domingo, octubre 12, 2008

Tragedia de la comedia



En la sobremesa de un juego del Santos charlo con don Rogelio y Luis Rogelio, mi padre y mi hermano mayor, respectivamente, y por esos vericuetos que suelen describir las conversaciones informales recalamos en un tema apasionante por lo decepcionante: el de la comedia mexicana. Hablamos sobre los viejos cómicos, sobre el estado de la recepción (o sea del espectador, del público) en aquellos ayeres. No podemos saberlo, pero tal vez el humor era más fácil de lograr en esa sociedad no tan comunicada y, quizá por ello, bastante menos maleada que la actual. Mucho ha cambiado la realidad mediática, y eso influye definitivamente en la eficacia del humor convertido en espectáculo. ¿Qué nuevo chiste puede haber bajo el sol en la era de la globalidad? ¿Qué parodia o imitación no han sido trabajadas ya? ¿Qué tan difícil es la comedia en el estrés del ciudadano actual? ¿Qué tanto desgasta el internet las variantes del humor, pues ahora miles de páginas ofrecen gratis toneladas de textos, dibujos y videos con todo tipo de humoradas? ¿Cantinflas, Tin-Tan, Clavillazo, Resortes, Capulina batallaron lo mismo para hacer reír a su generación? El humor, en resumen, es hoy desafiante, tanto que en México son escasísimos los comediantes que salen aprobados si les aplicamos el risómetro y la prueba de la pena ajena. Por el número, no somos un universo confiable para considerar que esto es una encuesta, pero vacío aquí las opiniones, la mayoría coincidentes, de mi padre, de mi hermano y mías sobre ciertos comediantes de la farándula nacional:
Jorge Ortiz de Pinedo: uno de los casos más desgarradores de comediante que sólo da risa porque no da risa. Maneja dos o tres fórmulas de comedia bobalicona (La Escuelita) donde por más que trajina queda siempre en el papel de bigotón anodino.
Memo Ríos: hace varios años vivió su instante (eso fue: un instante) de gloria. Inventó sus chistosadas con rimita, que durante algún tiempo funcionaron. La fórmula no podía mantenerse incólume luego de tal sobrexplotación. Hoy, las rimitas de Ríos sólo dan tristeza. Aplausos.
Teo González: el tipo tiene el don, timing, buena memoria, repertorio. Cuenta chistes en ristra y generalmente sale bien librado, pues selecciona atinadamente sus piezas y las cuenta con chispa. Es de lo rescatable.
Jojojorge Falcón: este cómico abusa de la ventaja que le da su cara, ya de por sí un chiste que, al deformarse en las versiones de borracho, gangoso o niño alcanza niveles hilarantes. Igual que González, es un cuentachistes nato. Siempre lo hace bien, con sazón y picardía, con esa herramienta de trabajo inmejorable que posee para detonar risas: su cara.
Sergio Corona: nunca fue, que digamos, un comediante comediante comediante. Bailaba, actuaba, pero le faltó siempre la onza del humor. El tiempo no perdona, y cuando aparece en tele queriendo hacer reír es inevitable buscar con el control otros programas.
Los Mascabrothers: de repente se encumbraron con la agilidad de sus albures y sus caracterizaciones, sobre todo las que encarnan a La Tomata y La Perejila. Tienen el arte muy chilango de la agilidad mental para la peladez, crean innumerables juegos de palabras y no le temen al ridículo. Sospecho que a mucha gente sí la agradan.
Andrés Bustamante: tuvo su época, pero es quizá otro caso de desgaste. El humor le duró como quince años, los que tuvo con notable éxito en TVAzteca y en la radio. Sus personajes fueron divertidos, pero a la larga cansaron y perdieron brillo. De todos los que hizo, el mejor fue su Doctor Chunga, pero él prefería explotar a Ponchito, quien para mí nunca tuvo encanto.
La Chupitos: intentó durante algunos años dar la cara por la comedia femenina, pero se derrumbó porque más allá del personaje facilón de teporocha no había verdadero ingenio.
Edson Zúñiga, El Norteño: otro cuentachistes ágil, dotado para el doble sentido y con una gran capacidad para la improvisación. Es tan suelto y desparpajado que no luce igual en los programas con libreto. La mejor prueba de su rapidez para el manejo de la burla es El Compayito, el único cómico manual de México. Edson es de los buenos.
Brozo: otro que luce más si lo dejan libre, como lo demostró cuando acompañó a Loret de Mola en la cobertura olímpica. Si lo atan con un guión se le ve la costura a su personaje, y eso pasa en el Notifiero, programa que los viernes en la noche no desata ni las risas de una hiena. Tiene allí, por ejemplo, a un personaje que la hace de soladito, empeñoso para la comedia pero que sólo provoca lástimas.
Tony Balardi: lo invitan de vez en cuando a programas de variedad y de concurso. Es uno de los peores cómicos que han pisado suelo mexicano. Junto a él, Ortiz de Pinedo es Harold Lloyd.
Doña Márgara: dado el hocico que ostenta, no es apto para la tele abierta. Aparece en algún canal del cable, con su propio programa. Es uno de los más exitosos travestidos (como en un tiempo lo fue la Beba Galván). Tiene pimienta, la vulgaridad le brota, como si fuera un don que dios le dio.
Jaime Rubiel: un cuentachistes más. También trabaja con gran apoyo de su cara, pues es casi inexpresiva y un tanto hermanmonsteresca, lo que le ayudan a producir efectos cómicos. Maneja buen timbre de voz (de locutor) y sus chistes suelen avanzar con histriónico suspense humorístico. Pasa.
Consuelo Duval: tal vez la mejor cómica mexicana de la actualidad. Su voz abierta y corrientota, pelangocha como en otra época lo fue la de Maribel Fernández, aunada a un encanto físico populachero y una dentadura de mazorca intimidante, la han convertido en favorita de muchos. Es carismática, ríe y sobreactúa con ganas, pasa como la mejorcita en la comedia nacional.
Pedro Ferriz de Con: uno de los mejores cómicos del país. Su personaje de comunicador solemne y comprometido con la verdad es de los más graciosos que se han logrado en los medios mexicanos, básicamente en la radio. Un humorista imprescindible.