miércoles, diciembre 31, 2008

2008: balas y catarros



No soy afecto a los resúmenes, pues siempre me dejan el mal sabor de haber discriminado mal. En este 2008 que hoy caduca, sin embargo, es fácil resaltar, a mi ver, los dos o tres temas que irrigaron la agenda informativa. El primero, sin duda, fue el de la violencia. El fuego alcanzó tan altas cotas de frecuencia que prácticamente no hubo día sin muertitos varios en alguna zona del territorio nacional. Chihuahua tuvo un incremento notable en este rubro, pero en ningún momento se quedaron a la zaga Baja California, Michoacán, Tamaulipas, el DF, el Estado de México, Guerrero, Durango, Nuevo León, Sonora y, por supuesto, Sinaloa, de suerte que el cómputo más popular de nuestro país fue el que llevó la cuenta de los ejecutados. La guerra contra el crimen organizado (por llamarla cómodamente) ha costado en México, pues, tantos muertos como los que produce una guerra entre dos naciones, y todavía es hora en la que nadie con sano uso de razón es capaz de adivinar hacia dónde se dirige el problema, o cuál es en el fondo, si la hay, la estrategia del Estado mexicano para aplacar al crimen.
Como en el arranque de 2007, cuando el calderonato dio el banderazo de partida a la cacería antinarca, sigue sin verse claro de qué se trata el asunto. Es como un circo de tres o cuatro pistas: por un lado son atacados efectivos pesados de la delincuencia mediante, sobre todo, la muy cuestionada participación del ejército; y, por otros flancos, son depuradas del infiltrado cochinero las instancias judiciales y de inteligencia. Ojalá y debajo del bochinche haya, de veras, un plan pensado, congruente, porque de acuerdo a lo que se ve padecemos un profundo problema de descomposición institucional que en la práctica atraviesa todos los ámbitos de la realidad. Si nos atenemos a las evidencias, el pesimismo es el único camino libre de candores. Porque, ¿cómo acabar con la lepra de la delincuencia cuando todo ha sido atacado por ella, cuando la política es una expresión de la viscosidad que sirve de lubricante a las mafias? En 2008 aumentó más del 30% el número de ejecutados en el país con respecto al año pasado. La cifra final la tendremos hoy a la media noche. Lo terrible no será tenerla, pensarla, memorizarla, sino anticipar que el 2009, visto el panorama que nos pinta un año que además padecerá la carcoma de las elecciones, será igual o peor de cruento.
La Laguna tuvo también lo suyo y terminó con sonoras balaceras para que se vea que también aquí hace aire. La cosa anduvo muy tensa a mediados del año, y hubo semanas en las que sentimos toques de queda tácitos. La cereza fue, lo recordamos, el encontronazo entre policías preventivos y efectivos federales, lo que hizo papilla, y hasta tornó risible, el anhelo de la administración joseangelista por forjar la mejor policía del norte de México.
En suma, el país ya no es lo que era antes; en exactamente dos años pasamos de la relativa tranquilidad a la zozobra plena, y lo peor: en el Estado mexicano no hay un solo culpable de esa involución.
El otro gran tema comenzó a mover su hociquito allá por mayo o junio: el secretario Carstens, con la rotundidad que lo caracteriza, dijo en Nueva York que los augurios de recesión en la economía norteamericana no iban a pegar muy duro a México, y a lo sumo nuestra economía sufriría un “catarrito”. Más allá de lo bonachón y centrado que parece, a estas alturas ya hubiera sido despedido en cualquier otro gobierno, pues su mocoso pronóstico devino pulmonía, una enfermedad ciertamente mundial, pero que en México fue manejada al principio, quizá para no inquietarnos tanto, como problema nimio y ya se ve que no lo es: cierre de empresas y consecuente desempleo, baja en las remesas, recortes presupuestales y demás traerán consigo un aumento de la frustración y la impotencia que garantizan cuadros entusiastas para la delincuencia. O sea, una mala broma del secretario Carstens.
Lo dicho, y sobre todo lo no dicho, aunque triste, no obstruye el deseo de muchos, al que me sumo, de que tengamos un 2009 productivo y pacífico. Esperancémonos: es muy difícil tener un año peor al 2008 que hoy, por fin, bendito sea Quetzalcóatl, termina.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Grandes descubrimientos inútiles”, va: Mi hija me preguntó que cuándo cumplía años nuestro coche. Batallé un poco para responder, pero al fin hallé palabras sensatas: si no me equivoco, todos los coches del mundo celebran su cumpleaños el primero de enero.

domingo, diciembre 28, 2008

Otra tanda gourmet



Entre las muchas promesas que me incumplí en 2008 está la de publicar la plaqueta Callejero gourmet, especie de tratadito antisolemne sobre gastronomía lagunera. Terminé las breves veinte estampas textuales que lo componen, pero no ajustó la plata para llevarlo a la imprenta. Me quedé, pues, con las ganas de compartirlo. Publiqué en esta columna, sí, un adelanto hace varios meses, y modestia al margen siento que tuvo buena acogida. Entre otros, uno de los lectores que me lo comentó con entusiasmo fue Juan Antonio García Villa, quien de inmediato reconoció como propios (suyos de él, para decirlo en términos populares) los platillos que abordé. Convido ahora, espero que para tentar a los vacacionistas, otras dos estampas; ojalá y nuestros visitantes comprueben lo que afirmo y muevan el bigote como es debido:

Hamburguesa
Sé que afirmar la supremacía universal de las hamburguesas laguneras me coloca en una posición muy cuestionable. El chovinismo en gastronomía sólo tiene su razón de ser en los hábitos a los que el paladar ha sido sometido. Los mexicanos, en general, hallarán sin gusto el mate, por ejemplo, simplemente porque nunca han probado esa infusión, así como los argentinos sentirán que el chile es una monstruosidad nomás porque los paladares de la pampa nunca han sido adiestrados en el consumo de picantes que vayan más allá del chimichurri. La comida es, acaso, lo más histórico y lo más cultural del hombre: cada quien goza con sus alimentos de acuerdo a la educación del paladar, que es tal vez el más memorioso de los sentidos. Un sabor, incluso ese sabor etéreo que es el aroma, nos trae toda la infancia a la cabeza, el aluvión del pasado en la cocina de la infancia y toda la parafernalia de recuerdos aledaños. A riesgo de equivocarme o de parecer imbécilmente chovinista, insisto: las hamburguesas laguneras ostentan a mi juicio el fajín universal de buen sabor. Debo aclarar que me refiero a las callejeras, las que vende cualquier carrito rascuache en cualquier punto de la región otrora “bañada” por el Nazas, como decían nuestros antiguos poetas de aguachirle. Esas hamburguesas de carrito cucho no las he probado ni en Estados Unidos, la supuesta capital mundial del susodicho producto. Algo tienen las de aquí —¿la mugrita, los malditos estafilococos?— que adquieren un sabor sin parangón. Lo básico es el pan y la carne, buenos en ambos casos casi en donde sea siempre y cuando estemos en La Laguna. Lo que las hace grandes es el elemento extra, esos ingredientes nada secretos que van de la cebolla cocida y medio dulzona, el tocino picadito, el aderezo de mayonesa, el chile encurtido, el tomate y la lechuga, todo impregnado de un sabor a carbón que nos remonta a la pureza de la cocción original del ser humano. La hamburguesa lagunera es entonces la antítesis de la de McDonalds o Burger King, franquicias donde venden hamburguesas que son como princesas frígidas: nada pueden hacer contra las excitantes hamburguesas mulatas que deambulan en las calles laguneras. Esas sí saben a algo, y además llenan, pues suelen ser sobradamente vastas, tanto que muy pocos pueden liquidar dos al hilo. Qué más se les puede pedir.

Taco dorado
A mi modesto parecer de omnívoro irritilia, el taco dorado es la fritanga por antonomasia de la gastronomía local. Los recuerdo desde siempre; para mí, de hecho, taco es ese taco, algo así como el taco primigenio de la humanidad, el prototaco. Con el paso de los años he descubierto y han sido inventados, claro, otros tacos, desde los de La Joya hasta los de gusto agringado, como los de Taco Bell. Pero insisto: el taco dorado es como el mero papá de los tacos en mi paladar, un detonador de mi memoria que, cuando percibe aquel olor característico a sebo, viaja hacia las calles de Gómez, hacia un anafe donde nadan en aceite ardiente los tubitos de tortilla. El gusto ha cambiado. A buena parte de los tragones ya no le agrada que sus alimentos sean tan grasosos, y el solo hecho de ver albercas de manteca en ebullición la hace recular y, en La Laguna, creo, ya no es muy común encontrarlos, como ocurría más endenantes, por doquiera que uno iba. Pero qué tacos, señoras y señores. Nomás deje de comer un día y piense en esto, para ver si no se le hace agua la buchaca. En un plato extendido, ponga cinco o seis tubitos surtidos, mantecosos; luego trépeles suficiente verdura (lechuga o repollo picados, tomate en rodajas) y como remate una buena dosis de cueritos de cerdo. Bañe luego el compuesto con un poco de crema líquida y remate con otro baño de salsa roja no muy espesa. El contenido típico de cada taco no es muy variado: los hay de papas, picadillo, requesón, frijoles y carne, entre los más célebres. Uno puede pedir una “orden” surtida, que incluye los ya mencionados, o de pura carne, que por lo regular es cobrada unos centavos más cara que la otra. Si uno los pide “para llevar”, hay dos costumbres que, creo, ya están en franco proceso de extinción: los tacos y su verdura son envueltos en un megataco de papel de estraza indefectiblemente seboso; la otra costumbre, si había mucha familia y poco poder adquisitivo, era que el cliente pedía al taquero o la taquera que le echara “más pastura” (o sea, más verdura), dicho esto en argot de establo bovino.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Musas populares”, va: Adriana Luévano, poeta lagunera, me regaló el texto de un precioso mensaje hallado en una carnicería: “No hay amor más puro y sincero que el de un carnicero”. El plomero, el jardinero, el carpintero y el zapatero están en desacuerdo. En su favor alegan que sus oficios también riman con “sincero”.

sábado, diciembre 27, 2008

Año nuevo en París



Nada supera a París durante las vacaciones de año nuevo. Para pasarla bien, qué mejor que caminar sus calles, visitar sus parques y recorrer sus espléndidos museos, su torre emblemática, el inagotable Louvre. Acá estoy pues, gozando de sus bellos paisajes urbanos, empapándome con su cultura. Cuánto se aprende en París. La verdad, no puede haber cansancio para la mirada, por ejemplo, en un lugar como los Campos Elíseos, que es un jardín del siglo XVII convertido en gran avenida-paseo que conecta la Concorde y el Arco del Triunfo. Es uno de los muchos atractivos turísticos y una de las principales calles comerciales de París. Esta avenida ha sido llamada “la plus belle avenue du monde” (la avenida más hermosa del mundo).
Y qué se puede decir sobre la Avenue Montaige, sede de marcas de lujo como Chanel, Louis Vuitton, Dior y Givenchy. No muy lejos, el Distrito de Commercy, espacio donde es posible encontrar lo mejor de la alta moda y sus grandes marcas, como Hermès y Christian Lecroix.
La zona en torno a la Ópera Garnier es el sitio de la capital con más alta concentración de grandes almacenes y oficinas. Algunos ejemplos son el Printemps y los grandes almacenes Galerías Lafayette. También es la sede de gigantes financieros como el BNP Paribas y American Express.
En Montmartre se encuentra la zona histórica de la Butte, lugar donde se ubica la basílica del Sacré Coeur. Montmartre siempre ha tenido una notable historia artística y tiene una alta cantidad de estudios y cafeterías. Por otra parte, no muy lejos, está Les Halles, que era antiguamente el mercado central de la carne y otros productos del mercado de París. Desde finales de los 70 es un gran centro comercial en torno a una importante estación de conexión de metro (la más grande de Europa). El mercado de Les Halles fue destruido en 1971 y sustituido por el Forum des Halles. El mercado central de París, el mayor mayorista de alimentos en el mundo, fue trasladado a Rungis, en el sur de los suburbios.
Quien tiene el privilegio de estar en París debe darse una vuelta porLe Marais, barrio con negocios y empresas del ámbito legal y bancario. Es considerado el lugar más cosmopolita de Europa. Igualmente, es obligatorio pasar por la Plaza de la Bastilla, uno de los sitios más importantes en la historia de París y de toda Francia, por los importantes sucesos que ahí se dieron y que tanta influencia han ejercido hasta nuestros días. Debido a su valor histórico, la plaza es utilizada a menudo para las manifestaciones políticas.
Quartier Latin es otro punto de inmenso valor histórico; es el barrio estudiantil del siglo XII, que se extiende entre la orilla izquierda de la Place Maubert y el campus de la universidad de La Sorbona. Es conocido por su ambiente animado y por sus muchos bares. Con diversos centros de educación superior, como la École Normale Supérieure y ParisTech, se ha convertido en el gran centro educativo de París, lo que también contribuye a su atmósfera. Montparnasse, para terminar, es un lugar donde se encuentra el Banco de Francia. Zona famosa por los estudios de artistas, la música , la vida bohemia y las cafeterías.
En fin, cuánta hermosura hay en París. Acá estoy pues, gozando en internet de sus bellos paisajes urbanos, empapándome con su cultura gracias a Wikipedia. Al menos así puedo, como poeta modernista encerrado en su latinoamericana torre de marfil, distraerme un poco de mi residencia en Torreón, de las balaceras en La Durangueña y todo eso, todo eso.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Neologismos anatómicos”, va: hace algunos días leí una nota en La Opinión sobre el alarmante y generalizado problema del sobrepeso. El texto apuntaba que, según agudas investigaciones, la obesidad tiene sus orígenes en el cerebro. A partir de ese descubrimiento los científicos han modificado un término anatómico: ahora están hablando de la “gordeza cerebral”.

jueves, diciembre 25, 2008

Cursi y ruda



Las fotos que pude hallar con el buscador icónico de Google son contundentes: Laura Zúñiga Huízar, nuestra belleza Sinaloa 2008, es en efecto un bombonazo que alegra la pupila más apática. Frágil, encantadora, la chica oriunda de Culiacán se ve como palomita mensajera al lado de los bisontes con los que se codeaba hasta que la detuvieron, el martes, en Zapopan. El contexto de su captura fue surrealista, como de hecho lo es buena parte de la información que fluye en México: Zúñiga Huízar avisó a su familia que sólo iba a una posada. De Culiacán a Zapopan, sí, a una posada. La realidad era otra: estaba metida, no sabemos hasta dónde, en el negocio de la droga, y allí cayó el reinado que por su espectacular facha bien merecía.
Hallé en una de las páginas relacionadas con el mundo de los certámenes de belleza una brevísima entrevista; se la hicieron cuando aspiraba apenas a la corona de su entidad, que por cierto es tierra de mujeres triple A. No hay diferencia entre lo que puede contestar cualquier otra miss, pero en este caso la cosa cambia (o “varea”, como me dijo alguna vez un vendedor de tunas): del mundo rosa, del ámbito lupitajonesco donde la cursilería sienta sus reales, Zúñiga Huízar pasó al universo de la rudeza donde el cuerno de chivo determina quién es quién en los deportes. Este es mi país, esta es mi gente. De un día a otro la realidad se encarga de hacer travesuras extraordinarias, situaciones que desbordan la ficción más descabellada. Esta es la entrevista a la hermosura culichi:
Aficiones
Leer y estar con mi familia
Comida Favorita
Comida típica mexicana
¿Ciudad o país que te gustaría conocer?
Egipto y Sudáfrica
¿Qué es lo que más te gusta de ti?
Que tengo mucha paciencia.
¿Por qué crees merecer ser la ganadora de Nuestra Belleza Sinaloa?
Más que merecer, es el honor de poder representar a mi estado y ayudar a otras personas.
¿Qué se siente salir seleccionada para el certamen?
Alegría y a mis padres les llena de orgullo”.
La noticia ha dado obvio pábulo a los juegos de palabras: narcobeldad, narcomiss, narcorrorra, y así hasta agotar existencias. Al ritmo que vamos, pues, pronto no habrá actividad que no sea tocada frontal u oblicuamente por el negocio, de manera que más vale preparar las palabras de ese vocabulario hipotético: narcolegislador, narcopayaso, narcocantante, narcosoprano, nacoestilista, narcoplomero, narcoarquitecto, narcomaestro, narcodentista, narcocorredor de bienes raíces, narcojoyero, narcopoeta, narcoeditor, narcosacerdote, narcodiplomático, narcoastronauta, narcorreportero, narcocazador de narcos, narcodeportista, narcorregidor, narcobanquero, narcoactor, narcochef, narcomodisto, narcopeluquero, narcopadrote, narcofilántropo, narcoescultor, narcopríncipe, o sus variantes más especializadas, como narcolateral derecho de los Tiburones Rojos del Veracruz, narcoabogado penalista con especialidad en casos de robo, narconovelista policiaco.
El caso es que la realidad cómica, mágica y musical mexica no se agote de dar tema. Mientras siga la mata dando, seguiremos fumando.

Terminal
En nuestra gustada sección “Ocurrencias misceláneas”, va: el martes en la noche estuve en una posada con los amigos Gilberto, Javier y Miguel Prado Galán, Fernando Montano y los hermanos Salvador y Enrique García Cuéllar. El último de los mencionados es director de un periódico en Tapachula, y traía a su tierra, La Laguna, ocurrencias harto interesantes que fueron brotando durante la charla. Anoté tres: 1) comenta que en Tapachula supo de dos sujetos que eran conocidos como “Los Hermanos Torpedo”, porque uno era torpe y el otro pedo; 2) alguien preguntó que cuál había sido el pecado de Onán, y su respuesta fue metafóricamente genial: “Bajarse en marcha”; y 3) hizo una definición muy original de la ouija: lap top de madera.

miércoles, diciembre 24, 2008

Carta de Santa



La cabeza no es, como la del domingo pasado en Ruta Norte, una errata: en efecto se trata de una carta de Santa, y no de una carta a Santa. La respuesta del personaje más bonachón de la humanidad me ha dejado ojipelón. Escéptico, envié hace pocos días una carta hasta su casa mágica sita en el Polo Norte. No esperaba respuesta, claro, pues siempre había creído que Santoclós era un invento de la publicidad para vender más productos. Ya veo que me equivoqué: Santa existe, vive en una cabaña del Polo y en el garage tiene un trineo y un hermoso lote de renos último modelo. En su taller elabora los juguetes que dará a los pequeñines, y allí recibe varios kilos de cartas escritas por niños de todo el mundo. Quise probar, le escribí, y esta fue su respuesta:
“Querido Jaime: sé que ya no eres un niño, sino un verdolagón de 44 años. Pese a ello, respondo tu amable carta. De entrada te recuerdo que a mí no me vas a engañar: tú no crees en la navidad y por eso no la celebras. Así pues, ¿cómo quieres que te vaya bien? Sólo un ingenuo podría soñar con la idea de recibir obsequios a cambio de todas las dudas albergadas en su alma. La navidad, Jaimito querido, es una bella época, la mejor del año. Nos da la oportunidad de mostrar que amamos a nuestros semejantes, de compartir bellos momentos junto a los seres que más apreciamos en el mundo. Es cierto que ahora ha sido comercializada, que es necesario un poco de dinero para acompañar estas fechas con más de tranquilidad y contento. Reconozco que sin plata las cosas no se dan igual, que la falta de recursos no es precisamente lo más adecuado para atravesar las fiestas navideñas. Pero si uno hace el esfuerzo y comparte amor, solidaridad, cariño, tal vez ocurra que la navidad transcurra con igual o mayor alegría que en las fiestas opulentas y dispendiosas.
Tal vez ya lo has captado, pero con esto quiero expresarte que esta navidad no iré a muchos hogares de tu país, entre ellos al tuyo. De hecho, repartiré muy pocos juguetes, pues hay gran número de padres desempleados que no trae dinero y además no cree en mí, con lo cual me inhabilitan por completo. Eso no es, empero, lo importante, querido amigo. En México no haré mucho reparto por las malas noticias que hemos visto en el año, sobre todo las relacionadas con el crimen. La situación en tu pintoresco país es cada vez más difícil para todos, principalmente para un pobre viejo como yo: solitario, gordo y pacífico. El año pasado me dejó muy malos recuerdos. Te cuento, amigo Jaime, que repartía juguetes en Chihuahua y estacioné mi trineo en una calle oscura. Mientras dejaba juguetes junto a los vistosos arbolitos, un grupo de vándalos se estacionó al lado de mis renos. Los sujetos viajaban en una Hummer polarizada, y como andaban ebrios y gritones comenzaron a burlarse de mi trineo y de mis animales. Cuando al fin los venció el aburrimiento, subieron a su vehículo y uno de los guaripudos sacó la cuerno de chivo por la ventanilla. Casi a quemarropa le disparó a un reno que quedó tendido, sangrante, en el asfalto. Cuando llegué a la escena, lo vi muerto, pero no hice nada. Luego pasó algo similar en Tamaulipas: yo repartía obsequios, y cuando volví ya me habían decapitado a cuatro renos; me dejaron un mensaje escrito: ‘Haqui no te metas desgrasiado’. Luego, en Michoacán, aconteció algo todavía más terrible: me levantaron. Les dije que yo era Santoclós, pero no me creyeron. Insistí un buen rato, y los tipos sólo me amenzaban con maldiciones brutales: ‘¿Con que Santoclós, no?’, luego me gritaban, burlones: ‘¡Jojojojo, tu puta madre es Santoclós, panzón!’. Así, vociferaron y me dieron de golpes en el rostro hasta que perdí la conciencia. Me dejaron tirado, maltrecho, en un río seco de La Laguna. No sé cómo fui a parar en ese sitio insalubre, pero desperté, busqué a los pocos renos que me quedaban y salí huyendo de México. Ah, hice la denuncia, pero al parecer no sucederá nada, nunca darán con los que me agredieron.
Por eso no me verás por allá, Jaime. Porque en el fondo no crees en mí y porque tu país es muy peligroso. Que mejor los reyes magos lleven los malditos juguetes. De perdida ellos andan en bola. Además, supe que Baltasar tiene muy buenas relaciones con Obama.
Pese a todo, feliz navidad. Atentamente: Santoclós”.
o
Terminal
En nuestra gustada sección “Creatividad navideña”, va: una ocurrencia: no estaría mal, fuera de bromas, que hubiera un servicio de mail supuestamente atendido por Santoclós. Allí, el hombre de los chapetes rojos y las barbas blancas podría disculparse por no haber llevado regalos debido a los múltiples pedidos que recibe. Eso les serviría de maravilla a los padres en aprietos económicos. Pongo, pues, sólo para los días 25 y 26 de diciembre, la dirección santoclos@rocketmail.com. Pueden solicitar, si gustan, una justificación “de Santoclós” para el hijo que se quedó sin regalo por falta de plata en los bolsillos de papá. Nota: por cuarto año consecutivo, esta columna no se tomará ni un solo día de vacaciones.

domingo, diciembre 21, 2008

El temible Buró



La semana pasada trabajé un par de columnas con el tema de la pillería bancaria. Para mi sorpresa, recibí más correo electrónico que de ordinario, lo que en corto me demuestra el interés y la rabia (el sonido y la furia) que despierta en los clientes la voracidad de los bancos que nos cupieron en pésima suerte. Desde Puebla, una de las cartas me la dirigió Enrique Antonio Pedraza Mayoral, especialista en temas de derecho. Fue tan generoso que al mail adjuntó uno de sus libros, Vicisitudes de un litigante bisoño, del cual, sin demora, cito una de sus aleccionadoras partes, la que se refiere al para muchos enigmático y temible Buró de Crédito. Reproduzco el fragmento con la autorización del autor; si alguien desea conocer otros libros de Pedraza Mayoral puede indagar en http://stores.lulu.com/Libros_Prohibidos. El fragmento que reproduzco aparece íntegro como capítulo (“El análisis”) en este blog:
“Después de estudiar la creación del Buró de Crédito y su reglamentación advertí varios problemas jurídicos: El primero, ¿cómo se creó? No lo creo una ley dada por el congreso o un decreto presidencial, sino que el Banco de México, la Comisión Nacional Bancaria y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, se unieron y emitieron disposiciones que autorizaron la creación del buró de crédito mediante una escritura pública ante la fe de un notario. La ley que lo regula es posterior a su creación.
El segundo problema, una vez creado el Buró de Crédito en escritura pública, como cualquier sociedad anónima, el Congreso de la Unión expidió una ley para regularlo, ¿es posible esto? Primero creamos y después regulamos.
Otro problema es que la reglamentación del Buró de Crédito corresponde al Secretario de Hacienda y Crédito Público, es decir, que la reglamentación de este órgano no es a cargo del Presidente de la República, como indica la constitución, sino el facultado para expedir el reglamento es un simple secretario.
Un cuarto problema, ¿qué es orden público? La Ley para Regular las Sociedades de Información Crediticia dice que es de orden público, pero ¿cómo lo definiríamos? ¿Es de orden público que el Estado permita que los particulares intercambien la información financiera de sus clientes?
Además, esta ley autoriza al Secretario de Hacienda y Crédito Público a interpretar esta ley. En otras palabras, yo abogado puedo hacer planos arquitectónicos porque la ley me autoriza, con independencia de mis conocimientos sobre la materia. Ya que autorizar a un Secretario de Estado a interpretar la ley, a pesar de que para ocupar el cargo no se requiera título de licenciado en derecho, equivale a que por decreto se tengan conocimientos, ¿o no?
Un quinto problema es que el buró de crédito es una persona moral de derecho privado, es decir, son personas ajenas al gobierno quiénes lo manejan. Sin embargo, estas personas vulneran el derecho a la privacidad de cuarenta millones de mexicanos, con la ayuda del Estado.
Las empresas y los bancos, a través del intercambio de información de sus clientes, consiguen hacerse justicia por propia mano, pues ellos deciden quién les debe y cuánto. Además, las personas que por cualquier motivo se retrasan en sus pagos son amenazados con “meterlos al buró”. Los mexicanos sabemos que esta amenaza equivale a no poder conseguir ningún crédito. Todo lo anterior por medio simples pactos entre particulares, que son muy difíciles de demostrar, pero que todos conocemos.
Gracias al buró, las empresas ya no necesitan acudir a los tribunales para molestar a las personas o privarlas de sus derechos, pues una vez que “sancionaron” al particular diciendo que cometió el delito de no pagar a tiempo o de quedar a deber un crédito, por ochenta y cuatro meses ningún banco o empresas le darán crédito. ¡Y pensar que las penas inusitadas y trascendentales están prohibidas por la constitución!
Además, no hay manera de demandar al Buró de Crédito porque sus reportes no tienen valor probatorio en juicio.
Otro problema es que si en México sólo existe un Buró de Crédito, esta empresa tiene el monopolio de la información financiera de los mexicanos y la ley que sólo regula una empresa, evidentemente, es una ley especial.
Una vez que encontré estas inconstitucionales en la ley que regula al buró de crédito, me enfrenté a dos problemas:
El primero fue redactarlas de manera clara enfrentando los preceptos legales que regulan al buró de crédito con las normas constitucionales, ya que sin este requisito, mis conceptos de violación serían inoperantes y el acto subsistiría por no impugnarlo de manera adecuada.
Mis clases de amparo nunca fueron claras en este sentido. El acto de autoridad se presume apegado a la constitución, por eso el particular debe demostrar que dicho acto viola sus garantías individuales. Esta parte la entiendo, aun cuando no la comparto, pues pienso que es la autoridad la que debe demostrar que el acto que realizó, está apegado a constitución.
Para demostrar la violación de garantías debo exponer conceptos de violación, es decir, razonamientos que demuestren que el acto reclamado es inconstitucional. Esta parte también la entiendo.
Lo que no entiendo, es que la calificación de mis conceptos de violación está en manos de los jueces o magistrados federales, quienes determinan si mis conceptos proceden o son improcedentes, son fundados o inoperantes.
Aquí me surgió otra duda. Los conceptos de violación inoperantes, inatendibles, improcedentes, insuficientes, ineficaces, etcétera, ¿constituyen una institución en nuestro sistema jurídico? Todos ellos nacieron de diversas jurisprudencias de los tribunales federales. La consecuencia de que existan, es que el quejoso (persona que acude a solicitar el amparo porque considera que sus garantías individuales o sus derechos humanos están siendo violados por la autoridad) debe contar con una asesoría legal adecuada y muy competente; ya que si no se redactan bien los motivos por los que se considera inconstitucional el acto, los juzgados de distrito, los tribunales colegiados de circuito o la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se limitan a decirnos que no supimos defendernos y que el acto de la autoridad subsiste. En consecuencia: ¿Existe la supremacía constitucional? Pues ante conceptos de violación deficientes, los actos de autoridad que son inconstitucionales subsisten.
La segunda duda fue: Si la ley sólo regula únicamente actos de particulares, ¿cómo puedo impugnarla?
Respecto a la primera pregunta consideré poseer los conocimientos necesarios para poder impugnar la ley, pues tuve un excelente maestro de amparo, aunque,
¿Tendrá la misma opinión el juzgador? Sólo me queda tener la esperanza (debilidad que justifica mi estupidez y que desgraciadamente muere al último) de que así sea.
O siguiendo las enseñanzas católicas: rezar. No existe ninguna materia en la carrera de Derecho, ni ningún libro jurídico, que nos enseñe cómo formular conceptos de violación, y menos cuando se impugna la inconstitucionalidad de una ley. Finalmente, la calificación de los conceptos de violación está en las manos (más bien en el pensamiento o falta de él) del juzgador.
La segunda pregunta fue resuelta por la Suprema Corte de Justicia de la Nación al señalar que cualquier acto que modifique nuestra situación jurídica con base en una norma es un acto de autoridad. En efecto, si con base en la ley, el Buró de Crédito modifica mi condición de persona solvente a insolvente, además de violar mi garantía de privacidad para hacerlo y no necesita recurrir a ninguna autoridad para realizar sus fines, es evidente que tiene el carácter de autoridad para efectos del juicio de amparo. Sin embargo, como este criterio es novedoso tuve que invocar la jurisprudencia y explicar por qué considero que los actos del Buró de Crédito son actos de autoridad; de esta manera, la procedencia del juicio de garantías se convirtió en un problema que el juez de distrito tendría que resolver al dictar sentencia. Con esto evito que el juez de distrito me sobresee, ya que la procedencia de amparo es un problema de fondo y por lo mismo no puede aplicar ninguna causal de improcedencia.
El siguiente problema a resolver fue: ¿Quién vigilaría el juicio? En efecto, cualquier abogado sabe que es necesario acudir al juzgado para evitar sorpresas, esto es, resoluciones que sólo se notifican por lista y que afectan los derechos del promovente.
Tengo un primo que tiene veinte años de vivir del litigio, así que recurrí a él. Cual sería mi sorpresa al escucharlo decir que él no acostumbraba litigar en los juzgados de distrito y tribunales colegiados, pues prefería llegar a un arreglo con su contraparte a sujetarse al “criterio” de tales tribunales, pero como favor para mí, estaría al pendiente del negocio.
Cuando oí a mi primo, tuve que pensar que no sabía derecho, ya que estaba desconfiando del criterio de los defensores del régimen constitucional, cuya capacidad y honorabilidad no podía ponerse en duda. Este comentario ocasionó que prefiriera presentar la demanda yo mismo y aquí comienzan las vicisitudes”.
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Nota del editor: la cabeza de la columna apareció hoy con una errata en su versión en papel; el título correcto es el que encabeza este post.

sábado, diciembre 20, 2008

Santoclós tapatío



Como una prueba más de cinismo asistencialista y vacío, el góber piadoso, Emilio González Márquez, echó a andar en Tonalá, Jalisco, el plan “Viva la Navidad” que consiste en otorgar diez millones de pesos en vales con cargo al erario estatal. La institución encargada de repartirlos será ¡el Banco Diocesano de Alimentos!, que además tendrá la justiciera misión de seleccionar a los menesterosos que se harán acreedores a mil pesos por familia para que los condenadotes agraciados (dicho esto con voz de Wash & Wear, aquel legendario personaje de Los Polivoces) se compren lo que quieran durante las fiestas decembrinas.
Inmejorable para ilustrar el altruismo ramplón es, pues, la dadivosidad insustancial de aquel mandatario estatal famoso por mezclar en sus acciones de gobierno al clero jalisquillo comandado nada más ni nada menos que por Juan Sandoval Íñiguez, mandón de la ultraderecha mexicana. No es, por tanto, irrelevante el contexto en el que se da el santoclosero acontecimiento: la inminencia de elecciones. Podemos entonces elevar la conclusión del acto “altruista” a la categoría de máxima: pronto habrá urnas allí donde veamos que un político les da migajas a los pobres. En efecto, la nota de La Jornada es incontestable: “El mandatario panista comenzó el reparto de los regalos en el acto Viva la Navidad, realizado en Tonalá, en un ambiente de mitin con miras al inicio de las campañas para las elecciones locales de julio de 2009 (que coincidirán con las federales), en las que se renovarán los 125 ayuntamientos, los 40 escaños del Congreso local y 19 diputaciones federales”.
En “Viva la Navidad” aparecieron, cómo no, los precandidatos panistas, pues el acto concentró una multitud de escuálidos ciudadanos, no cabe duda, lo que traducido al dialecto político mexicano equivale a potenciales votos. Es tal la infame vulgaridad del góber piadoso que torna irresistible la relectura de su discurso; confieso que lo leí atónito, convencido de que más bajo no se puede caer en materia de hipocresía sentimentalista y bofa. Si hasta el Teletón parece ecuánime junto a González Márquez: “Queremos ser parte de este cariño familiar en esta época del año, y por ello el equipo de Martín Hernández (secretario de Desarrollo Humano) se dedicó a trabajar de una manera muy intensa para hacer realidad este evento, el que nos permitan ser parte de la felicidad de 10 mil familias que este año tendrán la posibilidad de tener un juguete nuevo, estrenar un par de zapatos, comprar la ropa necesaria, darle a los hijos esa sonrisa a través de la cara que todos ponemos el 25 de diciembre, cuando corremos al nacimiento para buscar en el zapato, junto a la cartita al Niño Dios, lo que pudo habernos traído”. Y más, más miel asquerosa y falaz, como cuando agradeció “por permitirnos ser parte de estos momentos de felicidad con sus hijos. ¿Cuánto vale una sonrisa de los hijos? ¿Cuánto vale un momento de felicidad? ¿Cuánto vale la satisfacción del papá al saber que su hijo será atendido en su cartita por el niñito Dios?”. Carajo, ¿cómo se le puede hablar así a la gente que no tiene nada?, ¿con qué jeta se acerca uno a los olvidados para fanfarronearles que el Poder ha hecho posible la aparición del niñito Dios?
Por eso me incomoda la navidad. El mundo pudriéndose y la hipocresía santoclosera a todo trapo, imparable.

Terminal
En nuestra gustada sección “Parábolas de la inversión para el combate a la pobreza”, va: un compa muy pragmático dice que en vez de invertir en programas clientelistas los poderosos deben entregar el dinero en efectivo a los más pobres. La medida generaría movimiento de circulante y nos ahorraría discursos huecos. En vez de construir escuelas y hospitales, que les recomienden a los desvalidos que con una parte del dinero que les toque compren una enciclopedia de medio uso y unas cincuenta cajitas de aspirinas, eso para que los rubros de educación y salud sean (al menos parcialmente) satisfechos en cada familia pobre durante un sexenio. Temo que ya se adelantó el góber piadoso, pero sin prescindir de los discursos huecos y de la inoperancia del proyecto.

Superletrista de tangos



Con la llegada de las vacaciones llega también la oportunidad de pasar el tiempo en medio de la pachanga y el jajajá. Aunque no desperdicio la coyuntura y depredo el ponchecito y el tamal que se pongan a merced, gran parte del asueto suelo pasarlo en la apurada actualización de mis gustos. Leo más, veo más tele, oigo más música y, si algo de tiempo le queda al calendario, escribo las dos o tres apresuradas cuartillas que no se dejaron trasquilar en el año a punto de su fin.
Ya recomencé, ayer, a escuchar algo de música. Fluctúo, pues mi arco de preferencias es muy amplio; paso de lo popular (una canción ranchera de Javier Solís) a lo culto con Giacomo Lauri-Volpi, de un huapango a una milonga, de un bolero a un tango. A este último género ingresé, como digo, ayer, cuando leía un reportaje de Página 12 sobre la censura a la música popular argentina. Me entero allí que durante algún tiempo los gorilatos de la hermana república Argentina adulteraron hasta los tangos por sus letras supuestamente salaces, promotoras del vicio. Una de las víctimas frecuentes de esa censura fue Enrique Cadícamo, poeta al que no sin alegría considero el mejor letrista de tangos. Según el reportaje de Página 12, Cadícamo sufrió en letra propia los embates de una censura chata, imbécil a más no poder. Lo que hacían con sus composiciones era despejarlas de lunfardo y mitigarle las insinuaciones sobre sexo, alcohol y otras gratas perdiciones.
Cadícamo, quien nació en Luján, provincia de Buenos Aires en 1900, y murió 99 años después, atravesó enterito el siglo XX con una capacidad envidiable para urdir letras de tangos. Remito a mis lectores, si los tengo en este diciembre cada vez más disperso, a la web de Todo Tango (http://www.todotango.com/spanish/home.asp), el recipiente con la información tanguera más grande en internet. Allí, en la entrada sobre el compositor se nos informa que “… siguieron otros innumerables tangos —por lo menos 20 de ellos grabados por Gardel—, de méritos desiguales, pero sin concesión alguna a lo torpe y chabacano. En la tanguístíca de Cadícamo se encontrarán obras tan logradas como ‘Che papusa, oí’, ‘Anclao en París’ y otras decididamente endebles como ‘Tu promesa’ y ‘Al subir, al bajar’. Sin embargo, toda la producción se distingue por un notable decoro literario”. El redactor de la semblanza, José Gobello, ha dado en la justa definición del hacer cadicameano; ostenta, a su ver, “notable decoro literario”. Y sí, yo tengo un disco completo con temas de Cadícamo interpretados por Adriana Varela (la mejor intérprete tanguera, según mi gusto) y allí encuentro ciertos excesos de sentimentalismo y lunfardo, por otro lado propios del género, pero jamás un verso que parezca baldío, puesto allí nomás para cumplir favores a la rima. Invito a los que no conozcan algo de Cadícamo a que escuchen la versión que ofrece Todo Tango de “Los mareados”, una de las piezas más famosas de don Enrique. La interpreta allí Liliana Barrios, y aunque a mi juicio no es mejor que la versión de Varela, es imposible echar abajo la calidad de una letra tan sencilla, fatalista y perfecta como ésa. La dirección para llegar fácil a “Los mareados” (1942) de Todo Tango es www.todotango.com/spanish/las_obras/letra.aspx?idletra=53. Ya quisiera uno escribir canciones como ésta:
“Rara...
como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...
Bebías
y en el fragor del champán,
loca reías por no llorar...
Pena me dio encontrarte
pues al mirarte yo vi brillar
tus ojos con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré...
Esta noche, amiga mía,
el alcohol nos ha embriagado...
¡Qué importa que se rían
y nos llamen los mareados!
Cada cual tiene sus penas
y nosotros las tenemos...
Esta noche beberemos
porque ya no volveremos
a vernos más...
Hoy vas a entrar en mi pasado,
en el pasado de mi vida...
Tres cosas lleva mi alma herida:
amor... pesar... dolor...
Hoy vas a entrar en mi pasado
y nuevas sendas tomaremos...
¡Qué grande ha sido nuestro amor!...
Y, sin embargo, ¡ay!,
mira lo que quedó...".

jueves, diciembre 18, 2008

Crónica abundante y puntual



Soy de los que, por amistad y por gusto, asoman frecuentemente la mirada a la crónica del doctor Sergio Antonio Corona Páez. Siempre hay algo de interés en ese espacio, y siempre siente uno que desfila todo lo que de valor público nos va ocurriendo. La ventaja de la crónica actual es que permite, gracias al internet, la inmediata descripción de los hechos, de suerte que no deja dudas sobre la simultaneidad de los acontecimientos y su escritura, es decir, sobre el acatamiento que el cronista hace de su rol, más cuando, como en el caso de Torreón, el autor de la crónica no opera a título personal, sino oficial, con la investidura sancionada tanto por el ayuntamiento como por el gobierno de la entidad donde opera.
Así pues, el doctor Corona Páez ha encontrado el mecanismo más económico, práctico y eficaz para comunicar su crónica; con ello da fe de los hechos que aborda y de su trabajo, pues en más de una ocasión ha pasado, y pasa todavía, que la crónica de muchos municipios aparezca, en el mejor de los casos, muy tarde, incluso cuando los acontecimientos ya han sido arrumbados en los depósitos del olvido. Gracias al instrumento de la red, entonces, hoy es posible testimoniar, casi en directo, el accionar de un cronista, y el doctor Corona Páez no ha fallado en su labor desde que recibió del ayuntamiento y del gobierno de Coahuila la encomienda de notariar todo lo que acusa interés público en Torreón.
El total, hasta ayer, de 57,668 visitas al blog del doctor Corona Páez (http://cronicadetorreon.blogspot.com/) es sólo un dato numérico, pero en una variante de la escritura, la crónica, que en general no suele o no solía atraer a muchedumbres, es harto significativo. Quiere decir, en suma, que la crónica puede picar el interés de los lectores cuando es puntual (tan puntual que es, como ya comenté, casi simultánea a los hechos que la generan), cuando ha sido bien escrita y cuando hay alguien con el ojo educado para percibir aquellos pliegues del acontecer social que de antemano anuncian alguna trascendencia, es decir, que en el futuro serán recordados como hechos venturosos o fatales que atrajeron la atención de la colectividad.
El reciente informe del alcalde Pérez Hernández, la muerte de Enriqueta Ochoa, la presentación del libro coordinado por Marcela Pámanes, el desempeño del Santos en la más reciente liguilla, la reedición de las peregrinaciones, la tolvanera brutal que nos azotó a principios de diciembre, todos son hechos añadidos, por ejemplo, en las más recientes entregas del blog del cronista. Ese es, precisamente, el trabajo que se espera de un notario histórico: que más allá de sus apetitos anote, con la mayor objetividad posible, sin intereses de partido, ni religiosos, ni ideológicos, lo que bulle en un espacio, lo que ocurre en una localidad.
No conforme con el testimonio de lo diario, el doctor Corona Páez ha añadido en su foco difusor de información verdaderos artículos, estos sí opinativos y en más de una ocasión producto lateral de sus investigaciones académicas, de allí que la crónica en sí es complementada con una labor de divulgación no menos interesante.
Invito con las pruebas de calidad en la mano a que nos acerquemos al blog del cronista. No tengo dudas acerca de lo atinado que es, en este caso, el auspicio del ayuntamiento local y, en particular, del Instituto Municipal de Documentación y Archivo Histórico Eduardo Guerra y de su director, Jorge Rodríguez Pardo, quien sin vacilaciones ha apoyado la labor del cronista, una labor útil para la comunidad torreonense y para aquellos que, desde otras latitudes, llegan a interesarse en nuestros asuntos. La abundante y puntual crónica del doctor Corona Páez es un modelo en su género, pues sin renunciar al propósito de construir libros por anales, nos anticipa sincrónicamente lo que en el futuro podrá ser, por qué no, hito, parteaguas, hecho histórico. Es un trabajo, un trabajal de suyo valioso y muy agradecible. Que continúe.

miércoles, diciembre 17, 2008

Papuchos con sotana



La crisis edifica un mundo de paradojas. Leo un largo reportaje del Semanario publicado por Vanguardia, en Saltillo, y me informo sobre las tendencias del apetito venéreo mercantilizado en medio del desastre económico. Al parecer, los calenturientos han emigrado a otras prácticas, acaso a la continencia monacal impuesta por las calamitosas circunstancias que vivimos. Pueden ser dos las razones de la sequía, ambas relacionadas con el billete: a) el estrés que produce no tenerlo pega directamente en las zonas erógenas; y b) el apetito puede permanecer incólume, pero sin dinero no es posible comprar absolutamente nada en el mercado de los placeres carnales.
El reportaje se ciñe a la realidad de Saltillo, donde los despidos provocados por la recesión han aumentado escandalosamente los casos de disfunción eréctil: cuando la cartera está vacía, los pájaros languidecen como si hubieran sido pintados por Dalí. Consigna la investigación que es un fenómeno comprobadísimo: a más líos económicos, menos ganas, lo que no sólo ha alejado a la clientela potencial de téiboles, sino de hotelitos con cortina en cada habitación y de sex shops. En otras palabras, la crisis ha estremecido al mercado de los pelos y el sudor a precio, y ya en este momento lo mantiene a raya y en shock.
Lo extraño es que, mientras lo non sancto se aleja obligadamente de su nonsanctidad, lo supuestamente tocado por la pureza coquetea con el mercado de la libido alborotada. Son las contradicciones nacidas en el seno del colapso financiero. Porque suena de veras muy raro que en Italia un fotógrafo haya tenido la supercalifragilisticaespiralidosa ocurrencia de captar las imágenes de algunos curas bien parecidos para incluirlas en un calendario. Con sotana, con alzacuellos, todos bien afeitados y peinados con absoluta sobriedad, los jóvenes ensotanados miran a la cámara sin hacer poses voluptuosas ni insinuantes: sólo miran a la cámara, pero como son tipos elaborados con nonio (o vernier), a la medida, alaindelonescos, esa sola pose puede ser muy excitante, no sé, para ciertas mujeres que alguna vez hayan jugado con la pecaminosa fantasía de agenciarse un padrecito de muy buenas hechuras. El material ha sido reunido en un producto denominado Calendario Romano 2009, y el vaticano todavía no se pronuncia en contra de él, por lo que el fotógrafo, de nombre Piero Pazzi, seguirá en la promoción para su venta y en futuras convocatorias para nuevos calendarios de índole sexiclerical.
Como la santa sede ha sostenido que cada sacerdote aparece allí “a título personal” y no lo ha condenado, los fotógrafos artísticos mexicanos tienen una enorme posibilidad de entrar al negocio, de abrir, como dicen los expertos en negocios, un “nicho de mercado” nuevo en nuestro país. No sé si haya suficientes curas caritas en México, pero no tendría ningún chiste buscar a sacerdotes de rango menor, desconocidos. Sería un hitazo, más bien, que algún artista de la lente convocara en un solo calendario a los figurones de la más alta jerarquía mexicana. Imaginemos que excitante sería ver, por ejemplo, a:
1) Norberto Rivera: ideal para el mes de marzo, por su rostro fresco y primaveral. Como modelo podría posar sentado en alguna silla de country club, y al fondo se podrían ver golfistas y esos cochecitos que ellos suelen usar para no cansarse con ese deporte tan fatigoso.
2) Juan Sandoval Íñiguez: por la gelidez de sus convicciones y por ser uno de los que siempre toman la iniciativa para todo, sería un modelo inmejorable para enero. Como le gustan mucho los grandes negocios, en su foto posaría dentro de la espaciosa oficina (prestada) de algún empresario, con caobas y brillos por doquier.
3) Onésimo Cepeda: es uno de los más vinculados a las elites económicas del país. Como sabe moverse entre la gente de muchísimo dinero, es un buen modelo para diciembre, el mes de los aguinaldos. En la foto podría lucir, buen símbolo de lo que representa, la poderosa puerta de una bóveda bancaria y él de frente, con los brazos cruzados y en contrapicado, como si fuera portada de Poder y Negocios.

domingo, diciembre 14, 2008

Gula bancaria



Sigo en la idea, y cada segundo me convenzo más sobre ello, de que la delincuencia organizada mejor organizada en este país lleno de delincuencia organizada y desorganizada es la que ejerce la banca (bueno, la banca, los políticos y en tercer lugar el narco). Es un problema delicadísimo, pues deja ganancias estratosféricas a un negocio encargado de saquear al país mediante la ruina de millones de mexicanos. Tal vez los legisladores vayan a ser maiceados a tiempo por quienes no desean que la avestruz (no la gallina) de los huevos de oro produzca menos, por lo que con mayor razón debemos insistir en la urgencia de replantear la relación de los bancos con su clientela. ¿Quién los dejó operar así? ¿Quién los vigila? ¿Quién vigila a los vigilantes? Las preguntas adquieren relevancia, sobre todo, a la luz de los datos que me aporta Heriberto Ramos, académico especializado en finanzas. Le pedí cifras sobre las ganancias de los bancos y del narco, y me ha respondido esto (sus fuentes fueron CNN Expansión y El Economista):
“Utilidades trimestrales de los Bancos en México (tercer trimestre 2008, según CNBV): 49,605 millones de pesos (3,394 millones de dólares al tipo de cambio, 13.35 pesos por dólar de hoy [11 de diciembre de 2008]). Es decir, los bancos mexicanos se embolsan utilidades anuales más o menos de 13,000 millones de dólares, de los cuales por lo menos el 35-40% son por ‘comisiones diversas’. La cartera de créditos (o sea el volumen de negocio) de los bancos en México a septiembre de 2008 vale 138,000 millones de dólares. Cálculos del CIDE (de Jorge Chabat, especialista en temas de narcotráfico) estiman que el volumen de negocio del narco en México vale entre 12,000 y 30,000 millones de dólares (entre un 8 o 17% del volumen del negocio bancario). En fin, son números, lo que sí es que tu intuición tiene un trasfondo de poderosa lógica: el dinero del narco ineludiblemente circula dentro del sistema financiero”.
Hasta allí los esclarecedores datos engarzados por un experto. La ganancia es legítima, vale aclarar, pero cuando esquilma, cuando despeluca (verbo que en México significa dejar en la calle a alguien), el Estado debe intervenir para frenar la voracidad que los particulares ejercen sobre el cliente. La posición de algunas organizaciones ya se ha dejado ver, pues en la semana que termina algunos diputados y senadores declararon sobre el asunto sin llegar, claro, a nada concreto hasta el momento. Una de esas organizaciones es el Grupo Político Colosio de Gómez Palacio. De tal agrupación recibí ayer un mail enviado al alimón por lo menos a cincuenta direcciones electrónicas tanto de medios de comunicación como de periodistas y políticos. Lo reproduzco sin tocar su irritada forma:
“Cuando la banca extranjera pudo entrar al paraíso bancario mexicano en el año dos mil, inmediatamente reclamaron su parte del botín. A eso venían, no a disparar el crédito y el desarrollo nacional. Así las corruptas autoridades de este económicamente vapuleado país de ciudadanos supermachos aguantan todo, permitieron la entrada a estos depredadores. Nos dejaron a su merced para saquearnos.
Con la estrategia de captar más incautos, estos ladrones se dieron cuenta del bajo número de tarjetas habientes que existían en el país, por lo que aceptaron la propuesta que les hizo el gobierno mexicano de abrir el crédito a sus usuarios, como haciéndole un favor.
Relamiéndose los bigotes, contestaron un sí como si estuvieran haciendo un gran sacrificio por lo que aceptaron abrir el crédito pero ellos pondrían las reglas, a lo que las ingenuas y corruptas autoridades aceptaron.
¿Que ocurrió? Arretacaron al país de tarjetas de crédito, tanto de bancos como de grandes almacenes de autoservicio como Walt Mart, casi obligando al ciudadano común y corriente a adquirirla. Y para que nadie se quede fuera de este ‘beneficio’, las envían por correo ya preaprobadas. Lo que significa que si a Usted le mandan una de estas tarjetas y se extravía en el camino y le llega a otra persona y la usa, Usted la paga. Efectivamente arrojaron tarjetas de crédito como volantes pero con una pequeña salvedad, que los intereses que cobran en México los incrementaron en porcentajes estratosféricos en relación a las que aplican en su país de origen.
Y si toda esta ignominia pareciera poco; además, altaneramente, sobrepasando y desafiando a las propias autoridades, crearon el Buró de Crédito, desde el cual, por la información privada que ahí se maneja, controlan y deciden la vida económica de los mexicanos, convirtiéndose en nuestros amos acreedores. Y que lo serán para siempre en virtud de que sus intereses están diseñados para ser impagables. Una nueva forma de esclavitud globalizada. Desde los bancos se invaden países, los ejércitos ya son obsoletos. Luego de que la ola de choque de la crisis norteamericana nos golpeara con un pequeño e insignificante ‘catarrito’, desnudó a México dejando sus vergüenzas financieras al descubierto con la espeluznante revelación de que casi el 80% de los mexicanos le debe a la banca usurera.
Pero eso no es todo, resulta que alguien en el Congreso de la Unión propuso una reforma de ley hacendaria para que se regulara toda esta desbocada actividad bancaria y obligarla a bajar los intereses y ponerle límite a su rapiña, parecía que por fin los diputados hacían su papel legislativo en pro del ciudadano. Pero, arránquese los pelos, nuestros corruptos diputados, volvieron a sucumbir a las pre$iones de los banqueros, sus captores y conquistadores, y la referida iniciativa, rápidamente la enviaron a la congeladora para analizarse inmediatamente que aterricen los marcianos en Cuencamé, Dgo.
Nos la volvieron ha hacer los burros diputados, aduciendo que no es tiempo de tal reforma hacendaria y que no es conveniente en este momento para modificar la actividad bancaria nacional, que nomás salgamos de la crisis ya veríamos. Claro que la crisis de Usted y mía no la de ellos que sólo engordan como marranos y se enriquecen desmesuradamente ante la vista atónita y expectante de la raza de bronce, cósmica y totonaca de los mexicanos, quienes ya demostraron en 1910 que si lo hartan, despiertan al México bronco. ¡Cuidado!”.

sábado, diciembre 13, 2008

La izquierda chucha



Aunque, por lo visto, en materia futbolera mis pronósticos (que más bien son mis deseos, no tanto mis pronósticos) no anden muy atinados en la finalísima que ya parece tener dueño choricero, todavía me quedan algunas ganas de profetizar y adivino que la izquierda chucha se irá quedando sola hasta convertirse en una versión reloaded de aquella izquierda aguilartalamantina que tanta risa causaba en la polaca nacional. Hay, creo, un error de cálculo en los actuales gerentes del perredé chuchófilo: están seguros que tienen las armas para llegar fuertes a las elecciones y que pueden conservar lo que han ganado, pero la realidad los desengañará cuando la hora llegue. Esgrimo las dos razones en las que apoyo tal afirmación.
Lamentablemente, por un vicio no de del PRD sino de la (de)formación política que acusa el ciudadano actual y con mayor claridad el mexicano, la gente parece tener necesidad del caudillo, del líder carismático que guía infaliblemente hacia el futuro. Lo ideal sería que no ocurriera eso, que el votante abrazara proyectos, plataformas, ideas de sociedad, pero no ocurre así: pesa más el punch de un mesías (sea tropical o no) llegado como del más allá en plan discursivamente salvador, que el partido y sus ideologías. Por supuesto, no hay carisma que por sí solo arrastre masas en la actualidad. Ahora se necesita mucho más que eso, pero sin el magnetismo del semidiós no se puede hacer demasiado. El que lo dude, que le pregunte a Santiago Creel: durante meses gozó de la mejor plataforma televisiva, pero su proverbial opacidad no le granjeó más que derrotas y, como en el caso de una concentración programada en Yucatán, mítines a los que concurrió una cantidad extraordinaria de ciudadanos: tres. El carisma no lo es todo, pero sin él no hay presupuesto que levante una campaña. En el PRD chucho, que yo sepa, nadie está que pueda juntar a cincuenta personas en el zócalo. Los orteguistas y los graquistas y los zavaletistas andan orondos porque acordaron bajar la guardia frente a Los Pinos, pero toparán con pared cuando vean que en su estructura no hay un solo militante capaz de provocar ese misterioso afecto colectivo que produce, bien o mal, el caudillo de nacencia.
El otro factor es el opuesto. Si algún simpatizante hay con un cierto grado de conciencia participativa es el perredista. Eso explica que, cuestionable o no, sea el único que en los años recientes haya llenado zócalos y plazas, más durante los periodos de efervescencia electoral. Esa participación expresada en el acto público también se manifiesta en la observación del ajedrez informativo. Aunque los medios, sobre todo los electrónicos, lo han minimizado, el capital de simpatías del que gozan los opositores al chuchismo sigue siendo alto. Muchos antichuchitas, militantes o no, vieron como inevitable y necesaria la ruptura y la salida luego de que Jesús Ortega se alzó con la victoria vía tribunales, y aunque Encina jugó a dos bandas es un hecho que el divorcio ya se dio y es irreversible. El éxodo va a ser gradual, pues, y lo ha comenzado el senador Monreal, pues más de uno sabe que la izquierda ya de por sí rabanona (pero al menos oponente en la intransigencia de su discurso) del lopezobradorismo no es nada con los chuchos tan cerca de Calderón.
No hay bola mágica que pueda asegurar un porvenir preciso a la embrollada política mexicana. Lo único que tengo más o menos claro es que Convergencia y el PT han olfateado astutamente el porvenir: saben que en cualquier momento por allá tendrá necesidad de recalar un mesías carismático. Ya nomás hay que esperarlo algunos mesesitos.

Terminal
En nuestra gustada sección “Comentarios en fuera de lugar”, va: me platica un amigo que vivió la anécdota más bochornosa del mundo. Estaba en el estadio y cuando siguió el turno de las suculentas porristas, hizo un comentario al interlocutor ocasional que le tocó al lado: “Mire nomás esa chamaca, está buenísima”. El tipo respondió: “Es mi hija”. Sonrojado, mi amigo buscó una salida urgente: “No, ella no, sino la que está al ladito”. El tipo respondió: “También es mi hija”. Mi amigo, ya acorralado, no quiso arriesgarse otra vez y tuvo que escurrirse con un comentario salvavidas: “¿Usted cree que el Santos pueda empatar en el segundo tiempo?”.

Cementero de clóset



Si no recuerdo mal, hace algunos meses traté de explicar el amor dividido que tenemos, aquí, muchos aficionados futboleros ya pasaditos de los cuarenta. Eso se debió a la sequía de futbol profesional que tuvo La Laguna, lo que movió a varios (yo incluido) a torcer por algún equipo fuereño. Así caí en las garras del cruzazulismo, pues me tocó en plena adolescencia de pasión futbolera la segunda mejor época de los Cementeros, aquella que les dio el bicampeonato, la época de Marín-Ferrero en la portería, de Nacho Flores en la defensa, de la media con Jara Saguier-Lugo-Mendizábal y de la delantera con López Salgado y Montoya, entre otros. Fue un gran equipo, tanto que afianzó el aprecio popular por esos colores que en los setenta consiguieron tres campeonatos (de los largos) al hilo.
Pero pasó que después del bicampeonato todo fue fracaso en la Máquina. Nada les cuadraba. Tuvieron, sí, un chispazo en 97, cuando ganaron la corona en León contra los Panzas Verdes con aquel penal tirado por el hoy trastabillante funcionario deportivo Carlos Hermosillo. Fuera de eso, un par, creo, de subcampeonatos y harta mediocridad, errores, malas contrataciones, futbol aguado, directivos pusilánimes. Tuve la suerte de que en La Laguna apareciera el Santos y, sin disputa, que fuera un equipo con tendencia triunfadora, lo que de alguna manera aminoró la pena de ser cruzazulino. Poco a poco, el tiempo y los laguneros mitigaron mi fervor cementero, pero es cierto, y legítimo, que uno como uno tenga dos equipos queridos. En los choques entre ellos no me importa cuál gane, eso porque ya no me clavo tanto y porque en ambos casos quedo con la buena sensación de que ganó algo cercano a mis afectos infantiles. Lo poco, pues, que me queda en el alma de niñez lo desperdicio en el futbol y en la lucha libre, así que en fechas de final no deja de interesarme lo que pasa con el soccer profesional, más si por allí andan los míos.
Tenía al menos quince años, lo aseguro, sin ver a un Cruz Azul compacto, alegre y ofensivo. Vi hace una semana el juego de ida contra el Atlante en el estadio Azul y la verdad quedé hasta bizco. Feroz y organizado, el Cruz Azul atacó con todo a los Potros, y no les clavó seis nomás porque el Atlante tuvo suerte. Alejandro y Martín, mis interlocutores futboleros de la miscelánea Ale-Mart donde compro víveres del diario, saben ya, con sorpresa, que también le voy a Cruz Azul, y como entienden bastante del negocio estuvieron de acuerdo en que la Máquina de veras se pronunció fuerte, insólita, en la liguilla que corre.
Escribo esto un par de horas antes del partido de ida contra Toluca; no abrigo muchas esperanzas, pues de esperanzas está empedrado el camino hacia la frustración, pero ustedes, mientras leen esto, sabrán con qué ánimo amanecí a partir del resultado. En fin: el fut es lo que me queda de niñez, de esa niñez pasada con amigos callejeros en numerosas canchas improvisadas de Gómez Palacio y Lerdo, de esa niñez que nunca me dio chance de aprender golf ni tenis ni equitación, sino futbol en la calle y en los llanos de La Laguna. Tengo derecho a seguir gustando de las patadas, y lo ejerzo.
Los que no tienen derecho a explotar con tanta saña la afición son los empresarios de Cruz Azul y de Toluca. El escándalo de la reventa amerita, como tantas mierdas en este país, la mano de la autoridad, legislar incluso para evitar abusos de tal tamaño. Pero cómo pedir ayuda a los diputados, si ya vemos que evaden impuestos con la mano en la (iba a escribir cintura, pero no) cartera. En fin. Suerte a los Cementeros. Ya nos toca una migaja de gloria.
o
Terminal
En nuestra gustada sección “Grandes locutores futboleros”, va: Ángel Fernández, el más brillante cronista deportivo que recuerde mi cabeza, acuñaba frases afortunadas como si respirara. En un juego mundialista de la URSS contra Escocia se aventó una digna de aplauso: como en la camiseta de la Unión Soviética lucía la sigla CCCP (o sea, URSS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Союз Советских Социалистических Республик, en ruso), dijo: “He allí la playera de los soviéticos. Esas cuatro letras en español significan ‘Cucurrucucú, paloma’”.

jueves, diciembre 11, 2008

De La Jornada de hoy



Más claro, ni el voraz apetito usurero de los bancos. Es el editorial de La Jornada publicado hoy. Lo dicho: ese Luis Pazos nunca dejó de ser un lamentable franelero de los empresarios.

Bancos: ¿quién vigila al vigilante?

El presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), Luis Pazos de la Torre, se manifestó ayer contra el establecimiento de topes a las exorbitantes tasas de interés que las instituciones bancarias que operan en el país cobran a sus clientes, particularmente desmesuradas en el caso de las tarjetas de crédito; reiteró que los porcentajes deben bajar como consecuencia de la libre competencia y, en un símil grotesco e improcedente, afirmó que la idea de regularlos es “una posición equivalente a la pena de muerte (…) una medida política de presión para los bancos, pero (que) en sí misma no soluciona los problemas”.
Las declaraciones de Pazos resultan inaceptables. En primer lugar, porque ponen de manifiesto una postura incompatible con el cargo que ostenta: alguien habría de recordarle que la institución que encabeza tiene como fin amparar a los usuarios de la arbitrariedad y el abuso de las instituciones financieras reflejados en el cobro de tasas de interés leoninas y altísimas comisiones por el uso de productos y servicios financieros, así como en las campañas telefónicas de acoso, hostigamiento y hasta intimidación contra los deudores que los bancos han incrementado a últimas fechas, vía despachos de cobranza. Por el contrario, al repetir los argumentos con que esas empresas tratan de justificar su conducta, da la impresión de que Pazos se ha erigido defensor de los banqueros y con ello pone en entredicho la utilidad de la instancia burocrática que preside y demuestra, por añadidura, que de muy poco servirán las nuevas facultades otorgadas a la Condusef la semana pasada por el Senado de la República en tanto no haya voluntad política –manifiestamente no existe– para ejercerlas.
Por otra parte, su defensa fundamentalista del libre mercado está fuera de tiempo, pues son precisamente las aplicaciones de la ideología neoliberal las causantes de los desbarajustes originados en el sistema financiero de Estados Unidos, los cuales se han extendido por el mundo. En el caso de México, la renuencia de las autoridades a regular la banca no sólo ha permitido que las instituciones financieras –en su mayoría propiedad de grandes corporaciones trasnacionales– operen en condiciones mucho más ventajosas que en sus naciones de origen, lo que de suyo constituye una forma de saqueo nacional, sino también ha propiciado que esas empresas, en su afán frenético de obtener ganancias económicas, incurran en prácticas que, como ocurre con el otorgamiento irresponsable de créditos al consumo, tienden a incrementar los niveles de endeudamiento y morosidad –por ende, de inestabilidad–, cuyo costo se transfiere posteriormente a los usuarios.
En una circunstancia como la actual, en la que confluyen escasez de empleo, carestía, inflación, devaluaciones y nulas expectativas de incremento salarial, entre otros factores, la protección de los usuarios de la banca por parte del Estado, la regulación de las instituciones financieras y la búsqueda de medidas que ayuden a los deudores a saldar sus réditos, sin que ello implique quedar a merced de la voracidad de los bancos, son acciones urgentes y de obvia sensatez en las que tendría que avanzar todo gobierno que se reclame sensible a las necesidades de la población. En cambio, con declaraciones como las realizadas ayer por Luis Pazos, queda en evidencia, una vez más, el carácter antipopular, oligárquico y pro empresarial de la administración en curso.

Crimen de ventanilla



Los caminos de la hipocresía son imprevisibles. Como en nuestro país se han desatado los crímenes del hampa, como ya no parece tener límite la saña de los facinerosos, todos navegamos como santos y hasta los más chuecos quieren lucir aureola. Claro, piensan los embusteros, junto al crimen organizado todos somos chocolates con rompope. Y no, por supuesto que no. Me atrevo a decir que el reinado de esa hipocresía o ese olor de santidad falaz lo tiene la banca mexicana, institución que expolia al país tanto o más, sin que se note demasiado, que el narco y sus adjuntos.
Comenté en una columna de la semana pasada que hace un par de domingos Milenio dio a conocer, en portada y con palmaria y nacional claridad, una gráfica tan sencilla como elocuente. Me extrañó que ante tales evidencias de latrocinio descarado no quedáramos entre lelos e irritados: ¿cómo? ¿Los bancos en México manejan tasas de interés y comisiones tres, cuatro y en algunos casos hasta cinco veces más altas que en países poderosos? No lo pude, no lo puedo creer. Y menos creo ni entiendo la permisividad del Estado, que al no meter las manos por los usuarios de la banca (millones de mexicanos), deja que esas instituciones hagan y deshagan a su antojo, con una voracidad grosera, troglodítica e insaciable. Eso sí es crimen organizado. Tan organizado está que no se nota, y tan no se nota que muy pocas veces recibe primeras planas (como sí ocurre con el narco y sus balaceras) y comentarios preocupados en los medios electrónicos.
¿A cambio de qué los bancos esquilman a los mexicanos con esas comisiones y esas tasas? Si son tan internacionales como dicen, ¿por qué no empatan las condiciones de sus cobros en México con las que aplican en el extranjero? ¿Somos seres humanos de tercera? ¿A su manera nos quieren ejecutar y cortar de paso la cabeza? Sinceramente, insisto, no veo diferencia entre el crimen organizado, como le llaman, y el crimen de los bancos. De hecho, puestos en el plano de la discusión moral, lo que hacen los bancos ni siquiera tiene el nimio mérito de la sinceridad: el narco, al menos, no se da baños de pureza, hace lo que hace con flagrancia, arteramente y no pide perdón ni se justifica con patrañas publicitarias. Simplemente actúa, y lo hace bajo el entendido de su atroz y dolorosa ilegalidad.
Los bancos, en cambio, se presentan en sus anuncios como corderos y son, en México, repugnantes alimañas, de las peorcitas que en el mundo han sido. Ignoro el dato (para el caso le pido ayuda a Heriberto, mi experto de cabecera en materia de finanzas), pero estoy seguro de que las ganancias del crimen organizado (digamos “oficial”) y el crimen organizado de los bancos no se podrían ni siquiera comparar: es muchísimo mayor el usufructo que los bancos obtienen por la fechoría de manejarse en nuestro país con espíritu de buitres. Así la realidad, ¿qué esperan los diputados y los senadores para meter en un cincho a esos pillos? Este es un tema que los partidos pueden encarar sin politización: es un asunto de carácter estrictamente económico, relacionado con el servicio que ofrecen particulares abusivos. No importa quién lo lleve a cabo, no importa la sigla ni los colores partidistas, lo que importa es frenar esa industria de la cuchara grande. Esperar a que, como lo propone Luis Pazos, las tasas de interés dependan de la competencia es dejar que los tiburones se pongan de acuerdo no para salvar a sus víctimas, sino para engullirlas mejor. Seguiremos la averiguata sobre el crimen organizado de ventanilla. No es poco el daño que hace y merece la atención del respetable.

Terminal
En nuestra gustada sección “Catalogaciones neodarwinianas”, va: ¿cuál es el nombre científico de los humanos que tienen gran devoción por las botellas y los tragos? Sencillo: Pomo sapiens.

miércoles, diciembre 10, 2008

El perro de la autopista



Sólo irreflexivo amor hay detrás de la acción en la que un perro trata de jalar a otro recién atropellado en la autopista Vespucio Norte de Santiago, capital de Chile; el extraño héroe ya no iba a lograr nada, salvo que a su congénere lo remataran más neumáticos; la escena, sin embargo, queda allí, lista para el consumo masivo y las moralejas exprés. En un mundo donde cunde la antisolidaridad, o donde el que se solidariza con los desvalidos busca al menos la reciprocidad de la buena prensa que (está seguro) merecen sus acciones, puede servir de ejemplo el caso de ese perro anónimo que sin más, movido sólo por su instinto, entró al tráfico de una autopista para ayudar a otro sin un átomo de interés en ser mundialmente reconocido como “héroe”.
La verdad que es extraño ese video. Lo que allí se ve es solidaridad en estado puro, tan puro que ni siquiera se puede expresar dentro del mismo perro en términos abstractos. El animal fue movido por una fuerza que no demandaba recompensa ninguna. Incluso si lo localizan, ignorará que la humanidad lo vitorea por lo que hizo en la peligrosísima autopista. Su gesto es de una pureza tal que es imposible construirle un fondo, un sentido. Es más o menos claro que el perro intuía la amenaza de los coches, y por eso hizo lo que hizo, evitar que las moles en movimiento, los coches, golpearan más al perro ya lastimado y quizá muerto sobre el asfalto. Ese raro video ha motivado elogios al perro heroico, y no pocas personas comprueban con él que algunos animales son capaces de mostrar gestos de solidaridad que más bien son característicos en el ser humano.
La escena permite, creo, aproximarnos a la reflexión sobre la solidaridad construida con una óptica venal. Quiero decir que, como sabemos, muchos de los actos de desprendimiento que conocemos gracias a los medios parten de un interés múltiple: el hombre da para recibir algo a cambio. Parece que no es practicado el acto de dar sin mayor interés que el de dar. A casi todo acto de solidaridad se le busca raja: una placa, deducciones ante la hacienda pública, publicidad. La mano izquierda se entera y hace difusión de lo que da la mano derecha, como si el propósito de la solidaridad no fuera llanamente ayudar al desvalido, sino obtener algo a cambio.
Por eso afirmo que la heroicidad (si así se le puede llamar) del perro es cabal. Su motor no tiene más propósito que el de ayudar al otro en desventaja. A él no lo movió el qué dirán, ni el cuánto va a obtener en materia de imagen, ni cómo va a deducir ante hacienda su contribución al bienestar. Hizo lo que hizo porque sí, vacío de usufructos ulteriores, lo que contrasta con la depravación de la solidaridad que ahora vemos: dar algo a cambio de reconocimientos casi pedidos a gritos, convertir al humanitarismo en moneda de transacción que a todas luces resta mérito, o al menos contamina de intereses mezquinos, al hecho de dar. Finalmente, el hombre no parece ajeno a la ganancia, al dando y dando. Por ello, quizá es mucho pedir que si va a dar, que sea en silencio, con el sacrificio de sus bienes, sí, pero también de su buena imagen de benefactor, es decir, en el anonimato pleno, casi como si fuera un perro que salva a otro en una autopista de Santiago.

Terminal
En nuestra gustada sección “Test ciudadano”, va: acabo de estar en Guadalajara. Sentí con lástima que varios puntos de esa hermosa ciudad casi compiten con La Laguna en inmundicia. Pensé en una encuestita: ¿qué siente usted al ver a alguien tirando sin pudor una lata, una botella de plástico, una bolsa de frituras o algo así en la calle? A) Alegría; B) Indiferencia; C) Impotencia; D) Deseos de advertirle que eso estuvo mal; E) Ganas de partirle su madre. Mi respuesta se extravía entre “C”, “D” y “E”.

El Cliserio de Antonio Rodríguez



Antonio Rodríguez es sociólogo, músico y escritor. Nació en Torreón, en 1977. Es, como su hermano gemelo Vicente Alfonso, un estuche de cualidades. El año pasado recibimos con enorme gusto la noticia de que ganó el premio nacional de teatro infantil convocado por el INBA en coordinación con el Teatro Isauro Martínez. Un año después, hace unos días apenas, Antonio presentó en el DF el libro ganador ya publicado. Y logró algo que parecía imposible: convencer a Saúl Rosales para que viajara a la capital y dijera unas palabras sobre El vuelo de Cliserio, que es el título de la obra. Amablemente, Saúl me ha compartido sus palabras de presentación. He aquí la reseña:
Un pasaje clave en El vuelo de Cliserio, obra de teatro para niños escrita por Antonio Rodríguez, es aquel donde el protagonista Cliserio le presenta a su amigo López el cliserióptero, artefacto que está construyendo para elevarse y hendir los aires igual que los aviones y las aves. El cliserióptero no es más que una bicicleta vieja erizada de alambres y emplumada con hojas de maíz pero es la materialización de una potente aspiración del protagonista, campesino de 17 años de edad. Este par de características, adolescente y campesino, le pertenecieron en la realidad a Cliserio Reyes Guerrero, quien en octubre de 1950, en el aeropuerto de Torreón Coahuila abordó un DC-3 para satisfacer su sueño de ir por el aire en un avión... Sólo que lo hizo de “mosca”, es decir, abrazado al fuselaje. Ahora no me imagino al Cliserio real erguido, desafiando al viento como la Victoria de Samotracia con un pie victorioso en donde nace el empenaje vertical de la cola de la nave, la rodilla doblada hendiendo el viento y con una mano asido a lo alto para elevar su pose heroica; más bien lo veo acostado sobre el empenaje horizontal de la cola, agarrado al borde de ataque y ondeando al frío viento del otoño semidesértico de la comarca lagunera.
El momento en que el protagonista presenta el cliserióptero es clave en la obra porque sus consecuencias permiten ver que los anhelos, los sueños, no se pueden construir o materializar si quien los quiere convertir en realidad no posee los medios apropiados para hacerlo. Una realidad se construye con el conocimiento suficiente, las herramientas precisas y los materiales necesarios. En El vuelo de Cliserio el protagonista creado por Antonio Rodríguez intenta construir la realidad que pretende sólo con ingenuidad rústica. Esto no demerita en nada la calidad literaria justamente valorada por los premiadores. Lo tomo ahora porque el autor de la pieza teatral para niños que comentamos, Antonio Rodríguez, ha querido mostrar el valor estimulante de los sueños y paradójicamente ni en la realidad Cliserio Reyes construyó su sueño, ni en la obra el protagonista construye el suyo. Trataré de decir el por qué de esta afirmación. Advirtamos antes que en el texto dramático Cliserio sí intenta la “construcción” en el sentido material, y el resultado de su intento es el artefacto de tubos, alambres y plumas, sin embargo es una realidad fabricada con puerilidad campesina y no con rigor tecnológico –rigor en el sentido de autoconciencia–. De ese modo, para lo que sí funciona el cliserióptero es para el efecto escénico y el mensaje didáctico.
El fracaso de su artificio no desencanta al protagonista, sólo lo lleva a confrontarse con la profundidad de su anhelo. En lo hondo de sí mismo, un sí mismo representado en el escenario por el personaje llamado Serioclis, Cliserio encontrará que su aspiración es legítima y estimulante. Inducido por Serioclis, Cliserio conquista lo soñado no con habilidades y conocimiento sino con apego a su aspiración. Igual sucedió a Cliserio Reyes Guerrero en la realidad de 1950. El pero, entonces, es que la-conquista-del-sueño ocurre no mediante la “manufactura” transformadora, sino por la ingenuidad afortunada. En la obra, como en la realidad, con puerilidad campesina y temeridad voluntariosa Cliserio se monta en el DC-3 y lo increíble de la hazaña le acarrea el –usaré una palabra prestigiada por la burocracia– recurso suficiente para la-consumación-de-su-sueño. Se premia la fidelidad al sueño, no la edificación del mismo.
He querido comentar lo del Sueño –pongámosle mayúscula para significarlo como deseo, ilusión, aspiración, anhelo y términos de valor semejante que se pueden encontrar en herramientas-idioma-sinónimos–, porque en los párrafos introductorios de su obra el autor nos dice que el vuelo de Cliserio “y el florecimiento del desierto son metáforas que destacan la importancia de defender las convicciones, los sueños y los ideales individuales y colectivos”. Con esas palabras nos coloca ante la valiosa aportación didáctica que plantea la obra. Son inescrutables los caminos de un dramaturgo para conseguir los deleitosos efectos estéticos.
El fracaso con su artefacto no lleva a Clis –apócope cariñoso con que su novia Atzimba nombra al Cliserio protagonista– al abandono, aunque sí –lo que le da fuerza literaria–, lo echa a las llamas de la duda. Después de que su intento de volar en el cliserióptero se frustra escandalosamente ante Atzimba, otros personajes y gente del pueblo, vemos al protagonista en la soledad de un desierto de arena, cactos, un mezquite y un montón de arbustos secos, de esos que se convierten en esferas que el viento rueda (salsola kali). El desierto podría ser la inmensidad árida de la impotencia para conseguir lo que pretende. En esa soledad, Clis se encuentra consigo mismo. “Sufre de alucinaciones.” En el fondo del desierto se proyectan imágenes “que recuerdan la historia de la aviación”. En el caos de la mente febril Clis se reprocha ser cobarde. Abandonó su sueño, su tierra y su gente. En una escena semejante a la del Anfitrión, de Plauto, entra al escenario Serioclis para enfrentar-confrontar a Cliserio. Es el alter ego donde se gesta el sueño, la ilusión o la aspiración, es donde hay que afrontar la duda y la crisis. En un duelo de identidades en esa escena que como dije, recuerda aquella latina donde se encuentran dos Sosias, el criado de Anfitrión y el dios Mercurio que ha adquirido la apariencia de Sosia para ayudar a Zeus a yacer con Alcmena, Serioclis se calza unas alas como para refrescarle a Cliserio su anhelo de volar. El aditamento venía en una mochila que saca de entre los arbustos. Para el protagonista las alas serían la confirmación de su existencia en tanto tener alas significa poder volar. Si volara, Cliserio sería. La realización del sueño es la confirmación del ser. Soy en la medida en que hago lo que quiero. Se hace para ser.
Cliserio le pide a Serioclis que le preste las alas. El alter ego del protagonista se las niega con una lección: “Las alas no se prestan nunca, son la herramienta de los valientes [...]. Todos los valientes tienen sus propias alas”. Sin duda se lo dice con el fin de incitarlo a ser lo contrario de cobarde. El subtema de la valentía se instala y persiste en la escena. Cliserio dice: “quiero ser valiente y poder volar”. Por otra parte, las alas se han convertido en símbolo de la búsqueda de confirmación de la identidad porque si hago lo que quiero, soy. Serioclis estimula a Cliserio: “Las únicas alas que necesitas son las que llevas dentro, no hay otras”. La lección termina con esta breve recomendación que iluminará la búsqueda del camino del protagonista: “[...] encuentra tus propias alas”. Finalmente, antes de hacer mutis, Serioclis entrega la mochila a Cliserio, quien encuentra allí los símbolos que renovarán y reforzarán su sueño: “un gorro de aviador, unos gogles y una bufanda”.
Con todo eso, al comentar la obra para niños de Antonio Rodríguez, sólo nos hemos referido a una de las dos partes de la consigna que legó la Antigüedad a los artistas de enseñar divirtiendo o, invirtiendo los términos, divertir enseñando. Al llegar a este momento me di cuenta de que me dejé arrastrar por la intención de la sinopsis que precede al texto del dramaturgo, en donde domina el propósito didáctico. Me dediqué a la parte de mayor densidad didáctica, la que resume la idea del autor cuando señala en la referida sinopsis “la importancia de rescatar ese histórico vuelo [de Cliserio Reyes Guerrero, en octubre de 1950], increíble y a la vez tan cotidiano, para los niños y los adultos”. Sin embargo la fantasía de la obra, la secuencia de situaciones magnéticas, la magia teatral y el uso lúdico de la palabra, es decir, el entretenimiento, es la mayor porción de El vuelo de Cliserio. La atmósfera de esparcimiento se establece desde el principio porque aparece en el espacio aéreo del escenario el pato Fender, un pato híbrido de cómic moderno y farsa tradicional, con gorro, chamarra y lentes de aviador. “Mientras vuela va hablando solo, desvariando por el cansancio y el sueño”, dice la acotación. Los efectos audiovisuales, la utilería, las canciones y las relaciones entre los personajes han sido pensados para que en el escenario se tridimencionalice una trama mayormente alborozada, puesto que trata de solazar a los niños.
Quiero concluir con el reconocimiento de que, aparte la amistad, no me sentí con ningún mérito para participar en la presentación de El vuelo de Cliserio, de Toño Rodríguez. La amistad con él y con Guillermo Briceño tuvo la fuerza para exhumarme de la plácida modorra de Torreón. Me costó mucho trabajo vencer mi insolvencia mental para llegar a pergeñar lo que han escuchado. Mi insolvencia es tan poderosa que me tiene en deuda con la valiosa obra de otro par de valiosos amigos escritores nacidos en la comarca, Vicente Alfonso y Jaime Muñoz. A Vicente Alfonso le debo un texto sobre su premiada novela Partitura para mujer muerta y a Jaime Muñoz otro sobre sus libros de cuentos Ojos en la sombra y Las manos del tahúr. De cualquier manera, agradezco a Briceño y a Toño la invitación que por lo demás me llevó a darme cuenta de nuestro provinciano descuido. Mi inepta memoria sólo me decía que la señorita Juanita Herrera en el cuarto año de la primaria nos ponderaba con orgullo aleccionador la hazaña el mismo día que ocurrió en 1950. Mi cerebro de diez años fue entones invulnerable a la lección. Ahora, al buscar en la comodidad de la internet algunos datos precisos sobre el vuelo de Cliserio Reyes me encontré que en la página oficial del municipio donde nació dan como fecha de la hazaña el 9 de noviembre de 1950; otra página fechada en Torreón ubica la efemérides el 8 de octubre de ese año. En la fantasía de Toño Rodríguez el señor Alatriste beca a Cliserio para que se haga piloto; según la mitología de la comarca, quien becó al campesino es Pedro Infante y así en el histórico acontecimiento confluyen dos mitos. En mi juventud trabajé como mecánico de aviación, no en Torreón, sino en el aeropuerto de la ciudad de México y me empeñé muchas veces en el mantenimiento del empenaje de cola del más importante DC-3 de la nación, un DC-3 como el que llevó a Cliserio de mosca, y nunca me acordé de la proeza del paisano. De todos modos Briceño y Toño pudieron haber encontrado miles de mejores presentadores que yo.

Una Feria más



Tarde, muy tarde ya, pero llegué a Guadalajara para inmiscuir mis bigotes otra vez en la verbena de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Como lo he visto ya en las ediciones recientes de este encuentro, luce tan nutrida de público y actividades que deja muy poco margen a la tranquilidad, de suerte que en la turbamulta apenas hay tiempo para centrar la mirada en algo preciso. Por ello hay que acomodar muy bien el interés: si uno quiere sacar buen provecho del bufet, más vale no distraerse en los bocados superficiales y atender lo que de veras contiene almendra. La Feria da para todos, pero es evidente que también tiene mucho de frívolo.
Para el viernes, ya bien acomodado en Guadalajara, me interesa asistir al menos a cuatro exposiciones. La primera, el encuentro internacional de cuentistas. Es un vicio personal, ese de hacerle calorcito a un género que no tiene cabida en el mercado. Por masoquismo, sé que escucharé lo mismo o casi lo mismo: que el cuento goza de buena salud, pero que los editores blablablá. O sea, que sigue y seguirá siendo un género maravilloso, difícil, desafiante, y quizá por eso, o por alguna razón indescifrable, no cuenta con la fortuna de tener ediciones masivas y verdaderamente bien difundidas. Pero algo habrá, otra vez, que valga la pena oír.
Será interesante asistir a la presentación del libro Los intocables, de Jorge Zepeda Paterson, libro que, como dije hace poco en este mismo espacio, se hermana en su formato con Los amos de México: un grupo de reporteros coordinados por Zepeda emprenden la búsqueda de información sobre ciertos personajes públicos mexicanos que, en este caso, se caracterizan por su “intocabilidad”, es decir, porque no hay poder humano sobre la tierra que les pueda hacer algo para desinstalarlos de su nicho. Hay varios que merecen toda la atención del lector, y se anticipa muy llamativa la parte dedicada a los gobernadores. No conozco bien a bien el libro, pero sé por reseñas (y en un rato más directamente por Zepeda Paterson) que se trata de una exploración a fondo a ese rasgo caro de nuestra cultura: el amasamiento de poder y su estrecha vinculación con la impunidad. Habrá que leerlo.
Fui ya a la presentación de El crimen de la calle Arramberri, novela policial escrita en los noventa por el regiomontano Hugo Valdés. Lo presentó, siempre con palabra sosegada y precisa, Felipe Garrido. La novela, que es sin duda una de las más importantes escritas en el norte de México en las décadas recientes, lleva ya como cinco salidas al ruedo entre la primera edición y sus nuevas reimpresiones. Aunque trata de un asunto viejo (un doble asesinato real ocurrido en Monterrey hacia 1933), tiene actualidad, pues hoy ese tipo de crímenes constituyen la regla, no la excepción.
Sigo, pues acá, en la Feria. Es pesado y entretenido al mismo tiempo. Lo bueno es la oportunidad de ver, de oír, de leer. Lo malo, tanto mozalbete que nomás congestiona y no deja caminar en paz. Está bien que la FIL sea para todos, pero ese acarreo nomás crea incomodidades. Ojalá y al menos se les pegue algo.
o
Terminal
En nuestra gustada sección “Letreros de oquis”, va: cada vez que siento un poco más de enmantecamiento inexplicable en mi zona abdominal retomo la idea de caminar con espíritu deportivo; no tengo mucha disciplina para eso, así que un día voy y tres no. Cuando sí, suelo darle unas vueltas a la generalmente inmunda Plaza del Eco. Allí hay un letrero: “Por respeto a la gente, no traiga perros”; el letrero tiene un círculo rojo y un perro en su centro atravesado con una línea en señal de prohibición. Lo que más me divierte es eludir chuchos; hay gente que lleva hasta de a tres, lo que convierte al letrero en una vacilada.