miércoles, enero 30, 2008

Una gallina no hace verano



Quién fuera esa cabrona gallina para romper de golpe con su esencia y estremecer al mundo con huevos verdes. Si en este país siguiéramos su ejemplo rupturista, en menos que canta un gallo (nunca mejor usado este lugar común) le daríamos una vuelta al país, los reinventaríamos (palabra adorada por muchos tontos dedicados a la motivación) y haríamos de nuestro México un México de verdaderas oportunidades, “contento y feliz”, como canta Chente en “Hermoso cariño”.
Pero mangos. Somos tan sumisos que hasta una gallina nos pone el ejemplo. Ella se animó ya a demostrarnos que sí se puede y nosotros en las mismas, tolerando cuanta chinga nos ponen, abnegados como mártires involuntarios. ¿Y qué sería de México, la neta, si nos atrevemos a poner huevos verdes, oséase, a no dejarnos mangonear y al fin nos articularnos en un movimiento de réplica que contradiga nuestra tendencia al ahi se va, todo está bien, ya ni modo, más valía mejor morir, que hagan lo que quieran?
Si nos iluminara el espíritu de Rabanita (tal es el epifánico nombre de la ponedora), pasaría todo esto y mucho más:
Usaríamos los recursos petroleros para desarrollar al país, no para hundirlo y venderlo como ramera a los intereses foráneos.
Tendríamos un sindicato de maestros en el que muchos de ellos, los preceptores, asombrosamente sí supieran leer y escribir.
Acomodaríamos los sueldos de los funcionarios públicos (de regular nivel a alto) en una franja de justa medianía, no en la procacidad de pagarles como si fueran futbolistas o gente del equipo calderonista.
Los servicios de salud pública ofrecerían un trato digno y eficaz a los derechohabientes, es decir, a todos, pues todos serían derechohabientes por el solo hecho de Ser.
Comeríamos (aunque usted no lo crea) tres veces al día, y bien, incluso los pobres que hoy tienen la curiosa costumbre de no alcanzar ni la canasta básica.
Tendríamos un consumo per capita de al menos doce libros al año (uno al mes), y abatiríamos así nuestro vergonzoso y mundialmente conocido 0.5 de libros leídos al año por tatema.
Los partidos políticos convocarían a militantes convencidos de cambiar la realidad (cada cual a su manera) y no serían más el nido donde habitan tantos patanes hijos de su pu-ma.
Nuestros legisladores ganarían menos, viajarían menos, comerían menos, fornicarían menos, gozarían menos y entonces sí, legislarían.
No existiría Elba Esther Godillo.
Juan Camilo Mouriño sería Ministro del Interior (en España).
Felipe Calderón estaría en el PAN.
Los narcos seguirían siendo narcos, pero no en asociación desventajosa con el Estado.
La izquierda en México dejaría su vergüenza de ser izquierda y sería, otra vez, izquierda.
Todo eso seríamos si acatáramos el magno ejemplo de Rabanita; pero ya se sabe: una gallina no hace verano.