jueves, noviembre 26, 2009

Natalia y Uliana en concierto



Traigo dos acepciones de las diez que da la RAE sobre el verbo “concertar”; la primera, “Componer, ordenar, arreglar las partes de una cosa, o varias cosas”; la quinta: “Acordar entre sí voces o instrumentos musicales”. Por eso, precisamente por eso se llaman “conciertos” los conciertos, pues suponen la conjugación perfecta de objetos distintos. En el caso de los objetos distintos que usan Natalia Riazanova y Uliana Akatova —el violín y el piano, respectivamente, o los sonidos por ellos producidos— su concierto llega a empatar tan bien que le hacen honor al verbo concertar; en efecto, las dos artistas rusas que han elegido a La Laguna como su lugar de radicación llevan al extremo la concordancia de sus talentos. Una con el arco y las cuerdas, la otra con las teclas, ambas llegan con sus interpretaciones a pisar zonas del arte musical por fortuna cada vez más visitadas en el contexto del la comarca lagunera.
Escribí en una columna no tan lejana que debemos sentirnos orgullosos de lo que ocurre en la actualidad con la alta música ejecutada en nuestra región. Si hace poco más de diez años teníamos un esporádico concierto, ahora podemos acceder a ellos con saludable regularidad. Junto con las presentaciones en los foros de la región (sobre todo en los teatros Martínez y Nazas), una ola de quehaceres aledaños han ido afinando el gusto por esta música entre los laguneros: es el caso la docencia en espacios de enseñanza musical y, por qué no mencionarlo, de la presencia de música de calidad en ceremonias privadas, familiares. La suma de todo esto (presentaciones formales, enseñanza y presentaciones sociales, a lo que quizá debemos añadir la grabación de algunos discos y la edición de la revista especializada Intermezzo) da como resultado un extraordinario momento para la música culta no sólo de La Laguna, sino de Coahuila y acaso del norte del país.
En el enriquecimiento de ese fenómeno cultural han colaborado, y colaboran todos los días, sin duda, Natalia y Uliana. En ambos casos se trata de artistas que hacen presentaciones formales, es verdad, pero que también dedican parte de sus horas a la enseñanza. De allí pues que su radicación en la comarca sea valiosa y ese valor se manifieste muy seguido. Hoy, por ejemplo, las dos artistas ofrecerán un concierto en el Teatro Isauro Martínez. La entrada es libre, así que todo es que la gente vaya al TIM para que disfrute de un placer artístico definitivamente superior.
Natalia y Uliana han preparado un programa harto interesante, pues combina géneros que por lo común no conviven en un mismo menú. Son la Sonata No. 3 Op. 108 en re menor de Johannes Brahms, cuatro temas de Astor Piazzola y lo que aprecio como más importante no tanto por la fama de los compositores, sino por el proyecto que palpita detrás de estas interpretaciones: piezas (valses, un pasodoble y un tango-canción) de Jesús Martínez Larrañaga y Jonás Yeverino Cárdenas. ¿Quiénes son ellos? Pues ni más ni menos que antiguos compositores coahuilenses que Natalia y Uliana están rescatando como parte de un plan dirigido a recuperar la música compuesta en nuestros ámbitos. Habida cuenta de que para muchos la historia es sólo el listado de los acontecimientos políticos y militares, NyU están haciendo lo que algunos estudiosos de la historia: acercarse al pasado por otras puertas, en este caso, por la de una actividad artística que también nos puede decir algo sobre los hombres que habitaron estas tierras. La labor de rescate no implica sólo la acumulación y el desempolvamiento de partituras, sino, como en la pintura, el de la restauración y la exposición al público. En el caso de las obras de Martínez Larrañaga y Yeverino Cárdenas, Natalia y Uliana han procedido a restaurar, a retocar, a llenar las lagunas sonoras en una labor de (si es posible llamarlo así) repartituración que bien mirado también tiene algo de arqueológico. El resultado es asombroso —como lo constatarán quienes asistan hoy a las ocho de la noche, gratis, al Teatro Martínez—: un concierto que amalgama la belleza de la música alta con la recuperación/restauración/exposición, benemérita en la historia de nuestro arte, de valioso patrimonio cultural. Los melómanos y los no melómanos laguneros no se lo pueden perder. Allí nos vemos.