jueves, diciembre 03, 2009

Juanito reloaded



Realmente fue saludable, como un buche de oxígeno, carecer de Juanito durante dos meses. Fue un ensalmo luego de que, tras las elecciones y la primera rebatinga, el hombre de la banda tricolor en la cabeza sufriera una afección cardiaca que lo alejó de las noticias durante casi sesenta días. Fui de los que pensé, oh ingenuo, ya aquel sujeto no regresaría luego de que Ebrard le hiciera mano de cochino para dejarlo en la banca. Pero Juanito es Juanito y ha vuelto literalmente por sus fueros y reloaded como delegado de Iztapalapa.
Como Juanito es un factor propicio para ridiculizar hasta la caricatura a López Obrador y a la “izquierda”, mientras ha estado en acción recibe una cobertura triple “A”, insólita en un país que tal vez, como catarsis, puede distraerse con tarugadas de corte juanítico, pero no llegar al extremo de convertir a ese tipejo en noticia de cinco estrellas y con vista al mar. Pero ya se sabe: Rafael Acosta es un maravilloso activo propiciador de enlodamientos merecidos e inmerecidos: a la cuota de lodo que en realidad merece el affaire Iztapalapa, los medios se dan vuelo y usan los dichos y los hechos del monigote para hiperbolizar el desastre de las tribus izquierdosas cuya desarticulación tiene razones endógenas, es cierto, pero más exógenas, inducidas desde arriba.
Muy de lejos, siento que no estaba mal abandonarlo a su suerte en la delegación que “ganó”, como escribí hace algunos meses. Soy de los que aseguran que el lopezobradorismo pierde más de lo que gana en la disputa de la delegación donde Brugada y Juanito se arrebatan la estafeta. Más allá de su promesa en aquel acto tragicómico, Juanito es el ganador oficial, y de allí no lo van a sacar, según parece. Fue un error confiar en la palabra de un tipo que sólo ha dado trazas de no estar en sus cabales y ser sólo un clown de la polaca nostra. Y no lo digo porque nos falten clowns en otros partidos o en la nómina del poder, sino porque en su caso la catadura de payaso es harto visible, tricolor y prosódica, por tanto explotable con fines de taquilla televisiva y política. El acercamiento al PAN evidencia con claridad de qué lado masca Juanito, en qué niveles se mueve la payasada de su vida pública.
He leído, ya con tedio, que el delegado iztapalapense está configurando su equipo de colaboradores, eso mientras sigue en pie el conflicto por la demarcación capitalina. Por lo pronto, ya nombró a una panista como directora general Jurídica y de Gobierno. El periodismo, ansioso por saber otros nombres de posibles funcionarios, le ha preguntado si invitará a Alberto Rojas, mejor conocido en las elites culturales como El Caballo, para que colabore con toda su experiencia en Iztapalapa. A propósito de tal posibilidad, muchos especulan ya con la idea de que en el gabinete metan toda la carnacua al asador y lleguen puros funcionarios albureros. No por nada, en su paréntesis cardiaco el inefable Juanito se mezcló en el inframundo del teatro populachero que en chilangolandia tiene una larga tradición. Se sabe incluso que El Caballo será director del sesudo drama ¡Ay Juanito no te rajes!, pieza en la que se verá qué tan alto es el talento histriónico del rajón ex petista.
Fotos sin camisa con musculosos fisiculturistas, escenas de la vida real en el hotel donde hizo campamento antes de tomar protesta, entrevistas con periodistas shalalá, momentos mágicos en un palco de la máquina cruzazulina, toma de protesta frente a un pelotón de fotógrafos que lo fusilan a flashazos mientras él se arranca la corbata y grita un “muera el PT”, pernoctación en casas de campaña donde pasará frías madrugadas, arribo a su oficina con cerrajero por delante y show, show y más show.
En resumen, Juanito empeñó su palabra con la honestidad de un promotor de rifas callejeras. Su tricolora cabecita tal vez más destrampada que logrera lo ha hecho reparar muy poco, o nada, en aquel juramento que no hizo con tinta sangre del corazón, sino al calor de una asamblea en la que cualquiera, cualquiera como Juanito, puede jurar lo que sea sin que en realidad se sienta obligado a cumplir. En otras palabras, y al margen de que Juanito sea un perjuro más en la larguísima historia nacional de las traiciones ilustres, ¿a quién le importa ser acusado de apostasía si tiene a merced el presupuestazo de Iztapalapa? Juanito podrá ser lo que sea, menos eso que usted está pensando.