martes, abril 01, 2008

Reseña sobre el Monterrosaurio



Nadia Contreras me acaba de regalar un generoso comentario. Le agradezco y va, lo comparto:

Libro para leerse en todas posiciones.
Breve comentario al libro más reciente de Jaime Muñoz Vargas

Nadia Contreras

Hace algunos días terminé de leer el nuevo libro de Jaime Muñoz, titulado Monterrosauiro, homenaje a Augusto Monterroso y por supuesto a su cuento “El dinosaurio”. Publicado por Arteletra, editorial que él mismo coordina, su presentación es estupenda y me recuerda aquellas ediciones de El ala del tigre y El tucán de Virginia.
Monterrosaurio, lo leí de golpe. No me detuve y aunque quise escribir mis impresiones inmediatamente, las tareas académicas me obligaron a hacer una pausa indefinida. Ahora lo retomo, con el riesgo de caer en la pura palabrería. Le concedo el crédito a Poe. El hecho de levantarse por un vaso con agua o responder al teléfono, corta con golpe certero la emoción. A contracorriente de las grandes novelas, propuso la brevedad del relato.
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, es sólo la ecuación inicial de este Monterrosaurio. El juego y su ingeniería consisten en el humor y la metáfora, que da como resultado la greguería. Así, cada greguería o cada nueva construcción “Cuando _________, __ ______________todavía estaba allí”, nos da la posibilidad de nuevas historias. Veamos algunos ejemplos:

La cruda
Cuando vomitó, la borrachera todavía estaba allí.

La quinceañera
Cuando miró, el raboverde todavía estaba allí.

El santo
Cuando lucho, el Cavernario todavía estaba allí.

El WC
Cuando jaló, el monolito todavía estaba allí.

La insolación
Cuando parpadeó, el zopilote todavía estaba allí.

Borges
Cuando falleció, el otro Borges todavía estaba allí.

Juanga
Cuando triunfó, el Noa-Noa todavía estaba allí.

Jackson
Cuando emblanqueció, el cucurumbé todavía estaba allí.

Las citas que acompañan a una buena parte de estas greguerías, son de igual manera memorables. De “El santo”, Muñoz escribe: «(…) El cavernario era muy feo, y su mote de batalla apenas lograba describir aquella temible horripilantez. Sólo el Santo, nuestro inmortal ‘enmascarado de plata’, podía enfrentarlo sin que se le frunciera el uyuyuy». Sobre “La insolación”, apunta: «(El zopilote) avechucho de rapiña mexicano. Feo y prieto y siempre muerto de hambre el cabrón». Por último a la de Jackson, inmortaliza: «Se refiere al cantante afroamericano Michael Jackson, hoy más blanco que una dona Bimbo y de nariz más afilada que la de Sharon Stone. Cucurumbé, a la canción ‘Negrito cucurumbé’, obra de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, compositor infantil mexicano, entre otras de ‘Los tres cochinitos’, ‘El chorrito’ y ‘La patita’».
Para terminar, debo decir que Monterrosaurio es un libro que nos permite —además de la posibilidad de sus múltiples lecturas—, reír y disfrutar, pese a esta vida perneada por la brutalidad y el desencanto. Difiero aquí de José Vasconcelos, cuando escribe que existen libros para leer sentados o de pie. Los primeros, comenta, pueden ser amenos, instructivos, bellos, ilustres; los segundos, nos empujan los talones y nos obligan a esforzarnos para subir. Monterrosaurio, es un libro que permite las posiciones posibles: sentados, de pie, acostados o compartidos en el amor o la poesía.