viernes, noviembre 02, 2007

Flores o calabazas



El sábado pasado les comenté a Eduardo Holguín y a Mario Gálvez que los altares de muertos no son precisamente laguneros, y que simplemente fueron injertados en estas fechas para repeler con algo “propio” la festividad espuria (para nosotros) del halloween. Lo que yo recuerdo como lagunero, les dije, es ir al panteón, limpiar las lápidas, colocar algunas flores y, en ocasiones, orar algo sencillo, luego comprar una caña de azúcar y sanseacabó, eso era todo. A propósito de la discordia entre el día de finados y el de brujas gringo, el doctor Corona Páez propone lo siguiente:
“A pesar de lo que diga la Secretaría de Educación Pública y a pesar de los que promueven el estilo de vida estadounidense, ni los altares de muertos ni los festejos del halloween constituyen tradiciones laguneras de arraigo.
Los aborígenes laguneros no contaban con esa clase de ritos, y los indios tlaxcaltecas, cuya cultura prevaleció en nuestra región, no los celebraban por considerarlos “paganos”. Su adhesión al catolicismo europeo fue tan firme como sincera.
La SEP ha buscado homogenizar esta celebración de los altares de muertos, sin tomar en cuenta que las etnias, las culturas y las historias regionales son diversas en todo el país. No todo fue Mesoamérica, ni todos los indios fueron Mexicas, Purépechas o Mixteco-Zapotecas.
Los festejos del halloween son para nuestra Comarca Lagunera tan ajenos como los altares de muertos. Denotan admiración por una cultura que no es la nuestra (Dios no libre de que lo fuera) y cuyos orígenes son otros muy ajenos. En los Estados Unidos, las fiestas del halloween se inscriben en la tradición puritana que descubría brujas y demonios por todas partes. Nada que ver con nosotros.
Si queremos una celebración que sea verdaderamente nuestra, lagunera de corazón, deberíamos celebrar por estas fechas el “Día del Inmigrante”. Un festejo así iría muy de acuerdo con nuestra tradición histórica. Que se disfracen los niños con el vestuario representativo de las diversas etnias mexicanas y extranjeras que llegaron a nuestro suelo, que pidan dulces en las casas y que se les den y reciba bien. Así recordaremos y celebraremos perpetuamente el espíritu de superación de quienes dejaron sus hogares en busca de mejores horizontes, y el carácter acogedor de nuestra gente y de nuestra Comarca.
Ahí tiene usted, un pequeño ejemplo de creatividad y de congruencia. No necesitamos copiar nada de nadie. Nos basta con nuestra propia y verdadera historia, y desde luego, con nuestra decisión e iniciativa. Crear es una actitud del primer mundo, copiar, del tercero. Y yo considero que los torreonenses ya deberíamos estar creando o modificando nuestra propia cultura. Seamos auténticos y originales...”.
El problema que tienen tanto los altares como la propuesta de Corona Páez es, creo, el enviciamiento de lo comercial que atraviesa toda festividad pública contemporánea. Gastar, comprar, quitar envolturas, endrogarse al estilo mexicano, ese parece ser el sino del 14 de febrero, del día de la madre, del padre, de la navidad y del año nuevo. En realidad, no veo por dónde se le puede ganar a la maquinaria del mercado. No dejo de sentir que en muchos casos ya perdimos, y este del día de muertos es uno de ellos.