jueves, abril 10, 2008

Nomádica 36



Un número espléndido el 36 de Nomádica, que ya circula. Tengo entendido que acaban de estrenar su web (www.nomadica.com.mx/), razón por la que los felicito. Cooperé en esta ocasión con el siguiente comentario:

Botánica del Tigre

Jaime Muñoz Vargas

Arreola y Borges, cada uno a su modo, abordaron el tema de las especies animales en dos bestiarios famosos. El del argentino es particularmente célebre y lleva como título Manual de zoología fantástica. Se trata de un libro sencillo: varias estampas breves van describiendo, con erudición y humor, las características más salientes de varios animales concebidos por la imaginación humana. Las fuentes bibliográficas de aquellas jocosas aproximaciones son, por supuesto, antiguas (Plinio, por ejemplo), pero lo más importante no es en sí mismo lo que se dice sobre cada animal fabuloso, sino el tono de la prosa, esa socarrona mueca de sonrisa que atraviesa cada dato relacionado con los animales instalados en el mundo sobrenatural. El libro de Borges fue publicado por primera vez en los cincuenta por el FCE; hoy es un clásico.
Varias décadas después, en 1997, con el auspicio de la editorial Cal y Arena, el poeta Eduardo Lizalde publicó un libro afín. Hasta en su título se ve el tributo al ciego de Buenos Aires: Manual de flora fantástica. Este trabajo tiene casi la misma extensión que el de Borges, y sus estampas no están nada lejos del formato y el tono diseñados para el de zoología. Lo leí hace algunos días, y encontré que se trata de un complemento fascinante para el libro borgesiano, tanto que se me ocurrió soñar con una edición que los presentara juntos, algo así como un Manual de zoología y flora fantásticas.
Los amantes de la flora real no se sentirían defraudados con el acercamiento de El Tigre Lizalde a la fantástica. Han sido tan bien escritas estas viñetas que uno palpa y huele y sonríe con cada espécimen descrito. Desde la presentación, el autor advierte con modestia: “No es necesario decir que, desde que se me ocurrió la idea de redactar un Manual de flora fantástica, he ido acumulando una enormidad de apuntes, libros, ensayos, citas, alusiones mitológicas, poéticas y literarias sobre la materia, que se han ido empolvando, desecando, pudriendo, amarilleando o floreciendo entre mis papeles, sin dar frutos muy suculentos ni copiosos”. Pese a tal advertencia, son suculentos, aunque en verdad no copiosos, los tanteos de Lizalde. Uno puede leerlos con absoluto placer por dos o tres razones que trato de explicar: la aseada prosa (la prosa de un poeta), el humor y una pátina de desenfado un tanto tímido que es común a muchos legos confesos pero suficientemente informados. Transmito algunos ejemplos para ver si así convenzo a los escépticos; en serio se trata de un libro muy interesante, sobre todo para aquellos que ven en las plantas la más clara muestra de que la imaginación humana es pobre frente a la de la naturaleza.
Sobre la mandrágora, léase este párrafo maravilloso: “Si del sueño delirante de la mandrágora y otras potentes socias suyas, como el peyote mexicano o el ginseng de los chinos (también antropomorfo), estimulados ellos mismos por la contención de sus caldos y esencias prodigiosas, hubieran surgido las abominaciones y los seres bizarros que pueblan este libro, otro gallo nos cantara”.
Sobre las “Carnívoras rosadas”: “Este encantador género de plantas, hijas de la Aurora, se especializa precisamente en jardines. Tal especialidad consiste, para decirlo de una vez, en su costumbre hipócrita de florecer, como quien no quiere la cosa, en los prados familiares, donde la fauna de los niños prospera con abundancia enternecedora y apetecible: sólo comen carne sonrosada. Su gusto cruel se agrava con ese censurable racismo”.
Sobre las plantas vampiro: “La capacidad digestiva de las bebedoras excede (…) toda mitología. Una planta vampiro puede, en breves y luminosos y purpúreos días, chuparse pueblos enteros ella sola, si las multitudes humanas y animales se ponen convenientemente a su alcance. Poseen estas activas mamadoras sin trauma infantil ninguno, ajenas tanto a la teta como al biberón, estómagos planetarios. Se extienden bajo sus raíces enormes cavidades, parecidas a las que albergan los mantos petrolíferos del subsuelo”.
Subrayo: a todos los que gusten de las flores, los árboles, las hierbas y la buena prosa, el Manual de flora fantástica de Eduardo El Tigre Lizalde les depara una apretada selva de agrados. Bien vale que, machete en mano, apuren esa expedición.