martes, noviembre 14, 2006

Santos y centenario

Cambio de sintonía, como relajante, ahora que estamos otra vez al filo del caos político. Si nos atenemos al torneo que acaba de concluir, es tristemente probable que el Santos Laguna descienda y comience a jugar por eso en la división inferior precisamente en la fecha en la que Torreón cumplirá cien años de vida como ciudad. Traigo aquí un artículo que hace un año me pidió Gerardo Hernández para la revista Espacio 4, de Saltillo; no sé si al final fue publicado. Se trata de una apretada historia del equipo, razón por la que sólo cubre una década de santismo:

Santos Laguna 1995-2005: de la supervivencia a la cumbre

Jaime Muñoz Vargas

Para ningún verdadero fanático del futbol mexicano es un misterio lo que ha pasado con el Santos Laguna. Llegado a la comarca del Nazas en 1983 como equipo de Segunda División “B”, el Santos pasó su primera década de vida en La Laguna entre desastres y tormentas. Salvo por el ascenso de la “B” a la “A” en el año de su debut lagunero (1983-84), el equipo albiverde se las vio indiscutiblemente negras para sobrevivir cuando, a partir de la campaña 88-89 y luego de comprar la franquicia del club Ángeles de Puebla, los laguneros llegaron a la Primera División de nuestro país. Si en la Segunda División “A” tuvieron problemas, en el máximo circuito fueron de tropiezo en tropiezo, siempre con la amenaza de volver a la división inferior.
Esa primera década el Santos pasó, pues, de la “B” a la “A” en un año, y luego del 88 se estacionó en la división más importante de nuestro futbol. De ahí no ha salido hasta la fecha. Pero si a fines de los ochenta y a principios de los noventa el equipo lagunero pasó amargas experiencias, últimos lugares y problemas de descenso, goleadas en contra y porcentajes siempre adversos, eso cambió en la temporada 93-94, campaña en la que el Santos ocupó, dirigido por el chileno Pedro García, el cuarto lugar de la tabla general y llegó a disputar la finalísima contra los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Esa temporada fue memorable porque los Guerreros consiguieron el subcampeonato y comenzó en firme un fenómeno que ya perdió algo de fuerza, pero que aún sigue vigente en toda La Laguna: la santosmanía.
En efecto, aquella final de 1994 en el estadio 3 de marzo de Zapopan marcó el paso de la niñez a la adolescencia santista. Aunque los albiverdes no se hicieron con el campeonato, el “sub” supo a gloria entre los aficionados laguneros, quienes desde entonces no dejaron de pensar que el equipo estaba sistemáticamente, campaña tras campaña, para grandes logros. Y no se equivocaron, pues apenas tres años después, en la temporada de Invierno 1996 (comenzaba así la modalidad de los torneos cortos), Santos, con Alfredo Tena en la dirección técnica, dio el mayor campanazo de su historia hasta ese momento: en el estadio Corona repleto ganó la final contra los Rayos del Necaxa y con eso demostró que había llegado, más rápido que muchos otros clubes de México, a la condición de equipo adulto, maduro, protagonista. Aquel conjunto campeón ya está en la historia del futbol lagunero: José Miguel en la portería, Nicolás Ramírez, Pedro Muñoz. Francisco Gabriel de Anda, Wagner de Souza, Guadalupe Rubio (Christian Montesinos), Miguel España, Benjamín Galindo (Alberto “Guamerú” García), Héctor Raymundo Adomaitis (Mariscal), Gabriel Caballero y Jared Borgetti.
Pero el futbol, como todo el deporte y como la vida misma, tiene altibajos, y sobrevino luego de la victoria una racha no muy grata. Aunque eso se dio después, ya que el campeonato del 96 fue un detonante de alegría en toda la comarca lagunera, y prácticamente no hubo municipio de la región en el que no se festejara la hazaña futbolera con gritos, banderas y letreros henchidos de alegría. En la reseña cronológica contenida en el libro La ruta de los Guerreros escribí que aquella fue “una de las navidades más felices en la Comarca Lagunera. El futbol había unificado a la región y por fin era albiverde el título de Liga. Llegó nuevamente el tiempo de celebrar, y hasta los más apáticos y ajenos al futbol sintieron que era suyo el triunfo de los Guerreros. La Laguna fue otra durante aquel fin de año, y nadie se cansaba de prodigar abrazos”.
De inmediato hubo pues un brote de campeonitis, la enfermedad que suele golpear a los triunfadores de la final y que de inmediato los hace pasar de lo sublime a lo lamentable. Vinieron algunas temporadas malas, con rachas que ubicaron al equipo en posiciones no muy destacadas y con abruptos cambios de entrenadores. Se fue Tena y pasaron por aquí, ya sin los buenos resultados del llamado “Capitán furia”, el “Zurdo” Miguel Ángel López, Juan de Dios Castillo y llegó por esos años, exactamente en 1999, el famoso “Sheriff” Fernando Quirarte.
El Santos entró así a una etapa de reacomodo y de búsqueda. Para entonces, los rivales ya lo respetaban y poco a poco el equipo lagunero fue cobrando fama de imbatible en su casa. Ese periodo fue malo pero no desastroso para los Guerreros; daba la impresión de que los contendientes del Santos le conferían más respeto y le jugaban con mayor dureza, así que cada vez era más frecuente que los albiverdes navegaran contra la hostilidad, aunque supieron imponerse a esa nueva circunstancia. Había pasado pues el traumático periodo del arranque y la permanente amenaza del descenso; la condición de equipo chico ya era historia añeja y Santos empezó a encarar sus choques con éxito pese, dada su fama de buen equipo, a los partidos cada vez más complicados.
En la temporada de Verano 2000 los Guerreros se apuntalaron muy bien al mando de Fernando Quitarte, quien pese a su poca experiencia como técnico de máximo circuito demostró que sabía ordenar a sus jugadores y que tenía excelentes nociones estratégicas. Así, en el amanecer del 2000 el Santos llegó a su tercera final, ésta contra los Diablos Rojos de Toluca. Los del Nazas y del Aguanaval perdieron contra el trabuco que había armado el equipo mexiquense, pero eso no desmereció la espléndida labor que como DT ya estaba desempeñando el ex mundialista Quirarte.
El Santos había sumado, en poco menos de dos décadas, un par de subcampeonatos y un campeonato. Era bastante si consideramos que en más tiempo otros equipos de la Primera División nacional —el Atlas, el Atlante, los Tigres— no habían levantado tal cosecha. Se dio en el Invierno 2000 un levísimo bajón, pues los Guerreros llegaron a la liguilla y fueron eliminados por el Morelia en la semifinal. Esto preparó, sin embargo, el escenario en el que Quirarte alcanzaría su cima como cabeza de los laguneros, pues en el Verano 2001 sus muchachos ocuparon el segundo puesto de la general y llegaron al cotejo máximo contra el aguerrido Pachuca. Y la proeza se repitió: el juego de vuelta en la final tuvo como teatro el estadio Corona, y allí Santos pasó encima del equipo hidalguense con un contundente 3-1. Dos goles fueron encajados por Jared, quien para entonces estaba convertido en la figura emblemática de los triunfantes laguneros.
Los Guerreros no habían cumplido siquiera veinte años como club profesional y ya arrojaban números de envidia: el ascenso de la “B” a la “A” en 83-84, el subcamponato contra los Tecos en la 93-94, el campeonato del 96 contra Necaxa, el subcampeonato contra Toluca en 2000 y la reobtención de la corona en 2001. Una trayectoria de tal dimensión torna al público muy exigente y duplica el encono de los rivales, y eso ha pasado en las temporadas más cercanas.
Apenas en la entrada al nuevo milenio, los Guerreros eran entonces un equipo joven de edad, pero grande en logros y más grande aún en aspiraciones. En los cuatro años recientes los números no le han favorecido del todo luego del campeonato contra Pachuca, pero la situación no ha derivado en el dramatismo padecido por otros equipos, pues los números muestran que, pese a todo, Santos es ahora un contendiente muy pesado torneo tras torneo. Por ejemplo, en el Invierno 2001 los Guerreros llegaron a las semifinales y allí cayeron frente a Tigres. Otro tanto ocurrió frente a Necaxa en el Verano del 2002, todo esto con Fernando Quirarte en el timón.
En el Apertura 2002 hubo cambios en la dirección técnica de los laguneros; se fue Quirarte, llegó Sergio Bueno, quien fracasó y tuvo que ceder su sitio a Luis Fernando Tena. El “Flaco” llevó a los albiverdes hasta una semifinal contra Toluca y a otra liguilla donde perdió contra el Atlante. Luego, esto en el Apertura 2003, vino el periodo de Eduardo de la Torre, con resultados similares a los torneos recientes. Con el “Yayo” lo mejor se dio en la segunda ronda de la Copa Libertadores, donde en polémico partido el árbitro prácticamente les birló el triunfo a los laguneros frente al poderoso River Plate, esto en serie de penales. En lo que va del 2005 el Santos ha tenido en suma campañas regulares, discretas, sin esplendor, pero ajenas por completo a la catástrofe que definió los momentos terribles del equipo, su severa infancia de los ochenta.
En resumen, los años que van de 1995 a 2005 se caracterizan por la maduración del club. Es la década del asentamiento, la década de la conversión: Santos pasó de equipo minusvalorado a club con potencialidades siempre altas. En la dirección técnica desfilaron durante esta etapa los hermanos Alfredo y Luis Fernando Tena, Miguel Ángel López, Juan de Dios Castillo, Fernando Quirarte, Sergio Bueno, Eduardo de la Torre (de última hora anotamos aquí el despido de De la Torre el 31 de noviembre de 2005 y la llegada de Jorge Vantolrá), y aunque tuvieron distintos resultados sus números son considerablemente positivos en promedio.
En lo que toca a jugadores, no cabe duda de que Jared Borgetti es el símbolo de los Guerreros en la década. Hay muchos otros nombres, pero el sinaloense destacó en La Laguna por sus títulos de goleo y porque se hizo presente con anotaciones en los dos campeonatos del equipo. Otros jugadores notables son Benjamín Galindo, Gabriel Caballero, Miguel España, el “Pony” Ruiz, Johan Rodríguez, Héctor “Pity” Altamirano, “Tato” Noriega, Adrián Martínez y Matías Vuoso. Hoy, sin duda, el jugador símbolo del santismo es el chileno-mexicano Rodrigo “Pony” Ruiz, extremo incansable y gran surtidor de pases con características de medio gol.
Para terminar y en el terreno directivo, sólo hubo una breve etapa oscura en la historia reciente del club: el paso de Carlos Ahumada Kurtz como dueño de los albiverdes. Afortunadamente, ese doloroso trance duró poco, el Grupo Modelo regresó a las riendas y los Guerreros siguen hoy, por suerte, bajo la mirada de una directiva responsable y muy profesional.