los crímenes de la calle Morgue”), considerado unánimemente como el primer relato policial propiamente dicho. Allí, en ese puñado de páginas se aloja lo que luego sería trabajado por infinidad de escritores: un asesinato misterioso, una serie de pistas, un investigador sumamente astuto, una carga ansiosa de suspenso y un final tan lógico como sorpresivo. Lo demás es historia, una cauda sin fin de artistas que le adeudan el patrón a Poe: Wilkie Collins, Raymond Chandler, Conan Doyle, Agatha Christie, Georges Simenon, Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh, Manuel Vázquez Montalbán, Paco Ignacio Taibo II y muchos otros creadores de la literatura y el cine, hombres y mujeres que han hallado en la veta de Poe un desafío de escritura que deviene desafío de lectura.
Para explicar mejor el plus de Poe digamos que antes de que aparecieran sus propuestas narrativas los relatos avanzaban regidos por una suerte de impulso “natural”. El escritor no reparaba demasiado en el “efecto” de su obra, en los hilos que moverían al lector hacia tal o cual rumbo. De ahí los novelistas decimonónicos, hombres que inundaban al lector con verdaderos ríos de palabras. Poe, al plantear lo policial como tema, concentra su atención en los detalles: diseña una armazón, elige las pistas que el investigador verá junto al lector, esconde o insinúa ciertos detalles, crea una atmósfera de suspenso, habilita la hermosa y fría lógica en la sordidez del crimen, reflexiona incluso en la extensión de la historia, pues su propósito no es escribir sin ton ni son, sino calculadamente, con el objetivo de accionar ciertas palancas en la imaginación de los lectores. Eso y más, creado por Poe, sobrevive y, para acabar pronto, ha provocado que Hollywood gane millones de dólares y el mundo goce con la resolución inteligente de enigmas delictivos.
Cierro con unas palabras de Borges: “Poe se creía poeta, sólo poeta, pero las circunstancias lo llevaron a escribir cuentos, y esos cuentos a cuya escritura se resignó y que debió encarar como tareas ocasionales, son su inmortalidad”.

domingo, enero 18, 2009

Fervor de “Guitarra negra”



Busqué ayer el eco periodístico mundial sobre el vigésimo aniversario luctuoso de Alfredo Zitarrosa. El mejor camino para hacer ese sondeo es, hoy, el Google, y grande fue mi sorpresa al ver que los resultados referían casi exclusivamente a medios uruguayos y argentinos. Salvo uno, el primero en la lista arrojada por el más poderoso buscador de la web: mi texto de ayer ocupó el sitio inicial en la búsqueda mundial de “Zitarrosa” por el lado del Google (lo guardé, para conservarlo en mi egoteca internética). Eso sí me enorgullece, pues le debía al cantor uruguayo un texto de agradecimiento y lo hice a tiempo, tanto que coincidió con las magníficas notas que le dedicaron, por ejemplo, en Clarín y Página 12, ambos de Buenos Aires.
Dije ayer que todo o casi todo Zitarrosa es memorable. El respeto que cosechó y que sobrevive no se basa sólo en el prestigio que esculpe en mármol la nostalgia, sino en la poderosa vigencia de sus composiciones y en la prestancia de una voz que hizo todavía más grandes los versos que enunció. De todo, dije y remarco, “Guitarra negra” (1977) es y será lo mejor, y conste que es difícil destacar de Zitarrosa algo que visiblemente brille sobre lo demás, dado que su producción es de muy pareja excelente calidad. Pero “Guitarra negra” está más allá, lejos de tantas obras suyas y ajenas, en un punto indeterminado de la belleza y el compromiso musical, poético y humano. En estricto sentido no es una canción, sino un poema en prosa recitado con leve acompañamiento de bolero raveliano. Su fuerza está en la música de las palabras, en el acento convencido que trasmiten desde su mismo arranque: “Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía. Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos...”.
Dividida en partes irregulares, los “motivos” van variando hasta completar un cuadro general y al mismo tiempo íntimo, la realidad de afuera y de adentro sometida al escrutinio del cantor: “Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quien que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas. Y que pastando nunca había dolido... Haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... Y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: ‘Uruguay for export’... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... Y cayó detrás también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res murió temblando de dolor y de miedo... De un marronazo en plena frente, ‘for export’ del Uruguay...”
El poeta, horrorizado ante el espectáculo gris y mortal de la ciudad, observa: “La mariposa viene hacia mí en la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando, por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... Y yo vi que no era a mí a quien buscaba, sino a la muerte... Y que no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la ciudad de hierro, ni nacida para eso... Sino que era mariposa nada más, en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... buscando en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por su tiempo preciso, por su sorbito de vida, ya bebida... Eso no es tan triste... Triste es ver su cadena de huevos en el hollín, depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda...”.
Y al final, unido como puño en un párrafo inmortal, el remate de “Guitarra negra”, el gesto irrenunciablemente solidario del cantor: “Hago falta... Yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... Falta mi cara en la gráfica del pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo, los siete ojos míos en la contemplación del mañana... Mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos”.
A veinte años de su muerte, Alfredo Zitarrosa está más vivo que nunca y sus ojos siguen contemplando hacia el futuro, siempre hacia el futuro.

sábado, enero 17, 2009

Dos décadas sin Zitarrosa



En mi memoria se pierde el momento y el lugar en el que escuché por primera vez aquella voz. Sé que fue aquí, en Torreón, pero no recuerdo exactamente dónde y gracias a quién tuve acceso a un casetito cuyo puñado de canciones me acompañó durante años. La voz era de Alfredo Zitarrosa (1936), periodista, locutor y cantor uruguayo, figurón indiscutible para quienes le guardamos afecto a la milonga y sus géneros hermanos. Murió en su natal Montevideo el 17 de enero de 1989, hace veinte años justos. Para entonces yo lo escuchaba con una emoción que asombrosamente se mantiene incólume: pasan los años, las décadas ya, y Zitarrosa me parece lo que es: sinónimo de canto inteligente, de canto bien plantado sobre la cáscara del mundo.
Hoy, gracias a internet, cualquiera puede darse una idea en audio y video de lo que hacía Zitarrosa o cualquier otro cantante comercial o no comercial. En el tiempo de mi primer contacto con las canciones del uruguayo no era así. Hacerse de sus discos LP o de sus casetes no era labor sencilla. Llegaba poco material a La Laguna. Recuerdo que, sumados, tuve cuatro o cinco álbumes que luego caducaron con la llegada del disco compacto. Pero, aunque fuera escasa la música disponible de su magistral hechura, mucho tiempo sentí veneración por aquel montevideano de pelo engominado, trajes oscuros y rostro existencialista, autor de letras sólidas, poéticas y bien enraizadas en el pensamiento.
Pasó una vez que, entre tantas y tantas reuniones literarias en casa de Saúl Rosales, alguien esculcó sus discos y casetes. Entre los muchos de Beethoven y Stravinski y Vivaldi y otros tantos que tanto le gustan a Saúl, saltó un LP de Zitarrosa. Extrañado, le pregunté la razón de aquella rareza metida entre los grandes de su colección. He olvidado la respuesta exacta que me dio, pero obviamente ponderaba como excelentes los arreglos y las letras de todas las canciones (Coplas del canto, era el título del disco).
Por aquellos meses cayó en mis manos un caset casero con la grabación de “Guitarra negra”. No era buena la reproducción, pero de todos modos quedé aturdido con la hermosura de esa obra, la mejor, sin duda, de Zitarrosa, su Quijote. Fue tan alta la belleza y el propósito que me trasmitió que de inmediato capturé la letra entera a punta de máquina mecánica, algo que jamás hice con ninguna otra canción y algo que ahora cualquiera puede ahorrarse con un simple copy-paste internético. El asunto fue que el hallazgo de “Guitarra negra” coincidió con la publicación de mi primer libro, eso en 1990. Yo estaba invadido de “Guitarra negra”, de su amplia letra combativa y poética, así que no desaproveché la coyuntura para citarla elípticamente en mi librito: fue una paráfrasis a Zitarrosa: “A mi madre, con todo mi torpe amor”, dije con cursivas delatoras, calcando casi el inicio de la canción-poema: “Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía…”. Esa primera dedicatoria fue un homenaje para mi madre, pero también, veladamente, para el poeta-cantor uruguayo al que todavía respeto y oigo con delectación de niño.
Los años pasaron como suelen: haciéndonos viejos. Y llegó abril de 2008. Por obligaciones laborales ese año debí atender la visita del poeta uruguayo Eduardo Milán, quien vino a dar un curso en Torreón. En una larga charla sostenida entre cerveza y whisky, le confesé, no sin timidez de anticuado fan, mi admiración a su paisano. Milán, entonces, estalló de gusto, pues en muchos momentos coincidió con Zitarrosa y conversó con él de todo. Fue su amigo.
En el veinte aniversario de su muerte, Alfredo Zitarrosa sigue cantando con su voz viril, esa voz de hombre a la manera quijotesca: poética, enderezadora de entuertos y desfacedora de agravios.

viernes, enero 16, 2009

ProÁrbol que crece torcido



“México sólo plantó (sic), en 2007, 251 millones de árboles, la cuarta parte de la meta mundial. Y, por cierto, en 2008 llegamos a 286 millones de árboles”. Estas son palabras de Felipe Calderón, fanfarronadas dichas hace una semana frente a embajadores y cónsules a quienes también les presumió que en el rubro medioambiental nuestro país había asumido un papel protagónico, lo que derivó en el Reconocimiento al Liderazgo Global que le entregó la ONU a México en junio del año pasado. Aplausos. Lo que vino después fue, es, un escándalo de corrupción que amenaza con convertir a ProÁrbol en el nuevo programa hazmerreír del actual gobierno.
Como si fuera una maldición egipcia, o azteca (para sentirnos más en casa con la maldición) muchos programas de esa índole topan con la pared ora de la ineficiencia, ora de la corrupción, ora de la ineficiencia y la corrupción juntas. El caso es hacer de las tareas de gobierno una especie de escenografía que atraiga reflectores, que arroje algunas cifras más o menos aparatosas (“creamos chorrocientos mil empleos”, “construimos un bestiamadral de viviendas…”) para medio maquillar la realidad y salir airosos ante la crítica ciudadana, que en general es poca y laxa, pero que de todos modos debe ser atendida no para mejorar servicios o renglones prioritarios, sino para no perder votos en la próxima elección.
Así ProÁrbol, que por un lado sirvió para el discurso fachendoso y, por otro, enseña cada vez más y más evidencias de putrefacción. Ya el 12 de julio de 2008 comenté en este mismo espacio (“Reforestación en ruinas”) que un grupo de activistas se plantaron en el Zócalo para denunciar la mentira del programa reforestador estrella del calderonato. Dije exactamente: “No tan estrepitoso en términos mediáticos, el arrasamiento de nuestros bosques es uno de los más grandes peligros que encara el México actual, pues ello deviene cambios radicales en ecosistemas. El impacto de la tala inmoderada y de la reforestación errabunda es, entonces, brutal, pues aniquila cadenas de vida animal y vegetal vinculadas durante miles de años. Los cálculos de la organización internacional son tan lamentables que colocan este problema entre los más delicados del país; cuestionan: ‘a menos de un año del proceso [se refiere a la reforestación emprendida por el régimen actual], 90 por ciento de las plantas murieron, de modo que la tasa de supervivencia no rebasa el diez por ciento’ de los ejemplares plantados”.
Ahora, menos de un año después, la liebre salta de la chistera para derramar el tepache y dar el quemón quizá definitivo a ProÁrbol. “Miles de hectáreas no han sido plantadas con arbolitos; beneficiarios del programa nunca recibieron los apoyos públicos a cambio de trabajar en las labores de reforestación de un programa que absorbe más de la mitad de los seis mil 500 millones de pesos del presupuesto de la Conafor [Comisión Nacional Forestal]”.
El escenario no puede ser más desolador, si es verdad lo que consigna la crónica de El Universal: “Una granja atestada de árboles secos y sin plantar, en el ejido Dr. Domingo Chanona muestra con claridad lo sucedido con el programa federal ProÁrbol. Pueden verse al menos tres centenas de árboles muertos, arrumbados. A decir de los habitantes, aquellos llevaban más de mes y medio así, porque no hubo reforestación”.
Incuria, corrupción, falta de coordinación e inconciencia aisladas o en armoniosa mezcolanza colapsaron un programa que no dio para más. Ya veremos ahora quién es el responsable de todo eso. No podemos esperar que haya castigo, pues en México no existe tal conclusión cuando fracasan los programas de gobierno y se pierden millones en la nada. El castigo sólo es para los pobres que se roban una bici.

jueves, enero 15, 2009

Recomendaciones para 2009



El domingo pasado aparecieron los siguientes párrafos de mi cosecha en el suplemento cultural de Peñoles que encarta El Siglo de Torreón:

Recomendaciones bibliográficas laguneras para el 2009

Dada la abundante producción de los escritores laguneros, mis cinco recomendaciones literarias para el 2009 en realidad no agotan las obras de los autores laguneros que caben en una propuesta de esta índole. Me ciño, pues, a la solicitud de hacer cinco breves recomendaciones, pero al final añado una lista de libros que podemos añadir a la valija. Advierto que la mayoría de los libros puede ser localizada en La Laguna sin gran dificultad.

Iniciación en el relámpago. Novela de Saúl Rosales Carrillo publicada por la Universidad Juárez del Estado de Durango. Toda la experiencia literaria de un narrador maestro está puesta al servicio de un amplio relato sobre el trabajo infantil. El autor cuenta la historia de un muchacho que a los once años entra al mundo de los adultos como trabajador de una imprenta. Allí permanece hasta los dieciocho, arrinconado en su vida de asalariado y acosado por las circunstancias del trabajo y del amor. La novela entrama con las obscenidades del mundo adulto y hace un homenaje diverso al trabajo, al radio, a las canciones populares y a una máquina de imprenta llamada linotipo, todo con una prosa cromática y sentenciosa, ajustada a una estructura de tiempos interpolados. Iniciación en el relámpago puede ser hallada en las librerías del Museo Arocena y del Teatro Isauro Martínez-FCE.

Partitura para mujer muerta. Primera novela de Vicente Alfonso, quien además del periodismo y la literatura ha trajinado en el mundo de la música. Una habilidosa combinación de esos tres quehaceres devino texto policiaco trabado con destreza en todos sus detalles. Elogiada por lectores de peso pesado como Federico Campbell, Vicente Leñero, Juan Villoro y Orlando Ortiz, Partitura… ganó el Premio Nacional de Novela Policiaca y fue publicada por Mondadori, uno de los sellos editoriales de mayor prestigio en el mundo. Este libro puede ser adquirido en la mayoría de las librerías laguneras.

Miel de maple. A fines de los noventa Miguel Báez Durán concluyó sus estudios profesionales en la UIA Laguna; poco después viajó a Calgary, Canadá, para hacer una maestría en letras. El lapso que pasó allá le dio las temáticas que luego hicieron posible Miel de maple, libro de cuentos muy bien bordados y de prosa viva y punzante. En todas las piezas late el azoro de algún personaje mexicano metido en una cultura ajena y perfeccionista, gélida y poco dada a la picaresca azteca. Lo anterior, sumado en cada historia, hace de Miel de maple un libro que regocija y pone en evidencia la poderosa capacidad narrativa de este autor lagunero que actualmente radica en Montreal. Los interesados pueden buscar la obra en la librería de la Coordinación de la UAdeC Unidad Torreón, ubicada en bulevar Revolución esquina con Comonfort, y en la librería Punto y aparte, en Morelos y Colón.

Tiempo fuera. Publicado por la UNAM, este poemario recorre la producción poética de Jorge Valdés Díaz-Vélez. Editada con aseado rigor, esta obra es una especie de revisión y anuncio de lo que todavía está por venir en la creación de Valdés Díaz-Vélez: recoge libros como Aguas territoriales, Cuerpo cierto, La puerta giratoria (premio nacional de poesía Aguascalientes 1998), Jardines sumergidos, Cámara negra y Poemas para un libro futuro. El autor, nacido en Torreón hacia 1955, es miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano y por su obra, compendiada en Tiempo fuera, ha recibido numerosos reconocimientos tanto en México como en España. Este poemario es de fácil localización en librerías del DF.

Fragmentos del asombro. Escrito por Gilberto Prado Galán, se trata de una compilación de ensayos en la que converge el temple expositivo, la erudición y la buena prosa. Sin duda se trata de un libro estimable, dado que nos acerca al asombro de lo inmediato con gozosa inteligencia. Como ya lo reseñé hace meses, me reitero: Fragmentos… toma como pretexto varios temas para acercarse al eje temático del libro: en todos los casos late el asombro, la sorpresa que asalta al escritor luego de leer una noticia, un libro, luego de columbrar un recuerdo, el pliegue de una determinada realidad social o íntima. Este racimo de ensayos, publicados por el Conaculta y Ediciones sin Nombre, puede ser adquirido en las librerías de la red Educal.

OTROS LIBROS RECOMENDABLES: La biblia vaquera, de Carlos Velázquez; Ya no hay trenes, de Rosario Ramos; El círculo de Eranos, de Carlos Reyes; Imaginario de voces, de Julio César Félix; Sombras otoñales, de Dolores Díaz Rivera; Algunas hojas, de Gerardo de Jesús Monroy y Una costilla de la noche, de Daniel Lomas.

Vestigios mancillados



Casi en la misma semana fuimos testigos de dos noticias sobre el grado de trogloditismo que evidencian los tiempos modernos en relación al respeto por los documentos arqueológicos que, se supone, son un timbre de orgullo para la cultura mexicana. A las más que imbéciles perforaciones en Teotihuacán se sumó lo que un grupo de tarambanas hizo en la zona olmeca de La Venta, lo que dio como resultado una semana negra para nuestros monumentos prehispánicos. A propósito, recibí un artículo (“Teotihuacán perforada”) de mi buen amigo Antonio Avitia Hernández, investigador duranguense; con su venia, comparto el texto íntegro en este blog. Sospecho que le asiste total y tristemente la razón:
El sentido común y la valoración de los monumentos históricos antiguos como patrimonio local y de la humanidad, ha propiciado que la mayoría de los gobiernos de los países dediquen recursos especiales para la conservación de los mismos. Los egipcios protegen las espectaculares pirámides y el acervo de la antigua civilización de los faraones evitando su deterioro y destrucción. Los hindúes preservan responsablemente sus monumentos y templos, en especial el Taj Mahal. Machu Pichu, hasta donde es posible, es también resguardado por el gobierno peruano, como parte del orgullo e identidad nacional. A nadie en Italia se le ocurriría taladrar el Coliseo, como tampoco, en Grecia, se intenta usar pico y marro en los mármoles del Partenón. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, dedica recursos especiales para la protección de los monumentos que, dada su importancia, han sido designados como Patrimonio de la Humanidad.
Sin embargo, en México, los monumentos históricos, durante el actual gobierno, son considerados como lugares propicios de privatización y montaje de espectáculos estilo Las Vegas, sin importar el valor histórico y cultural de los mismos. El caso más escandaloso y actual se presenta con la ciudad de Teotihuacán, que representa el mayor conjunto monumental prehispánico del Continente Americano, lugar de visita obligado para la mayoría de los viajeros que llegan a turistear a la ciudad de México.
La suerte de Teotihuacán, a lo largo de sus múltiples excavaciones, es por demás lamentable. Sus edificios permanecieron como ruinas desde antes de la llegada de los europeos en el siglo XV y, en los inicios de su desmonte, en la primera década del siglo XX, entre 1905 y 1910, Leopoldo Batres fue el encargado por el dictador Porfirio Díaz para exponer la grandeza indiana y alardear el hallazgo durante los festejos del centenario de la independencia. Ante la premura de la dictadura, en 1906, a Batres no se le ocurrió una forma más rápida de desmonte que el uso de explosiones de dinamita, lo que perjudicó para siempre la estructura de la parte posterior de la Pirámide del Sol.
En los años noventas del siglo XX, el espectáculo de luz y sonido que se presentaba a los turistas extranjeros fue cancelado (1994) por su alto costo de mantenimiento y por el deterioro que causaba a la ciudad, así como por el fracaso en términos de público asistente.
Desde el año de 2007, a instancias del Gobierno del Estado de México, cuyo titular es Enrique Peña Nieto, con la aprobación de la Secretaría de Turismo bajo la dirección del militante yunquista Rodolfo Elizondo Torres y con la anuencia del director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Alfonso de María y Campos, sin la transparencia documental y jurídica necesaria en lo que se refiere a contratos, acuerdos secretariales, convenios, estudios de impacto de estructura, compañías privadas involucradas, guiones de espectáculo, escaletas de iluminación y planeación, violando todas las normas nacionales y mundiales al respecto, la falta de sentido común llevó a las tres instancias a iniciar el montaje del espectáculo de luz y sonido Resplandor teotihuacano, bajo la engañosa premisa privatizadora de generar ganchos de atracción turística y empleos en la zona.
Sin el sentido común que aplican los egipcios, los peruanos, los italianos y los griegos, entre otros, en la conservación de sus monumentos históricos, las autoridades mexicanas del espuriato comenzaron la criminal e inconciente perforación de las pirámides con taquetes expansivos, con la finalidad de colocar las bases para las luminarias y el cableado del espectáculo nocturno. El daño ya está hecho y ha sido reprobado por los investigadores nacionales y extranjeros, así como por la UNESCO. La gravedad del asunto es tal que, dada la necedad privatizadora de las autoridades del gobierno usurpador calderoniano y del deterioro que se ha ocasionado, la llamada Ciudad donde los hombres se convierten en dioses, Teotihuacán, corre el riego de perder su categoría de Patrimonio de la Humanidad.
Es de esperar también que, en el ejercicio de la impunidad y las políticas de encubrimiento, ninguno de los funcionarios involucrados sea llamado a rendir cuentas. En el peor de los casos, sucederá que, por unos dólares más, el espectáculo, a pesar del sentido común de los ciudadanos concientes y los especialistas, sea montado y siga el deterioro del monumento.

miércoles, enero 14, 2009

Villanos del mismo film



Tras la publicación de 1988: el año que cayó el sistema, de Martha Anaya, dos de los principales actores de aquel monstruoso hecho han tomado la palabra para referirse a las imprecisiones, lagunas o silencios de la investigación. Soy uno más entre los millones de mexicanos que sospechan que aquello fue un fraude, pero que por cuestiones crudamente técnicas no lo puede demostrar ni con las actas en la mano. ¿Quién financiaría ese conteo? ¿Cuánto tardaría? ¿Qué se ganaría con él a veinte años del desaguisado electoral? Es, pues, suficiente, al menos en términos de impresión histórica sobre el pasado, que tras un sexenio desastroso (el de De la Madrid), tras un ambiente de efervescencia nacional a favor de la oposición y tras unas elecciones tan movidas que misteriosamente provocaron la “caída” del sistema, uno tenga el derecho a conjeturar que hubo fraude. Es fácil, pues, decir ahora “revisen las actas” del 88, pues de antemano se sabe que nadie lo hará, de manera que en el río revuelto de los enigmas nacionales todos tenemos una opinión (una frágil y devaluada opinión) sobre las elecciones de aquel 6 de julio. Si no la mayoría, una parte muy considerable de los mexicanos que pasamos de los cuarenta seguimos afirmando, a punta de sentido común, que Salinas llegó a la presidencia en medio de, ese sí, un cochinero monumental.
Por eso parecen un tanto cómicos los comentarios que tanto Salinas como Bartlett han hecho en El Universal a propósito del libro (que los antiguos dirían:) de marras. El primero que saltó fue Bartlett, nuevo descubridor del Mediterráneo: “No se detiene [el libro de Anaya] en la ‘caída del sistema’ como es intencionalmente usual, por eso su recorrido aclara lo fundamental. Se propone la autora desprender un velo más de ese ‘paradójico episodio de nuestra historia que tan cerca estuvo de otorgar el triunfo a los cardenistas y terminó por abrirle la puerta a la derecha’. Esta es la médula que tiene un valor histórico, al develar cómo se le abrió la puerta a la derecha, y un valor actual al detallar la alianza de las cúpulas del PRI y del PAN en la derecha que se mantiene hasta hoy. Independientemente de aspectos que no comparto, el libro es revelador”. Más adelante, remacha: “El PRI tenía los votos, pero quería asegurarse y obtener el reconocimiento del PAN. Para lograrlo aceptó la plataforma de la derecha. Ese fue el verdadero fraude del 88. Salinas traicionó a su partido y al electorado. Salinas y Zedillo gobernaron con el PAN y sus principios; Salinas se asoció con Fox; Beltrones y Gamboa apoyan a Calderón. En el mismo recinto en el que el PAN se abstuvo para garantizar la calificación, el PRI de los herederos de Salinas se presentó para dar el quórum y garantizar la protesta constitucional de Calderón. El pacto sigue vigente”.
Salinas, quien de un tiempo a la fecha se aparece más que la mano pachona, no podía dejar pasar así como así los comentarios del imprudente ex secretario de Gobernación, el “señor Bartlett”, como lo llama: “A partir de la supuesta versión de una reunión entre quien esto escribe y miembros del PAN en agosto de 1988, Bartlett asegura que se selló un pacto por el cual, una vez en la Presidencia, yo implementaría ‘el programa de la derecha panista con miras a rectificar —afirma— las leyes de Reforma’ y acabar ‘con principios esenciales de la Revolución’”. Y ataja: “Más aún, ¿desde cuándo es ‘de derecha’ reconocer los triunfos de la oposición, como sugiere el señor Bartlett? En cambio, en materia de lealtad partidista, cabría aquí recordar el llamamiento que hizo el señor Bartlett el 27 de mayo de 2006 para votar por un candidato presidencial contrario a su partido, el PRI, en el cual todavía milita y que lo hizo su secretario general, gobernador de Puebla y legislador federal”. Dudo que el agarrón, esperado durante tantos años, vaya a seguir. Pase lo que pase, sólo serviría para alimentar el morbo histórico, pues la imagen popular que se mantiene fija es que ambos fueron villanos en la misma película, aquella de terror que filmaron un 6 de julio.

domingo, enero 11, 2009

El doctor Cándido Ortiz



Voltaire, acaso el más famoso de los ilustrados franceses, publicó hace exactamente 250 años, en 1759, una de sus obras más celebradas: Cándido o del optimismo (Candide, ou l'Optimisme). Es, lo sabe cualquiera, un relato que satiriza al optimismo leibniziano: los personajes Pangloss y Cándido emprenden una larga travesía y encaran infortunios de toda laya. Para burlarse, Voltaire hace afirmar a su Pangloss-Leibniz una frase que ya ocupa un lugar sagrado en el museo de la literatura universal: “Todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles”. Se trata, pues, de una burla dirigida contra esos seres que ven tempestades y no suelen hincarse.
Pero no es de literatura de lo que quiero tratar en estos párrafos siempre apremiados, aunque aprovecho el viaje para mandar un afectuoso saludo a Voltaire donde quiera que se encuentre, sea el infierno o la Nada absoluta. Recordé al Cándido ayer sábado, cuando leí la declaración de Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, en el sentido de que el crecimiento cero para 2009 es “optimista”. Eso significa, traducido a buen mexicanos, que nos debemos dar por bien servidos si en este año no avanzamos ni retrocedemos, sino todo lo contrario. Lejos están, pues, los crecimientos de 7% del PIB que prometía, en sus mariguanos tiempos de alegría sin coto, Vicente Fox con su lengua de perico; ahora ya ni soñar con crecimiento, sino con, al menos, quedar tablas, aunque es obvio que el crecimiento cero es en realidad un decrecimiento, una involución.
En un escenario de tal naturaleza hay que esperar, pues, lo peor. Lo peor significa en este caso, optimistamente hablando, que “Todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles”. Sin embargo, muchos ciudadanos no entenderán estas vistosas paradojas simplemente porque no habrá tiempo para ningún deleite, ni siquiera el verbal, aunque sea gratuito: la amenaza que arrastra ese pronóstico “optimista” del crecimiento cero es, a mi juicio, la más desastrosa noticia que haya dado el gobierno desde hace meses y hasta años, dado que en ese indicador (el PIB) se ubica específicamente la diferencia entre, como gustan decir los argentinos, la civilización y la barbarie.
Crecer cero, en estos apocalípticos momentos, es echarle carretadas de leña seca al incendio de todo. Si un problema social, el que sea, era ya grave, con el crecimiento cero se tornará tal vez irreductible, al grado de que podríamos llegar a estadios de desajuste no vistos en décadas recientes. Todos estaremos de acuerdo, creo, si afirmamos que México no ha sido precisamente un modelo de desarrollo y crecimiento. Los problemas se han agudizado hasta rozar, en ciertos rubros, cotas alarmantes. La delincuencia, la poca productividad del campo, la deficiente educación, el pobre avance en materia de salud, la mezquina urbanización en muchas zonas, la migración, el aumento del desempleo, todo, en cifras, acusa deterioros. Lo curioso es que tales enfermedades se han expandido con todo y crecimiento. Es decir, pese a que el PIB se ha mantenido arriba del cero durante los doce gobiernos anteriores al actual, la realidad es carcomida por la pobreza que ha ido en aumento, aunque a velocidad variable.
Para darnos una idea sintética del crecimiento del PIB hay que recordar cada periodo presidencial, esto desde 1934 hasta 2006 (www.economia.com.mx): Lázaro Cárdenas, 4.52%; Manuel Ávila Camacho, 6.15%; Miguel Alemán, 5.78%; Adolfo Ruiz Cortines, 6.52%; Adolfo López Mateos, 6.73%; Gustavo Díaz Ordaz, 6.75%; Luis Echeverría, 6.16%; José López Portillo, 6.51%; Miguel de la Madrid Hurtado, 0.18%; Carlos Salinas de Gortari, 3.91%; Ernesto Zedillo, 3.39%; Vicente Fox, 2.32%.
Lo que se ve es claro: en todos los sexenios hubo crecimiento; insuficiente, es cierto, pero crecimiento al fin. El mayor le correspondió al sexenio de Díaz Ordaz; el menor, al de De la Madrid. La estimación de los especialistas es que, como mínimo, para tener una economía sana en necesario crecer al 6% anual, lo que extraviamos rotundamente desde 1982. Por eso, quienes saben de economía fueron los primeros que dibujaron en sus rostros una sonrisa escéptica, volteriana, cuando Fox se aventó la burrada de prometer un crecimiento de 7% en un país que ni a pujidos ha llegado al 4% en el más reciente cuarto de siglo, todo sin castigo real para gobernantes y partidos.
Decir, entonces, que no crecer en 2009 es un escenario “optimista” equivale a manejar el eufemismo con maestría de orador romano. Helena Beristáin, en su Diccionario de retórica y poética (Porrúa, 1988), define al eufemismo como “Estrategia discursiva que consiste en sustituir una expresión dura, vulgar o grosera por otra suave, elegante o decorosa, y que se realiza, según Lázaro Carreter, por una serie de variados motivos como por cortesía (llamar profesor a un músico), por respeto (decir su señora en vez de su mujer), para atenuar piadosamente un defecto (invidente en vez de ciego), por tabúes de diferente naturaleza —religioso, social, etc.— (decir amigo por amante), por razones políticas (llamar marginados a los pobres) o diplomáticas (llamar en desarrollo a los países atrasados)”. Eufemismo puro es, por ello, instalar aunque sea lúdicamente la palabra “optimista” en un terreno que se anticipa minado, tupido de alambres de púas, víboras y tepocatas, con permiso del dialecto hablado en la república de Foxilandia.
De las palabras declaradas ayer por Guillermo Ortiz me alarman, además, algunas dedicadas a comentar el papel que jugarán los bancos. No es nada halagüeño el panorama, habida cuenta de la chacaluna voracidad que han exhibido esas madrigueras para hampones de cuello blanco y entrañas renegridamente negras. Habló de incrementos en la morosidad y, como consecuencia, en la cartera vencida, así que “Mal harían en querer trasladar a los consumidores un incremento en tasas de interés”. Pues sí, ni duda cabe de que “mal harían”, pero si, como hasta ahora, nadie los detiene, lo harán para trasquilar la lana de la primera oveja que se atraviese en su pérdida de ganancias.
En fin, mientras bailábamos con Hermelinda Linda, ignorábamos que había otra comensal más fea. Pero seamos optimistas: estamos en la mejor de las pistas de baile posibles.

sábado, enero 10, 2009

El trámite más mamilas



Se sabe que hubo de todo entre las 20 mil propuestas que llegaron al certamen nacional para detectar el trámite más inútil. El anzuelo de los 300 mil morlacos generó una epidemia de sabuesos que, ansiosos, escudriñaron hasta lo más hondo de la burrocracia mexicana para dar con algún procedimiento que ganara los laureles en esta rarísima convocatoria. Y ya, terminó el concurso con el triunfo de Cecilia Velázquez Tello “por haber denunciado que cada mes tramita un medicamento para su hijo que padece agammaglobulinemia de Burton, síndrome de deficiencia de anticuerpos, que tarda en recibir hasta 15 días”. La ganadora tuvo la oportunidad de hablar en público frente a Felipe Calderón (quien gracias a un trámite electoral inútil ocupa hoy la presidencia del país) y señaló que “ya no deben existir puestos comprados, heredados o dados por amistades o compadrazgos”, lo que de inmediato provocó extrañeza entre el público, dado que en México esas prácticas no existen y como prueba allí está doña Elba Esther Gordillo.
Según nota de La Jornada, la feliz ganadora, a quien de inmediato le tramitaron 300 mil del águila nada inútiles, “explicó que en la clínica 32 del Seguro Social solicita el fármaco gammaglobulina, pero como el trámite pasa por ocho manos ‘entre sellos, autorizaciones y copias’, confesó que ‘a veces rompe en llanto ante la desesperación’. Por eso propuso que la institución haga un registro con el nombre del paciente, el medicamento, la dosis y la secuencia con que debe tomarlo, para que el hospital tenga en existencia la cantidad necesaria, lo cual sólo requiere de una computadora con base de datos actualizada”.
Intuyo que el concurso y su resultado sólo tendrán un valor testimonial, tan anecdótico que de antemano el dicharachero Calderón, bien instruido por algún jocoso elaborador de tarjetas, declaró en la ceremonia de premiación su deseo de que en futuras convocatorias el primer lugar sea declarado desierto. Bueno, muy gracioso, pero después del forzado jajajá, ¿qué queda?; casi nada: un país con una tramitología generalmente retorcida cuando de usuarios pobres se trata, y un Estado que no puede prescindir de ella porque, bien observada, la burocratización es la botarga con la que se tapa gran parte de la corrupción que necesita México para mantenerse en pie. Porque para algunos (me cuento en esa legión) nuestro país sobrevive gracias al combustible de la corrupción, dicho esto con ánimo meramente descriptivo, ajeno por completo al terriblismo y con la tranquilidad de quien ya advirtió cómo es, en esencia, la puerca realidad. En México, el darwinismo social se expresa por las aptitudes para la corruptela que tienen los seres que destacarán; los débiles, quienes sucumben, son aquellos que carecen de ese don (el don para ser unos podridos) o que de plano están enfermos de honradez y se conforman con el zooplancton, la parte más humilde de la cadena alimenticia. Imaginemos por caso lo que ocurre con el trámite ganador: es engorroso porque en el camino de su burocratización a alguien le dejó alguna ganancia. Nunca falla: detrás de cada trámite artificiosamente barroco hay uno o más ganones. El repollo encubridor es, precisamente, la numerosa cantidad de trámites que exige.
En la misma ceremonia, lo que no tuvo abuela fue la declaración de Juan Molinar Horcasitas, director coyuntural del IMSS: “Ya lo dijo el presidente vamos a ponernos en los zapatos de la gente e ir mejorando el servicio”. Independientemente de la metáfora con suelas, es cínico que Molinar piense hasta ahora, a propósito de un concurso mamón, en “ponerse” los zapatos de la gente. Los usuarios no necesitan esas metáforas, pues a diario padecen un servicio de octava mientras los dueños del país son atendidos en Houston. En suma, terminó el concurso para detectar el trámite más inútil y de inmediato generó el inútil trámite de hacer efectivo su resultado.
o
Terminal
En nuestra gustada sección “Betabeles prematuros”, va: acabo de leer que Carlos María Morales, ex jugador del Toluca y del Atlas, milita ahora para el Wenderers de su natal Uruguay. Tiene 38 años, y hace poco estuvo en la cancha al mismo tiempo que su hijo Juan Manuel, de 20 años, eso en un partido oficial de la liga charrúa. Cambio de periódico y leo que Hugh Hefner, de 326 años y dueño del emporio Playboy, acaba de incorporar a una nueva novia oficial en su mansión; el nombre del mordisqueable bizcochuelo es Crystal Harris, rubia conejita californiana de apenas 22 primaveras, monstruo que ostenta las pavorosas medidas de 86-63-86. Yo voy a los 45, pero dada la capacidad de avejentarnos que tiene el país, me siento como de 46. Eso significa que algo anda mal. De inmediato voy a comprar una cuatrimoto y después a visitar antros de moda. ¿Alguien sabe si sigue abriendo el bar Elvira?

viernes, enero 09, 2009

Pobrecito porno



El mundo está loco. En México, por ejemplo, los bancos se dedican a delinquir y amenazar por teléfono y el gobierno los deja. En el Medio Oriente, los judíos lanzan mortíferos bombazos sobre escuelas y hospitales y nadie, ni la ONU ni nadie, sale a ponerles un freno y un castigo. En Estados Unidos, un cuico rubio y bien mamey videomata a un adolescente y reaparece sólo como fantasma el fantasma de Rodney King. El mundo está loco, loco como el cable que ayer difundió la agencia EFE desde Washington (La Opinión, p. 37); en él, algunos empresarios de la “industria” porno solicitan un rescate financiero en el actual shock económico mundial.
Acostumbrada a provocar una inmensa derrama económica y de otra índole más líquida y pegostiosa, esa vertiente de la industria del entretenimiento encontró como voceros de su petición nada menos que a Larry Flynt, editor mandón de la repudadísima revista Hustler, y a Joe Francis, creador de la franquicia Girls Gone Wild, quienes pidieron al Congreso de Estados Unidos la suma de cinco mil millones de dólares para ayudar a que los magnates del porno salgan adelante en medio de la desastrosa situación que presentan hoy las finanzas del mundo.
Aunque suene risible para muchos, tanto Flynt como Francis apoyaron la anómala petición en la idea que tienen acerca de sus productos, considerados por ellos y por sus incontables clientes como parte de la canasta básica para el ciudadano promedio norteamericano. Aseguraron que el gobierno estadounidense debe apoyar activamente la supervivencia y crecimiento de la industria para adultos, tal como siente la necesidad de apoyar a otros rubros apreciados por los norteamericanos. En el comunicado que difundieron no escaseó el lugar común: la crisis ha operado como una “ducha de agua fría nacional”, lo que sin duda afecta a una industria caracterizada precisamente por lo contrario: mantener muy caliente al respetable. El mensaje de los dos consumados pornólogos no tiene pizca de desperdicio, tanto que fácilmente podría integrarse a una hipotética antología de comunicados delirantes/hilarantes. Dice Flynt: “Con todo el sufrimiento económico y la pérdida de tanto dinero, el sexo es lo último en lo que la gente piensa. Es hora de que el Congreso rejuvenezca el apetito sexual de Estados Unidos”. Y aporta cifras, datos duros, más duros que una película protagonizada por John Holmes, el legendario y muy envidiado Príapo californiano: las ventas y alquileres de videos pornográficos cayeron 22 por ciento el año pasado en EU, aunque aumentó el tráfico en internet, espacio en el que, anotan, al menos la mitad de los usuarios son asiduos navegantes de sites para ser husmeados con una sola mano sobre el teclado. Francis usó palabras fuertes: “El Congreso parece dispuesto a rescatar a los sectores más importantes de la nación y creemos que merecemos la misma consideración”, lo que secundó Flynt con un grito desesperado: “Esto es muy malo para nuestra salud como nación. Los estadunidenses pueden prescindir del automóvil, pero no del sexo”.
La lección que nos dejan esas amargas palabras es que en realidad la cosa se viene fea y agresiva, dicho lo anterior sin alusiones fálicas. Para que dos exitosos hombres de negocios (y de qué giro, damas y caballeros) supliquen un rescate de tal envergadura en el hoyo económico que habita el mundo es de veras grave el problema que nos azota a todos. El comunicado no pasará de ser una ocurrencia típica de la picaresca gringa (que también la tienen, y bastante grotesca, por cierto), pero es un hecho que el tsunami financiero arrasa con todo, liquida ramas enteras de la economía y deja al hombre y a la mujer tan noqueados que ya ni las fotografías de Flynt generan inquietud y son vistas con fastidio, casi como quien mira, a fin de mes, sus deudas por pagar.
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En nuestra gustada sección “Nuevas tecnologías”, va: supe que acaban de inventar un aparato que sirve para quemar y no dejar ni vestigios de todos los aditamentos usados en el sexo culpígeno: dildos, películas, frascos con píldoras retardadoras, condones y demás son colocados allí y en unos pocos minutos desaparecen por completo. Su nombre es sencillo; lo llaman “porno de microondas”.

jueves, enero 08, 2009

Plan mediático



Más que a encarar los efectos de la crisis, el plan de choque anunciado ayer por Felipe Calderón parece que salió al quite para lograr un campanazo mediático. De entrada, y más allá de que sea bueno, regular o malo, el plan que hoy es la nota fuerte en todos los periódicos del país fue dado a conocer con demora, en atención al calendario vacacional y no a la urgencia de apagar el fuego de un incendio que al parecer tendrá, para decirlo con el estilacho de la redacción policial, dimensiones dantescas. Ahí se ve, en el manejo de los tiempos, qué tanto le apetece al gobierno ver por los mexicanos, pues antes de suspender o moderar periodos de asueto se largó a vacacionar y hasta el regreso del paréntesis hace anuncios dizque para sofrenar el estrago de la crisis mundial en nuestro país. Si hubiera sido la inauguración de un puente o de una escuela, se entendería la demora, pero es un plan anticrisis necesarísimo en medio de un naufragio generalizado, así que parece imperdonable el relajado manejo de los tiempos políticos, como si miles de familias no estuvieran sufriendo ya, incluso desde octubre o noviembre, el estropicio de la turbulencia económica.
Habrá pues, además de las vacaciones de fin de año, alguna otra razón oculta en los arcanos de la lentitud gubernamental. La suspicacia principal apunta a los zonas de lo electoral: finalmente, un plan anticrisis que deja bien parado, como salvador, al gobierno federal y sus aliados es más oportuno en enero, dentro del inicio en forma de un año en el que habrán de renovarse la Cámara de Diputados y varios gobiernos estatales. Tal vez por eso, porque es un plan anticrisis-electorero, las fuerzas políticas respondieron de inmediato en el tenor esperado. Si antes de que Felipe Calderón lo describiera se hubieran esbozado algunas conjeturas de reacción, el resultado obtenido no estaría lejos de lo que ocurrió ayer. Los gobernadores, por ejemplo, expresaron su apoyo al Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo, que así se llama esta variante de los pactos de solidaridad que tanto nos estiraron la esperanza de bienestar en regímenes anteriores. La oposición, previsible también, se expresó, entre otros, por medio de Porfirio Muñoz Ledo. El coordinador del Frente Amplio Progresista calificó al Acuerdo como “pobre, timorato e insuficiente”. Según nota de El Universal, “Muñoz Ledo explicó, en conferencia de prensa, que el plan es insuficiente, porque ‘no responde a las principales necesidades de la gente’, además de que no impulsa el ‘nivel de ingreso y la cartera vencida’”. Añadió que “La cartera vencida de tarjetas de crédito es insostenible, es un monto impagable, debiera haber impulsado Calderón la creación de una comisión tripartita con consumidores, organizaciones financieras y gobierno, para llegar a una solución justa”. Y remató con esto que es, ahora mismo, una realidad que día tras día asfixia a buena parte de los mexicanos apercollados por la rapiña bancaria: “Ya se apoyó a los banqueros, ahora hay que apoyar a la gente, tiene que haber soluciones justas. (…) De no haber un pago justo, se convertirá en un no pago”.
La crisis viene, entonces, y los diques tal vez sean insuficientes para contenerla. Sirve el optimismo, es cierto, pero si el gobierno mexicano opera laxamente el presupuesto y toma las medidas como las tomó ayer, tarde y acaso con demasiado cálculo político, malos aires le soplarán a la frágil economía de las familias mexicanas que, por tradición, debido a crisis internas o externas, siempre han pagado platos rotos. Que la debacle no se torne apabullante, eso es lo deseable.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Analogías gastronómicas”, va: supe que alguna vez alguien definió a los camarones como “cucarachas del mar”; mejor que esa espeluznante comparación es la que alguna vez me compartió el buen amigo Jesús Aviña: el menudo, dice, es preparado con pedazos de calzón de Trucutú. Carajo, qué buen sazón tiene el cavernícola de la historieta.

miércoles, enero 07, 2009

Regreso a los viejos libros



He procurado siempre que la actualidad no me aleje demasiado de los viejos libros. Por algo los reuní, se supone. Para escribir de vez en cuando sobre ellos, para encajar allí los ojos, con calma, y no tanto ya en la fugacidad informativa. Alguna vez intenté, por ello, sostener el trabajo de escritura diaria con ideas surgidas del contacto con los libros, pero la realidad (sus balazos y sus accidentes y sus elecciones de vértigo) me lo impidió: la gente prefiere lo actual, no lo pasado, pero yo lo prefiero todo, y ahora que tuve algunos días para sacudir y reacomodar saltó el Poema heroico de Diego José Abad. La primera edición, de la UNAM, data de 1974, y la introducción, la versión y el aparato crítico son de Benjamín Fernández Valenzuela, quien realizó en todos los casos un trabajo (y me quedo corto) impresionante. ¿Por qué no son más conocidas y leídas estas titánicas páginas de la investigación literaria mexicana? No sé. Lo que sí sé es que se trata de un trabajo monstruo en hondura filosófica y, más todavía, si eso es posible, en belleza verbal.
Alguna vez, en una encuesta a propósito del día del libro, me preguntaron por las diez obras que me llevaría a la isla desierta en la que habitan todos los que son interrogados sobre libros e islas desiertas. No lo dudé: el Poema heroico fue una de ellas. Su autor, Diego José Abad, nació en La Lagunita, Jiquilpan, el 1 de julio de 1727, y murió el 30 de septiembre de 1779; fue teólogo y poeta. Estudio filosofía en el Colegio de San Ildefonso en Valladolid (hoy Morelia). A edad temprana ingresó en la Compañía de Jesús y llegó a ser director del Colegio de Querétaro. Cuando en 1767 los jesuitas fueron expulsados del país se exilió en Italia. Dejó algunos apuntes de ciencias exactas, tradujo algunas églogas de Virgilio, y en italiano escribió el Tratado del conocimiento de Dios. Después de su muerte se publicó la edición definitiva de su más divulgada obra, De Deo deoque homine heroica, el Poema heroico, singular recopilación teológica en latín escrita en verso.
No me distraigo en referencias biográficas hoy fácilmente localizables. La obra de aquel mexicano genial es lo importante, pues aunque haya sido volcada al castellano por Fernández Valenzuela, conserva una jerarquía estética que, imagino, ha de ser mayor en latín, lo cual no es poco decir. No afecta que el lector, como yo, ande lejos de esos temas o crea poco o nada en seres superiores: el acero de las palabras abadianas es incorruptible y seduce.
Un buen propósito para empezar el año puede ser abandonar el cigarro, hacer ejercicio, ahorrar lo que se pueda; otro, que no estorba, podría ser que los clásicos convivieran más con nuestras pobres almas abandonadas en el mundo de la información chatarra. Porque con palabras como las que cito (Patientia, canto XII, p. 267, fragmento) uno puede darse idea del mundo que pintó Abad; es muy similar, si no es que idéntico o peor, al nuestro:
“¡Qué soberbia locura! Agobiado el orbe con el peso de nuestros delitos, gime y desmaya. Los más de los hombres, con bestial vileza, se revuelcan por tierra a placer y a una dicha, sin memoria del cielo, con olvido de Dios. ¡Cuántos espantables perjurios juntos de la indómita lengua!; ¡cuántos y cuántos destrozos de la loca soberbia!; ¡cuántos daños de la enferma y pálida envidia que con venenoso diente todas las cosas calladamente roe!; ¡cuántos perjuicios de la rabiosa ira, que de un continuo anhela por sus fauces apetitos de sangre! Estas son las tres Furias, las hermanas del Tártaro, las tres fugitivas que a su placer vagan entre nosotros. Todavía resta otra que con más señorío asoma su cabeza infame: la maldita avaricia (…) Arrebato mis ojos a otra parte: guerras horrendas, hombres medio yertos que flotan entre mares de sangre, y cabalgaduras y armas y confusos cadáveres. Aquí va una cabeza; allá un cuerpo sin sonrisa y sin nombre; acá una mano que se ahoga en el manantial de su sangre, una mano sin dueño, pero que aún tiene arrestos para menear el acero…”.

domingo, enero 04, 2009

Dos apuntes rescatados



Con tiempo de sobra para acomodar documentos en las carpetitas amarillas de la computadora, encuentro viejos maquinazos. Algunos fueron escritos no sé para qué y publicados no sé dónde, es cierto, pero de la mayoría sí conservo al menos el recuerdo para reconstruir un borrador de ficha referencial. Las dos que presento creo que circularon en un periódico estudiantil, así que son, digamos, como inéditos. Las reciclo ahora porque no tienen apariencia de caducidad y encajan de alguna forma con el tema del regreso a las aulas previsto para el miércoles venidero.
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Básculas para libros
¿Quién sanciona actualmente la calidad de los buenos libros? ¿Con qué básculas podemos pesar su calidad? Estas preguntas renacen en mí de tiempo en tiempo, y es hora que no tengo mejor respuesta que la misma de hace muchos años: la academia y el periodismo serios. Es cierto que se trata de una sanción volátil, no ajena al capricho de los gustos humanos, pero es la única fuente de confiabilidad que un lector no iniciado puede tener para no extraviarse en el océano de publicaciones que circulan como hormigas por toda la faz del planeta.
Trataré de exponer esta certeza con algún ejemplo que no deje dudas sobre lo que pretendo demostrar. Imaginemos a un lector potencial, a alguien que desea leer pero no sabe por dónde empezar. Imaginemos que entra a una librería, que hurga entre los estantes, que observa con detenimiento cada repisa. Ese lector potencial no explora en la mesa de libros de texto, pues ya no tiene obligaciones escolares y nadie le ha encargado nada. Ese lector potencial simplemente quiere leer algo, lo que sea, y guía su búsqueda a ciegas, pues sabe muy poco, o nada, de autores y de obras.
¿Qué ocurrirá en tal pesquisa? Puede ocurrir lo que sea, incluso que adquiera Hamlet o Los Miserables, aunque lo más probable es que la compra no vaya por allí. Si aceptamos que lo suyo no es la sesuda elección de libros, si aceptamos que no hay bases críticas de donde partir para hacer una buena elección, creo que también podemos aceptar que ese lector imaginario se dejará seducir por lo más llamativo y evidente, por las novedades más ruidosamente colocadas en la librería. Verá un lujoso display, leerá en una fajilla roja que tal libro lleva cien mil ejemplares vendidos, recordará con algo de vaguedad que una tía hizo cierto comentario en la sobremesa del domingo, y entonces comprará ese libro, el que luce en una gran pirámide, el que se ve mejor exhibido en la vidriera. Ese es, sin duda, el libro de moda, el libro que garantizará una excelente inversión de dinero y, horas después, de tiempo, el tiempo necesario para leerlo.
Es cierto que un gran libro puede ser al mismo tiempo un éxito de ventas, pero es muy raro que eso ocurra. Hasta donde sé, muy pocos, escasísimos autores de genio son al mismo tiempo vendedores de libros en masa. Creo incluso que eso no llega a darse en el mercado actual, y la excelente literatura tiene en realidad ventas mediocres comparadas con la pésima. Vuelvo pues a mis preguntas iniciales y al ejemplo de mi lector hipotético, un hombre que, conciente de que no sabe mucho de libros y acaso conciente de que desea leer algo verdaderamente estimable, clama por ayuda. Mi respuesta es la misma: si estamos en la circunstancia de ese hombre, nada más confiable que la academia o el buen periodismo cultural para saber qué libros merecen el esfuerzo de ser comprados y leídos. Porque de algo estoy seguro, y cierro con un caso extremo, casi obsceno: Carlos Cuauhtémoc nunca será atendido en ninguna universidad o suplemento bien nacidos. Su pobre destino es el mercado y la fama, la pequeña famita pasajera de los condenados a la total insignificancia.
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El mito del aula
Tengo desde siempre una mayor confianza en el autodidactismo que en el aula frente a un apresurado profesor, y es por eso que en la báscula de lo poco que sé gravita sobre todo lo aprendido en casa con los libros, las revistas, los periódicos y ahora el internet. Eso me da hilo para reflexionar sobre lo que he visto en relación con los estudiantes, más con aquellos que ahora frisan los veinte años.
La impresión que me dejan es básicamente la misma que percibí entre mis contemporáneos, pero hoy más radicalizada: el alumno de este tiempo, hablo en general, deposita una fe ciega, acrítica, en el maestro y en el aula. Para el joven, insisto que hablo de la mayoría, el espacio casi exclusivo para adquirir conocimiento “serio” es el salón de clases, y el sumo sacerdote que oficia desde su sabihondo púlpito es el profesor. Eso, a lo mucho, es verdadero a medias; cierto que el aula y el maestro son importantes (más porque suponen una inserción en estudios formales ahora imprescindibles para trabajar en muchas disciplinas), pero analizados en todas sus implicaciones (tiempo, distractores, elección de materias, etcétera) nunca estarán por encima del conocimiento que el estudiante puede allegarse solo, por su propio pie.
De eso no tengo duda. En casa, el tiempo disponible para el estudio, si uno lo desea, suele ser amplio; en casa, los distractores no son tantos como los que podemos encontrar en un salón lleno de condiscípulos; en casa, la elección de materias es discrecional, se puede manejar a placer. Lo único malo de ese encuentro con el conocimiento, ya lo sabemos, es que no deja un título que certifique nuestra competencia. Sin embargo, cuando algún alumno advierte que el autodidactismo es el mejor complemento de la enseñanza formal, las capacidades de ese joven se agrandan sin remedio, se ramifican, se alimentan por dos flancos que le dan ricos nutrientes.
No alego, quiero aclarar, que el aula y el maestro sean prescindibles. Lo que resalto es la mitomanía del joven moderno cuando cree en la suficiencia de la educación formal. En todo caso, reitero, el autodidactismo es el mejor complemento de lo que escuchamos en el aula, o al revés.
Termino anecdótico. Un amigo, maestro de literatura, recibió una carta en la que un joven poeta le pide consejos, “clases”, para escribir poesía. En síntesis, mi amigo le respondió esto, una cátedra sobre autoaprendizaje: “Sólo los gringos creen que para todo hay un ‘know how’ y que todo puede reducirse a recetas. Usted es un escritor mexicano, o sea que puede salvarse de esa visión empobrecedora de la poesía, o de cualquier otro aspecto de la vida. Piense como ciudadano de Sinaloa, amigo, no como ciudadano de Nebraska. No busque quién ‘le enseñe a escribir poesía’, como usted dice: su mejor maestro es usted mismo”.

sábado, enero 03, 2009

Puente Guadalupe-Balazos-Reyes



Cuando el 12 de diciembre pasado comenzó el famoso puente de fin/principio de años no imaginamos que pasaría lo que ya sumamos: tres balaceras en igual número de espacios y nutrido, aunque todavía borroso, saldo de víctimas. Como si hubiera sido adrede (o “de adrede”, para decirlo a la usanza coloquial), los hechos cornicaprinos (adjetivo que acabo de inventar: dícese de todo lo relacionado con ciertas armas de alto calibre) ocurrieron en ámbitos que esquemáticamente representan a los tres estratos que solemos usar para la descripción de franjas socioeconómicas: bajo, medio y alto. Más allá de los flecos simbólicos que la balacera tripartita arrastra, los desaguisados dejan un mensaje que nada tiene de optimista en estos días de abrazos que desean lo mejor para el año recién nacido: en La Laguna ya nadie está exento de convivir, casi codo a codo, con el crimen y sus rémoras. Si poco antes de diciembre los pudientes y los clasemedianos afirmaban, con un dejo de asco social, que esa cosa de las matazones era asunto de los jodidos y lo policías, luego del primero de enero ya no pueden afirmar lo mismo: las imágenes de lujosas residencias tomadas como parapeto por francotiradores enmascarados, los agujeros en las paredes de la casa ametrallada en el Campestre La Rosita, el largo tomaidaca que el primero de enero se dio en Torreón es una clara prueba de que se acabó la paz como privilegio de unos cuantos, que la descomposición económica y moral ya permeó todas las capas tectónicas de la sociedad y ahora cualquiera puede ser invadido por la podredumbre incluso en la tranquilidad de sus palacios.
Lo que hemos visto, entonces, durante los días festivos recientes no ha sido pirotecnia, sino balazos que en efecto dan cuenta de una situación extremadamente grave. La crisis llega al paradójico grado de que ya ni siquiera es necesario cuidarse con melindres de ciudadano precavido, pues la liebre puede saltar en donde sea y a la hora menos pensada. El 24, por ejemplo, mientras miles de marchantes hacían compras en el populoso mercado Alianza, varios sujetos comenzaron a rafaguear desde la Casa del Cerro hacia abajo, todo con una gratuidad pasmosa, sin decir agua va. Sin embargo, la lectura comunitaria dejó tranquilo al grueso de la población, pues se trataba, para no variar, de un zipizape en una zona ya emblemática de la barbarie hamponil.
Poco después, a fin de año, unos desconocidos emboscaron a dos patrullas de Torreón; hubo oficiales heridos de gravedad. La balacera se dio en el bulevar Río Nazas, al lado del lecho otra vez seco de nuestro río y muy cerca de varias colonias ubicables en el estrato de lo media tabla; el tiroteo activó el llamado Código Rojo, pero nada se pudo hacer para detectar siquiera a los juyidos atacantes.
Y el jueves, mientras bostezábamos todavía modorros por la fiesta, una feria de balas se dejó sentir en un sector acomodado de Torreón. Además de balazos, hubo granadas de fragmentación y muchas horas de sicosis en las inmediaciones del lugar. Fue tan prolongada la batalla que algunos ya le atribuyen el récord de duración entre las balaceras de los años recientes en La Laguna.
Hoy sábado, con el susto asomando aún en los ojos de muchos vecinos del Campestre La Rosita, se sabe que no sólo tuvieron lluvia de plomo, sino saqueo en sus residencias, lo que torna cada vez más difuso saber en dónde están los buenos y en dónde están los malos de la película. Muchos se han preguntado por qué no hay denuncias ciudadanas cuando surgen sospechas de casas de seguridad y todo eso, y a qué se debe que en un sector donde sería evidente cualquier movimiento sospechoso no hubo ni un conato de aviso a la autoridad. En el saqueo está la respuesta.
Así el abarrote, vivo ahora debajo de mi cama, agazapado, temeroso. Sólo tengo un arma y espero usarla bien cuando llegue la hora de la hora: el voto, ese mismo voto que muchos le hemos dado a tantos gobiernos putrefactos.
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En nuestra gustada sección de “Neologismos para la historia del arte”, va: ¿cómo se le llama a la pintura más antigua de la humanidad? Todo el mundo lo sabe: pintura ruquestre.