miércoles, noviembre 11, 2009

Reagrupamiento de los trabajadores



La marcha de hoy no es una marcha más. Se trata de la primera gran movilización de trabajadores en un contexto político y económico, el de los sexenios recientes, que lejos de favorecerlo ha dañado sustancialmente su calidad de vida. Despidos, merma salarial y desarticulación de la unidad de los trabajadores son los rasgos más salientes de una escalada de ataques al principal motor de la economía del país: los trabajadores. Por ello, lo que ocurra hoy es fundamental para el destino del país, ya que hará constar qué tanto pueden aglutinarse los trabajadores (no sólo los del SME) en demanda de mejores condiciones de vida para la mayoría de los habitantes de un país que poco a poco ha visto alejarse los beneficios de producir riqueza.
La marcha de hoy ha estado precedida por declaraciones de importantes empresarios en el foro México, Cumbre de Negocios, organizado en Monterrey. En general, los mandones del capital en México, como Slim y González Barrera, coinciden en señalar que el modelo mexicano está agotado y son lamentables sus resultados durante el más reciente cuarto de siglo. Si eso dice el poder económico, que no es precisamente el más estragado de los sectores, ya podemos imaginar qué tan lastimada se encuentra hoy la realidad de los trabajadores que no sólo tienen el derecho de organizarse, sino la obligación.
Sobre esta urgencia, común en todos los países de América Latina que han sido sacudidos por las bestias neoliberales, recién leí un artículo esclarecedor. Su título es “¡Pobrecitos los pobres!”, y lo escribió Alberto Robles. La pertinencia de sus observaciones encaja a la perfección con las razones de la marcha de hoy, más allá de que Robles se refiera a la Argentina y la movilización del SME y sus simpatizantes sea un acto mexicano. El caso es esencialmente el mismo, pues se refiere, primero, al reconocimiento unánime de que existe grave pobreza en nuestros países y, segundo, a la única posibilidad de revertirla: que los trabajadores se reconozcan como tales, se organicen y demanden lo que es suyo. Observa Robles: “Uno de los aspectos más notables del debate político y de la cobertura de los medios de comunicación del último año en Argentina es la condena unánime de la pobreza, calificando su permanencia como un escándalo (…) Este discurso es sorprendente porque hasta no hace mucho, quienes tomaban el partido de los pobres, chocaban una y otra vez contra un argumento incontestable que los enviaba sin más al mundo de los soñadores o de los demagogos: ‘¡eso es imposible, siempre hubo pobres!’”.
Más adelante, apunta Robles: “¿Por qué este cambio? ¿Qué ha pasado?Yo creo que se debe a que hoy ya nadie tiene espacio para negar que la pobreza es realmente un escándalo. Esto es en sí mismo un cambio histórico”. El autor se pregunta si tras la aceptación de que hay pobreza extrema se esconde una inédita conciencia del poder para sacrificar su enorme renta; por supuesto, lo duda. “¿De qué se trata entonces? (…) En realidad, aún las sociedades más injustas y escandalosas, pueden sostenerse mucho tiempo en el tiempo, si quienes deben ser los actores del cambio no están organizados. (…) Hablar de ‘pobres’ y no de ‘trabajadores’ no es inocente porque la clave precisamente se encuentra en esta separación que se hace de ‘pobreza’ y ‘trabajo’. Los pobres no ‘son’ pobres, los pobres ‘son’ trabajadores e hijos de trabajadores. Para ser más preciso, los pobres ‘son’ trabajadores e hijos de trabajadores a los que se les desconocen sus derechos. (…) Definir a una persona por lo que no recibe y no por lo que hace, es el mejor modo de impedir su identidad y su organización. Es victimizarla y relegarla a la pasividad. En realidad este discurso de ‘pobrecitos los pobres’ se orienta a perpetuar la pobreza y el clientelismo”. Volvemos al principio, pues: la marcha de hoy es o puede ser una demostración de que los trabajadores, no los pobres y su pasividad, están entrando en acción frente a un poder que ha vapuleado el valor del trabajo y, por ello, generado cuantiosos pobres.