viernes, febrero 29, 2008

Paños menores



La foto luce espléndida en La Opinión de ayer (p. 37): un tumulto de hombres y mujeres posa para la lente y celebra el día nacional de la ropa interior. Eso en Brasilia, capital de Brasil. Por supuesto, los/las muy liberales modelos tienen una facha estética acorde a los parámetros de Dolce & Gabbana, es decir, son esbeltos(as), bien parecidos los tornillos y harto lindas las tuercas. Como sé que los mexicanos somos expertos en copiarlo todo —mucho más los días festivos que nos eviten el castigo divino de trabajar—, no dudo que pronto comenzaremos a pensar en un día de la ropa interior, pero no al estilo carioca, sino al charro y muy patriota. Me adelanto, pues, a los acontecimientos, y a los modistos del mundo (¡uníos!) les propongo algunos prediseños que nos permitirán desfilar en paños menores con respeto a nuestros valores, a nuestra idiosincrasia y a los héroes que nos dieron transa. Estos son los modelos que propongo; ojalá y firmas como Victoria Secret, Gucci, Versache o de perdida Teycon o Rimbros se animen a confeccionar tan exquisitas prendas.
Calzón Secretaría de Hacienda. Sólo en tallas extragrandes (o sea, XXXLLL). Permite tener control de todo lo que salga, sea cual sea la erogación intestinal. Por su elástico extraduro estilo faja, permite meter en cintura cualquier parte del cuerpo que quiera salirse del tamal. Son para que uno se sienta a gusto, a gustito, Agustín. De venta en cualquier lado, hasta en la miscelánea “Fiscal”.
Panti-SNTE. Con diseño de grecas charras en los bordes. Sólo para mujeres con control absoluto de su organismo. Quien los use sentirá una gran libertad de movimiento, esa libertad que se requiere para hacer y deshacer cuanto a uno se le antoje.
Bóxer Bejarano. No tiene elástico, razón por la cual es necesario amarrarlo a la cintura con una liga. Viene estampado con motivos de color verde y numerosas caras de Washington. Es tan pequeño y cómodo que uno puede guardar muchísimos en un maletín. Curiosamente, si uno lo usa puede pegar el grito de Dolores.
Brasier Marta’s. Excita a los más zorros. Este finísimo artículo de lencería lo pueden usar las mujeres con deseos de empoderamiento inmediato. Aunque se tenga busto chico, viene con acolchonado interior, lo que facilita a la usuaria semejar que está en periodo amamantador de bebés. Las copas vienen muy picudas, casi como las botas de un vaquero.
Tanga Filipina. Pese a que fue diseñada para tapar las pobrezas del organismo, deja ver todo. Viene en tallas muy pequeñas y apretadas, así que reprime demasiado a las masas y no deja al cuerpo en paz, sobre todo si uno se pone de Hinojos.
Braga Juancamilito. Producto de importación fabricado en España. Es de las prendas íntimas de más alto precio en el mercado. Quienes la usan, de inmediato tienen aspiraciones por colocarse bragas de mayor calidad. No cualquiera se acostumbra a ella; es necesario estar impuesto.
Trusa Pejelacoste. Muy económica, austera, pero llama mucho la atención. Todo mundo dice ignorarla, pero la verdad es que cualquiera se le queda viendo y habla de ella. Recomendable para quienes tienen los destos demasiado grandes y causan mucho escándalo entre las señoritas de la vela perpetua. De tremenda durabilidad: el tiempo y el desgaste de la publicidad adversa le hacen lo que el viento a Juárez.
Hilo dental Ruth’s. Tan delgado que apenas es exhibido y ya queremos tocarle las piernas a quien lo porta. Su extrema fragilidad permite que caiga a la menor negociación y órale, pa’dentro, chile mugriento.
Guardapedos Innombrable. Es el favorito en las playas nudistas. Cuesta mucho, pese a su aparente modestia. Su característica principal es la invisibilidad y la resistencia, pues llega a durar hasta 25 años sin dejarse ver ni ser destruido. Aunque uno se lo ponga, no deja de verse el deste, el calvo con huaraches, o sea, el pelón con suelas.
Bóxer AK-47. Ideal para quienes tienen la manía de disparar demasiado por la canal postrera. Tiene por ello doble refuerzo en la retaguardia; este parche es color oro Rolex, para ayudar al camuflaje. Sólo para gente muy discreta, aunque emprendedora y exitosa.

jueves, febrero 28, 2008

Tío Warren, acá estoy



Uno de mis interlocutores favoritos es xxx, quien trabaja en xxx y es una auténtica lumbrera en varias materias. No coincidimos en muchos temas, pero en verdad siempre me ha parecido brillante y nada impositivo al exponer lo que piensa. Es, por ello, un tipo que me cae sobradamente bien. Ayer, este querido compa me hizo llegar una nota muy interesante sobre el multimillonetas Warren Buffett. Más allá de que nunca he simpatizado con esas historias de éxito que sólo embobecen a los soñadores, la nota sobre Buffett, y principalmente sus consejos, son un delicioso pastel si comparamos al magnate norteamericano con el millonario estándar de aquí, hecho a punta de desvelos, esfuerzo y, sobre todo, tráfico de influencias y ejemplar impunidad.
Según la información, Warren Buffett, una de las tres personas más ricas del planeta, donó 31 mil millones de dólares (de los cuales, por cierto, no me ha tocado un solo dólar). Ese gesto de altruismo no tiene parangón en la historia universal de los limosneros (limosneros en su sentido antiguo y recto, es decir, el que da limosna, no el que la recibe). Y lo hizo sin aspaviento, sin recurrir a Teletones que a cambio de una donación pesada dan algunos minutos de publicidad a los nada anónimos y sí muy anticristianamente presuntuosos benefactores. Buffett se desprendió de ese varo (como dicen los chilangos) y como si nada se fue a ver tele en su casita de Nebraska. Así de peluchín.
¿Y por qué hizo eso el señor Buffett? Pues porque, si nos atenemos a su “filosofía”, es un supermillonario atípico y al parecer ya está contagiando a Bill Gates, quien en cualquier momento nos sale con que va a deshacerse de Microsoft para dedicarse a vender casetón o tubería de pvc. Buffett, pues, altera por mucho el concepto de potentado que tenemos sobre todo en México, país en el que cualquier metrosexualete con American Express se cree Aristóteles Onassis. La biografía de Buffett nos pinta a un monstruo del olfato financiero:
“1. Compró su primera acción a los 11 años y se lamenta de haber empezado demasiado tarde! 2. Compró una pequeña granja a los 14 años con sus ahorros provenientes de repartir periódicos. 3. Todavía vive en la misma pequeña casa de 3 cuartos en Omaha que compró luego de casarse hace 50 años. Él dice que tiene todo lo que necesita en esa casa. Su casa no tiene ningún muro o reja. 4. Él maneja su propio carro a todas partes y no anda con chofer o guardaespaldas. 5. Nunca viaja en jet privado, a pesar de ser el dueño de la compañía de jets privados más grande del mundo. 6. Su compañía, Berkshire Hathaway, es dueña de 63 compañías. Él le escribe sólo una carta cada año a los CEOs de estas compañías, dándole las metas para el año. Nunca convoca a reuniones ni les llama regularmente. Él le ha dado dos reglas a sus CEOs: Regla número uno: No perder nada del dinero de sus accionistas. Regla número dos: No olvidar la regla número uno. 7. Él no socializa con la gente de la alta sociedad. Su pasatiempo cuando llega a casa es prepararse palomitas de maíz y ver televisión. 8. Bill Gates, el hombre más rico del mundo, lo conoció apenas hace cinco años. Bill Gates pensó que no tenía nada en común con Warren Buffett. Por esto, programó la reunión para que durara únicamente media hora. Pero cuando Gates lo conoció, la reunión duró diez horas y Bill Gates se volvió un devoto de Warren Buffett. 9. Warren Buffet no anda con celular ni tiene una computadora en su escritorio. 10. Su consejo para la gente joven: aléjese de las tarjetas de crédito e invierta en usted.
Y recuerda: A) El dinero no crea al hombre, sino que fue el hombre el que creó el dinero. B) La vida es tan simple como usted la haga. C) No haga lo que los otros digan. Escúchelos, pero haga lo que lo hace sentir mejor. D) No se vaya por las marcas. Póngase aquellas cosas con las que se sienta cómodo. E) No gaste su dinero en cosas innecesarias. Gaste en aquellos que de verdad lo necesitan. F) Después de todo, es su vida; ¿para qué darle la oportunidad a otros de manejársela? G) Si el dinero no sirve para compartirlo con los demás, entonces ¿para qué sirve?”.
¿Cómo no fue tío mío el viejo Warren? Con el 0.000001% de su generosidad me hubiera quitado de encima, per saecula, a las pirañas asesinas de Hacienda.

miércoles, febrero 27, 2008

El arte del derroche



El notición circuló con éxito al cierre de la semana pasada. Sergio Vela, titular del Consejo Nacional para la Costura en las Tardes (CNCA, por sus siglas en español), se tronó 800 grandes en viajes nomás en el primer añuco de su gestión. Su recorrido más caro (a Madrid con escala en la bella ciudad luz) devoró 126 mil pesos, como si fuera un petrolero de los Emiratos Árabes y no un joven culturólogo mexica.
Este derroche debemos verlo en su plano exacto. Vela es un funcionario de primer nivel, como dicen, y si es así y vive en México requiere (o él cree requerir) un fondo de viáticos lo suficientemente amplio como para satisfacer sus necesidades a plenitud, sin cicaterías. Soy de los que en este momento están absolutamente de acuerdo con los cuantiosos gastos del régimen, por eso no me alarmo con que Vela use del erario casi un millón de pesos sólo para moverse por el mundo durante doce meses llenos de sabroso ajetreo.
El chiste es no aislar el caso del Saro Bermúdez calderonista. La perla difundida el domingo es apenas eso, una perla relativa a los gastos de viaje de un funcionario. No se incluye ahí, por ello, todo lo demás: su sueldo (dizque 153 mil pesos al mezquite, mil menos que Calderón), sus prestaciones, sus gastos cuando está “inmóvil” en la ciudad de México (desde su escolta, que por seguridad debe tenerla, hasta las decenas de partidas extras que siempre se dilapidan en funcionarios de elevado rango).
Ahora bien, un Sergio Vela no hace verano. Para calcular lo incalculable (los gastos de toda la nómina federal) debemos imaginar a un monstruo insumidor de recursos, al Estado tragaldabas, como alguna vez me atreví a denominarlo para enfatizar la imposiblidad de darle llenadero a dicha megamierda. ¿Cuántos Sergios Velas carcomen, pues, las arcas públicas y se dan la vidota a costa de la austeridad de carreteras, hospitales, escuelas, viviendas y demás de millones de mexicanos a los que sólo les tocan las migajas de las migajas de las migajas?
Sólo por eso celebro que Vela haya gastado miles de pesos en viajes, porque es una evidencia palmaria de la podredumbre actual del régimen que navega con bandera de Gutierritos y vuela a España con 126 mil pesos para lo que se ofrezca, un chuchuluco en el camino o el magneto de recuerdo para el refri. La nota en la que me apoyo, apunta: “Por lo que se gasta en pasajes, tanto nacionales como extranjeros, se infiere que Vela acostumbra viajar en primera clase, por ejemplo, para ir a ese balneario gastó en pasajes 6 mil 038 pesos, casi el doble de lo que cuesta un boleto de avión en viaje redondo a Cancún en clase turista”.
Extraña un poco que la inferencia lleve a concluir que Vela viaja en primera clase, si hasta un burócrata jediondo de Tlahualilo se negaría a volar en clase turista. Cuando el dinero es ajeno, los gastos no duelen y el patriotismo llama a defender el hueso con enfática convicción, como lo hizo ya Vela al decir que tiene un deber con la cultura de la patria y por eso no se va tras el affaire ni tras las acusaciones de amiguismo en las nuevas designaciones del CNCA.
Lo importante, entonces, no es ver la astilla del caso Vela como único, sino como ejemplo insuperable de los vientos que le han soplado al país desde que (siempre) la función pública es usada para encajar los colmillos a la yugular de las arcas públicas. La honestidad, el manejo austero de los recursos, han sido y son, desde que recuerdo, cuentos de estanquillo, lo más parecido a la fantasía de un régimen que anhela suicidarse pero que no lo ha logrado porque, pese a todo, el país es rico y los contribuyentes (seres permanentemente difamados con la etiqueta de evasores) hemos estado allí presentes y listos siempre a que la fiesta siga. Mañana mismo me apersono en Hacienda. Vela debe seguir ganando y viajando muy bien; me niego a dejar de colaborar en esa arraigada costumbre de la cultura nacional.

sábado, febrero 23, 2008

Horroróscopo para mexicanos



Hallábame en la ingesta de sendo (“sendo” como adjetivo mal usado, al estilo de la raza nostra, para querer decir “grande”) lonche cuando en la tele del restaurantucho sintonizaron Galavisión. Estaba un programa llamado 12 Corazones. En él, una conductora no tan fea de cara y buena pierna, con gestos y alaridos imbéciles anima a hombres y mujeres a coquetearse y exhibirse seudosensualmente para que cada uno encuentre a “la pareja de sus sueños”. Pensé, ya sin dolor: “Uta, toda la perra semana tratando de hacer algo por la méndiga cultura para que la tele nos salga todos los días con esta mierda. ¿Desde hace cuánto perdimos la batalla?”. Pero bueno, ahí estaban las chicas y los chicos tratando de hacer divertida su falaz búsqueda de amor, y yo, mientras tanto, pegándole tristón y apático al “sendo” mixto que pedí.
El programa empeoró, lo que me parecía imposible cuando oí a la conductora. Un astrólogo de túnica negra, barba de candado, collar esotérico y rasgos de gay otoñal aparecía en su segmento para describir el destino inmediato de cada signo. Al escucharlo recordé que en los viejos tiempos de mi formación como editor proyecté con el amigo Óscar Fernández una especie de horóscopo al revés, o sea, más realista. No sé si lo consumamos, pero esta vez, mientras le daba tarascadas a mi lonche, sobre una servilleta me convertí, sin bola mágica ni nada, en una especie de Wálter Mercado de la desdicha. Salió esto:
Aries. Estás hasta el tope de deudas y no tendrás para pagarlas. Los intereses crecerán inexorablemente y los telefonistas chilangos del banco cada vez te amenazarán más con embutir tu nombre en el buró de crédito. Trata de conseguir dinero para embriagarte y evadir ese problema.
Géminis. En tu trabajo correrá el rumor de que viene un recorte de personal, y como sabes que no lambisconeas a tu jefe inmediato, intuyes que dentro de poco te van a propinar una patada en las carnosas. Ve pensando en comprar un carrito de hamburguesas con lo que recibas de liquidación.
Tauro. Ten cuidado, pues hay muchas posibilidades de que le des un llegue con tu Brasilia a una Navigator o a cualquier otro coche estilo empresarial y/o narco. Procura alejarte de esos vehículos, pues bien sabes que nunca has tenido seguro de daños a terceros ni de nada. Apenas tienes para comer y para echarle cincuenta varos de gasolina verde a la Brasilia.
Capricornio. Aguas. Te van a armar una grillota bien gacha en el trabajo. Como eres responsable, llegas temprano y nunca faltas, pero no eres el favorito del gerente (un pendejo que es yerno del dueño), los mafiosos de tu área se organizarán para esfumar unos papeles importantes y pudrirte. No tienes escapatoria. Ni dios te salva de ésta. Resígnate.
Virgo. Verás que a tus compañeros de trabajo les aumentan el sueldo y les entregan reconocimientos pese a que son unos auténticos güevones con “g” de güey. Es imposible que trates de revertir este problema. Estás en México, recuérdalo.
Cáncer. Te llegará un documento en el que te cobran algo que no compraste. Harás muchas llamadas para aclarar la situación, pero los asquerosos ratones que te contestan no dejarán de amagarte con un embargo. Más vale que te vayas comprando unas pastillas contra el insomnio.
Sagitario. Ni se te ocurra salir de casa. Todos los astros se han confabulado para que te vaya del asco el día de hoy. Inventa que tienes chorrillo; la gente se ríe, pero entiende tu malestar y perdona que no salgas.
Y así los otros signos; un simple horroróscopo para mexicanos.

viernes, febrero 22, 2008

Noche de báscula



No juzgo, sólo hago la croniquita. Después de no haberlo visitado en añales, me encontraba husmeando en un cuchitril de pésima muerte, tratando de atarantar al mal estado anímico y sólo acompañado por mi sombra. Llevaba despachadas tres heladas y ya casi estaba por sentirme Pedro Infante en sus mejores momentos cantineros cuando por la única puerta del establecimiento entró un apretado contingente de elementos de la Policía Federal Preventiva. En menos de treinta segundos, el localón iluminado con sordidazos neones rojos estaba cubierto en todos sus puntos, principalmente en la puerta, por esos hombres de azul oscuro, enmascarados con pasamontañas y más armados que las mandíbulas de un tigre. Como por arte de miedo, todos los parroquianos, me incluyo, nos quedamos con el culo en la mano, inmóviles en nuestros lugares, esto mientras el conjunto de entusiastas músicos fracasados dejaba el cumbión a medio berrear. De golpe reinó un silencio plúmbeo, como si se hubiera apagado el cochino mundo.
Con órdenes tranquilas, los elementos de azul solicitaron a los clientes, me incluyo, que nos acercáramos a una pared. Comenzó allí, sin ningún aspaviento, la escrupulosa revisión a cada civil. Cuando llegó mi turno, el amable enmascarado —un hombre bajo de estatura, de espalda y brazos sólidos, con metralleta terciada al hombro—, solicitó que pusiera todas mis pertenencias en la mesa más cercana. Ignoro por qué me salió tanta basura: decenas de papeles (tickets, facturitas, recibos), monedas, billetes, mi bolígrafo español, mi grabadora Olympus de reportero, la cartera, el paliacate, un blíster de Cafiaspirinas, una cajita de chicles, dos sobres con azúcar de los que tomo en el Oxxo para mi café, las gotas para los ojos, las llaves del coche, dos memorias USB. Tuve la impresión de que si yo seguía esculcándome iba a sacar del bolsillo hasta un plato y los cubiertos. El agente observó en paz el sacadero de mugres y cuando al fin terminé dio la sosegada orden de que pegara mis manos a la pared y abriera un poco las patas. Con fuerza, manoseando a fondo, tocó mis ropas, clavó sus manos en mis bolsillos y les jaló la tela interior, como cuando lavamos los pantalones. Palpó con firmeza mis piernas, hurgó en mis botas de minero recién boleadas en la alameda. Cuando terminó con esa palpación, procedió a indagar entre los objetos que coloqué en la mesa. Luego me pidió una identificación. Le mostré la credencial de elector. La vio con cuidado, la devolvió y dio la orden de que guardara mis pertenencias y fuera a sentarme en mi lugar.
Durante el lapso en el que me revisaron perdí de vista lo que ocurría en el entorno inmediato. Al tomar de nuevo asiento, vi que todos los parroquianos pasaban por la báscula. Eso incluyó a los cantineros y a los músicos, la revisión del baño (que jiede, por cierto, como si lo usara el mismísimo patas de chivo), todas las botellas de la barra, los instrumentos musicales, todo. Los muchos pelaos bragaos de bota picuda y cinto pitiao que poco antes lucían gritones y bien machines, ahora parecían benedictinos, congelados por el operativo. La fiesta duró como media hora, y lo que más me asombró fue el silencio. De ser un muladar estrepitoso, lo más lejano que conozco al ambiente conventual, de golpe pasó a tener, si consideramos su decibelaje, mayor silencio que la biblioteca de Harvard University.
Todavía no terminaba la basculeada cuando el mesero se escurrió no sé cómo hasta mi lugar. Pensé que, tenso como estaba el sitio, iba a pedir que cerráramos la cuenta, que le pagara mi consumición de tres cervezas. Sus palabras rebasaron mi concepto de sorpresa: “¿Qué, patrón, le servimos la ostra?”. Dije que no, que gracias. Pagué y adiós. A la birria los pastores.

Sonetos para celebrar



Escribo esto unas horas antes de concelebrar el homenaje a Fernando Martínez. Lo que cito aquí, se supone, fue una sorpresa que traté de darle ayer en la noche. Cuento: mientras revisaba Mi nombre es Lluvia, su novela, pensé una y otra vez: ¿es posible un homenaje a Fernando Martínez sin la luminosa presencia de su poesía? Esa pregunta sobrevoló en torno mío durante algunas semanas, y entonces, como en la negra noche que en la famosa canción tendió su manto, surgió la luz: hacía algunos años Fernando me había dado un legajo con sonetos amorosos. De aquel tiempo a la fecha cambié un par de veces de computadora y dejé atrás, extraviados, muchos originales en agónicos discos duros, pero en un “respaldo” creí haber guardado con celo los poemas de Fernando. Y sí, al revisitarlos quedé nuevamente deslumbrado por la belleza de aquellos sonetos y pensé con firmeza en la posibilidad de editarlos. Había poco tiempo ya (menos de diez días), el homenaje se acercaba. Como algunos saben, tengo una pequeña colección de plaquetas apenas iniciada, y en un arranque de temeridad editorial y admiración por la obra poética de Fernando, escribí este prólogo:
“De los géneros literarios encarados por Fernando Martínez Sánchez (Torreón, Coahuila, 1936), su poesía destaca, a mi juicio, con hipnótica fosforescencia. Es, creo, un escritor tocado por la maestría para articular en verso su pensamiento y su emoción, de ahí que por su mano fluyan con extremosa facilidad las imágenes y el ritmo, la música de las palabras vertida sobre la partitura en blanco que es la cuartilla del poeta. Esa es la razón por la que aprovecho el justo homenaje que Martínez Sánchez ha recibido el 20 de febrero de 2008 para mostrar, convocado en este libro, un lote de poemas que hace algunos años tuvo la generosidad de acercarme sin mayor propósito que el de compartir sus ‘originales’, textos ya pulidos y listos para una potencial edición.
Los sonetos reunidos en Al filo de la ausencia han pasado pues un lapso no muy largo, aunque innecesario, de silencio. Los mantuve celosamente hospedados en un archivo digital porque sabía que tarde o temprano se iban a conjugar las circunstancias para darles continente de libro y ofrecerlos al lector. Ese momento ha llegado, y me honra saber que tengo aquí la suerte de difundir estos hermosos sonetos de Martínez Sánchez en ocasión tan propicia: un homenaje, su homenaje.
Quien ingrese a cada una de las 36 piezas convocadas en este libro advertirá que el autor se mueve con excelencia en la arquitectura del poema escrito 'al itálico modo', el modo de Petrarca y Garcilaso; cada una ha sido trabajada con ingenio (en el sentido antiguo de esta palabra) y rigor, tanto que entre todas hacen añicos la infundada aversión que en general se ensaña contra las formas tradicionales de la poesía, en este caso del soneto, molde al que por cierto nunca le bastará, para ser bueno, el metro cuidadoso o la rima creativa; si aspira a llegar más lejos debe sumar el centelleante juego de sentidos (muchas veces quevedesco) que es harto visible en Al filo de la ausencia y que es practicado aquí con la materia prima del amor en todas sus fecundas posibilidades, esas posibilidades que parecen campear a cabalidad en ‘El trigo de tu espiga’, acaso el mejor soneto jamás escrito por un hijo del Nazas.
Vengan ya estos poemas de Fernando Martínez Sánchez, y que cada uno lance sus catorce saetas al corazón de la fortuna literaria”.
Y todo por aquella pregunta: ¿es posible un homenaje a Fernando Martínez sin la luminosa presencia de su poesía? La respuesta es un libro con hermosísimos sonetos; creo que, si los leen, ustedes me darán la razón y festejarán su vertiginoso alojamiento en este receptáculo de papel titulado Al filo de la ausencia.

Homenaje a Fernando Martínez



No sé cuántos artistas laguneros merecen nuestro reconocimiento y, acaso, la organización de un homenaje. Si me los preguntaran, daría varios nombres. No muchos, pero sí los suficientes para dejar constancia de que en La Laguna hemos tenido y tenemos hombres y mujeres entregados con vocación y talento, durante años, al arte y otros quehaceres periféricos. Uno de los más destacados, uno de los que por edad y trayectoria merece la gratitud de muchos es, no lo dudo, Fernando Martínez Sánchez (Torreón, 1936).
Por eso hoy a las ocho de la noche sus amigos nos reuniremos en el foyer del Teatro Nazas. La ceremonia será sencilla, pero espero resulte emotiva para quienes asistamos y, sobre todo, para Fernando, escritor, periodista, promotor cultural, orador, actor y compañero de innumerables batallas libradas en Torreón para favorecer el desarrollo de nuestra cultura.
Sé que, como en todos los casos, no faltarán voces escépticas en relación al planteo de este tipo de homenajes. Lo entiendo, pues en general son comunes los roces, las desavenencias, los conflictos en ciudades pequeñas, lo que aquí ha motivado desacuerdos cada vez que alguna institución intenta brindar el justo crédito a las trayectorias largas y fructíferas. Eso siempre pasa, entonces. Pero aún así, quienes estamos convencidos de que la tenacidad y el talento merecen nuestro aprecio, creo que no le escamotearíamos reconocimiento a Martínez Sánchez. Su currículum resumido es una larga hilera de logros: “Ha obtenido el primer lugar en los premios estatales Julio Torri de ensayo y cuento (1988 y 1996, respectivamente), el premio de poesía Celedonio Junco de la Vega (1995); el segundo lugar en el premio nacional de cuento de Lagos de Moreno (1992); el primer lugar en el premio binacional de poesía Pellicer-Frost (1999). Creador emérito del estado de Coahuila (1997). Primer lugar en el concurso de cuento navideño convocado por la Casa de la Cultura de Gómez Palacio, Durango (1997). Mención honorífica en el concurso nacional de cuento ‘El crimen como una de las bellas artes’, convocado por el Icocult (2001). Autor de los libros de poesía Suma presencia (1967), Reincidencias (1980) y Los portales del alma siempre en huelga (2000); de los libros de cuentos Nada y Ave (1962) y Los pájaros del atardecer (1997), y del libro de crónicas y ensayos Desde la esquina (2003). Coautor de Francisco Martín Borque, forjador incansable (2001) y Elías Murra Marcos (2005). Autor de la antología Innovación y permanencia de la literatura coahuilense (1993). Presidente de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Torreón”.
No se menciona aquí el tiempal en el que, con recursos limitadísimos, dirigió la Casa de la Cultura en Torreón, donde además de los talleres habituales organizó presentaciones de libros, encuentros de escritores, concursos literarios, entre otras tantas actividades. Tampoco enseña ese currículum las miles de cuartillas que ha escrito, principalmente, para los periódicos con mayor circulación en la localidad. Menos, la extendida cauda de amigos a los que —ora con un libro, ora con un consejo, ora con un espacio para trabajar, ora con lo que estuviera a su alcance— ayudó aquí y en el DF, lugares donde ha pasado la mayor parte de su vida.
Por todo eso, yo no le regateo un homenaje. Al contrario: invito a quien lo estime justo a la ceremonia que organizan en conjunto el Teatro Nazas y el Icocult Laguna. Tendremos a la mano un brindis y Mi nombre es Lluvia, su novela recién editada. Hablaremos, además de Martínez Sánchez, el también buen amigo Fernando Rangel de León y yo. Nos vemos hoy en la noche.

lunes, febrero 18, 2008

Granizada editorial



A mediados de febrero, es decir, apenas iniciado el año, me da gusto comunicar el avizoramiento de una granizada editorial para lo que queda de 2008. Lo malo es que no me alcanzan ni el tiempo ni las fuerzas para leer y comentar todo lo publicado, aunque ése ha sido mi deseo desde 1991 o 92, época en la que di marcha adelante al utópico plan de escribir algo, una reseñita al menos, sobre cada libro publicado en La Laguna. Este año me dejará, creo, noqueado si aspiro a redactar algo sobre cada una de las obras publicadas, pues apenas estamos en el segundo mes del año y ya, como sabemos algunos, amenaza todo esto en la mesa de nuestras novedades: el bellísimo y lujosísimo libro del Museo Arocena 2007 (que espero comentar en fecha venidera); una historia del Sanatorio Español; los nueve títulos recién presentados de la Colección 101 Años de la revista Artelera; la novela Mi nombre es Lluvia, de Fernando Martínez Sánchez, publicada con el sello del Icocult Laguna; los primeros libros de una colección preparada al interior del Icocult Laguna; las memorias del encuentro de escritores coahuilenses organizado y a celebrarse en el TIM; cinco o seis libritos de mi colección personal (la de Iberia Editorial, donde saqué Polvo somos); un libro de cuentos y una novela, que espero salgan pronto, de mis amigas Angélica López Gándara y Magda Madero, respectivamente; la novela (que ya ha sido publicada en Tierra Adentro) El Círculo de Eranos, del también poeta Carlos Reyes; y cuatro o cinco libros publicados al final de 2007 en una colección de la UAdeC donde tuvimos cabida escritores laguneros como el mismo Carlos Reyes, Miguel Báez, Vicente Alfonso, Saúl Rosales y yo.
Además de esa nutrida (nutrida para mis pocas fuerzas de lectura y escritura reseñística, aunque en varios de esos proyectos he participado también como editor) lista de libros, es posible que los escritores laguneros que están fuera de La Laguna también hagan su aporte, de manera que, si no peco de optimista, 2008 será un buen año para el libro lagunero. Conste que no pienso en decenas de libros, pero sí en los suficientes para entretener a quienes solemos hincarle el ojo a nuestras publicaciones.
El libro de Saúl Rosales publicado en la UAdeC es, como todos los suyos, muy bueno. Es de poesía, y lleva como título Dialéctica de la pasión. Creo que en varios casos más, como en el de este viejo lobo de la palabra, los escritores del Nazas ya pueden presumir su obra donde sea y sin desmerecer. En su momento me detendré con mayor tranquilidad en tales páginas, para escribir algo que intente ponerse a su altura. Del libro hay un solo texto en prosa, este que cito (“Estirpe de Nietzsche”) y con el cual sonrío de gusto por la susodicha granizada editorial que, presiento, se avecina:
“El alumno Equis, por el primer semestre de la Universidad pasea su cara calcada de los rostros perpetuados por los prehispánicos artistas del mayab. Lleva con indolencia de avenida fluvial su color de barro oscuro. Con aires de alta atmósfera discurre su baja estatura reprimida por la anemia, su apariencia ajena al paradigma griego clásico o al ario ideal. Nadie podría negar que ostenta una raigambre popular, que el alumno Equis es prolongación del populacho.
Pero él se siente un aguilucho. No pocos han escuchado su plural desprecio que extiende hacia los indígenas de Chiapas, hacia quienes en un cuerpo enclenque y mirmidón muestran carencias prolongadas, hacia quienes no tienen la piel clara como los prototipos de Occidente, hacia quienes moran en el submundo de la marginación y el desamparo, hacia quienes muchas veces van a la Universidad —igual que él— sin haber comido bien, sin libros, sin dinero.
La joven receptividad cerebral del alumno Equis aprendió en la prepa que Nietzsche, hijo de familia sin penurias, fue mantenido con holgura en las universidades de Bonn y Leipzig cuando ir a la Universidad era un alto privilegio que debía pagarse con ingente desembolso. La familia de Nietzsche no batallaba.
En los propios libros de Nietzsche y en tiempo sin espejos, el alumno Equis aprendió a odiar al ‘populacho’, a los desarrapados y a quienes se ganan con enajenación el salario que les garantiza regresar al día siguiente a su enajenación; también a odiar a los débiles y a quienes se solidarizan con todos ellos, como hacen los militantes del marxismo.
Este alumno Equis, parido por el pueblo y en el pueblo aún enquistado, impreca como su preceptor Nietzsche: ‘Bendito sea el que odia a los perros del populacho’”.

Colmilluda ley



Subo al coche luego de ejecutar, cual sicario gastronómico, unas gorditas bien acá en el Danubio, restaurante sito sobre la avenida Escobedo. Enciendo el motor, meto drive y avanzo despacio, pues las obras que el ayuntamiento de Torreón allí ejecuta, cual sicario del asfalto, no permiten descuidos al volante: unos agujeros como tumbas adornan el lado izquierdo de la vía y los montones de tierra obligan a conducir con suma cautela. Veo un bache asesino y hago un leve zigzag para eludirlo. Miro el retrovisor y el coche que en la oscuridad viene detrás del mío enciende de golpe sus torretas. Llego así a la Colón, que ofrece un rojo en el semáforo. La patrulla se empareja y el señor agente me dice algo así desde su ventanilla: “Buenas noches. Aguas con el zigzag”. Le respondo: “Primero aguas con los baches. Pongan por lo menos un bote con lumbre”. El señor agente sonríe y levanta la mano en son de despedida, el semáforo cambia a verde y la patrulla sigue derecho; doy vuelta en la Colón, hacia el bulevar Independencia. Corro con suerte.
La escena que retrato aquí es muy común en la nocturnidad lagunera. Patrullas que merodean, que hacen fintas, que prenden sorpresivamente sus torretas, que emparejan a los coches en los semáforos, que suenan una sola vez y tímidamente su chicharra para ver si algún culpígeno conductor muerde el anzuelo y se detiene. Es pan de todas las noches. Y de todos los días también, pues a cualquier hora uno anda apanicado, huyéndole a los argumentos muchas veces inventados (o injustificados) de los agentes. Este es pan diario de los laguneros.
Es cierto que no nos caracterizamos por manejar con propiedad y respeto. Durante décadas, los conductores nos acostumbramos a una ley (la de la selva) en la que sobrevive no el que maneja mejor, no el más cauto, no el que tiene más alcance de vista, sino el que se las ingenia y sabe que con un tostón queda liberado casi de cualquier falta de tránsito. Era urgente, pues, una ley que comenzara a meternos al redil, una ley que nos obligara a respetar normas básicas de convivencia coche a coche, una ley que pensara en los ciclistas, en los motociclistas y, sobre todo, en los peatones. Todo eso está bien, dicho esto a reserva de ver con lupa cuáles incisos de la nueva normatividad de veras han sido planteados con razón y cuáles no, además de los que pueden faltar. En este sentido, la nueva ley (que aspira a parecer de primer mundo) no repara en las limitaciones físicas de este municipio, en las fallas infraestructurales de las que adolece (adolecer en el sentido de padecer, no en el erróneo de carecer), de manera que su espíritu (el de esa ley) no corresponde con el cuerpo de ranchería que Torreón todavía acusa en muchos vialidades.
Otro detalle: sabida la ancestral capacidad que tienen nuestros agentes para clavar los incisivos, la nueva ley es como un trampolín a la mordida, como bien lo señaló en una carta (lunes 11 de febrero) el señor Sergio Ceniceros. Porque el mito de “la cuota”, del tequiliú, no es tan mito, y la entradita de la mordida, ya escalada, hace sumas enormes que no tienen parangón con los sueldos. Poquiterísimamente, si un oficial pepena a diario 500 pesos de mordidas, son 15 mil pesos al mes. ¿Cuántos agentes hay? Imaginemos sólo veinte: 300 mil pesos sólo por dos decenas de agentes. Por supuesto que ha sido y será negocio, de ahí que el rigor deba ser parejo (como no lo es en este momento). La nueva ley da la impresión de que nomás es para los ciudadanos. Luego seguimos con este asunto y con aquellas jugosas multiplicaciones.

viernes, febrero 15, 2008

Cojo por todos lados



Aunque parece albur, no lo es. Me refiero con este título a la cojera, a la inestabilidad del caminar. Uso la metáfora para insistir en las visibles limitaciones que padece la realidad gomezpalatina, esto pese a los discursos que ponían y siguen poniendo al alcalde Rebollo como salvador del municipio. Ni lo fue, ni lo es, no lo será, pues los pendientes son harto notorios y, al parecer, inherentes al triste destino de esta ciudad a la que le han impuesto el atole con el dedo. Dije el miércoles pasado que varias cartas me han solicitado un poco más de atención a la urbe donde nací. Una de ellas me advierte un hecho dramático. “¿Cómo vamos a tener calles bien pavimentadas, agua potable con presión y alumbrado público si nuestras autoridades ni siquiera son capaces de armar una sitio virtual respetable?”
Y sí, no es errónea dicha observación. Si lo virtual (una web) está llena de lagunas y desatenciones, ya podemos imaginar lo que ocurre con lo real, con lo tangible, con las vialidades y el drenaje y las bombas de agua y el servicio de limpieza y todo lo demás. Echemos un ojo a la web del ayuntamiento y apreciemos algunos de sus disparates: preside la página una foto del acueducto que no es acueducto, un símbolo de la ciudad acuñado al cuarto para las doce. Pulso una liga debajo de la foto, la de “Atención ciudadana”; abre de inmediato la foto de una rubia chulísima contestando el teléfono; arriba de esa foto racista y plagiada de no sé dónde, el logo actual del gobierno gomezpalatino, el que dice ¡VAMOS! con la “O” color naranja-panista. Surgen las preguntas: ¿qué les dan vergüenza las telefonistas mestizas? ¿Acaso la suculenta rubiecita de la foto atenderá nuestras llamadas a la alcaldía de Gómez? Si es así, mañana mismo empiezo a llamarle. Luego, dentro de ese espacio pulso la liga “Alcalde virtual” (excelente y realista definición). Y bolas, hallo un espanto de mensaje redactado a punta de huarachazos; sin la lógica más elemental, las ideas (llamémoslas así) avanzan como con ruedas cuadradas: “Mi compromiso como Presidente de Gómez Palacio de servir a mi gente, a través de este módulo tendrás la oportunidad de comunicarte, solicitar peticiones así como información de tu interés, además podrás presentar quejas y denuncias. Hazme llegar tus Peticiones, Denuncias, Quejas o Solicitudes de información a través de (liga) Si deseas consultar el estado en que se encuentra tu solicitud ingresa a (liga) Si deseas recibir información relevante referente a las actividades de la administración municipal, suscríbete gratuitamente en (liga) y semanalmente las recibirás en tu correo”. Ya vemos aquí el caos: inconcordancias, anacolutos, torpísima puntuación, mayúsculas innecesarias. Más adelante, el mismo “mensaje” sigue plasmando disparates: el gentilicio “Gómezpalatinos” con mayúscula y tilde, “mas” (adverbio de cantidad) sin tilde, etcétera.
Pero si preocupa la forma, aterra el fondo. En la liga “Ayuntamiento” aparecen a la derecha ocho ligas. Pulso “Dependencias” y allí, también a la derecha y en caída libre, hay 39 ligas a igual número de “dependencias”. Pues bien, cómo estará la virtualidad que 26 no abren, no contienen nada, son el puro membrete y se acabó (no sirven, entre otras, contraloría, egresos, educación, ¡comunicación social!). Eso es grave. Si en casi seis meses este gobierno no ha podido ni llenar con letras una malacucha web, ¿qué esperanzas podemos abrigar los “Gómezpalatinos” (sic) de que algún día mejore realmente lo demás, lo concreto? ¿Será que las dependencias no funcionan o sólo se afantasman en la red? No lo sé. Lo que sí queda claro es que, pese a sus intentos por revertir la realidad con propaganda, hay un enviciamiento de política ficción en el gobierno gomezpalatino. Y conste: apenas nos asomamos a la virtualidad. Lo otro, lo tangible, raya en lo patético.

jueves, febrero 14, 2008

Gotitas de ilusión



El amor siempre será lo más importante en nuestras vidas y todos tenemos la oportunidad de ofrecerlo a los demás. Es una gotita de ilusión depositada en los corazones de nuestros semejantes, una milagrosa gotita que, cuando se da, en su aparente pequeñez nos limpia por dentro y provoca que la existencia se enriquezca y tengamos la dicha de cosechar en el futuro auroras de felicidad. Sin amor, entonces, las esperanzas palidecen y nuestra fe comienza a latir con menor intensidad.
Por eso, porque el amor tiñe nuestras almas de alegría, debemos obligarnos a sonreír y a tender la mano cariñosamente a quienes nos rodean. Tú, amado lector, puedes hacerlo si te lo propones como una meta de todos los días. Porque amar es tocar los sentimientos del prójimo, es preguntarte a cada momento no que te han dado los demás a ti, sino que les has dado tú a ellos, tú que tienes dos manos, dos ojos, dos oídos y un corazón capaz de compartir. Ya lo dijo un gran filósofo: el amor es una montaña y los hombres más felices son los que la ascienden. Asciéndela, sube, ¡no te dejes vencer por las adversidades y haz de tu vida un himno a la alegría!
Amar es más fácil de lo que imaginas. Sólo tienes que decir ¡basta al silencio! Si puedes, y sé que puedes, corre a la calle y grita a todo el mundo que lo amas. Así: que no te importen las burlas. Grita con toda tu voz que los quieres amar, que nada impedirá que algún día nuestro buen dios acabe con lo malo y triunfe ¡EL AMOR!, sí, ¡EL INFINITO AMOR!
Por eso te voy a contar el rescate de Sarín Al Viyhapharaphurmharath, un gran pensador de oriente que vivía en una humilde choza construida a la orilla del río. Se cuenta que Sarín era un hombre solitario y triste. Todas las mañanas despertaba y se dirigía a su barca. Pescaba en ella sólo lo necesario para su alimentación, y la gente del pueblo, intrigada, murmuraba por qué Sarín el ermitaño no quería compartir ni siquiera una palabra. Todos le tenían miedo, pues pensaban que si intentaban dialogar con él, se iba a enojar mucho y era mejor no provocarlo. Un día, cierto niño de la aldea lo vio pasar en la barca. El agua del río era demasiado ruda, pues las lluvias de la época mantenían un caudal fuerte. Nadie sabe la razón por la que el niño cayó al río, de manera que era muy probable que muriera si nadie le prestaba ayuda. Sarín lo vio de lejos y dirigió, como pudo, su barca hacia el pequeño. Cuando estuvo cerca de él, tendió su mano y logró tomarlo del brazo, lo jaló hacia la barca y el niño logró sobrevivir. Para entonces, un pastor que andaba por allí vio toda la escena y dio noticia al pueblo entero. La gente corrió río abajo, para esperar a Sarín y ver al niño. Al llegar, todos se atrevieron a felicitar a Sarín, y varias veces le agradecieron que hubiera salvado al niño. El viejo ermitaño, luego de oírlos, habló por fin: “No lo salvé; él me salvó, pues ha permitido que yo hable ahora y les diga a todos que ¡los quiero!”. Los pobladores se abrazaron y hubo una gran fiesta que duró cuatro días y cuatro noches.
Esta parábola ilustra que a veces, por miedo, no decimos lo mucho que podemos amar, y nos encerramos como ermitaños en nuestro propio corazón. Muy mal; hay que hacer como Sarín: hay que darnos una oportunidad para decir que amamos, hay que salvarnos a nosotros mismos.
Esa misma oportunidad es la que aprovecho ahora para decir que todo columnista tiene derecho a defenderse de las acusaciones. Me han dicho que soy un amargado, un cabrón hecho nomás para destilar bilis; ya ven que no: yo también puedo retozar en el optimismo acartonado y disparar a quemarropa, al menos en este bello día, ¡mis gotitas de ilusión!

Gómez Falacio, Dudando



Sobre la política ficción, los hechos, la realidad como se ve en la calle. Ese es el sentido que Ludwing von Rochau le dio en 1853 a la “realpolitik”, es decir, a la política del realismo y no a la política de la machacona falacia construida con discursos y análisis que sólo sirven como espectáculo de merolico. Si nos atenemos a ese tipo de visión, en Gómez Palacio avanzan los resultados sobre el papel, se cumplen las “promesas” de campaña con prontitud publicitaria, pero la verdad es que la ciudad no ha salido del sempiterno caos ni de la tenaz rancheridad a la que nos tiene acostumbrados.
¿En qué se nota lo que afirmo? En todo, o en casi todo, pues hay una mínima zona (el Campestre) que nunca ha perdido su condición de gueto al revés. Lo demás no deja de lucir deslucido, como víctima del atraso al que lo ha condenado la politiquería de “acuerdos” (por Gómez Palacio) como el que impulsó el hoy alcalde Rebollo cuando según él no andaba en campaña y sólo quería el bien sin mirar a quién.
De veras que produce una ingrata impresión asomarse a la realidad gomezpalatina con ojos medianamente abiertos. Abrirlos por completo y observar con crudeza la obra pública no es posible, pues uno corre el riesgo de sucumbir ante el horror. ¿Dónde está la ciudad industriosa, moderna, progresista que el alcalde anunciaba como metralleta con aquella puerilidad de los “cómos”? ¿Cuáles “cómos”? ¿Para qué esa propagandilla chafa que se viene abajo al primer gancho al hígado disparado por la realidad? Pobre Gómez Palacio, pobres gomezpalatinos, tan lejos de dios y tan cerca de las paparruchas que sus políticos repiten con carraspientos altavoces como si fueran carritos de verdura con grabación incluida.
Es evidente pues que la obra pública ha quedado sistemáticamente a deber, a tal grado que resulta lastimoso, como digo, asomar el pico por allá. ¿En dónde están sus instalaciones deportivas? No los campos aterrados para el fut, no las canchas de básquet infumables, sino una verdadera zona verde y limpia en la que las familias (los jóvenes en primer lugar) tengan la oportunidad de alejarse de las mil y una cervecerías, expendios, cantinuchas y puteros que cunden por toda la ciudad hoy dizque gobernada por Ricardo Rebollo. Lo que veo (no sé si aprecio mal) es la multiplicación de los espacios para el enviciamiento, no una política que contrarreste con creación de espacios deportivos el incesante flujo de cerveza y demás líquidos afines las 24 horas del día, es decir, siempre.
En materia de vialidades ni para qué hacer consideraciones con tinte de esperanza. Todo parece avanzar a la deriva, sin más norte que un voluntarismo (seamos generosos) digno de rechifla. Paso muy seguido por el bulevar Miguel Alemán, y nunca ha dejado de alarmarme el simulacro de inversión que allí se topa el ciudadano. Atravesemos ahora, por ejemplo, ese tramo a la altura de la Mina y Aldama: si el Alemán, que se supone es la arteria estelar de Gómez Palacio, está plagado de baches, ¿qué podemos esperar de otras tantas calles y avenidas más modestas y con menor flujo de vehículos?
No quiero dejar de comentar, y lo haré en otro momento, otros puntos importantes de la segunda ciudad más “próspera” de La Laguna. Son tantos que el tema da para escribir una enciclopedia del rezago. Me llegan con cierta frecuencia algunas cartas de gomezpalatinos muy interesados en que también me ocupe de su (nuestra) ciudad, y voy a tratar de darles (literalmente) desahogo. Creo que lo merecen luego de los aluviones de política ficción tanto del actual gobierno municipal como del estatal, pues Ismael Hernández Deras también tiene lo suyito en materia de imaginería desarrollista.

sábado, febrero 09, 2008

Labor indetenible



Hace una semana conversé con Eduardo Holguín y Mario Gálvez Narro sobre la importancia de reconocer el esfuerzo intelectual de nuestros coterráneos. Les comenté que, aunque cualquier esfuerzo es estimable, por supuesto no todos los hombres y mujeres que trabajan con las materias del espíritu obtienen los mismos frutos, de ahí que uno de los parámetros para medir el mérito y evitar apreciaciones subjetivas deba relacionarse no con el grado de amistad, sino con el aquilatamiento foráneo que reciben nuestros artistas, científicos, creadores y demás. No es la única vara, obviamente, pero es muy eficaz para saber quién es quién, de tal manera que se torne irregateable el reconocimiento o necio el rechazo y/o la indiferencia.
Un caso entre varios que siempre he resaltado (no por pura amistad, que no es suficiente, insisto, sino porque los hechos hablan por sí solos) es el del doctor Sergio Antonio Corona Páez. Para empezar, parece que no ha quedado claro a quién nos referimos cuando hablamos de él. En términos profesionales, se trata de un doctorado, es decir, de un académico con el más alto grado de especialización que se puede obtener en el mundo universitario. Sé que eso no es suficiente, pues hoy se da también el caso de doctorados patito (y no se diga de licenciados o maestros), de ahí que debamos profundizar un poco más: y bueno, hallamos en este caso que el sinodal más importante al que encaró Corona Páez es nada menos que el doctor Mario Cerutti, el mayor experto en historia económica del norte de México (s. XIX). Ya con eso damos por descontado que el cronista de Torreón tiene un grado de certificación académica de suyo riguroso, un grado que muy pocos pueden presumir en La Laguna.
Pero poco sirven los títulos académicos si no conllevan resultados científicos y divulgativos. Los de Corona Páez fueron muchísimos en 2007, tantos que aquí no puedo citarlos por completo. Y más allá del número, importa su calidad, como en el caso de sus aportaciones a varios libros científicos auspiciados por instituciones de Sudamérica. Además, esto (y todo lo que contiene su excelente blog de cronista torreonense):
“La misión jesuita de Santa María de las Parras y su impacto en la formación de la Comarca Lagunera”, en Huellas de la Compañía de Jesús en el Noreste de México, Editorial Buena Prensa, Monterrey.
“Producción de algodón en la Comarca Lagunera a fines de la era virreinal y primera mitad del siglo XIX”, en Panorama desde el Cerro de las Noas, Torreón, 2007.
“Presencia del Museo Arocena en Torreón”, en Museo Arocena. Exposiciones temporales 2006-2007, Beta San Miguel, México.
Organizador del XVI Encuentro de la Asociación de Historia Económica del Norte de México, UIA Laguna, Torreón, 11, 12 y 13 de octubre de 2007. Participación con la ponencia “La innovación agrícola y tecnológica en la Comarca Lagunera. Una respuesta encaminada a la satisfacción de la demanda del mercado interregional (vid y algodón)”.
Participación en el coloquio “La independencia en el norte de México” del Instituto de Investigaciones Históricas (UNAM) con la ponencia “La lucha por la independencia y sus repercusiones en el desarrollo del cultivo del algodón en el ‘País de La Laguna’”, Ciudad Universitaria, México, D.F.
Tenemos, en resumen, un cronista de altos vuelos en Torreón. No sé cómo se puede decir lo contrario ante tantas y tamañas evidencias. O sí sé: por simple ojeriza, esa triste excrecencia de la envidia.

viernes, febrero 08, 2008

Fiesta de sangre



Poco meto la cuchara en ese tema, pues sé que los taurólatras son más bravos que un miura y para qué buscarle ruido a los argumentos con cuernos. Pero qué le podemos hacer. Los toros (es decir, los animales llamados toros, no la “fiesta brava” en este caso) todavía no saben escribir ni cuentan con espacio en los periódicos, así que tal vez les venga bien un desapasionado defensor de su paz. Porque en paz viven, supongo, cuando se mueven por el campo; o si no, viven en guerra, su guerra, la que su propia circunstancia de animales fragua para que, gracias al instinto de supervivencia, se defiendan de las adversidades inherentes a la vida agreste.
Estoy en contra del toreo por razones, creo, objetivas; en primer término, la crueldad. En segundo, las condiciones que artificiosamente son planteadas para ejercer esa crueldad. Veamos. Digo que mis argumentos en contra son objetivos y en realidad siento que lo son: el toreo es un espectáculo donde la crueldad brilla en toda su magnitud. Y no sólo eso: la crueldad se programa, se ofrece y se vitorea en público, no nace espontáneamente, no se relaciona con circunstancias fortuitas propias de la vida en el reino salvaje. Nada de eso. El toreo planea la muerte, organiza el derramamiento de sangre, cobra por la exhibición del dolor. Que la víctima principal sea un toro, y no un ser humano, lejos de anular mi argumento, lo refuerza, pues aunque la bestia sea más pesada y pueda matar con sus dos astas, carece de las habilidades que un hombre puede llegar a desarrollar si tiene valor, si entrena y si aprende. El toro lo único que tiene para sobrevivir es su instinto; el hombre, su agilidad, su inteligencia, su aprendizaje, su valor y, como el toro, su instinto. Si esto no fuera cierto, la estadística de muertos en un ruedo nos diría otro resultado, no el promedio infinitamente superior de bureles caídos y de hombres bien librados.
Sé que el debate contra los taurinos es tan viejo como “la fiesta”. He oído y leído que las razones ofrecidas en defensa del toreo siempre atraviesan por una densa maraña de subjetividades especiosas. Que es una tradición (también era una tradición quemar a los herejes en la hoguera), que la esencia del toro de lidia es combatir en el ruedo (tal vez sea combatir, pero ignoro por qué en el ruedo y sobre todo por qué contra un ser humano), que son más salvajes las peleas de box (puede ser, pero da la casualidad de que en ese caso los contendientes pelean en igualdad, o casi en igualdad, de condiciones y por ello la estadística da tantas victorias al de calzoncillo rojo como al de azul), que la tauromaquia abre fuentes de trabajo y es toda una empresa (sin palabras), que para el toro de lidia es mejor morir peleando que en el rastro (tal argumento penetra no sé cómo en la insondable mente del toro) y así por el estilo. Estos y otros argumentos son, en mayor o menor medida, rebatibles, y todo por no aceptar que se trata de un espectáculo despiadado a secas, una figuración de “fiesta” justificada con innumerables arabescos retóricos en los que todos hablan, menos el toro, o sea, él único ser vivo que al entrar a la plaza tiene asegurados varios picotazos y, si todo sale bien (para el torero), la muerte.
Enfatizo: la crueldad —la sangre y la muerte— son abominables en cualquier caso. Si se dirige (a escondidas o en público, solemne o festivamente) contra seres humanos o contra animales es idénticamente ruin y detestable. Sé que al decir esto no convenzo a los taurinos y que inaugurarán hoy su nueva plaza con estrépito de carnaval. Creo que Torreón ya no necesitaba eso. Es un lujo de la sevicia que bien pudimos ahorrarnos.

jueves, febrero 07, 2008

Portadas de Arteletra

Van las portadas de los nueve primeros títulos de la Colección 101 Años publicados con el sello de Arteletra. Los auspiciadores de este proyecto editorial son Javier y Gilberto Prado Galán; yo hice la edición. Las viñetas de cada ejemplar son del dibujante lagunero José Valdez Perezgasga.


Breve Monterroso



El martes presenté mi Monterrosaurio. Para los que andan en esto de los libros y demás es obvio que tal palabra es una combinación entre el apellido de Augusto Monterroso y su obra más famosa, “El dinosaurio”, microrrelato que forma parte del libro Obras completas (y otros cuentos) (1959). Y bien, el Monterrosaurio lo escribí, creo, entre el 2000 y el 2001, y apenas el martes 5 de febrero, siete años después, lo presenté en forma de libro.
Hoy, 7 de febrero, se cumple el primer lustro de la muerte de Monterroso, a quien le tengo un aprecio que no raya en la desmesura, pero que de alguna manera agradece la extraña lección que nos dejó. Autor siempre parco, escribía fragmentos sin parar, piezas apretadas, pedacería de muy variado color. Muchos, y en algo los entiendo, censuran esa práctica, y su argumento es el más visible: ¿para qué fomentar la escritura de esquirlas si siempre estará abierto el camino de la novela total? ¿No es acaso una elección demasiado facilista la de admirar el supuesto arte del microrrelato? Llega a parecer tan necia la escritura de historias breves que hace poco el famoso novelista español Arturo Pérez Reverte, en su columna “Patente de corso”, dijo: “... Por eso meto lo del chiste; que considerándolo bien es una historia corta. Puestos en plan formal y echándole postín a la cosa, podría apuntar esa gilipollez tan de moda de que voy a regalarles un microrrelato; que es como algunos cantamañanas relacionados con la tecla llaman ahora en los suplementos culturales a los cuentos, chistes, anécdotas y chorradillas cortas de toda la vida”. Luego de eso se arrancó contando un chiste malísimo, el de un tipo que llega a casa muy tarde luego de una juerga, despeinado y pintarrajeado con labial de putas, y cuando enfrenta a su esposa le dice, al final, “—Loli, no te lo vas a creer. ¡Acabo de pelearme con un payaso!”.
Esto generó el parecer de un buen amigo mío, quien apuntó: “Ahora bien: ¿por qué esas opiniones que traslucen, más que incomprensión, resentimiento, parecen provenir siempre de España? ¿Será porque allí hay más escritores de microrrelatos que en Francia o en Gran Bretaña? A Pérez Reverte no se le puede escapar el hecho de que algunos de los mejores escritores españoles actuales escriben no sólo cuentos y novelas, sino también microrrelatos: José María Merino, Javier Tomeo, Juan José Millás y varios otros. Ni tampoco ignorará que sus compatriotas están revalorando, en sus estudios críticos, la producción de este tipo que nos quedó de escritores españoles ilustres: Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Max Aub, Rafael Alberti, y ahora Lorca. Me parece que el problema de estas reacciones furibundas no es para que lo analicen los críticos literarios, sino para que lo registren los psicólogos. Además, coincido contigo también en esto: el chiste que cuenta Pérez Reverte es uno de los más tontos que he visto. Y el escritor que confunde un microrrelato con un chiste es él mismo un chiste”. Por mi parte, dije sobre el asunto: Enrique Serna comenta una charla entre Alfredo Bryce Echenique y Monterroso transmitida por la tv española: “Bryce Echenique dijo que escribía seis cuartillas diarias y jamás corregía ni una coma. Frente a ese desplante de suficiencia, Monterroso se limitó a responder: ‘Yo sólo corrijo’. No hay mejor forma de exhibir a un colega competitivo que dejarlo ganar una competencia estúpida. Mientras Bryce Echenique presumía su pasmosa rapidez, Monterroso le hizo notar que la tarea del escritor no es producir novelas en serie, sino defender el tiempo de los lectores”. Pues bien, no me parece mala idea: si no hay mucho qué decir en términos de relato, más vale la monterroseana contención; de lo contrario corremos el riesgo de stephenkinguizar lo que hacemos.

miércoles, febrero 06, 2008

Méritos de Javier Prado



Tuve ayer, como algunos sabrán, la suerte de compartir mesa pública con varios de los primeros colaboradores de la Colección 101 Años, serie de la Editorial Arteletra que ojalá pronto sume adeptos. No platiqué con ellos lo que yo hubiera querido, pues su visita a Torreón fue breve y, como siempre en estos casos, con una agenda un tanto congestionada. Pese a ello, me dio gusto haber visto a Javier y a Gilberto, quienes hace un mes perdieron la presencia física de doña Alicia, su madre, y como es lógico continúan su lucha contra las punzadas del dolor. De Gilberto he escrito mucho, casi de todos sus libros y de varios de sus logros en certámenes literarios. De Javier, no tanto, y hoy, aquí, compenso un poco esa falta. Reseñé hace algunos años, es cierto, su libro sobre Savater, pero esa valoración es poca si la comparamos con su labor como intelectual, una labor que ya suma varios méritos: el doctorado en la UNAM, cinco o seis libros, un montón de cursos de primera categoría y la vicerrectoría de la Ibero Ciudad de México. Y conste: Javier es de Torreón, es un orgullo para nosotros, sus amigos, y es un dignísimo hijo de la doña Licha. Por razones académicas tuvo que abandonar su residencia en La Laguna, pero el deseo de estar cerca de su madre y de sus hermanos lo mantuvo permanentemente aquí, como ahora, presente en cada asueto, listo siempre para el reencuentro con su tierra y con los suyos.
Aprovecho que hoy viaja de regreso a la capital del país para darle ánimos, para reiterarle que cuenta con nuestra solidaridad, con nuestro afecto y con nuestra admiración totales. Y todo eso se lo ha ganado no por lúcido (que lo es, y en grado sumo), sino por generoso y sencillo, ya que ha conseguido lo que pocos oriundos de nuestra región y uno lo ve en todo momento como era cuando lo conocimos en su época de estudiante: un tipo sonriente, ajeno a la envidia, listo de tiempo completo para tender la mano.
Y este filósofo y maestro se nos ha revelado también brillante articulista. En El Universal y otras publicaciones, Javier ha mostrado sus pareceres sobre la coyuntura social y política, y vaya que son útiles. Eso es, precisamente, lo que reúne en Sueños diurnos, el volumetto de la colección recién inaugurada por Arteletra. Dice allí, por ejemplo, a propósito del fatídico 2 de julio: “He dicho en otros lugares que la democracia es la transparencia de lo público. Claro, si me pongo más radical, diré con Negri que es ‘potencia de la multitud’. Pero me conformo para fines de este espacio con la primera definición. Es imposible que se transparente lo público cuando los medios de comunicación masiva deforman la realidad. Siguiendo a Baudrillard, ya no es el acontecimiento el que hace la noticia, sino al revés. Las notas, casi siempre adulteradas, de la televisión, sobre todo de la televisión, se convierten en acontecimientos y por tanto en historia. Los verdaderos acontecimientos se ponen en huelga. Y si la historia es además memoria, pues hay poco qué hacer. Los mass media se encargan de borrar la memoria. Podemos llegar a ser un pueblo sin pasado. Ya quién se acuerda del fraude del 88. Dentro de unos años quizá pocos recuerden la dudosa elección del 2 de julio del 2006.
Durante la elección algo pasó. El recuento del 9% de casillas que ordenó el Trife ayuda a ver que hubo votos introducidos y sustraídos ilegalmente en las urnas, que hubo actas falsificadas y que hubo paquetes electorales abiertos sin autorización después del cómputo distrital. Pero es imposible saber la magnitud de ello. Hubiera sido necesario un recuento total. Aunque aún así es casi imposible dar con la verdad. La verdad es desvelación, es ‘aletheia’, es quitar el velo, decían los griegos y Heidegger con ellos. Esa desocultación parece imposible”. Felicidades, Javier, y aquí te estamos esperando, sin duda.

domingo, febrero 03, 2008

Colección de Arteletra



En diciembre de 2006, reunidos en torno de una barbacoa mañanera, Gilberto Prado Galán me transmitió su deseo de editar algo, lo que fuera, para sumarnos al centenario de Torreón. La idea era simple: él y Javier, su hermano, conseguirían los medios económicos y a mí me encargarían echarle el ojo al trabajo editorial. No se trataba de hacer algo suntuoso, sino limpio y propositivo, abrir un espacio más al pensamiento y la creatividad. Quedamos en que Javier, él (Gilberto) y yo buscaríamos autores que nos arrimaran materiales de no más de treinta cuartillas cada uno, y así nos despedimos, con esa idea más o menos bosquejada sobre el yute para emprender el bordado en 2007.
Lamentablemente, durante el año del centenario los tres estuvimos atestados de chamba, con una sobreocupación que dejó en pausa el proyecto editorial cerca de nueve o diez meses. A la altura de septiembre u octubre, no recuerdo, Gilberto estuvo en Torreón, nos vimos a las carreras y reavivamos la idea de continuar el plan pospuesto. Poco después, los textos comenzaron a llegarme vía Yahoo. Los Prado Galán consiguieron siete (incluidos los de su cosecha) y yo dos (incluido uno mío), así que al final tuvimos los recursos (el dinero y los textos) para armar nueve cuadernillos. Los llamo así, cuadernillos, no por apocarlos, sino por el remilgo de no llamarlos libros; pero pueden ser denominados, también, opúsculos (obras en formato pequeño), plaquetas o, como ahora me gusta clasificarlos dado que son partículas de un todo: volumettos, en este caso de la Colección 101 Años.
El cierre del 2007 fue todavía más pesado que los meses anteriores, así que en diciembre optamos por aprovechar el asueto de febrero 2008 (éste en el que hoy estamos viviendo) para que ellos viajaran de la capital y presentáramos en La Laguna el resultado de nuestro discreto empeño editorial. Los acompañan varios de los autores integrados al primer contingente de volumettos. La lista de los títulos, los autores y las temáticas son los siguientes, numerados del 1 al 9: Sueños diurnos (2006-2007), de Javier Prado Galán, es una compilación de algunos de los artículos socioantropológicos que ha publicado en El Universal del DF. Dialéctica del caos, de Gilberto, reúne cinco trabajos de crítica literaria que antes fueron publicadas en su columna de Fahrenheit, revista capitalina. La crátera del orbe, de Joseba Buj (español, el único autor extranjero de este lote), es un poemario donde resaltan el amor y su envés, la desolación. Homeomatrix: principios básicos que rigen la medicina homeopática, de Mauricio Serratos Pedraza, hace un recorrido histórico sobre el significado de esta alternativa sanatoria. Caballos de fuerza, de Rodrigo Márquez Tizano, es un libro con cinco cuentos frescos, con personajes que fluctúan entre la desdicha y el cinismo. John Locke, los límites de la razón y el golf, de Joaquín Carlos Moya Cussi, analiza algunos postulados del filósofo inglés y los vincula con los secretos del deporte susodicho. Una costilla de la noche, de Daniel Lomas, es un poemario que deambula entre espinas, entre el dolor y el asedio a la esperanza. El centelleo del Erignis. Reflexiones sobre el espacio y el tiempo en la era de la información (a la luz de la filosofía de Xavier Zubiri), de Miguel Ángel Sánchez Carrión, piensa sobre el influyente filósofo español. Por último, Monterrosaurio, librito que escribí en 2002, es un juguete diseñado para sonreír con una ramificación del cuento brevísimo más famoso de la literatura.
La tanda de nueve, en resumen, ofrece una mesa-bufet: hay periodismo crítico, hay poesía, hay filosofía, hay narrativa y otros temas. Publicamos aquí cinco laguneros, tres deefeños y un español, y con esto reemprendemos el trabajo difusor que comenzó Arteletra con su revista y que ahora toma nuevas rutas editoriales. Y un plus: las hermosas viñetas que ilustran cada portada son de José Valdez Perezgasga, a quien agradezco. Espero pues a mis lectores (así sean asombrosamente escasos) en el Museo Regional de La Laguna este 5 de febrero a las 8 pm. Habrá vino y canapés (cuya receta nunca revelaré, pues me quedaron de rechupete). Mi gratitud, a todo esto, para Ana Sofía García Camil, directora del Museo, por la apertura de tan bello espacio. Y gracias a Gil y a Javier por seguir aquí, en La Laguna, su Laguna.

sábado, febrero 02, 2008

Dos cartas y un Yupanqui



No lo hago seguido, pero esta vez compartí mi texto del jueves con dos argentinos entrañables que me respondieron de inmediato; sus cartas son estimables. La primera, de David Lagmanovich, dice: “Sí, yo también he admirado y querido mucho, desde siempre (desde que venía a cantar a LV12 Radio Tucumán, cuando yo tenía unos 15 años) a Atahualpa Yupanqui. Recuerdo que entonces, a un muchachito que amaba la guitarra y no tenía plata para reponer cuerdas, sin conocerlo le regaló el juego completo; a otro hombre que conocí por entonces, le regaló una guitarra. Era un hombre de buen corazón, aunque tuviera rasgos de un carácter aparentemente hosco.
Además, lo que siempre me gustó de él fue la finura de sus canciones, que aunque tocaran lo social no lo hacían con estrépito ni panfletariamente: ‘Es mi destino / piedra y camino: / de un sueño lejano y bello, viday / soy peregrino’. Ese sueño lejano y bello correspondía a su vinculación con el Partido Comunista, pero lo ponía así, para que entendiera quien quisiera entenderlo, sin proclamarlo a grandes voces. Cuando la dictadura, su milonga campera que comienza ‘Yo tengo tantos hermanos / que no los puedo contar...’, y termina con ‘y una hermana muy hermosa / que se llama Libertad’ me pareció siempre una de las más bellas piezas de aquella época terrible.
Atahualpa era hombre de la pampa, como bien se sabe, pero su compenetración con la cultura popular del Noroeste argentino lo convirtió casi en un tucumano más. No sé si la gente se da cuenta de que los vocativos ‘viday’ y ‘viditay’, que aparecen constantemente en sus canciones, son quechuismos, no usados fuera del Noroeste: tienen el sufijo -y, que es el caso posesivo quechua (o quichua, como decimos por estos lados), de modo que ‘viday’ quiere decir ‘mi vida’, una forma entrañable de tratamiento en nuestro dialecto hispanoindio. Y sus versos para cantar (no los de El payador perseguido, que están en la tradición de la llanura) tienen la limpidez de las coplas populares del Noroeste. Él podría haber escrito esta copla salteña, que sin embargo es anónima: ‘Apenitas soy Arjona / nombre que no se ha'i perder; / y aunque me tiren al río, / sobre la espuma he'i volver’.
Así volverá siempre también Atahualpa Chavero Yupanqui (como firmaba al comienzo), después sólo Atahualpa Yupanqui o solamente Atahualpa: sobre la espuma del canto, aunque se lo haya llevado el río del tiempo”.
La segunda carta, igual de emocionada, es de Juan Pablo Neyret, quien escribe: “¡Dios mío, se me había pasado, a mí, que tuve que informar de su muerte cuando trabajaba en el diario La Capital de Mar del Plata! Don Ata + 100 hacen una excelente suma, cabalística sin duda. Gloria y loor, honra sin par, aunque algún día contaré mis reservas sobre Héctor Chavero. Pero no seré empañafiestas. Si al fin y al cabo, como siempre dije, Atahualpa (al que tuve el honor de ver en vivo tres veces, entrevistar en una conferencia de prensa y estrechar su diestra... aunque fuera zurdo... en todo sentido) refleja mi realidad, como lo hizo siempre, como cuando le preguntaron de dónde venía el estribillo de ‘El arriero’ y citó la frase de un paisano: ‘Aquí me ve... Ajenas vacas arriando, ajenas culpas pagando’. Mi abrazo por don Ata, claro que sí, si siempre lo dije: Atahualpa, ese Borges rural; Borges, ese Yupanqui urbano”. Creo que estas dos cartas no tienen desperdicio. Con ellas uno vuelve a tener fe en el género epistolar.

viernes, febrero 01, 2008

Intermezzo con mujeres



Un acierto, sin duda, conmemorar dos años de fructífera divulgación con un número, el 11, tan interesante. Me refiero a Intermezzo, “revista mexicana de música clásica”, publicación orgullosamente lagunera y símbolo de los buenos vientos que soplan para el arte del sonido en nuestra comarca. Lo he dicho aquí una y otra vez, pero nunca sobra repetirlo: el arte no es actividad que se desarrolle así nomás, espontáneamente, por la pura voluntad de crear lo que brote del alma humana. Para producirlo, para gozarlo, para entenderlo, se requiere aunque sea una mínima instrucción, de ahí que la labor de los artistas siempre deba ser acompañada por el trabajo de enseñanza que afine la sensibilidad del público, que de hecho construya público.
Así pues, los talleres, las escuelas, los conciertos didácticos y demás son, en el caso particular de la música, bienvenidos. Constituyen el complemento ideal de la exposición artística, de los conciertos en forma, pues nuclean y preparan gradualmente al público, lo enseñan a comprender mejor los secretos de la música. La labor, se sabe, no prospera en un día: años, décadas se deben invertir para que asome a plenitud esa capacidad presente en todo ser humano para asimilar el arte de alto mérito.
En tal contexto, fue imposible no juzgar, al mismo tiempo, de generoso y osado el lanzamiento de Intermezzo. Generoso porque se sumaba a las tareas de divulgación y formación de público; osado porque La Laguna no era, y no es todavía, un sitio, digamos, donde el ansia por aprender música se manifieste en todas partes. El proyecto nació tocando su violín sobre el filo del riesgo, pero con todo y eso ha continuado sus salidas y acaso sin quererlo ya opera en su segundo año de trabajo y tiene en circulación el bimensual número 11.
Y es un número especial, muy creativo, como lo afirmé en el zaguán de estas palabras. Está dedicado a las mujeres en la música, y lo hace con más de diez colaboraciones donde es descrita la importancia del aporte femenino al mundo de la música. Como en el caso de la filosofía (pocos se preguntan si hay filósofas, y sí, las hay), en el de la música parece que su participación ha sido mucha y notable, pese al machismo congénito que aplasta la difusión del talento que no pertenece al sexo masculino.
En este número monográfico de Intermezzo hallamos lo contrario: es entonces un reconocimiento y un recordatorio, la muestra documentada de que las mujeres han estado más cerca de lo imaginable, y con harto talento, entre partituras e instrumentos. Por ello, “Simplemente las hemos olvidado: un recorrido histórico”, escrito por Titus Fontana, hace un sumario de las artistas de la música (por eufemismo y para evitar anfibologías no podemos decir “las músicas”, como sí decimos “los músicos”) que dejaron una impronta y sobreviven a contracorriente de la fama. En un texto no firmado, algo similar ocurre en “La compositora Elisabeth Jacquet de la Guerre”, quien vivió un siglo antes que Mozart y, pasado el tiempo, ya en nuestra época, es considerada un correlato con faldas del prodigio de Salzburgo. “María Malibrán: una diva del siglo XIX” trabaja sobre la figura de una cantante de leyenda nacida en París; el artículo se lo debemos a Linda Haro, jefa de redacción de Intermezzo. He mencionado sólo los tres textos iniciales, y los que siguen cantan en la misma tesitura. Es una labor que merece todo el reconocimiento. A muchos nos parece increíble que esto esté ocurriendo en La Laguna. Qué bueno. Que siga Intermezzo.