lunes, agosto 25, 2008

Termina Beijing



A las 18:00 horas (hora de Torreón, no de Beijing), el medallero completo de las olimpiadas mostraba a México, con las dos de oro y la de bronce que ahora suma, en el lugar 34 de los juegos. A años luz de las potencias, nuestro país puede compararse más equitativamente con las repúblicas hermanas de Latinoamérica: Brasil (lugar 22, con 3 oro, 3 de plata y 8 de bronce), Cuba (lugar 27, con 2, 9 y 11) y Argentina (lugar 33, con 2, 0 y 3). Otros latinoamericanos quedaron más allá, como República Dominicana (lugar 44, con 1, 1 y 0), Panamá (lugar 49, con 1, 0 y 0), Colombia (lugar 60, con 0, 1 y 1), Chile (lugar 64, con 0, 1 y 1), Ecuador (lugar 65, con 0, 1 y 0) y Venezuela (lugar 81, con 0, 0 y 1).
El juicio definitivo sobre el resultado en medallas que la delegación mexicana trae de China puede ser bueno, regular o malo, pues depende del enfoque que le hagamos. En un plan comparativo, es bueno a secas, pues el lugar 34 entre poco más de 200 países da la impresión de que hay trabajo. El lugar 34 también puede ser visto como regular, pues en la práctica sólo el teakwondo fue el deporte que nos favoreció con su sorprendente travesura. El lugar 34 puede ser percibido como malo si nos anticipamos al uso que de él harán las autoridades deportivas para justificarse en sus puestos.
Como se sabe, en México la mayoría de los deportes alcanza algún grado de desarrollo merced al esfuerzo personal y no al institucional. Eso explica un poco por qué los deportes de conjunto, que requieren, más que los individuales, una coordinación especial y verdaderas federaciones, no tengan ni siquiera representación en las olimpiadas. Ni fut, ni básquet, ni voli, ni waterpolo ni nada que implique cierta coordinación de esfuerzos han logrado destacar en el caso mexicano. Aunque las clavadistas Espinosa y Ortiz ganaron bronce en sincoronizados, esa disciplina no pasa de reunir a dos atletas como máximo por equipo. Los conjuntos de deportistas o de federaciones trabajan con quejumbrosa dificultad en México, y no hemos tenido a la fecha una autoridad deportiva que ponga orden y al fin trace un plan de largo plazo para aquellas disciplinas en las que nuestro país realmente puede figurar en las primeras posiciones. No tiene mucho sentido, por tanto, esmerarse en deportes que históricamente han demostrado no coincidir con la antropometría del mexicano estándar. Por ejemplo, las carreras atléticas de velocidad, dominadas por deportistas de raza negra; o la gimnasia, hecha casi a la medida para que los orientales y los caucásicos tengan cierta ventaja sobre los demás. No quiere decir esto que en México deba desaparecer la práctica de dichos deportes, sino que el énfasis sea puesto en lo que ha demostrado redituar logros para el olimpismo nacional. Clavados, taekwondo, caminata, atletismo en fondo y medio fondo, boxeo (pese a Beijing) y alguno que otro deporte individual en los que varios mexicanos quedaron entre los diez mejores del mundo, requieren atención prioritaria de quienes cobran por planear y dirigir nuestro deporte. Lo contrario, es decir, continuar con la dinámica de grillas y pretextos y promesas puede provocar lo que ya está pasando con disciplinas que otrora le dieron algo al país, como la marcha de 20 y 50 kilómetros, justa que por poco deja medalla en 2008 y, al no cuajar, mantiene una sequía de metales que durante varios años ha roto la producción de Pedraza, Bautista, Canto, González, Mercenario y Segura (tres oros, dos platas y un bronce).
Las medallas de China, indiscutiblemente meritorias en lo individual, serán usadas como escudo por los ineptos dirigentes, sanguijuelas enquistadas en un área que recibe generosos recursos del Estado. Y no sólo por ellos. Los medios más poderosos —las televisoras nacionales, ya lo sabemos— han lucrado de inmediato con sombrero ajeno. De una inaceptable hipocresía parece, es, que se emocionen hasta el chillido con los clavados y los karatazos exitosos sin haberles dedicado nunca programas generosos, como al futbol. Pasado el encuentro olímpico, los clavados y el taekwondo volverán a ser nada para la televisión, medio que en el caso de Beijing lucra no tanto con aquellos deportes, sino con el patrioterismo espectacularizado gracias a la música heroica y las tomas en cámara lenta. Doble contra sencillo a que no me equivoco: mañana lunes la televisión mexicana no se planteará la posibilidad de difundir con frecuencia y calidad las disciplinas que, no obstante su poco punch publicitario, pueden interesar a muchos niños y jóvenes en el país.
En el desarrollo del deporte hay buena parte de la salud pública de un país. Privar a los niños y a los jóvenes del bienestar que produce el ejercicio (primero lúdico, después competitivo) es cercenar una de las más gratas potencias del ser humano. En México hay talento para más de tres medallas, pero seguiremos con esas ralas cosechas mientras procedamos como procede la televisión: que los deportes que más nos acomodan, en los que podemos tener éxito casi inmediato, son marginados y no gozan del glamour que sí tiene, sin descanso, el futbol.
Aunque profusamente comercializados, los juegos olímpicos no han perdido la nobleza esencial con la que nacieron. Muchos mexicanos más tienen el potencial para competir en ellos y ganar. En el apoyo serio a los deportes, si lo miramos con cuidado, se esconden beneficios incluso hasta en el rubro de la seguridad, no se diga en el combate de males ya preocupantes, como el de la obesidad. Hay que jugar, hay que llevar a los niños hacia el juego.