jueves, febrero 07, 2008

Breve Monterroso



El martes presenté mi Monterrosaurio. Para los que andan en esto de los libros y demás es obvio que tal palabra es una combinación entre el apellido de Augusto Monterroso y su obra más famosa, “El dinosaurio”, microrrelato que forma parte del libro Obras completas (y otros cuentos) (1959). Y bien, el Monterrosaurio lo escribí, creo, entre el 2000 y el 2001, y apenas el martes 5 de febrero, siete años después, lo presenté en forma de libro.
Hoy, 7 de febrero, se cumple el primer lustro de la muerte de Monterroso, a quien le tengo un aprecio que no raya en la desmesura, pero que de alguna manera agradece la extraña lección que nos dejó. Autor siempre parco, escribía fragmentos sin parar, piezas apretadas, pedacería de muy variado color. Muchos, y en algo los entiendo, censuran esa práctica, y su argumento es el más visible: ¿para qué fomentar la escritura de esquirlas si siempre estará abierto el camino de la novela total? ¿No es acaso una elección demasiado facilista la de admirar el supuesto arte del microrrelato? Llega a parecer tan necia la escritura de historias breves que hace poco el famoso novelista español Arturo Pérez Reverte, en su columna “Patente de corso”, dijo: “... Por eso meto lo del chiste; que considerándolo bien es una historia corta. Puestos en plan formal y echándole postín a la cosa, podría apuntar esa gilipollez tan de moda de que voy a regalarles un microrrelato; que es como algunos cantamañanas relacionados con la tecla llaman ahora en los suplementos culturales a los cuentos, chistes, anécdotas y chorradillas cortas de toda la vida”. Luego de eso se arrancó contando un chiste malísimo, el de un tipo que llega a casa muy tarde luego de una juerga, despeinado y pintarrajeado con labial de putas, y cuando enfrenta a su esposa le dice, al final, “—Loli, no te lo vas a creer. ¡Acabo de pelearme con un payaso!”.
Esto generó el parecer de un buen amigo mío, quien apuntó: “Ahora bien: ¿por qué esas opiniones que traslucen, más que incomprensión, resentimiento, parecen provenir siempre de España? ¿Será porque allí hay más escritores de microrrelatos que en Francia o en Gran Bretaña? A Pérez Reverte no se le puede escapar el hecho de que algunos de los mejores escritores españoles actuales escriben no sólo cuentos y novelas, sino también microrrelatos: José María Merino, Javier Tomeo, Juan José Millás y varios otros. Ni tampoco ignorará que sus compatriotas están revalorando, en sus estudios críticos, la producción de este tipo que nos quedó de escritores españoles ilustres: Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Max Aub, Rafael Alberti, y ahora Lorca. Me parece que el problema de estas reacciones furibundas no es para que lo analicen los críticos literarios, sino para que lo registren los psicólogos. Además, coincido contigo también en esto: el chiste que cuenta Pérez Reverte es uno de los más tontos que he visto. Y el escritor que confunde un microrrelato con un chiste es él mismo un chiste”. Por mi parte, dije sobre el asunto: Enrique Serna comenta una charla entre Alfredo Bryce Echenique y Monterroso transmitida por la tv española: “Bryce Echenique dijo que escribía seis cuartillas diarias y jamás corregía ni una coma. Frente a ese desplante de suficiencia, Monterroso se limitó a responder: ‘Yo sólo corrijo’. No hay mejor forma de exhibir a un colega competitivo que dejarlo ganar una competencia estúpida. Mientras Bryce Echenique presumía su pasmosa rapidez, Monterroso le hizo notar que la tarea del escritor no es producir novelas en serie, sino defender el tiempo de los lectores”. Pues bien, no me parece mala idea: si no hay mucho qué decir en términos de relato, más vale la monterroseana contención; de lo contrario corremos el riesgo de stephenkinguizar lo que hacemos.