domingo, abril 05, 2009

Aves poéticas de Novo



Está por concluir el ciclo de vida del más reciente número de Nomádica, la revista lagunera especializada en biodiversidad. Sigo apersonándome por allí, con gusto. En la salida siguiente aportaré un comentario sobre el ahuizote, ese mítico animalejo mexicano. Mientras, comparto el artículo que ya se hizo viejo y que circula junto a los muchos materiales interesantes que pueblan esa revista, única de su índole por estos rumbos. Venga, pues, “Aves poéticas de Novo”:
Ya por antonomasia, el ornitólogo de La Laguna es Paco Valdés, sin duda, pero eso en los territorios de la ciencia. El otro, un observador de las aves hechas no de plumas sino de palabras, fue el cuasilagunero Salvador Novo, quien hacia 1953 publicó Las aves en la poesía castellana, volumen 10 de la colección Letras mexicanas del Fondo de Cultura Económica. Tengo, gracias a las siempre generosas librerías de viejo, la primera edición y acaso única de ese concienzudo trabajo que escudriña la recurrente y terca presencia de las aves en la obra de muchos poetas de lengua española. Es, pasadas las décadas, un libro extraño, que yo sepa uno de los menos conocidos del cronista capitalino. No deja de admirarme que, entre sus inacabables tareas de hombre público y escritor a toda prisa, Novo dedicara algunas horas a pensar con calma lo que lee y lo que escribe. Si bien es cierto alcanzó una endiablada habilidad para escribir sin pausa y muy bien, frenéticamente, al ritmo que le marcaban los periódicos, Novo se dio maña y dejó, entre otros, libros como el que me ocupa, páginas con el sello del hombre que no escribe para la multitud, sino para esos pocos que, más por especialización que por aristocratismo, se interesan por temas tan específicos como el de Las aves en la poesía castellana.
Ya desde sus “Palabras iniciales” o introducción, Novo se nos ofrece en registro erudito, culterano a no poder más. Como si, adrede, nos quisiera comunicar que es, como lo fue, experto en letras clásicas, y, para confirmarlo, su prosa invoca, torrencial, a los personajes y a los autores que apuntalen la autoridad que es menester para encarar una materia tan peculiar y delicada como la que allí introduce: “¡Las aves en la poesía castellana! El tema fue incubándose de un modo tan casual, tan botánico, como el Ibis concibe, ‘si tradición apócrifa no miente’. Sugiriómelo, por vuelos cada vez más altos, el canto, y meditar en él con qué reiterada frecuencia ocurren todavía en las canciones populares los pajarillos, y cómo, en cambio, han huído de la poesía moderna”. Es decir, el cronista de la Ciudad de México repara en las aves líricas gracias a las palomas que hacen cucurrucucú o los gorrioncillos pechos amarillos del canto popular, y a partir de tal observación auditiva, si se nos permite el oxímoron, advierte que las plumas han desaparecido de la poesía que él adjetiva “moderna”.
Visto al vuelo, para no desentonar con la metáfora en el análisis de un libro sobre aves, es cierto que los seres alados pueblan en cantidades pasmosas la composición de temas musicales. Lo siguen siendo hasta hoy. A esa sobrepoblación correspondió una especie de extinción avícola en la poesía, digamos, “culta”. Es como si las aves hubieran migrado de una poesía a otra, de un clima espiritual a otro. Novo comprueba, con ejemplos, tal mutación, por eso empieza con el ruiseñor renacentista, pasa por las palomas de Gonzalo de Berceo y el gallo del Arcipreste, para luego ingresar a la reflexión sobre los plumíferos (no los escritores y sus plumas, sino los animales emplumados) del romancero, que es, por qué no afirmarlo, un contacto ya popular entre las aves y la poesía.
El autor de Nueva grandeza mexicana no olvida al cisne, ave celebradísima por la poesía de todos los tiempos, al grado de ser mote habitual de poetas cuyo talento era mayor al común de los mortales; fue el caso de Góngora, conocido por sus fans como “el cisne cordobés”.
Novo deja al final un capítulo delicioso: “Las aves en la poesía mexicana”. Allí, el cronista-ensayista-poeta se da vuelo y exhibe un conocimiento apabullante sobre el canto callejero: “Conforme avanzamos —a grandes saltos, lo sé— hacia el especializado presente, las menciones genéricas de los pájaros tienden a objetivarse a tiempo que se hacen más concretamente:
Ya los sabes que soy pajarera
y en los campos me vivo cantando,
disfrutando de la primavera,
de las aves sus pálidos cantos.

dice ya con su alegre ritmo una canción moderna, y en La Joaquinita, norteña, de 1917, hija tardía y ágil de la Adelita:
Los pajarillos en las ramas se encaraman.
Ya es luego Pajarillo barranqueño, el Pájaro carpintero, el Gavilán, el Tecolote de guadaña, pájaro madrugador, el Gavilán pollero, o la proliferada Paloma, desde aquélla:
Cuando salí de La Habana, ¡válgame Dios!,
o la que el rápsoda (sic) convoca en los corridos para confiarle un urgente mensaje:
Vuela, vuela, palomita,
vuela si sabes volar”.

Es, por esto y más, un gran libro. Creo que no ha sido reimpreso o reeditado. Justo sería verlo de nuevo por los aires.
o
Nota vacacional
Ruta Norte seguirá chambeando durante la semana de asueto. Aquí nos leemos el miércoles.