viernes, junio 06, 2008

Juego y barbarie



Los excesos de los medios de comunicación rayan con frecuencia en lo ridículo. La tele, sobre todo, gusta de exacerbar los ánimos y luego lamentarse de que haya tragedias en los estadios, como si no fuera ella la principal agitadora de las pasiones colectivas en torno al deporte profesional. Lo vemos en los anuncios y en los programas previos a los encuentros donde la rivalidad de los contrincantes y/o la trascendencia de triunfo hacen más rentable la atención del público. Cuántos comerciales hay, por ejemplo, donde las estrellas del futbol aparecen como gladiadores que a cañonazos derrumban lo que a su paso encuentran. El juego de la publicidad y el deporte consiste en mezclar al Eros (el encanto de la fuerza) y al Thanatos (la violencia contra el enemigo) en dosis igualmente altas, de suerte que la gente llegue al estadio, o se ancle frente al aparato de tv, con la idea de que asiste al circo romano donde sin remedio rodarán cabezas. Lo vimos recién entre nosotros, con la final del torneo mexicano: un pobre espectáculo en la cancha, futbol de ínfima categoría sobre todo de Cruz Azul, y un barullo enorme en las calles motivado más por la mercadotecnia que por el futbol en sí. Pero no se crea que somos excepción. Más bien somos parte de la regla.
Quien lo dude, que vea lo que ya se avizora en la Eurocopa. Los excesos llegan al colmo, tanto que ayer cundió un escándalo en torno al partido que sostendrán dos enemigos irreconciliables: Polonia contra Alemania, participantes en el Grupo B. El tabloide polaco Super Express hizo circular en su portada un fotomontaje donde aparece Leo Beenhakker, actual técnico del seleccionado polaco, quien sostiene en sus manos dos testas, la de su homólogo alemán, Joachim Loew, y la del capitán del equipo teutón, Michael Ballack. Debajo de este espantoso juego icónico, una leyenda que no por socorrida deja de ser infame: “Leo, entréganos sus cabezas”.
La portada, que más bien parece una noticia típica mexicana de estos meses y no la información de un diario deportivo, provocó reacciones de incomodidad en los entrenadores. Beenhakker tuvo que salir a disculparse por los comunicadores que perpetraron esa “cosa horrible”; “Espero hablar en nombre de muchos polacos, pero por lo menos en nombre del equipo polaco pido disculpas a los alemanes por lo que apareció publicado el miércoles en cierto diario. Fue algo horrible y queremos tomar distancia de eso”, dijo el holandés. Por su parte, Loew señaló que tiene una gran opinión de su colega y obviamente lo excusó de toda responsabilidad en la comisión de la portada con los decapitados.
Aunque el fotomontaje en el caso citado es un recurso infantiloide, los medios usan otros no muy distintos y sobrexcitan la ingenua pasión de los aficionados hasta llevarlos al límite de la barbarie. Esa barbarie es pasiva mientras se guarda en el pecho o tras las cuatro paredes de una habitación, pero puede derivar en conflictos cuando se materializa en la confrontación física de los fanáticos. Por eso, las autoridades que rodean la organización de la Eurocopa le han dado rango de “máxima dificultad” a la custodia de los aficionados que se apersonarán en el estadio para comprobar si en efecto se da la decapitación tan esperada por unos y tan repudiada por otros.
Ante la ausencia de asideros, ante el desamparo ideológico de la colectividad, ante la tenaz falsía de los políticos y de los mercachifles que supuestamente transmiten el mensaje de la divinidad, los medios han creado un sucedáneo: la pasión por los atletas, una pasión que es alimentada todos los días con rivalidad artificiosa y heroica, tan hueca y mendaz como las maravillas del detergente que elimina manchas en un segundo. No estoy en desacuerdo con platicar y escribir sobre deportes. Lo malo está en creer que el deporte comercial de ahora es asunto de vida o muerte. Eso es, sin más, aberrante.