lunes, abril 14, 2008

Acuses bibliográficos 1




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Apuntes sobre la educación jesuita en La Laguna: 1594-2007, Sergio Antonio Corona Páez, UIA Laguna, Torreón, 2008, 106 pp. Un acercamiento al origen de la occidentalización de la comarca lagunera que quizá tuvo en los jesuitas a sus principales promotores. El doctor Corona examina nutrida documentación (fuentes primarias) para recorrer poco más de cuatro siglos de presencia educativa jesuítica en la región del Nazas. Me lo regaló su autor.

Carta a mi madre, Juan Gelman, Ediciones Monte Carmelo, Comalcalco, 2007, 69 pp. Un amplio poema escrito por el gran poeta argentino en referencia a su madre. La bellísima edición consta de dos partes: el poema en tipografía habitual y la versión digitalizada del manuscrito. Contiene además un epílogo de Marco Antonio Campos. Me lo regaló su autor.
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Menos de 100, David Lagmanovich, Editorial Martín (colección La Pecera), Mar del Plata, 2007, 121 pp. Ofrece 99 microrrelatos de un escritor que es, sin duda, uno de los más importantes cultores, teóricos e historiadores del género en nuestra lengua. Me lo regaló su autor.
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Los cuatro elementos, David Lagmanovich, Editorial Menoscuarto, Palencia, 2007, 160 pp. Otra reunión de narraciones breves compuesta por un narrador que entiende a la perfección las características de la ficción súbita. Me lo regaló su autor.

Miel de maple, Miguel Báez Durán, Universidad Autónoma de Coahuila (colección Siglo XXI Escritores coahuilenses), Saltillo, 2007, 177 pp. Doce narraciones atravesadas por una temática afín: los personajes viven, visitan, pasan, aman o aborrecen las realidades de Canadá y México. Me lo regaló su autor.

Dialéctica de la pasión, Saúl Rosales, Universidad Autónoma de Coahuila (colección Siglo XXI Escritores coahuilenses), Saltillo, 2007, 156 pp. Me lo regaló su autor.

El orden infinito, Rodolfo Naró, Planeta, México, 2007, 309 pp. Finalista en el Premio Planeta Argentina 2006. Fue presentada el 2 de abril en el Icocult Torreón. Es una novela con resonancias rulfogarciamarquianas, una especie de paseo por Comala-Macondo a la manera de Naró, escritor oriundo de Tequila, Jalisco, y radicado desde hace algunos años en el DF. Me lo regaló su autor.

Ese hondo suspiro de la noche (selección del premio nacional de cuento “Criaturas de la noche” 2007), Édgar London et al., Icocult, Saltillo, 2007, 189 pp. Once historias terroríficas entre las que destaca la que le da título al libro; con ella, London ganó el certamen mencionado en la portada. Me lo regaló Miguel Gaona, prologuista y coordinador de literatura del Icocult Saltillo.

Oficio: leer, Rogelio Guedea, Aldus en coedición con el Gobierno del Estado de Colima y Universidad de Colima, México, 2008, 133 pp. Un amenísimo recorrido por el vicio de la lectura descrito con buena prosa y tremenda erudición por el colimense Guedea, desde hace algunos años radicado en la ciudad de Dunedin, Nueva Zelanda. Me lo envió la editorial Aldus a solicitud de Guedea.

Partitura para mujer muerta, Vicente Alfonso, Mondadori, México, 2008. La novela, ganadora de un premio nacional de narrativa policiaca, es ofrecida al lector con cuatro espaldarazos de voltaje subido: “Además del misterio policiaco, la novela de Vicente Alfonso enfrenta al lector a un inteligente misterio literario: diversidad de voces narrativas, juegos con el tiempo, elipsis sorpresivas, erudición musical… Desenredar las madejas de la trama se vuelve tan apasionante como desentrañar su aparato formal. Partitura para mujer muerta dignifica el género y hace de Vicente Alfonso un escritor de altos registros. Desde ahora, será necesario seguirlo y perseguirlo. Es un novelista excelente” (Vicente Leñero). “En un ambiente de músicos, instrumentistas profesionales, se desenvuelve la historia de Partitura para mujer muerta. En esa atmósfera se comete un asesinato y entre un capítulo y otro, Vicente Alfonso va intercalando partes policiacas, informes en los que la mala ortografía y el anquilosado lenguaje judicial elevan el voltaje siniestro del crimen y la enajenación de la justicia. La novela cumple con la clásica premisa del género policial —un crimen como fuerza centrífuga desencadenante—, que permite entrever la descomposición social y la violencia que acongoja al México de nuestra época. Vicente Alfonso se presenta, así, como uno de los novelistas más prometedores de la narrativa mexicana” (Federico Campbell). “Partitura para mujer muerta puede leerse como un trío compuesto para una violinista que muere, un pianista que desaparece y una chelista que investiga y es investigada. ¿El asesinato como una de las bellas artes? Algo más cotidiano y perverso: una historia de obsesiones, sexo e ineptitud policiaca. Vicente Alfonso aborda un tema recurrente de la música clásica —el sacrificio de las doncellas— y lo narra con sangre en el México contemporáneo” (Juan Villoro). “Leer Partitura para mujer muerta, de Vicente Alfonso, es como escuchar una fuga interpretada con habilidad y fortuna por un excelente grupo de jazz en una taberna neoyorkina de mala muerte; incluso me atrevería a decir que no cualquier fuga, sino una de J. S. Bach. El contraste rotundo viene del asunto sórdido que sirve de fondo, el manejo de las voces y tesituras, y los temas relacionados con la música integrados a la novela con oficio y naturalidad” (Orlando Ortiz). Me lo regaló su autor.