miércoles, abril 23, 2008

Otra opinión sobre el Monterrosaurio



Otro comentario sobre el Monterrosaurio, librito que salió a rodar en febrero de este año; mi agradecimiento para Angélica López Gándara, quien publicó esta reseña el sábado pasado en la revista Siglo Nuevo:

El dinosaurio ya no estaba allí

Angélica López Gándara

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Es la expresión a la que han llamado el cuento más breve de la literatura. Son las siete palabras del guatemalteco Augusto Monterroso. La primera imagen que obtuve del cuento “El dinosaurio” fue la de un cavernícola adormilado al lado de un dinosaurio. Me vino esa idea a pesar de saber que los dinosaurios y el hombre no vivieron en la misma época. También pensé que Monterroso expresaba cómo los sueños se pueden hacer realidad: Alguien había soñado al dinosaurio y cuando despertó todavía (fuera del sueño) estaba allí. Por supuesto estas interpretaciones son muy simplistas comparadas con las vastas elucubraciones que existen sobre “El dinosaurio”. Y a pesar de haber leído varios ensayos sobre “El dinosaurio”, nunca he logrado asimilar que esa miniatura sea un portento literario. Por más que trato de buscar algo que me quite el escepticismo, no lo logro. Siento frustración porque no percibo lo mismo que Vargas Llosa o Muñoz Vargas. Más bien me parece una broma de Monterroso. Me intriga saber porqué a escritores sobresalientes sí les parece la gran cosa. ¿Acaso me faltan neuronas o sensibilidad? Tal vez, pero no veo que cumpla con ser una historia redonda que se acerque a lo que estableció Edgar Alan Poe al describir las características del cuento. ¿Por qué le llaman cuento si igualmente se le podría llamar crónica, ensayo o poema? Hasta ha sido calificado como novela por Noe Jitrik (citado por Muñoz Vargas en Monterrosaurio). Es cierto, hay un narrador y dos personajes, pero ¿dónde se desarrolla la historia? ¿Dónde está el nudo y el desenlace? ¿Tiene un final feliz o triste o incierto? Deja demasiados cabos sueltos para llamarse cuento. Sin duda “El dinosaurio” es una línea interactiva e intrigante y quizá por eso ha provocado que se escriban páginas y páginas sobre ella.
Y precisamente un libro lagunero se ha unido al estudio de “El dinosaurio”; se trata de Monterrosaurio, ensayo escrito por Jaime Muñoz Vargas que forma parte de la colección 101 años y que consta de nueve libros; publicaciones recientes recopiladas por los hermanos Javier y Gilberto Prado Galán bajo el sello editorial Arteletra. El ensayo de Jaime hace un recorrido por varios autores que han celebrado las cualidades de la narración que ha hecho famoso a Monterroso. Pero no es la reafirmación de la genialidad de Monterroso (que sin duda la tenía) lo que hace que el texto de Muñoz Vargas sea valioso, sino la experimentación que hace al desaparecer al personaje y al dinosaurio escribiendo historias desprendidas de la estructura de su cuento. Y entonces cuando despertamos, el dinosaurio ya no está allí. Jaime Muñoz juega y establece una causa y un efecto a pesar de todo. Contrario al original, lo que surge es una idea concreta donde no existen dudas sino certezas. Por ejemplo: El fumador: “Cuando renunció, el enfisema todavía estaba allí”. La impopularidad: “Cuando publicó, el anonimato todavía estaba allí”. La calvicie: “Cuando brilló, el supertónico todavía estaba allí”. El inculpado: “Cuando negó, el Tehuacán todavía estaba allí”. Diana: “Cuando murió, el paparazzi todavía estaba allí”. El simio: “Cuando evolucionó, el simio todavía estaba allí”. La sexoservidora: “Cuando amaneció, el cinturita todavía estaba allí”. Pavarotti: “Cuando cantó, la Paulina Rubio todavía estaba allí”. Jackson: “Cuando emblanqueció, el cucurumbé todavía estaba allí”. Éstas son algunas monterrosaurias (así les llama Muñoz Vargas), ideas en las que destaca el buen sentido del humor y donde, como el original, el título es a la vez cabeza y cuerpo de la historia. En este experimento literario el autor nos invita a crear el propio cuento más breve de la literatura, el que tituló El self service: “Cuando ________, el ________ todavía estaba allí”. Sin duda el ensayo del lagunero Jaime Muñoz Vargas es muy ingenioso. (lopgan@yahoo.com)