domingo, septiembre 30, 2007

Treviño y Allende, Torreón



Treviño y Allende, nueve de la noche, estudio de televisión del nuevo edificio de Multimedios; habla Félix Cortés Camarillo: “Jefes míos, compañeros, amigos todos: don Ricardo Cortés Castillo, mi señor padre, que en gloria está, no tengo la menor duda, me regaló de herencia algunas enseñanzas. La que hoy quiero compartir con ustedes seguramente la tomó de una vieja sabiduría, pero de todos maneras yo procuro cultivarla y respetarla. Me decía: ‘Félix, si alguna vez tienes que hablar en público, párate derecho, para que te van; habla claro, para que te escuchen; y habla poco, para que te aplaudan. Mencioné a mi padre, y no es casualidad. Multimedios, esta empresa a la que tengo el honor de pertenecer, cultiva diferentes valores tradicionales muy especiales; uno de ellos, el de la familia. Por eso nosotros, los que integramos esta empresa, este esfuerzo, nos sentimos parte de una familia muy unida, muy integrada, muy sólida, muy solidaria. Esta familia tiene hoy el orgullo, y agradece a ustedes que nos acompañan, de inaugurar estas instalaciones, de ponerlas en servicio aunque ya están trabajando desde hace rato. Y no porque sean, que lo son, instalaciones de una gran modernidad, eficiencia y eficacia, buen diseño, dignas, sino porque constituyen un primer paso de un experimento de eso que se mencionó hace un momento, de integración para darle concepto, realidad, a lo que dice el nombre de nuestra compañía: Multimedios, radio, televisión, periódicos, Internet, y como dicen los gringos, lo que venga mañana. Es un placer que este experimento se dé precisamente en este lugar, porque ustedes saben muy bien que en el centro de la república hay la tendencia a pensar que nosotros acá en el norte somos broncos, incultos, codos, y no hay nada más lejano a la verdad que eso, y en esta zona, en esta comarca lagunera que tiene tan peculiares características, es importante que Multimedios pueda hacer este plan piloto, de ensayar, poner bajo el mismo techo sus recursos de periodistas, de camarógrafos, de técnicos, de editores, de escritores, de gente de la computación y, como dicen los gringos, lo que venga después. Este experimento, que veo con enorme placer, qué está cristalizándose en un éxito, será punto de partida para repetirlo en la Ciudad de México, en Monterrey, en Guadalajara, en cualquier otro sitio en donde tengamos nosotros la oportunidad de hacer cosas, sobre todo de ratificar un compromiso, el compromiso de Multimedios con la comunidad, en este caso, la comunidad de la comarca lagunera, y con la comunidad mexicana, el compromiso de informar, el compromiso de la libertad de expresión, el compromiso de la comunicación y el compromiso del avance de nuestro país en todos los ámbitos. Muchísimas gracias por acompañarnos en este importante fecha; que estén ustedes muy bien”.
Tal fue el discurso que explicó oficialmente el sentido de las flamantes instalaciones que desde el 27 de septiembre de 2007, a noventa años de la fundación de La Opinión, arroparán los trabajos del Grupo Multimedios, es decir, del periodismo y el entretenimiento impresos, televisivos, radiofónicos e internéticos que con el nuevo edificio de usos múltiples y combinados se coloca a la vanguardia de la comunicación en La Laguna.
Más allá de la tremenda infraestructura, un logro en sí mismo y un regalo al aspecto de nuestra urbe, es importante destacar lo que muchos advirtieron: que las empresas dedicadas a la comunicación dependen del hombre, más que de la máquina. Esto significa que el nuevo edificio sólo alcanzará su verdadera dimensión en la medida en la que armonicen la tecnología y el talento humano, los nuevos aparatos y el compromiso de quienes cuidan el sentido social que es o debe de ser prioridad de toda empresa dedicada a la comunicación.
Felicidades a Multimedios, a todas sus vertientes hoy integradas en ese concepto de moda: sinergia. Que las palabras de Cortés Camarillo sean el mejor augurio de lo que venga para Multimedios.

sábado, septiembre 29, 2007

El escribir manchado



Muchos de mis amigos y mis dos fieles lectores creen que, de los argentinos, mis referentes más sólidos son Borges y Cortázar, en ese orden. No los contradigo, pero yo añadiría, al menos, dos nombres más: Rodolfo Walsh y el inmenso Roberto Arlt, quien apenas vivió 42 años (del 1900 a 1942) y en ese lapso hizo lo suficiente para ser considerado un chinguetas, un picudo entre los más picudos. De todo lo que escribió, vuelvo seguido a sus Aguafuertes porteñas, el modelo que tengo en la cabeza cuando pienso en la calaña de mi columna. Son una maravilla, y cualquier columnista bien nacido se sentiría honrado, lo aseguro, de escribir un párrafo de aquellos, tan llenos de garra, humor, punch, calle, vida en suma.
Arlt fue un tipazo. Cuando algo no le parecía, con su prosa de cañón lo hacía cajeta, como ocurrió con la opinión de un tal Monner Sans, quien afirmó esto: “En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defiende a la Academia ni a su gramática. El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos... La moda del ‘gauchesco’ pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el ‘lunfardo’, léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos”.
La respuesta de Arlt fue/es un ejemplo perfecto y envidiable de dinamitación: “¿Quiere usted dejarse de macanear? ¡Cómo son ustedes los gramáticos! Cuando yo he llegado al final de su reportaje, es decir, a esa frasecita: ‘Felizmente se realiza una obra depuradora en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos’, me he echado a reír de buenísima gana, porque me acordé que a esos ‘valores’ ni la familia los lee, tan aburridores son. ¿Quiere que le diga otra cosa? Tenemos un escritor aquí —no recuerdo el nombre— que escribe en purísimo castellano y para decir que un señor se comió un sandwich, operación sencilla, agradable y nutritiva, tuvo que emplear todas estas palabras: ‘y llevó a su boca un emparedado de jamón’”.
Y más adelante: “Este fenómeno nos demuestra hasta la saciedad lo absurdo que es pretender enchalecar en una gramática canónica las ideas siempre cambiantes y nuevas de los pueblos. Cuando un malandrín que le va a dar una puñalada en el pecho a un consocio, le dice: ‘te voy a dar un puntazo en la persiana’, es mucho más elocuente que si dijera: ‘voy a ubicar mi daga en su esternón’. Cuando un maleante exclama, al ver entrar a una pandilla de pesquisas: ‘¡los relojié de abanico!’, es mucho más gráfico que si dijera: ‘al socaire examiné a los corchetes’. Señor Monner Sans: Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresiva, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas”.

viernes, septiembre 28, 2007

Pirañas del asfalto



Estuve en la presentación a la que se refiere Vicente Alfonso en la crónica que copio aquí abajito. Es una chulada. La manera de morder, o querer morder, de nuestros oficiales de tránsito merece figurar en un cuadro de honor.

Libros y corrupción de agentes en Torreón

Vicente Alfonso / 22 de septiembre de 2007

Dicen los que saben que el relato policíaco se caracteriza por sus fuertes dosis de misterio y por exhibir la corrupción cada vez más frecuente en nuestra sociedad. En esos renglones hay entre los agentes de vialidad de Torreón casos muy refinados, de una prepotencia casi sutil. El jueves por la noche presenté El Síndrome de Esquilo, volumen de cuentos coeditado por Centenario de Torreón A.C., la Dirección de Cultura y Editorial Ficticia. Aprovecho el espacio para agradecer no sólo a estas instituciones que hicieron posible la publicación, también a quienes asistieron y se llevaron el síndrome a sus casas.
Como suele suceder en estos casos, el Ayuntamiento ofreció un pequeño convivio para celebrar la aparición del libro. Nada ostentoso: bocadillos, ensalada, vino tinto. Regresaba luego a mi casa, que es la de ustedes, cuando tuve la mala suerte de topar con la patrulla de vialidad 35515, placa 07-163. Al volante, un oficial que dijo llamarse Miguel Santacruz (en realidad se llama Martín Marentes, agente 25114). Atendiendo a su vocación, los tripulantes me espetaron el clásico “oríllese a la orilla”. ¿De dónde viene?, preguntó uno. Le expliqué mientras me miraba con gesto socarrón. Yo ni sabía por qué me habían detenido.
“Aunque viniera de misa, joven”, dijo Marentes, “el problema es que trae usted aliento a alcohol”. Después agregó, en voz baja y mirando al vacío: “Pero usted dígame cómo le hacemos...” (y otra vez gesto socarrón, luego una leve sonrisita). Para no hacer el cuento largo, diré que, como no le hicimos de ninguna forma, los agentes amenazaron con llevarme a los separos que están en Colón y Revolución, a darle un beso al alcoholímetro.
Como no hubo negocio, hasta allá fuimos. Prepotencias e ironías de por medio (“ni modo, joven, lo vamos a tener que dejar aquí encerrado toda la noche”), el aparato marcó que mi nivel de alcohol era de .05, es decir muy por debajo del límite permitido (para la falta administrativa debe rebasarse un nivel de .4, o sea siete veces más). La prueba se hizo dos veces, el mismo resultado. La aplicó el doctor Evaristo Romero, tipo respetuoso, carta cabal diría el Piporro.
Tomado, pues, no estaba. Diluida la hipótesis del peligroso-alcohólico-al-volante, el agente Marentes Muñoz procedió —verbo tan policíaco— a levantarme una multa “por falta de precaución” (falta 15). Al preguntarle en qué consistía mi error, se contradijo tantas veces que le entendí lo mismo que a Bush justificando la guerra en Irak. Lo triste es que en el tiempo que duró mi aventura pude darme cuenta de que al menos otros tres ciudadanos enfrentaban el mismo problema que yo.
Dije antes que muchas novelas policíacas se basan en una cadena de enigmas y corruptelas. El “performance” del agente Marentes contiene dosis suficientes de ambos: Pedir dinero, así sea con eufemismos, es un delito, señor oficial. También hay misterios en el caso: ¿por qué no dar su nombre? ¿Por qué amedrentar con los separos, por qué aplicarles el alcoholímetro y, superada la prueba, multarlos por una razón distinta? ¿No amerita la imprudencia una infracción directa, por qué amenazar con encierro?
Termino con una sugerencia para Marentes y otros agentes de vialidad con afán recaudatorio: hagan redadas afuera de la Casa del Cerro, del Teatro Isauro, del Museo Arocena y otros espacios que programan presentaciones de libros, pues al final siempre hay vino de honor. Pero lleven camiones, pues a estas actividades, por fortuna, va cada vez más gente.

Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx

Felipe el magnánimo



El analista político Raymundo Tuda me manda estas palabras; creo que bien merecen la lectura: “Los voceros de la oligarquía y el grupo de verdaderos millonarios de México, de los que habitan en Las Lomas y vacacionan en castillos europeos, recibieron una reprimenda echeverrista del presidente Felipe Calderón en la famosa reunión de los 300 líderes de México. Pronto y al estilo del famoso Smithers de Los Simpsons, los jilgueros de esta oligarquía del tercer mundo empezaron a atacar al presidente de la república en un episodio idéntico al de la marabunta ultraderechista que se enfurecía con Echeverría y López Portillo cuando ambos ex presidentes, sin miramientos, les señalaban sus errores, ignorancia y excesos en perjuicio del pueblo de México.
¿A que obedeció el discurso surrealista en donde un presidente de derecha arremetió en contra de los grupos que aplaudieron a rabiar, hasta el fanatismo pueblerino, su propio triunfo y el linchamiento del anticristo perredista? ¿Es un deslinde de la ultraderecha fascista, histérica porque las reformas del Congreso golpearon el único valor que motiva su mediocre existencia, y que es el interés económico? ¿Es una toma de conciencia, extraña en los hombres del poder nacional, una vez que la mirada presidencial se topó con la desgracia de millones de mexicanos? Las causas de este giro son un misterio.
En esa reunión, Calderón volvió a ser el mismo Felipe de las juventudes panistas, seguidor ferviente del maestro Gómez Morín, el fundador del PAN, quien, anteponiendo la filosofía humanista del bien común, rechazó enérgicamente la alianza con el sinarquismo.
La tarea es hoy quitar de los hombres del gran capital la perversidad moral, Made in Mexico, fundamentada en la filosofía de cómo ganar más dando menos, cómo explotar más sin prestaciones, cómo eludir religiosamente las jubilaciones e indemnizaciones de los seres humanos que construyen sus fortunas. Sobre todo, como infundir conciencia social y cultural en la pléyade de júniors en cuyo hueco cerebral chapotean las cuatrimotos, los miércoles de club social, los deportes extremos y la persecución de un objetivo de vida insultante a la inteligencia humana que sin ir muy lejos aquí, en La Laguna, culmina felizmente con metas como asistir a falsas degustaciones y catar vinos que cualquier vagabundo europeo rechazaría, y, por supuesto, contraer nupcias con una buena chica de apellido rimbombante que pase la prueba de oro: no sonreír nostálgica ni parpadear nerviosa cuando el BMW del orgulloso nuevo líder pase de largo frente a un hotel de paso.
Una vez superada esa cultura, una vez reinyectada la primaria, secundaria, el civismo y la modernidad entre los nuevos empresarios, se resolverá el misterio de por qué México se rezaga mientras el resto del mundo avanza y se eleva inexplicablemente, incluso en los gobiernos del socialismo moderno”.

jueves, septiembre 27, 2007

Perfecto desmadre



Las obras de remodelación emprendidas por el ayuntamiento torreonense en la avenida Cuauhtémoc a la altura del bosque Venustiano Carranza son, para decirlo al más puro estilo chichimeca, un perfecto desmadre. Como muchas otras promovidas por la actual administración, no sólo han avanzado a la velocidad del gusano, sino que mientras se exhiben los agujeros y los charcos del supuesto arreglo no hay funcionario de obras públicas ni mucho menos alcalde capaces de comprender que una cosa es Juan Domínguez y otra, muy distinta, que no haya jamás señalamientos preventivos ni personal de tránsito que agilice la vialidad en esos cuellos de avestruz.
La tónica parece ir en contra de la lógica y del ciudadano: si hay recursos para la obra pública relacionada con la pavimentación y la cordonería, ¿no habrá por ai (por ai sin hache) un letrerito que así sea modestamente les indique a los automovilistas que Juan Ángel Pérez está trabajando por nosotros? Parece que no, que en Torreón los coches pueden hundirse en un barranco o quedar a merced de colisiones sólo porque al municipio no se le ha ocurrido comprar la señalética usual en estos casos.
La maldición se cumple en la obra aledaña al bosque; de nuevo, la indicación preventiva es una larga fila de tambos amarillos echados al tramo sin el menor concierto, unos más salidos que otros en relación a la acera del Venustiano. Junto con eso, en el inicio de la obra los conductores se tienen que jugar el pellejo para ganar carril, problema que en las horas pico, y por falta de oficiales, llega a preludiar una versión en reality de los carritos chocones (por cierto harto mugrosos en las atracciones del bosque). En esto se nota falta de previsión y de conciencia de parte de las autoridades, que sistemáticamente arrancan obras y pocas veces toman las medidas pertinentes para agilizar el tráfico y guiar al conductor.
¿Qué pasará el día que ocurra un percance donde algún ciudadano sufra consecuencias en su integridad física? ¿Será su culpa? Y sí pasa que sólo su coche recibe daños, ¿está considerado que la autoridad cubra la reparación? Sea lo que fuere, no está bien ni que los ciudadanos estén en permanente riesgo ni que la autoridad se exponga tanto a pagar daños cuando puede evitarlos casi a cabalidad. Lo ideal es simple: emprender obras, proyectar su duración con total exactitud y en el ínterin señalar y disponer tantos agentes como sean necesarios para evitar en lo posible todo riesgo de accidente.
Pero no hay que ser tan optimistas. La situación está hecha un desorden. Nomás el martes, para no ir muy lejos, vi una barredora municipal en labores de limpieza sobre la Colón, pero ¡a la una de la tarde!, cuando es obvio que su trabajo lo debe hacer durante la madrugada. ¿Y la palmera? Eso fue, más que una medida oficial, un acto vandálico que en cualquier ciudad civilizada provocaría el cese fulminante de los burócratas implicados.
No pasará nada, sin embargo. Estamos en La Laguna y aquí casi toda la obra de gobierno suele ser un desmadre muy bien desorganizado.

miércoles, septiembre 26, 2007

¿Me estás oyendo, inútil?



De todos los conceptos del siempre ambiguo vocabulario político, el de “cultura” es uno de los más escurridizos. En la mente de nuestros funcionarios suele ser tan vago y amorfo que prácticamente define todo lo que ofrecen o producen los “artistas”, ese decir, tanto aquellos que se dedican a trabajar con el arte como quienes desde los medios de comunicación se emplean en esa actividad mejor conocida como “artisteada”, es decir, los cantantes/actores/bailarines que llenan escenarios gracias a su arrobadora popularidad. Nuestros polacos, pues, meten ya sin pudor en el mismo liacho tanto a la Camerata como a la Banda del Recodo, tanto a Ramón Vargas como a Miguel Bosé.
No es marcada ahora ni una mínima frontera entre cultura culta (por llamarla de algún modo), cultura popular y cultura mediática; aunque todas enriquecen el espíritu, lo hacen desde diferentes plataformas y con fines distintos. Lo malo no es, per se, Marco Antonio Solís, sino el hecho de que su “música”, además de recibir una cobertura mediática abrumadora, merezca también apoyo de gobiernos y presupuesto oficial. Su derecho tienen Solís y sus congéneres de la artisteada a llenar palenques y plazas de toros, pero no con dinero que debería servir para auspiciar expresiones artísticas de quilataje más subido.
Pero es obvio que la demagogia del show bussines ha encontrado en el anzuelo de los “artistas” pop, los que salen en la tele, un modo fácil de atraer muchedumbres, acarreados que llenan plazas con tal de cantar y bailar los éxitos que dominan gracias al imperio del CD pirata. Es un vicio, entonces, de los actuales gobiernos que, perdido su poder de convocatoria, pagan hasta lo que no para tener público cautivo. Eso, en tiempos electorales, es proselitismo bastardo, y en épocas de gobierno, gato por liebre cultural.
En tal contexto, los políticos se cuidan y saben que no pueden hacer ciertas declaraciones. De hecho, como no han leído un solo libro en sus importantes vidas, suelen no hablar nunca de “cultura”, esa peligrosa forma del autobalconeo que tanto exhibe sus limitaciones congénitas, su proverbial insensibilidad artística, una insensibilidad que abrillantó Fox al citar la imprescindible obra de José Luis Borgues.
Pero la lengua a veces no tiene contención: en la entrevista que concedió el sábado al programa Cambios, el actual presidente municipal de Gómez Palacio dictó cátedra de optimismo en todas las materias; a cualquier brete respondía sí puedo, mañana mismo lo hago, lo soluciono en seguida, eso no me preocupa, sino “me ocupa”, etcétera. Casi salía bien librado del diálogo con Ángel Carrillo, pero al final, al despedirse, recordó al pueblo gomezpalatino la invitación al concierto de Paquita la del Barrio. “¿Y con motivo de qué, Ricardo?”, preguntó Carrillo. “Nada más, para traer a esta artista. A la gente hay que darle diversión, hay que darle cultura, y Paquita la del Barrio es una gran exponente de esto”, respondió Rebollo.
Ni hablar. El sábado nos vemos en la explanada de la presidencia para cultivarnos con los clásicos “Rata de dos patas” y “¿Me estás oyendo, inútil?”.

martes, septiembre 25, 2007

La bolsa de Oxxo



Camino por la plaza principal de Saltillo y veo dos palomas sobre la escultura de una venus; al fondo, la palabra "libertad" en amarillo, brillante sobre los colores de nuestra bandera. La imagen me gusta y preparo la cámara. Poco antes de disparar, una ráfaga de viento se desata y hago click. La imagen que obtengo es casi un símbolo, una alegoría: sobre la palabra "libertad", una bolsa de Oxxo. Pienso en broma: antes de la libertad, el mercado. Ni modo.

Valor de Intermezzo



El título de este comentario es deliberadamente bisémico: valor en tanto muestra de valentía y también en tanto mérito, valía. Ambos significados son aplicables al proyecto editorial de la revista Intermezzo, publicación que recién acaba de obtener la beca para revistas culturales independientes que año tras año otorga el Conaculta. Este reconocimiento premia con justicia la idea y el esfuerzo de sus dos principales soportes: Anabel Ríos y Alexander Czaja, quienes sin medir el riesgo que implica abrir un espacio impreso, y más específicamente un espacio impreso dedicado a la difusión de conocimientos sobre música culta, mantienen firme el proyecto y le han conseguido fondos económicos que aseguran el tiraje de varios números.
Si lanzar una revista sobre frivolidades de la socialité (plaga seudoperiodística que abunda) es peligroso, resulta casi una osadía trabajar con el tema de la alta música, más en un contexto como el nuestro, apenas en proceso de instrucción y en no pocos casos hostil o indiferente a las manifestaciones del arte. De ahí proviene, como digo, la valentía de Intermezzo: salir al escenario comercial con un producto que quizá en otras latitudes pudiera encontrar inmediato apoyo de suficientes patrocinadores, pero que en La Laguna no deja de tener algo de aventura, de peliaguda aventura. Felizmente, tanto Ríos como Czaja parecen haber sorteado ya la etapa más difícil de toda publicación, la de los primeros números, y es prometedor que hayan obtenido el auspicio del Conaculta para garantizar la supervivencia de Intermezzo durante otro tramo del camino.
En cuanto al valor de esta publicación bimensual en relación a la calidad de lo que ofrece, no me cabe duda de que Intermezzo se suma a la munífica hornada de propuestas que durante los años recientes han abierto en La Laguna un amplio escaparate de exhibición para la música de los grandes maestros. Si teníamos ya una agrupación musical conformada por profesionales, si teníamos ya dos teatros con toda la mano, si teníamos ya algunas escuelas especializadas y hasta fiestas privadas con ensambles, justo era que se le diera a la comarca la oportunidad de mantener un diálogo con los lectores mediante una revista dedicada en exclusiva, de una manera accesible y hasta didáctica, al tema de los clásicos musicales.
Tengo ante mí el ejemplar número 7 correspondiente a mayo-junio de 2007. Sólo para confirmar la riqueza de sus contenidos, hago un recorrido por sus páginas y advierto que el tono de Intermezzo es intermedio, es decir, sus textos han sido escritos para interesar al público que no cuenta con un alto grado de instrucción musical pero sí, al menos, la curiosidad suficiente para iniciar adentramientos que propicien su gradual acomodo en el diálogo sobre esta música. El número comienza con una sección de noticias, luego vienen los artículos “Composición, ¿un asunto masculino?”, “La Elbphilharmonie de Hamburgo, un nuevo templo del arte”, “Obras maestras: la Quinta sinfonía de Beethoven”, “La Consagración de la Primavera”, “La familia Bach”, “La música de Sibelius y el pensamiento elemental”, todo además de la entrevista “Pláticas de violonchelo, conversación con Carlos Prieto”, un caricatura de Rubén Escalante sobre Wagner y la reseña del compacto de Natalia Riazanova y Uliana Akatova.
Creo que no está nada mal el menú, y a fuerza de mejorarlo sospecho que hacen falta, al menos, dos apartados: uno de entrevistas a los músicos profesionales radicados en La Laguna y otro de reseñas sobre los conciertos ofrecidos en los espacios de nuestra región. Asimismo, creo que el diseño editorial podría ser un poco más atractivo.
En síntesis, Intermezzo es un proyecto noble, una voz periodística que ojalá viva muchos años entre nosotros. Es lo menos que se le puede desear a todo esfuerzo impulsor de arte en el desierto.

Estepa 50



Circula ya el ejemplar número 50 de Estepa del Nazas, revista literaria del Teatro Martínez. Entre otros, ofrece textos de Daniel Maldonado, Arturo Robles, Vicente Alfonso, Saúl Rosales, Julio César Félix y Rodrigo Castillo. El aderezo gráfico es de Tábata Ayup. Su circulación es gratuita, sólo hay que pedirla en las oficinas del TIM.
Yo colaboré con el cuento “La insoportable mezquindad del ser”, que pertenece al libro Ojos en la sombra que acabo de publicar en el sello de la UAdeC. Va un fragmento de aquel relato; si alguien se ve tentado, que concluya su lectura en Estepa…: “Una ola enorme de tristeza me caía de vez en cuando sobre la coronilla. Aquello era indetenible, abrumador, una nube de plomo la verdad. Por eso no me dolió suicidarme, largarme para siempre de todo esto. Digo suicidarme y por supuesto que es una metáfora, porque aquí sigo dándole a la vida, rumiando ya desde muy lejos la esperanza de escribir en serio. Si me suicidé, fue sólo de la literatura. De allí salté a la música, al teatro, a la pintura y al fin, desde hace cinco meses, he sostenido este pequeño restaurante donde sinceramente no me va tan mal. Aquí por lo menos trato de mantenerme al margen. Todo el tiempo se me va en surtir la mercancía, en abrir, en coordinar a las dos señoras que cocinan y al mesero. Lo demás es estar detrás de la caja esperando los billetes. Los sábados y los domingos son los mejores días y es cuando pienso menos, pero hoy es domingo y ni siquiera la sobrecarga de trabajo ha impedido que yo sienta la nube de plomo, esa tristeza gorda que me aplasta cuando algo, lo que sea, me recuerda que yo soy escritor aunque no escriba.
Hace años (quince para ser exacto) empecé junto con Martín Fernández la utopía de escribir. Estábamos en la prepa y a Martín se le ocurrió armar un periodiquito. Era linda aquella idea. Yo no sabía qué hacer de mi vida y por supuesto me entusiasmó el proyecto de hablar con el papel, de obtener presencia en la preparatoria y tal vez de integrarme a la mesa directiva. Martín era muy entrón y yo lo seguí convencido de que juntos podíamos llegar a grandes cosas. Reunimos a tres más y en una tarde nos fumamos dos cajetillas de cigarros Fiesta para poner el plan en marcha. Ese día fundamos Grito social, ‘Órgano informativo de la Preparatoria Federal Justo Sierra Turno Vespertino". Un cabrón al que apodábamos el Cuervo sabía bastante de dibujo técnico y a él le encomendamos el diseño del tabloide. El directorio quedó bastante bien amarrado. Martín Fernández era el mero mero, luego yo aparecía como subdirector, el Cuervo la hacía de diseñador, el Moco de fotógrafo y a Lizete le dimos el etéreo puesto de relaciones públicas. Éramos cinco. Yo aparecí como el segundo más importante. A mí se me ocurrió organizar una hamburguesada para hacernos de recursos. No recuerdo cómo, pero conseguí un gran asador de carne y no me vi mal preparando la comida. Vendimos boletitos y con las ganancias sacamos el primer número de Grito social. Al principio el plan era regalarlo, pero a mí también se me ocurrió que aquello no resultaba conveniente; era necesario vender nuestro producto, comercializarlo en la escuela para poder sacar los números siguientes...”.

A ras de suelo



Desde hace veinte años he tenido el privilegio de trabajar con jóvenes escritores en talleres literarios. Además de lo obvio (autores, estilos, preceptivas), los aspirantes a escritores me preguntan sobre lo que recomiendo para trabajar con más verdad, con mejores argumentos. Les respondo lo que tengo más a la mano: muchachos, hay que vivir a ras de suelo, hay que oír a la gente, hay que caminar por la ciudad, hay que oler la vida en corto, hay que sentir lo más que se pueda los problemas del ser humano, hay que decirle sí a la experiencia de los mercados, de las cantinas, de las tribunas populares, de las plazas públicas. Allí late el corazón del país, no en los campos del club campestre ni en los pasillos de palacio.
Lo que recomiendo, pues, lo vivo o al menos trato de vivirlo. Presento libros, voy a conciertos, asisto de vez en cuando y siempre con escepticismo a ritos sociales de la respingada elite, lo cual también es una experiencia valiosa para la literatura y el periodismo, pero en mi vida cotidiana comparto las pequeñas y grandes andanzas del hombre común: camino y observo mucho, voy a comprar leche y pan todos los días, sé cuánto cuestan las tortillas y el huevo porque los pago directamente en la miscelánea, me preocupa lo que cobran de pasaje en los camiones y los taxis porque afortunadamente y con literario dolo todavía los uso.
Por esa vida a ras de suelo, por ese enfrentamiento cuerpo a cuerpo y cara a cara con la complicada vida cotidiana me entristece la avalancha de aumentos que golpeará, otra vez, el rostro de los trabajadores mexicanos. Una vez más, el afilado pedernal de los aumentos será encajado en el pecho de los que menos tienen, y a sufrir de nuevo para buscar ingresos extras o para echarle más agua a los ya de por sí ralos frijoles.
Mientras tanto, los mandones del gobierno federal y los legisladores, que por cierto no padecen esos lastres, se arrojan la bolita unos a otros para no pagar el “costo político” (lo único que en realidad están acostumbrados a pagar, y eso de vez en cuando) de las medidas “dolorosas pero necesarias”. Si ya, como escribió Saúl Rosales hace poco, era imposible que con cincuenta pesos o poco más, el mínimo, alcanzara para pagar la supervivencia miserable de un solo ser humano, con la escalada de incrementos a los precios de la gasolina, del gas que nunca deja de subir, del transporte, del pan, de la tortilla, del huevo y de todo lo indispensable, será todavía más imposible lo que ya era imposible, si se puede decir esa barbaridad: mantener a una familia en condiciones adecuadas para formar hombres íntegros. No para mal alimentarlos, sino para hacerlos viables candidatos a ciudadanos cabales.
Porque la pregunta es ésa: con el salario mínimo actual, ¿es posible que un mexicano coma, se eduque, resida, vista y se cultive dignamente? ¿De qué sirven las “manos limpias” de Calderón si su accionar en menos de un año ya elevó un 35% los precios de la canasta básica? Lo que es no vivir a ras de suelo. Pa’bajo no saben mirar ni para pulir su demagogia.

Entorno de Carranza



A la hora de las cuentas finales, la vida de cualquier hombre se puede valorar, medir, apreciar, definir por uno o dos actos. Lo que es cierto para quienes no aparecen bañados por la luz del prestigio histórico, es definitivamente válido para aquellos personajes que, como Carranza, encarnan los rasgos más salientes de una sociedad. Lo mismo se podría decir sobre sus coetáneos revolucionarios Villa, Madero, Zapata: en mayor o menor medida, todos vivieron un instante que los hizo trascender, y el de Carranza fue, sin duda, su repudio a la usurpación huertista, el Plan de Guadalupe que a la postre lo llevaría a la presidencia y al 17 constitucionalista.
Para hablar de la formación de Carranza y del entorno que lo condujo al instante decisivo en el que se levantó contra Huerta, hoy estará en Torreón el historiador saltillense Javier Villarreal Lozano. Viene a presentar un libro titulado Venustiano Carranza, la experiencia regional, y en la mesa compartirá micrófono con Sergio Antonio Corona Páez, cronista de Torreón. La ceremonia está programada para hoy a las 8.00 pm en las instalaciones del Icocult Laguna, que es asimismo la institución convocante.
A Villarreal Lozano lo conozco desde hace varios años y sé que es garantía de solvencia intelectual. Bibliófilo, erudito, gran conversador, sé que es una de las voces más escuchadas en Saltillo; de hecho, su columna periodística tiene numerosos lectores y no son pocos los temas que domina. Su trayectoria lo retrata a la perfección: nació en Saltillo, Coahuila, el 20 de febrero de 1937. Se graduó como Profesor de Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, antigua Academia de San Carlos, en la Ciudad de México. En el ámbito periodístico, fue director de El Heraldo de Saltillo (1964); El Tiempo de Monclova (1965-1975); El Coahuilense (1975-1979) y Espacio 4 (1995-1998). También ha colaborado en diversos periódicos locales y nacionales, y actualmente es editorialista del periódico Palabra, de Saltillo. Ha recibido diversos premios y reconocimientos, como la Medalla Miguel Ramos Arizpe al Mérito Universitario, otorgada por la Universidad Autónoma de Coahuila; el Premio Nacional del Certamen “Vida y Obra de Venustiano Carranza”, por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, entre otras instituciones, en 1994; Premio Estatal de Periodismo en Géneros de Artículo de Fondo y Editorial y el Premio IMARC al Mérito Cultural 2002, por el Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales, A.C. Ha publicado centenares de artículos en periódicos y revistas del país, así como diversos libros sobre poesía, análisis literario, entre otros. Es miembro de número del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas y desde 1999 dirige el Centro Cultural Vito Alessio Robles de Saltillo, Coahuila.
En sus propias palabras, la obra que presentará esta noche “no pretende ofrecer una visión totalizadora de la personalidad de Carranza. Lejos de ese propósito, la intención es completar la biografía del Primer Jefe, investigar sus antecedentes, reconstruir el entorno social y familiar, pasar revista a su tránsito por el mundo de la política porfirista, hasta llegar a su actuación frente al gobierno de Coahuila, ya como prohombre de la revolución triunfante. El ensayo biográfico concluye precisamente en donde los demás comienzan. Se intenta iluminar las zonas oscuras en la biografía de Carranza, aquellas que han recibido menos atención”. Será una buena mesa, pues; hay que ir.

miércoles, septiembre 19, 2007

Un talento en marcha



Mañana a las 8.30 de la noche presentaré junto a Saúl Rosales el nuevo libro de Vicente Alfonso: El síndrome de Esquilo. Nos veremos en la Casa del Cerro, e invito a quienes nos quieran acompañar. El síndrome… reúne quince cuentos y creo que con él comienza el verdadero despegue bibliográfico de este autor lagunero que hasta el momento sólo había publicado un libro individual: Naufragio en tierra firme.
Por varias razones me da gusto presentarlo. La principal es que se trata de un libro armado con piezas narrativas de notable factura, como si Vicente Alfonso no fuera ese joven de apenas treinta años, sino un maduro ensamblador de historias. Eso parece, ciertamente: un viejo lobo en el oficio de contar, un experto y sereno trabajador de la palabra que sin alharaca se ha colocado ya en un sitio que apunta a catapultarlo lejos, muy lejos.
La síntesis biográfica que presenta al autor apenas nos anuncia lo que en realidad es: “Novelista, cronista y reportero. Vicente Alfonso nació en Torreón, Coahuila, en 1977. En 2002-2003 fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, y desde 2005 a la fecha es becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de Narrativa. Con la novela Partitura para mujer muerta obtuvo recientemente el Premio Nacional para Literatura Policiaca-IPAX. Su labor periodística le ha valido los premios AFA 2003 y Coahuila 2007. Ha publicado en revistas como La Gaceta del FCE, Este País y Proceso. El síndrome de Esquilo es su primer libro de autor”.
La información, digo, es meramente descriptiva, pero logra insinuar lo que Vicente es; y más todavía, lo que amenaza ser: uno de los escritores y periodistas mejor armados que haya dado Torreón. Esto que parece una afirmación peregrina, basada sólo en mi amistad, no hace sino seguir la curva de su trayectoria siempre ascendente desde que comencé a leer sus cuentos en Estepa del Nazas y sus apuntes críticos en El Siglo de Torreón. En todos los casos vi una prosa poseedora de ese raro impulso del que, sereno, va en busca de un estilo y de una posición intelectual, del joven que sin apremio y con pasos firmes avanza hacia la consolidación de un oficio.
El síndrome de Esquilo revive algunos de los cuentos ya aparecidos en Naufragio en tierra firme, aunque la solapa señale que no es así. Lo que ocurre es que aquel libro circuló poco y no pudo presentar como era debido a Vicente. Ahora, en esta impecable edición de Ficticia Editorial y la Dirección Municipal de Cultura de Torreón, los cuentos viejos y nuevos de este libro garantizan su acceso a un mercado más amplio de lectores y, de seguro, a un buen recibimiento de la crítica.
Título número 6 de la Biblioteca de Cuento Contemporáneo de Ficticia Editorial, El Síndrome… es presentado por el poeta Eduardo Langange: “Este conjunto de cuentos, escritos con oficio y rigor, van por los juegos de palabras hacia historias trágicas con las que culmina un amor imposible o una simple actividad estudiantil. Relatos bien contados, con ideas, significados y un aliento que produce emociones siempre bien recompensadas”.
Invito a conocer la narrativa de Vicente Alfonso, y enfatizo: es un escritor ya hecho, un talento en macha.

martes, septiembre 18, 2007

El show de la tv



Traigo la columna "Imaginario colectivo" (16, septiembre, 2007) de Renata Chapa. Aparece los domingos en El Diario de Chihuahua.

Con qué cara
Renata Chapa

Rumbo a uno de los ene sitios que debo atender a diario por afanes de subsistencia económica —de orilla a orilla de una, dos y hasta tres ciudades— continué el doloroso análisis del párrafo que había avivado mi de por sí alertado insomnio de la madrugada de este martes: “Las características de crianza pueden ser alteradas por factores culturales y tecnológicos (…) En nuestras comunidades urbanas, sea por elección de la pareja o por presiones —de índole laboral o social— imperantes de la vida moderna, la crianza, (…) en algunos segmentos no pobres de la sociedad, sufre riesgos. Es decir, también aparece la inestabilidad emocional de la pareja, la tercerización indiferente de la crianza ejercida habitualmente por empleadas domésticas, la interrupción anticipada de la lactancia materna, la aculturización mediática del hogar y la alimentación inadecuada. En los períodos preescolar y escolar, las instituciones educativas en muchos casos compensan algunos de estos aspectos (…). Debería ser estudiado el impacto sobre el desarrollo infantil de este ‘desplazamiento’ de las condiciones de crianza en grupos sociales que se hallan fuera de las condiciones de riesgo social por pobreza” (Colombo, Jorge, Pobreza y desarrollo infantil, Ed. Paidós Tramas Sociales, p. 100). Seguí manejando con las caras y voces de mis hijas en mi recuerdo. Qué hacer. Cómo intervenir. Cuánto cuesta el tiempo “de calidad” para una como madre trabajadora, casada con su profesión, y para los “desplazados” de su familia. Continué el trayecto.
En el siguiente alto, casi por instrumentos, encendí la radio. Lo que escuché cortó por completo mi itinerante autoevaluación (¿autoflagelamiento?) propiciada por las líneas del doctor Colombo. Escuché una voz femenina intrusa, con sofisticado acento capitalino, nada familiar en esa estación grupera. Subí el volumen, puse atención y me alerté. Ese tipo de enlaces a nivel nacional, y a tal hora de la mañana (10:45 a.m.), me llevaron a suponer el vaticinio de un desastre mayúsculo. Esperaba escuchar, quizá, lo provocado por un terremoto, algún atentado en contra de la figura presidencial, trombas, explosiones. No sé. Pero conforme continuaba la narración de la locutora, supe que el asunto iba por otro rumbo: estaciones radiofónicas “hermanas” cortaron su programación para transmitir, en vivo, la participación de concesionarios de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT) y algunos conductores de programas mediáticos en ¡el Senado de la República! De inmediato, luego del asombro, la duda: ¿en el Senado de la República? ¿Y para qué?
Hoy intento describir la sensación que en aquél momento me provocó escuchar a Pedro Ferriz de Con, enardecido, acusando a los legisladores de atentar contra “la libertad de expresión” del pueblo mexicano y sus medios masivos de comunicación. Aunque aún me resultaba nebuloso el meollo de los hechos, y no sabía bien a bien qué sucedía, logré encallar mi juicio en el más cercano “archipiélago de certeza”, como dice el filósofo Edgar Morin. ¿Pedro Ferriz de Con, en el papel de fiscal ético, encarando a los políticos nuestros? ¿Pero cómo? ¿Con qué cara? ¿Desde qué plataforma moral?
Mientras intentaba aclarar más lo que escuchaba, a mi memoria vino un interesante y serio trabajo de análisis mediático abordado en la maestría de Educación Superior de la UACH (1994) que daba cuenta de la voluble posición ideológica de Ferriz en torno a la política nacional. A través de una investigación documental en la que el objeto de estudio fueron las declaraciones del comunicador en su noticiario matutino en la radio durante diferentes periodos de efervescencia política, la autora del trabajo evidenció la manera en que, según el partido y/o político en turno, Ferriz tendía a los comentarios favorables, aduladores, totalitarios de esos actores; sin embargo, al paso de los años, varios de los otrora elogiados, al encontrarse en condiciones de poder menos favorables, eran blanco del furibundo verbo del líder de opinión.
Debo reconocer que las conclusiones de la investigación mencionada reforzaban la percepción propia que, sin estudio cualitativo pormenorizado de por medio, había notado, también desde años atrás, en Ferriz, una retórica desbordada en aplausos o en lo contrario hacia tal o cual invitado. Para él, o redentores o enemigos de México; o deidades o rufianes; o aristócratas o plebeyos. Criterios polarizados en los que la subjetividad del conductor incluso ha criticado, por ejemplo, a los que considera nefastos agitadores del país sin ver que su discurso massmediático también llama a la agitación, al enfrentamiento, a la cerrazón. Eso sí, sus declaraciones están aderezadas con una suficiencia tan sobrada que ha logrado convencer a muchos de su rol como salvador nacional.
En alguna de sus intervenciones, se refería de manera peyorativa a Santiago Creel Miranda, le recomendaba que visitara al doctor; le refería un “descuento” que la empresa Televisa le había hecho en el pasado cuando eran evidentes sus intereses como candidato político. ¿Y qué Ferriz no le abrió también espacios? ¿Por qué si sabía del supuesto descuento a la cuenta de Creel lo calló entonces y hoy lo despepita en cadena nacional? A Carlos Navarrete del PRD, en tono indignado Ferriz le criticó la referencia del poder fáctico de los medios como si éstos no gozaran de tal poder; es decir, como si Umberto Eco o Michael Focault hubieran desvariado al haber sostenido en cualquier cantidad de obras que los medios masivos de comunicación sí detentan un poder: el fáctico. Y Ferriz agregó tajante: “Poder fáctico es Manuel Andrés López Obrador” sin dar más explicaciones.
A punto de llegar a mi destino laboral, no sé por qué, pero las palabras de Ferriz me recordaron dos escenas también mediáticas: la primera, correspondiente a la película “Amores perros”; en ella, en medio de un ambiente sórdido y ruidoso a la vez, los mastines se entrampan en mordidas arteras, con lo ojos rebotados de ira y sangre, para satisfacer al rudimentario público y cuajar de billetes al amo del animal sobreviviente que, desde lejos, vigila su negocio de apuestas. En la otra escena, por curioso que parezca, aparecen Niurka y Juan Osorio, en la tv nacional, con besos, apapachos y más; luego, el golpeteo entre ambos, el divorcio, y la subsecuente llegada de Bobby Larios al lado de Niurka con más besos, apapachos; luego, el golpeteo entre ambos, el divorcio, y la subsecuente llegada de Yanixan y vamos, hasta ahora, en los besos y apapachos entre él y Niurka.
Ya con el Internet enfrente, supe que junto a Ferriz, también estaban Joaquín López-Dóriga, Javier Alatorre, Paty Chapoy y sus “ventaneables”, entre otros, en una escena de inusitada hermandad entre colegas. Confirmé que no los movía la erradicación de la pobreza en México, la explotación infantil, la desnutrición, la indolencia en los sistemas de salud pública, el medievalismo de los sistemas educativos. Nada de eso. El motivo de la unión histórica era comparecer ante las comisiones encargadas de dictaminar la Reforma Electoral ya que ésta, ahora, tenía contemplado prohibir a los partidos la contratación de espots en tiempos de campaña. Este tipo de mensajes ahora deberían transmitirse en los tiempos que por ley dispone el Estado para dichos fines. Ergo, no más cuentas multimillonarias por concepto de transmisión de espots de campañas propagandísticas en horarios triple A. Eso, según los comunicadores, según Ferriz y sus seguidores, es ir en contra de la “libertad de expresión”. ¿Y es que con comunicadores como él y con tantos de nuestros representantes políticos podemos creer que ha existido, que existe, la libertad de expresión en México?
La Reforma Electoral fue aprobada. Quién sabe qué nuevas triquiñuelas preparen los concesionarios y sus emisarios de histrionismo desbordado para poder salirse con la suya y no dejar ese filetazo monetario en manos de otros tanto o más rapaces y hambrientos que ellos.
Mientras ambos grupos preparan sus nuevas tácticas, yo regreso a tatuarme las reflexiones de Jorge Colombo para que, con todo y mi crianza limitada, injustamente desplazadora, las hijas que van conmigo en este sinuoso trayecto tengan algún referente y lleguen a diferenciar las distintas caras de quienes aparecen en esa triste pantalla de TV que, desdichadamente, tanto las acompaña.


centrosimago@yahoo.com.mx
A las amables palabras del doctor José Fernández de Rota,
escritas desde la península ibérica.
A los que han soportado todos o
algunos de estos
casi cuarenta años,
cerca.

domingo, septiembre 16, 2007

Énfasis al pórtico



Dije ayer que debemos ver hacia el futuro, y no me faltó el comentario de banqueta que censuró mi supuesto desdén por nuestro pasado. Corrijo, o aclaro, más bien: nuestro pasado importa no en función de la nostalgia hueca, ésa que mira al ayer con ojos arrobados, de borrego a medio morir, añorante de la moda y de las buenas costumbres. No. El pasado que en todo caso importa es el que nos pueda ayudar a maniobrar con mayor cuidado en el futuro, el que, de hecho, propicie la comisión de menos errores. Un ejemplo, el obvio: si el agua es el recurso indispensable para nuestra viabilidad como región, es importante ver al pasado, darnos cuenta de que la hemos derrochado y a partir de ese conocimiento aplicar los correctivos que le den sustentabilidad a La Laguna del porvenir. En este sentido, precisamente porque no vemos al pasado (ni siquiera al inmediato) poco se hace en realidad para ahondar en el problema. Más bien, da la impresión de que tenemos asegurada agua eterna, como si viviéramos en el trópico, y no lo que de veras hay: agua cada vez más escasa y profunda en nuestros muy castigados mantos.
Así, todos los problemas pasan por saber quiénes somos, por asomarnos a la espalda del presente. De otra manera, el futuro se edifica un poco al tanteo, sin saber con exactitud qué conviene y qué no. Pues bien, para indagar en el pasado de La Laguna sigo pensando que el mejor documento escrito hasta ahora no es otro que La Comarca Lagunera, constructo cultural (UIA Laguna, Torreón, 2005), del doctor Corona Páez. Ese vistazo, además de ceñirse a un método estrictamente académico, describe sin sentimentalismos espurios el origen del topónimo “laguna” y la mentalidad de quienes poco a poco edificaron lo que hoy somos.
Hasta dónde sé, este libro todavía se encuentra a la venta en la UIA Torreón; de mi cosecha lleva un prólogo que aquí recaliento ("Pórtico a nuestro 'laberinto de la soledad'"): "En enero de 2005 tuve por primera vez en mis manos el legajo inédito de La Comarca Lagunera, constructo cultural. Economía y fe en la configuración de una mentalidad multicentenaria; de inmediato noté que se trataba, si se me permite afirmarlo así, del 'laberinto de la soledad' que los laguneros no teníamos y que durante poco más de cuatrocientos años, lentamente, el tiempo armó hasta germinar en la vocación investigadora del doctor Sergio Antonio Corona Páez. Gracias a la paciencia de los siglos, y gracias ahora a la pericia de este especialista en la historia del sur del Coahuila, los habitantes de La Laguna tenemos hoy acceso al primer libro referido con riqueza documental y fino análisis a las entrañas identitarias de nuestra región, a la comprensión, así sea en parte, de nuestra 'laguneridad'.
Como ha ocurrido con todas las aportaciones hemero y bibliográficas de Corona Páez, sobre todo con La vitivinicultura en el pueblo de Santa María de las Parras, su tesis doctoral, La Comarca Lagunera… también es un adentramiento minucioso al pasado de esta zona del mundo cuya historia él, Corona Páez, ha insistido en remontar al inicio de la colonización del norte novohispano y no —como se acostumbra ahora, con visión corta, reduccionista y atravesada por intereses del presente— a poco más de un siglo.
Bien lo afirma en su presentación el maestro Felipe Espinosa, sj: este trabajo explora un proceso 'de larga duración' tal y como lo pensaba Fernand Braudel. Con esa noción se refería el científico francés a los fenómenos históricos —por caso la cultura de una región— que para ser entendidos con mayor profundidad demandan al estudioso una investigación que examine lo ocurrido en varios siglos y no sólo periodos más o menos breves recortados en el tiempo, sin contextualización. Nadie hasta ahora había mirado de esa forma a La Laguna, con un compás abierto desde la llegada de los primeros pobladores españoles y tlaxcaltecas hasta nosotros, laguneros instalados en los albores del siglo XXI.
La Comarca Lagunera… hace énfasis en la cultura en tanto término antropológico, es decir, como expresión que ata todos los haceres relacionados con el hombre. Por tal razón este libro de Corona Páez es un acabado ejemplo de estudio multidisciplinario, erudito sí, pero asombrosamente accesible gracias a la claridad de su exposición, al bien digerido conocimiento del numeroso saber que nos despliega en cada párrafo.
El libro comienza con una necesaria ubicación geográfica. ¿Dónde está y qué características físicas tenía La Laguna cuando llegaron sus primeros habitantes sedentarios? Varios mapas que hasta ahora no habían visitado la imprenta —sobre todo los de Núñez Esquivel— sirven de apoyo a las afirmaciones que a su vez muestran y demuestran el origen del topónimo 'laguna' o 'lagunera'. Esta es la región que se convirtió, desde finales del siglo XVII, en teatro del encuentro entre dos culturas: la de los nativos nómadas, dispersos en numerosas tribus, y la de los españoles y tlaxcaltecas occidentalizados. El autor subraya los rasgos que vincularon al español y al tlaxcalteca frente a la amenaza de la alteridad representada por los indios nómadas: entre otros, la necesidad de seguridad como cohesionador de la cultura forjada a partir de la fundación de Parras y la alta valoración del trabajo como generador de riqueza.
A propósito, Corona Páez nos recuerda la trascendencia de las dos empresas que fortalecieron tanto la economía local como la mentalidad de quienes las desarrollaron: la vitivinicultura, primero, y, después, el cultivo del algodón, lo que afianzó el espíritu plenamente mercantil de aquellos abuelos laguneros. A medio camino de su exposición, el autor hace un breve alto y resume lo expuesto de esta inmejorable forma:

La relación de los seres humanos con los recursos naturales, la valoración del trabajo como factor de producción y de autoestima, la activa búsqueda de la oportunidad y de la inversión, la creación y distribución de la riqueza, los patrones de consumo, la actitud ante lo metafísico, son todos elementos eminentemente culturales. Si queremos explicar por qué los laguneros se han singularizado desde la época colonial, debemos echar un vistazo a los elementos de mentalidad que forjaron, cómo se percibían y valoraban a sí mismos y al mundo que los rodeaba, qué significado le daban a la existencia, cuáles eran sus valores económicos y religiosos. Y, sobre todo, cómo estos elementos se amalgamaron para imprimirle a la sociedad regional un sello característico previo a la oleada migratoria regional, nacional e internacional provocada por la bonanza algodonera de la segunda mitad del siglo XIX.

Seguro de lo que indica, apoyado siempre en una abundante y variada masa documental conformada por fuentes primarias y por libros, el historiador nos trae una impresionante cantidad de información, tan relevante como la interpretación que de ella hace, como cuando compara las afinidades entre los pueblos vasco y tlaxcalteca, o la ubicuidad del señor Santiago como estandarte de la lucha contra los infieles, o el origen de Torreón como resultado de los graduales desplazamientos colectivos —derivados de disputas por la propiedad— hacia el oeste de Parras.
En poco espacio puede caber apenas una pizca de todo lo bueno que prodiga tan singular trabajo de investigación, síntesis, entrecruzamiento de datos e interpretación. Afirmo ahora mismo que este asedio será en lo venidero y hasta siempre referencia obligada de los laguneros y de quienes se interesen en nosotros, y no es ingenuo asegurar que de inmediato se convierte en uno de los mejores homenajes que se le pueden rendir a La Laguna en la coyuntura de los centenarios gomezpalatino y torreonense.
Anticipo para terminar unas palabras que corresponden a la conclusión de Corona Páez; si atendemos desde ahora ese colofón, el periplo por este libro será más provechoso y lograremos de tal forma darle su justa dimensión a la tetrasecular y heroica historia de la Comarca Lagunera:

al hablar de sociedades y de problemáticas del presente, debemos tener muy claro que estas sociedades reaccionan a los estímulos y fenómenos del presente con inercias culturales, con elementos del pasado. Es decir, sería poco atinado afirmar que el presente surge del presente y responde desde el presente. El presente es en realidad el escenario en el cual percibimos la interacción, amalgamación o confrontación de inercias compartidas que van muy atrás en el tiempo y en el espacio. Sin afirmar que los contenidos culturales son inmodificables o eternos, debemos reconocer que son características de la cultura —particularmente en las áreas rurales o aisladas— su tendencia a la perennidad, su capacidad de reproducirse a sí misma por medio de la apropiación de las nuevas generaciones que, en sus respectivos grupos sociales, están sometidas a su estímulo y aprendizaje.

Celebro el nacimiento de este libro. Por los españoles y los tlaxcaltecas cuya mentalidad heredamos, me enorgullece como lector saber que estas páginas ya están, por fin, entre nosotros y nos pertenecen".


Comarca Lagunera, septiembre, 2005

sábado, septiembre 15, 2007

100



Para la edad que tiene o dice tener, Torreón es ya una ciudad con demasiados logros cosechados, eso nadie lo duda. Comparada con sus congéneres de la comarca, es en muchos o en todos los rubros la más desarrollada, la más grande, la que ostenta mayores signos de progreso. Nadie le regatea ese mérito. Es, entonces, una ciudad muy joven, ni siquiera adolescente, pero ya puede presumir ante muchos municipios del país que posee lo que tantos no han logrado: industria, comercio, vialidades, equipos deportivos profesionales, un montón de universidades públicas y privadas, hoteles, restaurantes, clubes, artistas, empresarios, teatros, políticos y, en suma, todo lo que, se supone, es digno de resaltar en tiempos de aniversario. Muy bien. Perfecto.
He declarado hace poco y lo repito hoy, en esta fecha esperada: es un orgullo y una tranquilidad vivir aquí. Mientras en otras partes de México, del mundo debo decir, la gente vive bajo la amenaza permanente de tsunamis, terremotos, ciclones, huracanes, tornados, sequías, diluvios, inundaciones, heladas, plagas, epidemias, bombazos, minas personales y demás desaguisados naturales y humanos, en La Laguna sólo nos acalambramos de vez en cuando con tolvaneras y aguaceros que en diez minutos hacen estragos en nuestro drenaje pluvial, pero sin costo de vidas.
Si tenemos esa circunstancia y esos bienes (bendiciones, dirían los creyentes), ¿qué nos falta para tener una ciudad perfecta o casi perfecta, al menos con la perfección siempre incompleta de las obras realizadas por el hombre? Creo no decir un disparate cuando afirmo que lo único que nos falta, más que mirar al pasado, es poner la vista en el futuro. ¿Seguiremos gozando de todo lo que bien o mal tenemos si seguimos festejando a ciegas nuestro calidad de emprendedores, acríticamente y sin ver jamás al porvenir? Sospecho que no, y es por eso que la celebración del centenario, más que ofrecernos la oportunidad de cantar loas a las vías del tren o a los héroes que nos dieron ciudad, es el momento más adecuado para pensar en estrategias que garanticen a nuestros hijos la preservación de lo que todavía tenemos y la recuperación de lo que hemos perdido.
Por tal razón escucho siempre atentamente a quienes desde cualquier posición ven más allá de lo inmediato, de lo nostálgicamente hueco. Escucho, por ejemplo, a Paco Valdés, que no deja día sin advertirnos que el principal recurso del mundo, el agua, lo estamos aniquilando impunemente y puede llegar la hora en la que supliquemos por un metrito cúbico. Escucho, por ejemplo, a Saúl Rosales, que en nuestras conversaciones reitera siempre la necesidad de que los torreonenses demos el paso que transforme a nuestras artes de pueblerinas a modernas. Escucho, por ejemplo, al doctor Corona Páez, que cree posible una vida académica verdaderamente progresista en La Laguna. Escucho, por ejemplo, a Fernando González, quien pese a las críticas propone que a la pirotecnia del centenario siga de inmediato la tarea de pensar en nuestro futuro.
Resumo: hay que festejar estos cien años, y con mucho orgullo, pero no hay que perder de vista la deuda que tenemos desde ahora con nuestro mañana.

viernes, septiembre 14, 2007

El verbo linchar



El diccionario de la Real Academia Española suministra la información de un latigazo: “Linchar. (De Ch. Lynch, juez de Virginia en el siglo XVIII). 1. tr. Ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo”. Más claro ni el chapopote. Para ampliar lo definido así por la RAE, cito un fragmento no muy bien redactado de la http://www.argenpress.info/: “El Diccionario de la Real Academia Española nos dice que linchar viene de Charles Lynch, un juez de Virginia en el Siglo XVIII y lo define como ‘ejecutar sin proceso y tumultuosamente a un sospechoso o a un reo’. Y nada más. En cambio el prestigioso ‘Quid’ francés, enciclopedia actualizada anualmente, habla de la ‘Ley de Lynch’ como ‘justicia sumaria llamada linchamiento, practicada por Charles Lynch (1736-1796) plantador, juez y senador de Virginia; la muchedumbre prende a un acusado, lo juzga, lo condena y lo ejecuta de inmediato. Practicado a menudo en el Sud. De 1882 a 1951: 4.700’ casos. Hemos traducido bien: hasta 1951, ayer nomás. Es decir, no es algo del Siglo XVIII, sino también del XIX, XX y XXI. Así lo hemos visto en muchas películas yanquis: Detención del sospechoso, juzgamiento sumario en el ‘saloon’ y sacado de allí para someterlo a la horca ante jubilosos vecinos. Es pues, una práctica muy norteamericana”.
En México, lo sabemos, el linchamiento es una institución que reaparece cada cierto tiempo, sobre todo en el centro y en el sur del país, en el México profundo. Inolvidables resultan las escenas, por ejemplo, de la masacre ocurrida en Tláhuac el 23 de noviembre de 2004, cuando una chusma prendió, golpeó salvajemente y quemó a tres agentes de la PFP, todo por haberlos “confundido” con delincuentes. Las imágenes de ese horripilante cuadro delatan un caso perfecto de linchamiento: detención “en la escena del crimen”, enjuiciamiento “en caliente” y castigo inmediato a los supuestos malhechores, todo bajo el amparo del anonimato y con el impulso de la ira más irracional.
Linchar, sin embargo, no es sólo práctica común a la turba enardecida por algún hipotético delito. Linchar entre nosotros también es una mala costumbre, sobre todo, de las televisoras, que durante años han ajusticiado de diferentes maneras a diferentes personas y procesos históricos. Finos, los dueños de las televisoras no han necesitado salir a la calle con piedras y garrotes para aplastar al presunto violador o raterillo de mercado, pues desde el cinescopio han aporreado a sus rivales mucho antes de que se compruebe culpa alguna, si es que la hay. Asimismo, con su desdén han sepultado en el silencio casos vergonzosos de nuestra historia.
Ya había televisión en México, pero ¿qué dijeron cuando el simio Díaz Ordaz sacó a pasear tanquetas a la Plaza de las Tres Culturas? ¿Y qué dijeron cuando en el 88 se cayó el sistema? ¿Y qué cuando fue infligido el fraude electoral en Chihuahua? ¿Y qué cuando mataron a Paco Stanley? ¿Y qué cuando se consumó el fraude de 2006? Creo que no son ellos los más aptos para hablar de libertad de expresión. Conocen, en efecto, el verbo linchar, y lo están usando ahora por enésima vez.

jueves, septiembre 13, 2007

Un pasito pa’delante

Creo que la ciudadanía percibe demasiado bien el meollo del debate entablado el martes entre los senadores y los representantes de los medios de comunicación más poderosos del país. Al final, además de ser un asunto de pesos y centavos, lo que se busca es que los poderes fácticos no impongan su ley: mover la información al gusto del mejor postor, imponer miedo y atar las campañas electorales al designio de quienes cuentan, al fin, con la plataforma de difusión más influyente: ellas, las televisoras.
Fuera de que los partidos también necesitan una reforma a fondo para que sus líderes no acopien un poder desmesurado, era urgente atender el tema de los gastos de campaña luego de la descomunal sangría que fue perpetrada contra el país en 2006. Por ello, colocar un dique a los gastos de campaña, frenar la compra-venta indiscriminada de espots no hace sino beneficiar a México cuando menos en el plano de la teoría. Faltará saber si los candidatos y las televisoras no hallan otros medios más sutiles para financiar procesos electorales tenebrosos, pero en calidad de mientras el tapón legal del martes permite vislumbrar un panorama menos cínico, menos opaco y, sobre todo, menos lesivo para los intereses del país.
En lo inmediato, si los gastos de campaña no podrán ser destinados impunemente al bolsillo de las rapaces televisoras, es imperativo asimismo ajustar los topes y, sobre todo, las cuantiosas sumas que por ley están destinadas a socorrer el funcionamiento de los partidos. Por supuesto, lo ideal sería reformar la situación hasta sus huesos: poner topes, sí, usar los tiempos oficiales, sí, impedir que manos negras metan dinero sucio a las campañas, sí, pero también examinar y, dado el caso, aplicar una muy buena trasquilada a los presupuestos de los partidos.
La nota tragicómica del martes la dieron muchos voceros de Azcárraga y Salinas Pliego, a los que se sumaron otros de menor peso, como Pedro Ferriz de Con, empleado del Grupo Imagen que es propiedad de Olegario Vázquez Raña, también dueño de Excélsior. Indignado ante el supuesto atropello del que era víctima la libertad de expresión, bandera ya muy trapeada por las televisoras cuando ven amenazadas sus canonjías, gritó Ferriz: “Aquí está la CIRT junta, completa y unísona; nunca habíamos estado tan unidos como en esta ocasión. No venimos a dialogar, venimos a reaccionar”. Sin palabras; no se puede opinar mucho sobre ese ex abrupto.
Echando bola e intrínsecamente amenazantes, algunos hombres de la televisión se apersonaron frente a los senadores para hacer eco a la postura que en realidad sostienen sus patrones. El berrinche, como digo, es maquillado con los polvos mágicos de la libertad de expresión y el derecho constitucional a informar, pero no muy en el fondo es simple y llanamente la certeza que tienen los concesionarios de ver volar millones de pesos durante las elecciones y no poder quedarse con ninguno.
Ya era hora de que los partidos, o sus representantes, hicieran algo mínimamente bueno. Ahora falta ver que también ellos aprueben un autorrecorte.

miércoles, septiembre 12, 2007

Cuatro irritilas en Montreal



Fernando Fabio Sánchez, Miguel Báez, Édgar Valencia y Gerardo García Muñoz (en ese orden en la foto) coincidieron casi de casualidad en esa monstruosidad académica llamada Congreso de LASA (Latin American Studies Association) celebrada recién en Montreal, Canadá. Los cuatro escritores laguneros se toparon allá por razones distintas: Fernando Fabio y Gerardo García porque leyeron sendas ponencias en el congreso, Édgar porque fue a coordinar la distribución editorial del CIESAS y Miguel Báez porque radica en la ciudad del monte real.
Como lo he dicho alguna vez, Fernando y Gerardo son, en ese orden, maestros de las Universidades de Portland y de Minesotta, y ambos terminaron sus doctorados en Letras por las Universidades de Colorado y de Arizona. Édgar, quien actualmente escribe su tesis para doctorarse en Letras por la UNAM, es director editorial del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social; Miguel, luego de concluir la maestría en Letras en Calgary, se radicó en Montreal y da clases para la Universidad de Concordia. A todos los une, pues, una infancia transcurrida en Torreón y una pasión nada amateur por la literatura.
Cuando supe que iban a coincidir, les pedí a Fer y/o a Gerardo, a cualquiera de los dos, una crónica del encuentro irritilia; pero se adelantó Miguel, y en seguida reproduzco un breve fragmento de su relato (al que sólo le hice dos o tres enmiendas). Añado, ya para ceder la palabra a Báez, que más allá de lo turístico y circunstancial late en el fondo de esta columna mi orgullo de ser amigo de estos laguneros. Hace poco me preguntaron sobre el desarrollo del arte en La Laguna; los cuatro escritores que menciono son la prueba de que la comarca todavía no está lista para retener a sus talentos literarios; ellos, como muchos pintores, músicos y demás, tuvieron que salir y buscar afuera lo que aquí aún no tenemos. Y ahora sí, narra Miguel: “Jimmy: No tomé fotos porque mi cámara es de las arcaicas de rollo y toda la cosa. Jerry y Fer sí tomaron varias. Te paso el dato de lo que hice con ellos, todo por supuesto en la tarde-noche:
El jueves quedé de verme con ellos en el lobby del hotel Reina Isabel que era, junto con el Hilton, el lugar donde se llevaban las actividades en LASA y donde estaba hospedado Gerardo (y donde, por cierto, en los años sesenta John Lennon compuso aquella famosa canción antibélica de ‘Give Peace a Chance’). Ya una vez que llegaron todos, caminamos hacia el oeste de la ciudad, cerca de Concordia, a la calle Crescent donde hay varios restaurantes y bares (por ser zona estudiantil) y ahí nos tomamos unas cervezas en un pub irlandés. Después, para ir a cenar, caminamos otro rato hacia el este de la ciudad, a lo que aquí, como en París, llaman el Barrio Latino. Fuimos a la calle Saint Denys donde hay también bares y restaurantes. Cenamos en una pizzería que creo que se llama PizzaDélic (es una cadena porque hay varias en la ciudad). Ahí se nos unieron otros dos colegas del congreso. Recuerdo que Jerry estaba muy impresionado con el nombre de la pizza que pidió: ‘La Carnivore’. Al salir de la pizzería cada quien se fue por su lado y yo acompañé a Gerardo de vuelta a su hotel.
El viernes fuimos, sin Édgar porque ese día andaba desaparecido, otra vez hacia el este de la ciudad, por la calle Sainte Catherine que es la de más actividad porque hay muchas tiendas, restaurantes, cines, librerías, etc., y llegamos hasta la calle Saint Laurent que es la que aquí llaman La Maine y que divide a Montreal en este y oeste. Ahí cenamos en un cafecito en la esquina con Prince Arthur (que es la calle donde yo vivo) en una parte de la calle que es peatonal porque ahí hay restaurantes y cafés con terrazas al aire libre. Luego regresé con ellos hacia el Hilton porque había un baile para los asistentes del congreso. Ahí ya no me quedé porque tenía clase temprano el sábado en la mañana.
El sábado me llamó Jerry como a media tarde para decirme que estaban él, Edgar, Stéphane (al que conociste en el DF) y otra colega del congreso en un restaurante llamado Reuben's de la calle Sainte Catherine. Yo ya había comido, pero ellos estaban comiendo sándwiches de carne ahumada (muy típicos por acá). Recuerdo que Gerardo ya no se lo podía terminar y comentó que la carne era como el Aleph. Caminamos por la calle Sainte Catherine otra vez, hacia el este, a la Place des Arts porque Stéphane nos llevaba a una librería. En la Place des Arts está el museo de arte contemporáneo, varios teatros, pero nosotros nomás entramos a la librería (quince minutos antes de que cerraran, por desgracia). Jerry alcanzó a comprar un libro y Édgar una película. Luego regresamos al Reina Isabel, al cuarto de Jerry para que Édgar recogiera sus cosas. En el lobby me despedí de Édgar y Stéphane me pasó su teléfono y correo para que siguiéramos en contacto. De ahí, llevé a Jerry a caminar al Barrio Antiguo (o Viejo Montreal, como le llaman acá), caminamos frente al Palacio de Congresos (que quiere ser como una imitación del Centro Georges Pompidou en París), frente a la basílica de Notre Dame (igual caso que el anterior), luego por donde está el Centro de Ciencias de Montreal y luego, más hacia el oeste, la Plaza Jacques Cartier (que lleva el nombre de uno de los primeros conquistadores franceses, digamos el Hernán Cortés de por acá y el responsable de haber erigido una cruz sobre el Mont Royal), esta plaza es el lugar más activo del barrio antiguo. También aquí hay restaurantes y cafés con terrazas al aire libre así como artistas de la calle. Ahí nos sentamos un rato. Luego recorrimos las calles del barrio chino que está cerca de ahí y regresamos al Reina Isabel por el bulevar René Levesque. Nos tomamos unas cervezas en el bar del hotel y ya en el lobby nos despedimos.
De nuevo un abrazo y espero que esta croniquita te sea útil, Mike”.

domingo, septiembre 09, 2007

La inhumana voz



Sonaré profano, pero no importa. En la semana que hoy termina se fue uno de esos tipos que no dejan dudas en materia de superioridad. Creo no equivocarme (y si yerro que me perdonen los entendidos) cuando digo que Pavarotti estaba un peldaño o dos o tres o más encima de los más grandes y todos los peldaños que uno quiera arriba de los cantantes terrenales. Su voz, un prodigio que estaba más allá de lo racionalmente concebible, era capaz de interpretar lo que fuera con una gracia que de tan angélica a mí me llega a parecer ajena al mundo. De ahí el título de estas palabras: la inhumana voz de Pavarotti no se detenía ante ninguna nota, por eso el divo podía hacer lo que quisiera con sus públicos, embelezarlos hasta el arrodillamiento.
Se le reprocha a Pavarotti haberse rebajado de más al canto de temas populares. Los puristas creen que exageró al pisar foros atiborrados de público lego y de aprovecharse de los medios de comunicación actuales, eso para satisfacer su ego un tanto infantil y para agrandar sin freno sus cuentas bancarias. Sea lo que fuere, cantando Turandot u “O sole mio” frente a públicos informados o simplones, el monstruo tenía la habilidad de nunca defraudar, de nunca echar de su garganta una sola nota fuera de la grandeza a la que siempre estuvo condenado. Con o sin información musical, el público de sus conciertos y de sus (video)grabaciones era/es testigo de la perfección pura. Lo que a mí más me apabulla de ese gordo no es tanto la impecabilidad de sus interpretaciones, la hechura esférica de cada uno de sus emprendimientos sonoros, sino el hecho de que concluyera cada pieza sin despeinarse, como si no hubiera hecho algo inalcanzable para la totalidad de los mortales. Gracias al video, cada vez que puedo ver acercamientos al tenor me quedo helado: no es la voz, de por sí elevada al punto más alto que haya podido alcanzar la belleza del canto, sino el rostro impasible del artista lo que me deja muerto en la lona. En los momentos más difíciles de cada canción apenas se puede ver un leve rictus de esfuerzo en las pobladas cejas del italiano. Nada de hinchazones, nada de enrojecimientos faciales, nada de sudoración excesiva, nada de ojos llorosos. Y al final, luego de haber puesto su voz por encima del cielo en cada tema, recibía cataratas de aplausos y él apenas levantaba los brazos y dejaba ver en su cara una sonrisa muy cercana a la inocencia y al desenfado.
Esa facilidad para hacer lo más difícil como quien tararea en la ducha es la marca inconfundible del genio. Por ello el caso Pavarotti sólo se puede comparar a otros ejecutantes de otras disciplinas. El tipo es al canto lo que Einstein a la física, lo que Picasso a la pintura, lo que Mozart a la música, lo que Aristóteles a la filosofía, lo que Napoleón a la estrategia militar, lo que Borges a la literatura, lo que —y suplico perdón por la frivolidad de los siguientes correlatos— Pelé o Maradona al futbol, lo que Jordan al básquet, lo que Brando a la actuación. Fue pues el italiano uno de esos casos de superioridad irrebatible, de facilidad extrema para trabajar con lo imposible y hacerlo parecer más sencillo que comerse un pan.
La crítica más celosa de la pureza en la que deben encerrarse los cantantes de ópera nunca dejó de reconocer la grandeza de Pavarotti, de ahí que mirara a otra parte cuando el artista ofrecía uno de esos recitales masivos en los que cundían temas reconocibles por el oído inexperto. Esto puede tener dos lecturas: una, que el inmenso cantante se rebajaba a malgastar su arte con la chusma; y dos, que Pavarotti le abrió una ventana muy ancha al bel canto, lo puso al menos por instantes al alcance de cualquiera y ahora, gracias a las nuevas tecnologías, miles de personas guardan un mayor respeto al canto ejecutado con técnicas más exigentes.
En este tiempo ya muy poco dado al asombro, Pavarotti es de los contados hombres que hacen obligatorios la perplejidad y el agradecimiento. ¿A quién debemos darle las gracias por habernos obsequiado ese inmenso pedazo de tenor? No sé, pero gracias gracias gracias a quien sea por el regalo de aquella inhumana voz.

Encuentro para la historia



No son frecuentes en la historia de Torreón los encuentros académicos de alto calibre. Hemos visto, sí, conferencias, foros, mesas redondas, páneles y demás, pero son en realidad pocas las ocasiones en las que hemos organizado congresos sancionados por especialistas en cualquier disciplina, como por fortuna ya sucede en Biodiversa, por citar un solo caso paradigmático.
Pues bien, y en el marco de los festejos centenaristas, la UIA Laguna, la Asociación de Historia Económica del Norte de México y el Ayuntamiento de Torreón han acordado que el XVI Encuentro de Historia Económica del Norte de México se lleve a cabo en Torreón de los días 11 al 13 de octubre de 2007. La sede será la Ibero Laguna y han sido convocados numerosos investigadores que con su presencia y sus trabajos le añaden brillo académico a unos festejos que se han diluido más bien en fiestas un tanto descafeínadas.
Según lo anota su convocatoria, el objetivo del Encuentro “es congregar académicos de diversas instituciones del país, que estudian variados aspectos de la historia económica y empresarial del septentrión Mexicano —con particular interés en los siglos XIX y XX— con sus correspondientes análisis teóricos e historiográficos. El XVI Encuentro de la AHENME será un espacio de reflexión, de diálogo y de retroalimentación que aporte conocimientos nuevos sobre la historia económica norteña y que contribuya, en este sentido, a la tradición del foro académico de la Asociación de Historia Económica del Norte de México”.
Son varias y muy prestigiadas las instituciones que mantienen líneas de investigación sobre la historia económica del norte de México, y entre otras destacan El Colegio de la Frontera Norte de Mexicali, El Colegio de Jalisco, la Universidad Autónoma de Zacatecas, El Colegio de San Luis, la Universidad Autónoma de Baja California Sur, el INAH de Zacatecas, la Universidad Autónoma de Sinaloa, El Colegio de la Frontera Norte de Laredo, la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la UIA Santa Fe, El Colegio de San Luis, la Universidad de Monterrey, la Universidad Autónoma de Sonora, la Universidad Autónoma de Aguascalientes, la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Coahuila, la Universidad Autónoma de Tamaulipas, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, el Archivo General del Estado de Nuevo León, la Universidad Autónoma de Baja California, El Colegio de México, El Colegio de la Frontera Norte de Matamoros, la Universidad Juárez del Estado de Durango, el Centro de Estudios Históricos y Sociales A.C., el INAH Delegación Saltillo, la UNAM, el CIESAS Monterrey, el Instituto Mora y la UIA-Laguna de Torreón.
Este Encuentro es un gran gesto celebratorio. Seguiré informando a medida que se acerque el 11 de octubre.

jueves, septiembre 06, 2007

Nuevo puñado de vistas argentinas

Sigo en las mismas: no me considero fotógrafo y de hecho tengo una cámara digital casera que ya comienza a parecer demasiado obsoleta. Pero no me quejo: en estas imágenes he tratado de capturar algunos rasgos de la ciudad visitada. Aparecen veinte vistas del cementerio Recoleta, de Caminito, de San Telmo, entre otras. Adelante: