miércoles, junio 11, 2008

A evadir



Uno puede ser leído y, quizá sin mala fe, interpretado a medias. Ayer, por ejemplo, fue publicada en La Opinión una generosa carta que me atribuye reflexiones que no hice; no importa debatir, pues se trata sólo de futbol, pero si eso ocurre con los textos más ocasionales, con los pareceres más o menos simplones que uno va dejando diseminados en el papel debido a la velocidad de la columna, ¿qué pasa cuando uno opina sobre lo verdaderamente importante, sobre lo que afecta de manera directa las condiciones de vida comunitarias? En estos casos no es posible permitir lecturas chuecas; y es lo que quiero hacer hoy: dejar muy claro que el contraste entre las noticias y la recaudación de Hacienda nos lleva a una encrucijada. Explico.
El sábado conversé con un contador de innegable solvencia. Vimos varios puntos del laberíntico sistema tributario actual. El profesional me explicó a vuelta de rueda, dado que soy un profano, la intragable maraña de pasos que uno debe dar para no atorarse con el diezmo laico. Es una barbaridad, la cosa más horrible que podamos encarar los ciudadanos ya de por sí ajusticiados por el apuro de la supervivencia en el reino salvaje que es la coexistencia laboral en México. De todo lo mucho y claro que me dijo el contador, me quedo con una frase que merece letras de oro en pared de mármol como homenaje a la dracúlea ferocidad de Carstens y compañía: “El país está muy mal, y Hacienda viene con todo en este gobierno”.
No acostumbro las onomatopeyas, porque me parecen algo estúpidas, pero ¡gulp! Y digo gulp, sin más, porque ante la obviedad de que el país está en los suelos a la secretaría de Hacienda sólo se le ocurre apretar el cerco persecutorio en pos de los contribuyentes sangrables, eso con medidas que han convertido a las declaraciones fiscales en verdaderas tesis de doctorado en paciencia y abnegación burocráticas.
Y bueno, uno pagaría lo que fuera o se sometería al vía crucis de la tramitología cuasiesotérica de Hacienda si a la postre todo eso se viera reflejado en la realidad. Lejos de ver mejores carreteras, mejores escuelas, mejores servicios médicos, mejores todo, lo que advertimos a diario es lamentable hasta el tuétano. En cualquier contexto, sea regional o nacional, parece que la divisa es la misma: el servicio público es sólo un eufemismo que sirve para denominar al espacio donde la Divina Transa se encumbra hasta pellizcarle los cachetes al enriquecimiento impune. Décadas han pasado, cambios y más cambios dizque se han dado para promover la austeridad y evitar la corrupción, y el caso es que seguimos como espectadores indefensos, boquiabiertos como tarados, del espectáculo que presenta con cinismo a gobernantes que no se hacen ricos, sino riquísimos tras su paso por algún puesto donde las uñas hacen agostos durante tres o seis años.
Un caso nomás, para que nos demos un quemón y sepamos a qué chulada de pelaos van a parar los impuestos de la ciudadanía; sobre el panista Luis Armando Reynoso Femat, gobernador de Aguascalientes, El Universal acaba de publicar: “Es catalogado el gobernador más caro del país al ganar 237 mil 900 pesos mensuales, arriba de los 150 mil 530 pesos que recibe el presidente Felipe Calderón. Se afirma que supera los ingresos de los presidentes de Argentina y Brasil, así como el de los gobernadores de Washington, California y Nueva York”. O sea que, en términos menos suavecitos, el góber gravoso gana al mes una cifra que en muy poco se parece a los 1,485 pesos mensuales que deja el salario mínimo en Aguascalientes, es decir, 49.50 pesos diarios. Pero un zopilote no hace verano: hace falta imaginar ahora que hay decenas, cientos de depredadores parecidos al Reynoso Femat, lo cual nos arroja una conclusión anarquista: ante esos gobiernos y esas leyes, viva la evasión fiscal.