miércoles, febrero 06, 2008

Méritos de Javier Prado



Tuve ayer, como algunos sabrán, la suerte de compartir mesa pública con varios de los primeros colaboradores de la Colección 101 Años, serie de la Editorial Arteletra que ojalá pronto sume adeptos. No platiqué con ellos lo que yo hubiera querido, pues su visita a Torreón fue breve y, como siempre en estos casos, con una agenda un tanto congestionada. Pese a ello, me dio gusto haber visto a Javier y a Gilberto, quienes hace un mes perdieron la presencia física de doña Alicia, su madre, y como es lógico continúan su lucha contra las punzadas del dolor. De Gilberto he escrito mucho, casi de todos sus libros y de varios de sus logros en certámenes literarios. De Javier, no tanto, y hoy, aquí, compenso un poco esa falta. Reseñé hace algunos años, es cierto, su libro sobre Savater, pero esa valoración es poca si la comparamos con su labor como intelectual, una labor que ya suma varios méritos: el doctorado en la UNAM, cinco o seis libros, un montón de cursos de primera categoría y la vicerrectoría de la Ibero Ciudad de México. Y conste: Javier es de Torreón, es un orgullo para nosotros, sus amigos, y es un dignísimo hijo de la doña Licha. Por razones académicas tuvo que abandonar su residencia en La Laguna, pero el deseo de estar cerca de su madre y de sus hermanos lo mantuvo permanentemente aquí, como ahora, presente en cada asueto, listo siempre para el reencuentro con su tierra y con los suyos.
Aprovecho que hoy viaja de regreso a la capital del país para darle ánimos, para reiterarle que cuenta con nuestra solidaridad, con nuestro afecto y con nuestra admiración totales. Y todo eso se lo ha ganado no por lúcido (que lo es, y en grado sumo), sino por generoso y sencillo, ya que ha conseguido lo que pocos oriundos de nuestra región y uno lo ve en todo momento como era cuando lo conocimos en su época de estudiante: un tipo sonriente, ajeno a la envidia, listo de tiempo completo para tender la mano.
Y este filósofo y maestro se nos ha revelado también brillante articulista. En El Universal y otras publicaciones, Javier ha mostrado sus pareceres sobre la coyuntura social y política, y vaya que son útiles. Eso es, precisamente, lo que reúne en Sueños diurnos, el volumetto de la colección recién inaugurada por Arteletra. Dice allí, por ejemplo, a propósito del fatídico 2 de julio: “He dicho en otros lugares que la democracia es la transparencia de lo público. Claro, si me pongo más radical, diré con Negri que es ‘potencia de la multitud’. Pero me conformo para fines de este espacio con la primera definición. Es imposible que se transparente lo público cuando los medios de comunicación masiva deforman la realidad. Siguiendo a Baudrillard, ya no es el acontecimiento el que hace la noticia, sino al revés. Las notas, casi siempre adulteradas, de la televisión, sobre todo de la televisión, se convierten en acontecimientos y por tanto en historia. Los verdaderos acontecimientos se ponen en huelga. Y si la historia es además memoria, pues hay poco qué hacer. Los mass media se encargan de borrar la memoria. Podemos llegar a ser un pueblo sin pasado. Ya quién se acuerda del fraude del 88. Dentro de unos años quizá pocos recuerden la dudosa elección del 2 de julio del 2006.
Durante la elección algo pasó. El recuento del 9% de casillas que ordenó el Trife ayuda a ver que hubo votos introducidos y sustraídos ilegalmente en las urnas, que hubo actas falsificadas y que hubo paquetes electorales abiertos sin autorización después del cómputo distrital. Pero es imposible saber la magnitud de ello. Hubiera sido necesario un recuento total. Aunque aún así es casi imposible dar con la verdad. La verdad es desvelación, es ‘aletheia’, es quitar el velo, decían los griegos y Heidegger con ellos. Esa desocultación parece imposible”. Felicidades, Javier, y aquí te estamos esperando, sin duda.